viernes, 19 de febrero de 2021

LA NIÑA NAZI

(Publicado en Diario16 el 18 de febrero de 2021)

Twitter ha reaccionado con más prontitud y eficacia que la Justicia española y ha suspendido la cuenta de la nueva musa del fascismo, Isabel Medina Peralta. La joven saltó a la actualidad nacional el pasado sábado tras una concentración falangista en el cementerio de La Almudena de Madrid, donde lanzó un verborreico discurso a mayor gloria de la División Azul y contra los judíos. Pese a que Fiscalía anunció una investigación por delitos de odio, de momento no se han tomado medidas legales contra ella y ha tenido que ser la red social del pajarito azul la que mueva ficha, adelantándose a lo que tenía que haber hecho de oficio el Estado de derecho.

Al parecer, la joven escuadrista retuiteaba proclamas de las Juventudes Falangistas de España e incluso llegó a entrar en debate con Unidas Podemos, a los que aclaró que ella está a años luz de Vox: “¿Las diferencias? Ellos son sionistas, capitalistas, demócratas y constitucionales. Nosotros no”, dijo marcando diferencias con la formación de Santiago Abascal. Por lo visto, la ninfa hitleriana tampoco es muy devota del franquismo, ya que según ella el general gallego traicionó los principios del fascio al dar la espalda a Hitler y abrazar el capitalismo judío y yanqui.

A su corta edad Isabelita Medina, 18 primaveras recién cumplidas, dice que lo ha dado todo por el fascismo, como si ya hubiese vivido dos guerras mundiales y tres Stalingrados. De momento la prensa de la caverna le ha hecho el pertinente blanqueo de imagen con varias entrevistas y despliegue de fotos que ni una celebrity de Hollywood y en poco tiempo quizá la veamos vendiendo exclusivas con Jorjeja. La niña dice que ha leído mucho, otra cosa es que lo que haya leído sea lo más apropiado para amueblar una cabeza y no terminar grillando, que es lo que parece que le ha sucedido a la adolescente apologeta del antisemitismo. Ya se lo decía su padre, no leas tanto, hija, que se te va a ir la pinza y vas a terminar como El Quijote, o sea con una empanada mental que ni las tortas gallegas. Y así ha sido. Sin embargo, ella va por el mundo con su camisa azul falangista, sin complejos, como una cultureta del totalitarismo nacionalsindicalista, y asegura que se ha bebido las obras de Ramiro Ledesma –“fundador único del fascismo en España”–; Juan Aparicio –cofundador de las JONS–; y los tochos de Benito Mussolini, Adolf Hitler y Giovanni Gentile. Como para no acabar tronando. Por supuesto, admira a José Antonio y todos los años, por el 20N, peregrina al Valle de los Caídos “para honrarle”. También se declara esencialmente homófoba y machista, será porque todavía no ha dado con un maromo más ultra que ella que le haya soltado dos sopapos antes de decirle aquello tan familiarmente fascista de “tú a la cocina, mujer”.

Cuando la mayor parte de la juventud se envenena intelectualmente con la saga Crepúsculo y el perfume tosco de Cincuenta sombras de Grey, cuando muchos críos se enganchan y se educan con las aventuras fiscales de El Rubius en Andorra y otros youtubers, a Isabelita le ha dado por otros bodrios todavía más peligrosos y tóxicos para la mente: el nazismo en vena y sin mascarilla que por lo visto no ha sabido interpretar ni en sus causas, ni en sus efectos, ni en sus devastadoras consecuencias para el mundo. La niña Isabel, el monstruito nazi, es el típico producto humano de nuestro tiempo. Ella dice que estudia Historia en la Complutense, pero que ha tenido que aparcarlo porque es “complicado” compaginarlo con el trabajo y con mantener una casa. Muy bien dicho, lo primero las tareas del hogar para que el futuro maridito esté contento y satisfecho y no te sacuda al llegar de la oficina.

Pero más allá del engendro de una muchacha que solo Dios sabe cómo ha podido terminar en el vertedero intelectual del nazismo, conviene no subestimar la importancia del fenómeno. La progresiva degradación de la escuela pública, el abandono de la cultura con mayúsculas, las dos crisis económicas tremendas que hemos padecido en una década y sobre todo la desmemoria histórica que durante años ha sufrido este país, ocultando lo que fue el franquismo con la excusa de no abrir viejas heridas, han dado lugar sin duda a una juventud desnortada, nihilista, violenta, antidemocrática y piradilla. Isabelita Medina es una víctima de una democracia cutre, timorata y acomplejada que no solo no ha sabido dar un futuro a sus jóvenes, sino que los ha abandonado a su suerte o dejado caer en los tugurios de Twitter, Facebook o Instagram, las nuevas falsas universidades de la vida.

Ahora caemos en la cuenta de que algunos pobres desgraciados de esta generación perdida se han descarriado por la senda del fascismo; otros han acabado en las filas del antisistema antifa, empuñando el dañino adoquín contra la Policía con cualquier pretexto o argumento (véase la prisión del rapero Hasél, hasta hoy un perfecto don nadie a quien la Justicia ha convertido en todo un héroe y un mártir); y también los hay que, sin oficio ni beneficio, sin ideología ni militancia política alguna, desahuciados de la vida y carne de cañón de la cola del paro, la droga y las casas de apuestas, se unen a la subversión contra esta inútil democracia que ni comprenden ni aman, descargando toda su ira y su rabia en el sin sentido de la pedrada al escaparate, la piromanía del contenedor y la kale borroka.  

Isabel Medina probablemente ya no tenga solución y sea un caso perdido. Una vez que alguien ha caído en la secta enloquecida del nazismo la cosa tiene difícil remedio y ya no para hasta invadir Polonia. Pero nuestros gobernantes, esos que se pasan el día enfrascados en trivialidades y en juegos absurdos, deberían reflexionar por qué el huevo de la serpiente eclosiona otra vez para repetir los mismos errores del pasado. Que se dejen de retóricas y miren a la infancia, al colegio, a la escuela pública en ruinas humeantes. Allí verán la pesadilla fraguándose en tiempo real.

Viñeta: Pedro Parrilla

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