viernes, 19 de febrero de 2021

LA ESCOBA

(Publicado en Diario16 el 12 de febrero de 2021)

Pablo Casado dice que Luis Bárcenas es historia, que todo forma parte del pasado, que aquel PP sucio y mugriento ya no existe. Además, se jacta de haber saneado el partido como un potente y eficaz Don Limpio de la política que ha completado su trabajo. Sin embargo, a poco que revisamos la hemeroteca, el argumento del guía y faro de la derecha española se cae como un castillo de naipes. Casado es como uno de esos hombres que presumen mucho de que son ellos los que limpian en su casa cuando en realidad se escaquean de las tareas domésticas y no saben ni dónde está el trapo.

Un marido remolón al que se le da muy bien persuadir a la parienta de que ya lo ha dejado todo como una patena cuando en realidad lo único que hace es cambiar el polvo de lugar, camuflar la cochambre o todo lo más meter la porquería debajo de la alfombra. A Casado, como buen retórico de la escuela trumpista que es, se le da muy bien el arte de convencer y crispar a las masas con la política basura contra Pedro Sánchez, pero de mover la escoba poquito.

Por lo general, la gente de derechas tiene sirvienta, doncella, chacha o doméstica que se encarga de la limpieza del hogar y quizá esa sea la razón de que a Casado le falte experiencia en el tema de la desinfección, el lavado y el fregoteo. Cuando el presidente del PP se pone a sacarle brillo al suelo y los muebles no sabe, mete fregona antes de barrer, trabaja con bayetas gastadas y grasientas y siempre le falla la aspiradora porque tampoco sabe darle al botón.

Entre las dotes innatas que debe reunir un líder político se encuentra sin duda la de emplear la lejía o matarratas para fumigar la casa (en este caso el partido), de virus, bacterias y gusanos de manzanas podridas. Un jefe tiene que ser ducho, ante todo, en desinsectar a conciencia, porque luego te sale un mal bicho como Bárcenas, se te va haciendo grande, se te agiganta como un monstruo viscoso y se te va de las manos. Sin embargo, él no ha hecho nada de lo que se suponía que debería haber hecho: ni hubo investigación interna y exhaustiva; ni se hicieron auditorías para aclarar toda la pasta de Suiza; ni se ofreció a someterse a comisiones parlamentarias de investigación para sanar la herida (al contrario, huye de ellas como del coronavirus). Por descontado, tampoco ha pedido perdón a los españoles por el ladrocinio institucionalizado. Nada de nada, rien de rien, res de res, todo bonitas palabras, todo promesas, todo buenos propósitos sin cumplir.

Al corrupto hay que cogerlo a tiempo, depurarlo, purgarlo y someterlo a juicio, porque si se le deja hacer acaba contaminando al resto de la militancia. Y eso es lo que, bien por impericia o bien por desgana –como le ocurre a esos maridotes camastrones que siempre dejan la limpieza para otro día–, le está pasando a Pablo Casado. Él dice que ya tiene el PP como los chorros del oro, lustroso, higiénico y listo para gobernar otra vez, pero enseguida le sale un avezado senador socialista y le afea que todavía tenga altos cargos en activo que han estado trincando sobresueldos hasta anteayer. Muy limpio no tendrá el patio Casado cuando, lejos de parar el chapapote, los juicios se le van multiplicando unos a otros, como cajas chinas o milagro de los panes y los peces, en un bucle sin fin.

El PP ha entrado en un tedioso día de la marmota; el espacio-tiempo se le revuelve al jefe de la oposición en un extraño fenómeno de enmarañamiento cuántico, de tal forma que el pasado se convierte en un constante presente del que es imposible escapar. Y todo eso ocurre sencillamente porque Casado no ha hecho los deberes, ni la regeneración ni la limpieza, y lo que es aún peor, se ha engañado a sí mismo creyéndose que ya ha depurado la cosa cuando no ha movido ni un plumero. Atrapado por su pasado, como el personaje de la película aquella que interpretaba Pacino, en esas se ve ahora el eterno candidato a la Moncloa.

Todo el mundo sabe por qué está en política este hombre. No porque quisiera regenerar el proyecto, no por su talante de luchador implacable y desinfectante contra la corrupción, sino simple y llanamente porque pasaba por allí cuando echaron del Gobierno a Rajoy en la histórica moción de censura. Y ahora los casos se amontonan, la basura se acumula en los tribunales. A este paso Génova 13 va a convertirse en una especie de humeante vertedero de Zaldibar que ni sellándolo va a dejar de soltar emanaciones tóxicas durante décadas.

Entrar en la sede del partido es ya tan peligroso como meterse en una manifestación de negacionistas sin mascarilla y a pleno pulmón. El abogado de Bárcenas tiene que pedir la suspensión de los pleitos porque no puede estar en dos sitios a la vez; la prensa continúa con el chorreo de escándalos, como si nos encontráramos todavía inmersos en los locos años del charlestón del ladrillo, o sea la Era Gürtel. Hoy, en pleno torbellino y escándalo recurrente por los papeles de Bárcenas, podemos decir sin temor a equivocarnos que limpiar, lo que se dice limpiar, ha limpiado poco Pablo Casado. No hay más que pasar el dedo por este PP para ver que hay una capa de mugre que tira para atrás.

Viñeta: Igepzio

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