miércoles, 1 de marzo de 2017

DE ANA MATO, EL PABLISMO-LENINISMO Y RAJOY EL SUPERVIVIENTE


(Publicado en Diario 16 y Revista Gurb el 17 de febrero de 2017)

Yo, por la Gurtel Mato. La exministra del departamento de confetis, payasos y viajes de lujo se ha vuelto a sentar en la Audiencia Nacional para explicar los regalos y prebendas con los que Don Vito, el cabecilla de la trama Gurtel, dice haberla agasajado. Ana Mato, una vez más, ha demostrado que es la ministra ciega, sorda y muda que no se enteraba de nada. Ciega porque ella entraba en el garaje de su casa y ¡alehop!, por arte de birlibirloque allí había un coche fantástico que ni el de David Hasselhoff, un pedazo de Jaguar diamantino que andaba solo, como si le dieran cuerda, y que se aparcaba él solito aquí y allá, sin echarle gasolina siquiera. Sorda porque nunca oyó hablar de esos señores malos que entraban y salían de Génova como Pedro por su casa y que ponían los maletines con el parné y que organizaban los mítines triunfantes del partido en los que ella tomaba parte. Y muda porque cada vez que los jueces de la Audiencia Nacional le preguntan sobre todas estas cosas espinosas, oscuras, sospechosas, ella se vuelve trémula, lívida, y enmudece como una mosquita muerta sin que sepa explicar nada de nada, sin que sea capaz de articular palabra, salvo esa maldita coletilla del "no me consta" o "todo eso lo llevaba él", o sea el calvorotas de mi marido. Por lo visto, las mujeres del PP no tienen autonomía propia, ni voluntad personal, ni capacidad de decisión alguna, ni nada de nada, que para eso una es de derechas de toda la vida, católica, apostólica y romana, no como las feminazis que andan por ahí enseñando las tetas y gritando aquello de que "el Papa no nos deja comernos las almejas". Una es que hace lo que le dice su santo varón y punto. Mato, esa ministra de Sanidad insana que tuvo que ser relevada en el mando por la listilla Soraya durante la crisis del ébola porque no sabía cómo fumigar el bicho, creía que España era su particular Jardín de las Maravillas de Alicia, o sea el cortijo paleto, desconchado y solariego de la derecha de toda la vida, solo que en plan algo más pijo. Ella era la princesita del cuento que jugaba a la gallinita ciega, ji, ji, ja, ja. Nosotros, el pueblo llano, sus vasallos, sus súbditos, los enanitos del bosque que estábamos ahí para servirle a ella en los vicios de la Corte. Aihó, aihó, a casa a descansar. Pues eso.

Podemos, pudiéramos, pudiésemos. Vistalagre 2 ya es historia. Ha sido el Suresnes del PSOE, solo que en lugar de salir azul par (dos almas, dos cabezas visibles) ha salido rojo impar (un macho alfa caudillista). Ganó Iglesias, el pablismo-leninismo, como dice el de la gestora del PSOE. El giro necesario hacia la integración y la transversalidad, la política útil, las instituciones, la chaqueta americana y la seducción de la socialdemocracia que propugnaba Baby Face, el estadista con cara de niño, no ha podido ser. Ha ganado la utopía vallecana, la barricada, la coleta indómita, el botellón con camiseta grasienta de Iron Maiden y la táctica del miedo. Podemos queda en una posición difícil. La plana mayor del partido trata de dar una imagen de cohesión y transparencia pero es evidente que tras el debate fratricida el partido sale tocado, pesoizado, dividido. Se escucharon gritos de unidad, unidad, en las gradas de las bases. Otro imposible. Podemos nunca será lo mismo después de Vistalegre. Habrá purgas, disensiones, menos tuits, menos inocencia y más pragmatismo. Errejón podría ser cesado como portavoz parlamentario. Monedero ya le ha abierto la puerta para que se vaya buscando un puesto de mantero en Sol. Los chicos del 15M han probado el veneno amargo de la manzana política. Han comido el fruto prohibido de la ambición. Llegaron como amigos y se van como feroces enemigos. Llegaron como ángeles sin contaminar y se han convertido en casta a los cinco minutos. El poder es un ácido corrosivo que destruye las ideas y las amistades más sinceras. ¿Qué será ahora de los cinco millones de personas que pensaron que otra política era posible? ¿Son ellos los que nos representan?

Sostiene Mariano. El Congreso del PP ha sido lo que se preveía: una balsa de aceite para el jefe. Rajoy sale como líder indiscutible de un partido que ya no es lo que era, pero que mantiene el tipo. Algún hagiógrafo mariano, véase Marhuenda, debería analizar cómo el presidente del plasma, de los recortes brutales, de la corrupción a calzón quitado y de la desigualdad ha conseguido llegar tan lejos y durante tanto tiempo. Rajoy es como ese boxeador sonado que se resiste a caer en la lona, o mejor, como esa piraña que en el silencio abisal del río revuelto y sucio lo corroe todo sin estrépito, sin ruidos, sin que nadie se entere de nada. Que parezca un accidente. Cospedal sale reforzada con este neomarianismo 2.0 de perfil bajo pero queda claro que los sorayistas no la tragan. Rajoy ha descartado convocar elecciones. ¿Para qué, si ya tiene todo lo que quiere? Entre ser un presidente en funciones y un presidente sin funciones no hay demasiada diferencia. Hasta se permite llevarle los cafés a Donald Trump de vez en cuando. Es cierto que está maniatado por el PSOE y Ciudadanos, que no puede gobernar a golpe de decretazo (que es lo que le gustaría en realidad), y que no tiene margen para tomar decisiones importantes. Pero a vivir que son dos días. Que la legislatura dure lo más posible, como dice él, que así sacará más tajada de Moncloa. “No me voy a dedicar a ser presidente del PP, me dedicaré todo lo más los fines de semana”, ha dicho con desgana y hastío en una reciente entrevista. Rajoy en estado puro. Ser presidente del PP es aburrido. Ser presidente de España es un chollo: buen sueldo, vacaciones en Pontevedra cada dos por tres y nada de meterse en problemas. El marrón ya se lo comerá otro. Cospedal, Soraya, Maíllo, qué más da… Para eso están.

Viñeta: Igepzio

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