viernes, 21 de julio de 2017

DE TOROS, FÚTBOL Y OTROS FANATISMOS


La decisión del Parlament balear que prohíbe la muerte y el sufrimiento del toro en espectáculos taurinos es, sin duda, un gran paso para erradicar de una vez por todas una fiesta bárbara y primitiva. Mientras en España sigamos permitiendo el mal llamado arte de la tauromaquia, que no es más que un cruel exterminio animal previo pago de entrada, seguiremos siendo un país más africano que europeo. Los taurinos quieren hacernos tragar que todo lo que rodea a los toros es cultura, una especie de extraña metafísica de la capa y la espada. Pero banderillear, lancear y matar toros con saña no es cultura; colocar bolas de fuego en los cuernos de los toros no es cultura; y ver cómo un grupo de paletos embriagados escasos de libros patea y apalea toros en fiestas de pueblo de la España profunda no es ningún tipo de cultura, sino más bien lo contrario. La cultura está en el Quijote, en un poema de Miguel Hernández, en una película de Hitchcock o en una canción de John Lennon que nos eleve el espíritu. Hay cultura en las Pirámides de Egipto, en los relieves del Partenón, en un cuadro de Picasso o de Van Gogh y en la Sagrada Familia. Matar toros a espadazos, tocarse el paquete como un torero macho y salir de una plaza a hombros de cuatro lunáticos no puede ser cultura bajo ningún concepto. O en todo caso será cultura de la violencia, del horror y la sangre. Cultura de la incultura.

Villar ha dormido su primera noche en prisión. Pero ahora surge una pregunta: ¿cómo un sujeto de esa calaña ha podido mantenerse en el poder durante casi tres décadas sin que nadie le plantara cara? España es un país donde el fútbol levanta más pasiones que cualquier otra cosa en el mundo. El diario más leído es el Marca, se dedican horas de radio y televisión a los partidos y a todo lo que los rodean y batallones de periodistas deportivos nos cuentan el último dolor de muelas de la estrellita de turno. Hay voceros, jugones, chiringuitos y tertulias a todas horas. Y resulta que ningún reportero, salvo alguna honrosa excepción que fue sutilmente depurada, supo ver que Villar era un presunto corrupto. La profesión periodística debería hacer una profunda reflexión. Viajar en el mismo avión que los directivos, comer con ellos en la misma mesa Michelin, reírles las gracias y tratarlos con una reverencia excesiva y por momentos estomagante conlleva estas cosas. Conlleva que al final el corrupto se sienta impune, intocable, por encima del bien y del mal. Y termine creyéndose la estrella del partido.

"Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable", decía Voltaire. 'Hazte Oír', una organización que promueve la transfobia intolerante, es un claro ejemplo de gente corriente que se deja corroer las neuronas por la superstición, la religión mal entendida, la neurosis y la sinrazón. El fanatismo del que hablaba Voltaire. Después de fletar aquel autobús que recorrió España de punta a punta para decirle a los españolitos lo que es un pene y lo que es una vulva, por si no lo sabíamos, 'Hazte Oír' ha decidido pasar a la ofensiva aérea. El presidente de la organización, Ignacio Arsuaga, ha anunciado que una avioneta sobrevolará las playas de España para "lanzar un mensaje de libertad" en favor de la educación de los padres y niños frente a la "ley mordaza LGTBI". Poner en el aire una avioneta no resulta precisamente barato, por lo que ya podemos sospechar quién financia a esta gente: elites políticas y religiosas, ultras opusinos con poder suficiente para hacerlo. Así que a partir de ahora, los jóvenes que estén en la playa y aún no tengan clara y definida cuál es su tendencia sexual, tendrán un motivo más de angustia y preocupación: una avioneta que zumbará sobre sus cabezas a todas horas, a modo de nuevo Stuka hitleriano, para recordarles que son unos enfermos o unos vicios o unos pecadores que arderán en el infierno por ser como son. Eslóganes xenófobos como bombas dañinas. Franquismo vintage.

Ilustración: Artsenal 

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