sábado, 23 de febrero de 2013

LOS SICILIANOS DE LA IGLESIA


Ocurre que un Papa de Roma es como un rey, nadie se acuerda de él hasta que se le necesita. A mí los papas me la traen bastante al viento, pero Benedicto XVI, tras su abdicación/dimisión es uno de esos personajes históricos y magnéticos que darán para mucho best seller de Corte Inglés y para mucho ensayo coñazo. Estamos sin duda ante un papa adusto, erudito, oscuro, muy lejos del viajero, alegre y mediático Wojtyla que tantos amores católicos despertaba y que tanto piropo cursi inspiraba, totus tuus y todo aquello. A Benedicto, cuando llegó al trono vaticano, todos le criticaron su pasado sospechoso en la Alemania nazi, su jefatura al frente de la Inquisición moderna y su humanidad aparentemente gélida, un retrato que después se ha demostrado fallido y arquetípico porque se basaba únicamente en los trazos de su rostro de sátiro travieso. Después, cuando ya era tarde, se ha demostrado que el hombre no era tan malo como nos lo pintaron algunos medios de comunicación y que los malos realmente eran otros, los obispos-banqueros, los poderes fácticos en la sombra, los pederastas ensotanados y los mayordomos carteristas que le espiaban en los aposentos papales.
La dimisión de Benedicto tiene más que ver con su hartazgo de tanto sepulcro blanqueado, con su impotencia para sujetar a la curia bancaria, que con su edad avanzada y su salud maltrecha. A este Papa lo recordaremos siempre por una decisión valiente, su sagrada dimisión, esa palabra que dentro de poco habrá que dar de baja en el diccionario de la RAE por arcaica y desusada. Un agnóstico es un ateo que todavía ha vivido poco y hasta el mundo agnóstico aplaude ahora a un papa íntegro que ha tenido un gesto humano tras una indigestión de injusticias eclesiásticas. "Ahí os quedáis, que yo me voy con mis libros a un monasterio", debe haber dicho a los obispotes de Roma gordos, fatuos, corruptos. 
Uno ya no confía en que Rajoy tenga un arrebato de dignidad mariana y siga los pasos de Su Santidad (SS), pero cree que Don Juan Carlos sí está a tiempo de seguir el camino de Benedicto XVI, ya que una huida a tiempo puede salvar un Reino. La imagen de Iñaki El Empalmado, duque de ferias y congresos, bajando por el cadalso vergonzante del Juzgado mallorquín es demasiado brutal, demasiado demoledora y grotesca, y no hay Monarquía que la resista. Por eso urge una reforma en profundidad en la Zarzuela para tapar las goteras que le han salido tras tres décadas de democracia. Los historiadores deberán juzgar ahora cómo un jugador de balonmano que movía tan bien la mano pudo engañar a la Casa Real con su juego de muñecas.  
Pese a que ya digo que no comulgo con la curia vaticana, he de confesar que Benedicto será a partir de ahora mi papa de cabecera, my favourite Papa, porque con esa dimisión divina y humana ha demostrado no solo que es mortal, sino que ha sido honesto con sus principios religiosos hasta el final, y eso es mucho en los tiempos que corren. Su decisión ha puesto en evidencia a los grupos sicilianos de la Iglesia, que son como las meigas gallegas, siempre intrigando, siempre amasando, siempre ensuciando el mensaje de Cristo, por los siglos de los siglos. Amén.   

Imagen: Neil K. Kempsell              

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