jueves, 30 de marzo de 2023

CREDIT SUISSE

(Publicado en Diario16 el 16 de marzo de 2023)

La quiebra del Silicon Valley Bank ha contagiado ya a la banca europea. El Credit Suisse, una entidad financiera que viene precedida de un negro historial de escándalos, ha sido el primero en contraer el virus. A las pocas horas de caer el banco norteamericano, las acciones del suizo se desplomaban un 24 por ciento, por debajo de los dos francos, algo que no se había visto nunca. Al momento, el pánico cundió en las Bolsas europeas (también en las asiáticas) y la sombra de un nuevo crack similar al de 2008 planeó sobre el viejo continente. De la noche a la mañana, el Gobierno de Berna se vio obligado a reaccionar y el Banco Nacional Suizo inyectó 50.000 millones de dólares para evitar el colapso del Credit Suisse. No habían pasado ni 24 horas cuando los títulos bursátiles de la entidad pegaban un fuerte subidón hasta el 30 por ciento, de modo que tras la zozobra llegó el despegue en forma de pelotazo bancario del año. Cómo son estos banqueros, hasta cuando pierden ganan.

Que se hunda un banco español es hasta cierto punto normal (estamos acostumbrados); que lo haga uno suizo, cuyo sistema roza la perfección de un reloj de cuco, es altamente preocupante por el riesgo de contagio al resto de la red europea mundial. El Credit Suisse es uno de los diez bancos más importantes de Europa, too big to fail, y es lógico que las autoridades intervengan. “Estamos tomando medidas decisivas para fortalecer de forma preventiva nuestra liquidez”, aseguraba la entidad en un desesperado comunicado de prensa mientras temblaban los parqués de medio planeta. En realidad, no eran los prebostes del banco suizo quienes estaban moviendo ficha para intentar frenar el desastre, sino el Estado, los ciudadanos, el pueblo con su dinero. El mastodóntico préstamo recuerda mucho a aquellos años en los que Mariano Rajoy recortaba en Sanidad y Educación para apuntalar el maltrecho sistema financiero español, que se caía a trozos tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. Por cierto, buena parte de aquel rescate gigantesco, de aquellos 64.000 millones de euros de las arcas públicas con las que el Gobierno del PP contuvo la ruina de la banca, aún no han sido devueltos. Y hablamos de más de 43.000 millones (un 73 por ciento) que se dieron a fondo perdido y de los que nunca más se supo.

A día de hoy se desconoce si las autoridades suizas piensan recuperar el montante destinado a reflotar el Credit Suisse o esto también es un regalo para la banca. Probablemente el préstamo se haya suscrito con alguna cláusula de recuperación que permita la devolución de hasta el último céntimo. A fin de cuentas, ellos son metódicos suizos, nosotros somos españoles siempre alegres y poco rigurosos cuando se trata del dinero del erario público. En todo caso, a esta hora parece que el terremoto ha sido contenido a tiempo. Pero cabe plantearse, una vez más, algunas consideraciones que no debemos pasar por alto. La primera, esa hipocresía de los señores del monóculo y el sombrero de copa que cuando la coyuntura económica va bien profesan la ideología más ultraliberal (control del gasto público, bajos salarios y nada de intervencionismo estatal) y cuando las cosas se tuercen o vienen mal dadas se vuelven furibundos keynesianos, comunistas a tope, y lloran a lágrima tendida para que papá Estado llegue con el flotador y los saque del fango en el que están metidos hasta el cuello.

Un banquero es un señor muy pragmático cuya ideología va mutando, como una veleta, en función del estado de salud de su dinero. Cuando el capitalismo fluye como la seda, cuando la mano invisible de Adam Smith gobierna los mercados sin ningún tipo de complejo ni control, aumentando la desigualdad entre clases sociales, todos ellos brindan, fuman puros y se repantigan, con los pies encima de la mesa, en los sillones de sus flamantes despachos. Sin embargo, cuando llegan las vacas flacas y los tirantes se les aflojan (también sus esfínteres) salen corriendo al ministerio de turno para pedir préstamos urgentes que pagan nuestros bolsillos. Ya está bien de tomaduras de pelo. A los amos del dinero habría que pedirles un poco de coherencia y que se definan de una vez: si son ultraliberales que lo sean con todas sus consecuencias y hasta el final; y si se declaran intervencionistas al menos que muestren algo de solidaridad y empatía con sus paisanos relajando hipotecas, tipos de interés, desahucios, abusos.

Finalmente conviene no perder de vista qué clase de banco han rescatado las autoridades suizas. Hablamos de una corporación que hasta no hace demasiado tiempo carecía de las más elementales normas de transparencia financiera, favoreciendo la entrada de dinero negro de la corrupción. Por las últimas desgraciadas noticias que se suceden en España sabemos que Suiza es el gran paraíso fiscal europeo. En aquel plácido fortín nevado, entre mansas vacas y dulces tabletas de chocolate, están, a buen recaudo, las grandes fortunas de las familias linajudas, los ahorrillos del rey emérito, el cerdito hucha del emprendedor Bárcenas, las mordidas de los cabecillas de la Gürtel, las cajas de seguridad de tantos grandes de España, un emporio oculto que no podemos ni imaginarnos. Lo mejorcito de cada casa. Está claro que los controles administrativos y judiciales de la eficaz y diligente Suiza no han funcionado pese a que el mundo estaba avisado tras los desmanes de la crisis de 2008. Tanto es así que el propio Credit Suisse ha llegado a reconocer que en sus balances había “debilidades materiales” y falta de rigor en el control de los riesgos. Todo ello sumado a los escándalos de espionaje corporativo, estafas de algún que otro directivo, blanqueo de capitales de narcos búlgaros y hasta sobornos en Mozambique (por este último asunto le ha caído una multa de 475 millones de dólares). Ese es el cachondeo reputacional que le ha granjeado al Credit la calificación de “banco maldito” de Europa. Esa es la casa de la que hoy huyen los depósitos como de la peste y que van a rescatar los suizos con su dinero. Viva el Estado de bienestar.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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