martes, 3 de abril de 2018

EL SOSPECHOSO MÁSTER DEL UNIVERSO CIFUENTES


(Publicado en Revista Gurb el 23 de marzo de 2018)

Ocho horas después de estallar el caso del supuesto máster falsificado de Cristina Cifuentes, la presidenta de la comunidad de Madrid aún no había comparecido ante la opinión pública para dar las explicaciones pertinentes sobre un escándalo tan mayúsculo y vergonzoso. Sorprendía el silencio sepulcral de alguien que estaba siendo acusada de tramposa y sorprendían mucho más las explicaciones del rector de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), quien aseguró, como para quitarse de encima la patata caliente, que todo había sido producto de un fatal error informático. Qué casualidad que los ordenadores siempre se equivocan cuando hay alguien del Gobierno popular metido en alguna trapacería, enredo o fango. Será que las computadoras también votan al PP. Recordemos el bochornoso borrado de discos duros de Génova que los populares achacaron a otro fallo de la máquina y no a un ujier fornido y eficiente machacando el material a destajo y con nocturnidad, a golpe de maza, algo que muchos temen que fue lo que ocurrió en realidad.
Finalmente, tras casi una jornada de silencio administrativo, la presidenta compareció al fin ante los medios, aunque lejos de aclarar la situación dejó lagunas y contradicciones todavía más sospechosas. Pero al margen de casualidades demasiado casuales, la sombra de la sospecha se cierne sobre Cifuentes, más aún cuando ya se ha filtrado la foto de la presidenta abrazándose cariñosamente a la funcionaria que supuestamente le hizo el favorcillo de darle el cambiazo del "no presentado" al "notable", una maniobra digna de aquellos Zipi y Zape que eran capaces de cualquier cosa para que papá Don Pantuflo les comprara una bicicleta. En el caso de Cifuentes no parece que hubiera una bicicleta en premio para la funcionaria salpicada por el escándalo, al menos que se sepa. Tampoco un mal jamón de jabugo, como se hacía en la vieja escuela franquista cuando el padre de un alumno torpe quería comprar la voluntad del maestro hambriento y pobretón, que casi siempre terminaba sucumbiendo al regalo.
A falta de datos fiables y no de simples coartadas, la clave del asunto está sin duda en el ordenador. Es en ese sistema donde se supone que la funcionaria cambió los dos "no presentado" a "notable" en el año 2014 y es ese aparato el que tendrá que ser destripado para saber si hubo o no enjuague académico. De momento la Universidad ya ha anunciado una investigación para saber lo que pasó. No obstante, reducir esa maniobra tan flagrante y grave a la categoría de simple error informático no convence a nadie, por mucho que doña Cristina se haga la mártir con este espinoso asunto. Si la alumna lo aprobó todo en 2011, ¿por qué entonces sus calificaciones fueron alteradas tres años después? De momento, que se sepa, la inteligencia artificial no ha llegado al punto de que sea el ordenador quien tome la decisión soberana, motu proprio, de aprobar o suspender a los universitarios. Tiene que haber necesariamente una mano humana dando esa delicada orden. Una mano negra, habría que decir en este caso. Ni siquiera el súper computador de Stephen Hawking, tristemente fallecido estos días, habría sido capaz de convertir por sí solo un "no presentado" en "notable". La Universidad Rey Juan Carlos no es que sea Cambridge precisamente por su avanzado nivel de investigación en inteligencia artificial. Así que aquí lo único que se nos antoja artificial es la explicación de Cifuentes que no ha convencido a nadie, ni siquiera a los socios del PP, o sea Ciudadanos, quien por boca de su portavoz en la Asamblea de Madrid, Ignacio Aguado, ha dicho que de este caso emana un "tufillo" que le da que "no es bueno".
Por si fuera poco, tampoco se ha llegado a aclarar suficientemente por qué entre los tres profesores del tribunal que evaluó a Cifuentes en su trabajo de fin de máster no había uno al menos que fuera ajeno a la universidad, para asegurar así la independencia de la prueba, tal como establece la ley. En este caso, las tres profesoras que la examinaron pertenecían a la URJC, o sea que todo quedaba en casa. Y para rematar el cúmulo de supuestas irregularidades, ahora nos enteramos de que el famoso trabajo fin de máster de Cifuentes no aparece por ningún lado y que el rector, que salió a capear el temporal en rueda de prensa improvisada, tampoco es el responsable último del curso. ¿Es que no se ha hecho nada bien en este asunto?
Así las cosas, cada dato que se va conociendo alrededor de este caso rezuma no solo un tufillo malo, como dice el portavoz de Ciudadanos, sino un pestazo hediondo que tira para atrás y que ni siquiera el poderoso Chanel de la glamurosa presidenta logra camuflar. No cabe otra conclusión: tal suceso misterioso exigiría cuanto menos una comisión de investigación parlamentaria que llegara hasta el final con todas sus consecuencias.
Más allá de la titulitis y los presuntos chanchullos, no deja de ser llamativo que la asignatura que supuestamente se le atragantó a la presidenta madrileña fuese precisamente Financiación de las Comunidades Autónomas, una materia en la que no es especialmente experta ni ducha, si nos atenemos al nivel de endeudamiento que padecen desde hace años los pobres madrileños que soportan el fiasco de su mala gestión política y económica. Lo que la universidad le aprobó lo ha suspendido en la práctica, de manera que por ahí tampoco aprueba la presidenta.
En todo caso, en la Europa de verdad, en la Europa seria y avanzada, no en el simulacro de democracia llamado España, los políticos dimiten por este tipo de cosas y por bastante menos, véase aquel ministro de Defensa alemán que abandonó su cargo tras ser acusado de plagiar su tesis doctoral. Aquí no, aquí la culpa la tiene siempre el ordenador que es medio tonto y falla en el momento más inoportuno, el periodista que se inventa la noticia para hundir carreras políticas y hasta el rector de la universidad, que es quien al final sale al ruedo a dar la cara y a que le lluevan las banderillas de los periodistas. Todo muy sospechoso y muy lamentable. El caso del máster del universo Cifuentes exige luz y taquígrafos, aunque mucho nos tememos que, como suele suceder en estos asuntos que implican al PP, ni con un potente foco de rayo láser ni con una legión de diligentes funcionarios transcriptores de la escuela cisterciense conseguiríamos llegar hasta el fondo de tan enrevesada y extraña trama. ¿Será el de la femme fatale Cristina un caso para Sherlock Holmes?

Viñeta: L'Avi

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