lunes, 18 de noviembre de 2019

LOS HUÉRFANOS DE LA DERECHA


(Publicado en Diario16 el 11 de noviembre de 2019)

Tal como se esperaba, Vox ha sido el partido que más provecho le ha sacado a esta aventura descabellada del 10N. Su descomunal crecimiento hasta los 52 escaños (28 más que el 28A) demuestra que repetir unas elecciones no suele ser un buen negocio, y menos para la izquierda. Aunque el PSOE ha logrado mantener su granero prácticamente intacto (solo pierde 3 diputados), Unidas Podemos sufre una pérdida mayor de representantes (7), de modo que aún parece más lejos un Gobierno de coalición progresista. Mientras tanto, en el bando de la derecha, el PP sube un puñado de pírricos escaños y Ciudadanos se da uno de los batacazos más sonados de la historia.
Pero es cierto que, pese a los malos resultados para casi todos, a Santiago Abascal le ha ido francamente bien. Ha sido un regalo de Navidad por anticipado de la democracia española al franquismo de nuevo cuño. Desde ese punto de vista podría decirse que Franco ha ganado las elecciones por la prepotencia de algunos, el sectarismo de otros y la irresponsabilidad de todos.
El 10N ha sido para los ultraderechistas un maná caído del cielo. Fagocita al partido de Albert Rivera (liquidando el supuesto centro-derecha liberal que trataba de armarse), se pone a tiro de piedra del PP (amenazándolo con un posible “sorpasso” en el futuro) y adquiere un gran poder de influencia en el Parlamento que nadie podía imaginarse hace apenas seis meses. Sus 52 escaños y 3,6 millones de votos provienen de dos fuentes principales. Por un lado de la descomposición de Ciudadanos, pero es evidente que también de los desencantados del PP que buscan nuevos horizontes en una derechona mucho más severa y dispuesta a poner en práctica la teoría de la mano dura en Cataluña. Estaríamos hablando de miles de “huérfanos” de la derecha patria, gente que una vez superado el aznarismo militarista no se sentía representada por Rajoy El Blando. Sin embargo, todos esos votantes confusos y desorientados por la falta de referente configuran un volumen de “voto prestado” que podría retornar al PP en cualquier momento. Por eso no debería Abascal sacar pecho por una noche que, aunque triunfal para su partido, es consecuencia de un momento muy concreto de la historia de España marcado especialmente por el estallido del conflicto en Cataluña.
Habrá que preguntarse qué será de Vox cuando la fiebre patriótica españolista haya remitido, cuando el problema catalán se haya reconducido por la vía del diálogo y el PP vuelva a fortalecerse como alternativa seria al PSOE. Es evidente que Vox es poco menos que un extraño y variopinto compendio de ideas folclóricas, canciones de Manolo Escobar, apelaciones a mitos reinventados de la historia, machismo, parafernalia franquista, xenofobia, mucha caspa y nostalgia por el pasado. Pero a poco que se rasca en su programa electoral se ve que no hay ideas realizables (sus propuestas económicas directamente supondrían la liquidación del Estado de Bienestar y la supresión de las autonomías el fin de la Constitución del 78) y que tampoco dispone de cuadros preparados, de ahí que haya tenido que recurrir al fichaje de personajes más bien friquis para rellenar sus listas de candidatos. Ningún partido puede ser una alternativa real de Gobierno con tales mimbres, de modo que el suflé facha terminará por venirse abajo más pronto que tarde.
De poco le ha servido a Sánchez exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Es obvio que la operación (necesaria en una democracia que no podía tolerar un mausoleo a mayor gloria del dictador) ha enervado a ese sector del franquismo sociológico imposible de cuantificar pero que por los resultados del 10N parece que sigue estando presente y arraigado en la sociedad española. Cuando los demócratas nos las prometíamos muy felices porque al fin este país se libraba de la sombra del tirano, lo cierto es que la exhumación de la momia ha revuelto los sentimientos más viscerales de una parte de seguidores del régimen anterior que no son precisamente cuatro gatos nostálgicos.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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