viernes, 9 de septiembre de 2016

HABRÁ ELECCIONES EN NAVIDAD SI PEDRO SÁNCHEZ NO LO IMPIDE


(Publicado en Revista Gurb el 9 de septiembre de 2016)

Tras el fracaso en la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno se abre una nueva fase en esta época tortuosa de la historia de España. Todo apunta a que los españoles tendremos que ir votar por tercera vez el 25 de diciembre, entre turrón y cava. En el argot de la calle se podría decir que el Partido Popular –en buena medida por la obstinación de su líder, Mariano Rajoy, empeñado en seguir en el poder pese a que ya hace tiempo que debería haber dimitido como máximo responsable de la corrupción y la degeneración de su partido–, ha montado un buen belén en la vida pública española. Llegaremos al 25D porque eso es justamente lo que quiere el partido conservador, confiado en que el miedo de los españoles a la situación general de inestabilidad, la abstención por la desafección de los ciudadanos hacia sus representantes políticos incapaces de llegar a acuerdos y los contratos navideños que maquillarán convenientemente las cifras de paro, le darán una nueva victoria en las urnas. Poco influirán en la decisión de los electores los numerosos juicios a los que importantes cargos del PP tendrán que hacer frente a partir de este mes de septiembre: Tarjetas Black, Bárcenas, Gurtel, Púnica, pitufeo valenciano, etcétera.
Sin embargo, parece que el PSOE no ha dicho su última palabra en esta historia. Desde hace días, Pedro Sánchez viene sugiriendo que hará todo lo posible por encabezar un Gobierno de cambio alternativo al PP, una propuesta que no nos suena a nueva, puesto que ya lo intentó sin éxito tras el 20D. Sánchez ha vuelto a caer en la misma ambigüedad de la que ha hecho gala en los últimos tiempos, ya que no concreta si ese Gobierno sería de coalición con Podemos (algo que parece casi imposible después de sus desavenencias con Pablo Iglesias) con Ciudadanos (un pacto que ya intentó el PSOE y que también fracasó en la anterior sesión de investidura) o tripartito a la valenciana (una hipótesis aún más improbable). Otra alternativa que suena con fuerza en los últimos días sería un Gobierno en minoría del PSOE con la abstención del partido de Rivera y de Podemos, al que se sumarían hipotéticamente los partidos nacionalistas, en función del resultado que obtengan estas fuerzas en las elecciones autonómicas vascas y gallegas. Sin embargo, gobernar con solo 85 escaños (una fórmula inédita hasta ahora en la historia reciente de nuestro país) dejaría a los socialistas en franca debilidad en el Parlamento a la hora de sacar adelante las leyes previstas para las reformas que necesita España. A fecha de hoy todo son conjeturas, mientras los ciudadanos asisten atónitos ante la posibilidad que gana más enteros en estos momentos: que tengamos que ir a votar por tercera vez el próximo 25 de diciembre. A Sánchez habría que pedirle claridad y rapidez en sus movimientos. Los españoles no se merecen que, en unos momentos tan delicados para el país, sus representantes se dediquen a la política menor, al cortoplacismo, a la táctica y a la estrategia, solo para preservar su estatus privilegiado y su posición personal. Y esa es la sensación que ahora mismo transmite el secretario general del PSOE.
No son momentos para jugar al gato y al ratón, ni para marear la perdiz, como se dice coloquialmente. El ciudadano necesita saber ya, con claridad meridiana, cuáles son los planes del líder de la oposición. Si cree que es posible avanzar en la negociación con Podemos y Ciudadanos para llegar a acuerdos de investidura o de Gobierno que lo diga, pero si considera que explorar esa opción no llevará a ninguna parte, que convoque una rueda de prensa mañana mismo y dé las explicaciones oportunas. A estas alturas de la película, con dos investiduras fallidas (la de Sánchez y la de Rajoy) lo último que necesita el país es que sus políticos sigan jugando al despiste, al oscurantismo y a la falta de transparencia. De todos es conocido que Iglesias y Rivera son como el agua y el aceite. Tratar de reunirlos en un acuerdo de Gobierno se antoja a estas horas poco menos que imposible. Ni el líder de Podemos parece dispuesto a renunciar al referéndum de autodeterminación en Cataluña ni Rivera a la sacrosanta unidad de España. Tampoco se perfila fácil un pacto PSOE-Podemos con la abstención de Ciudadanos, ya que resulta evidente que Rivera va buscando estar a toda costa en el Gobierno que se forme, ya sea del PP o del PSOE. Ante este panorama todo parece indicar que Pedro Sánchez –consciente de que un pacto tripartito es imposible y de que gobernar con 85 escaños, desde el Congreso de los Diputados y no desde la Moncloa, es poco menos que una utopía– solo busca ganar tiempo para resolver sus problemas internos en el PSOE y para salir de nuevo reelegido, si es que consigue doblegar la oposición de sus barones territoriales, en el próximo congreso nacional del PSOE. Y esto es lo que resulta del todo punto inadmisible. El país, con los graves problemas que tiene planteados –crisis económica, paro, corrupción y desafío secesionista– no puede seguir paralizado a expensas de que el secretario general del PSOE resuelva su futuro inmediato en el partido. Si cree de verdad que tiene posibilidades de ser presidente del Gobierno que ponga las cartas boca arriba sobre la mesa. Y si no, que lo diga cuanto antes para que nos concienciemos ante lo que nos espera: votar en Navidad. Por tercera vez.

Viñeta: El Koko Parrilla

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