lunes, 18 de noviembre de 2019

NACIÓN DE NACIONES


(Publicado en Diario16 el 7 de noviembre de 2019)

El pasado lunes, durante el debate televisado a cinco, Pedro Sánchez atravesó por uno de los momentos críticos de esta campaña electoral. Fue cuando su principal rival de cara al 10N, Pablo Casado, se dirigió directamente a él para preguntarle con insistencia: “Conteste, ¿qué es para usted una nación?”. Sánchez no respondió, siguió aparentando que tomaba apuntes (como había hecho durante toda la noche) e incurrió en uno de los silencios más clamorosos y elocuentes que se recuerdan en un debate electoral. Casado, sabedor de que en política territorial y unidad de España estaba el punto flaco de su adversario, y más con los rescoldos de las hogueras en Cataluña aún humeantes, siguió castigando el bazo del púgil candidato socialista, que por un momento temió morder la lona.
“¿Cataluña es una nación? ¿Cuántas naciones hay en España”, insistió hasta por cuatro veces el líder del PP sin obtener respuesta alguna del presidente del Gobierno en funciones. “Para Sánchez Cataluña es una nación, y España es una nación de naciones”, concluyó atribuyéndose la facultad de contestar por su enmudecido interlocutor.
Fue el momento más peligroso del debate para el candidato socialista, no solo porque el aspirante conservador a la Moncloa lo estaba poniendo contras las cuerdas, sino porque de repente a Sánchez se le apareció el fantasma de Patxi López quien, en 2017, en plena disputa intestina por el control del poder en el PSOE, le dijo aquello tan humillante de “vamos a ver, Pedro, ¿sabes lo que es una nación?”
El presidente del Gobierno debería haber llevado bien aprendida la lección de López al debate a cinco. Todo menos enmudecer para no contestar a Casado. Y no era tan complicado salir airoso del envite. Le bastaba con haberse proveído de un ejemplar de la Constitución y abrirla por el Título Preliminar, artículo 2, donde se dice textualmente que la Carta Magna se fundamenta en “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Acto seguido podría haber mostrado ante las cámaras un simple mapa de España que reflejara claramente no solo lo que dicen los respectivos estatutos de autonomía que se han ido aprobando desde 1978, sino la doctrina y jurisprudencia del Tribunal Constitucional sobre el término “nacionalidad histórica”. Con ese escaso material le hubiera sobrado y bastado al presidente del Gobierno en funciones para responder a la pregunta insidiosa del líder del PP y salir indemne del atolladero. Era relativamente fácil. Después de todo, si Albert Rivera fue capaz de llevar al plató un bazar chino de todo a cien con cientos de papeles, fotos y cacharros (hasta un adoquín de las calles de Barcelona), a Sánchez le habría resultado suficiente con ese pequeño material didáctico para defenderse de la trampa de su rival político.
Un simple mapa mostrado a los millones de españoles que asistían al debate habría zanjado la cuestión: las comunidades autónomas que incluyen en su Estatuto de Autonomía un autorreconocimiento como “nacionalidad o nacionalidad histórica”, y que por tanto son legalmente reconocidas como tales, son Andalucía (1981 y 2007), Aragón (1996 y 2007), Islas Baleares (1983 y 2007), Canarias (1996 y 2018), Cataluña (1979 y 2006), Comunidad Valenciana (2006), Galicia (1981) y País Vasco (1979). Por supuesto habría que incluir a Cataluña en el concepto de “nación” por su lengua e identidad cultural propia y así habría sucedido de no haber impugnado Mariano Rajoy aquel buen estatuto impulsado por Zapatero, una maniobra legal absurda que nos ha llevado años después a un callejón sin salida.
La conclusión es clara. Nuestra propia Constitución señala claramente que el ordenamiento jurídico territorial de España contempla la existencia de regiones y nacionalidades que así han sido declaradas oficialmente por sus respectivos estatutos de autonomía. Sánchez lo tenía fácil para rebatir a Casado. España es un país plurinacional descentralizado, una nación de naciones que poseen entidad jurídica, lingüística y cultural propia, aunque sin forma de Estado (ese es el quid de la cuestión). Nación no significa necesariamente Estado. Y ahí perdió una buena oportunidad el candidato socialista para dejar en evidencia a Pablo Casado y de paso aconsejarle que se leyera la Constitución detenidamente porque falta le hace. Por lo visto prevalecieron los intereses electorales y las recomendaciones de un grupo de asesores y gurús de Moncloa que debieron aconsejar a Sánchez que callara y se hiciera el sueco cuando tocara hablar de ese asunto tan espinoso como crucial. Un consejo que puede pagar caro en las urnas.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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