viernes, 19 de febrero de 2021

RACISMO Y PODER

(Publicado en Diario16 el 16 de febrero de 2021)

A Donald Trump lo han sentado en el banquillo por sus políticas de odio que concluyeron en el asalto al Capitolio. Al final el magnate neoyorquino se ha ido de rositas, pero al menos se ha intentado emplumarlo. Algo es algo. Sin embargo, en España la tolerancia de la Justicia con la sucursal trumpista ha sido exasperante. Hasta hoy. Según un comunicado de Fiscalía, el Ministerio Público ha abierto diligencias de investigación contra Vox por un presunto delito de incitación al odio tras una denuncia de las comunidades islámicas de Catalunya.

Con todo, no han sido los fiscales los que han abierto una investigación de oficio, como correspondería en un Estado de derecho, sino que la reacción contra el odio xenófobo de Vox ha tenido que llegar de los colectivos de inmigrantes (Federació Islàmica Catalana, Unió de Comunitats Islàmiques, Federació Consell Islàmic y Musulmanes Contra la Islamofobia), que han llevado a los tribunales al partido de Santiago Abascal por su campaña en redes sociales bajo el lema Stop Islamización de Catalunya. Una vez más, la Justicia va por detrás de los acontecimientos sociales, en este caso de las políticas discriminatorias que propaga la extrema derecha. La propaganda antimusulmana que ha venido difundiendo el partido ultra español rezumaba racismo por los cuatro costados y resultaba intolerable, ya que maquiavélica y torticeramente trataba de identificar terrorismo con islam, al tiempo que criminalizaba a todos los musulmanes que residen pacíficamente en España. La inmensa mayoría de la población que profesa la religión de Mahoma en nuestro país se comporta civilizadamente y tratar de meterlos a todos en el mismo saco, yihadistas e inmigrantes integrados, es un descabellado ejercicio de supremacismo étnico que ninguna democracia debería tolerar.

Una vez más, la Fiscalía ha dejado pasar una gran oportunidad para identificar y sancionar a aquellos que hacen política con el odio y la xenofobia, de ahí que hayan tenido que ser las propias víctimas las que interpongan la correspondiente denuncia, que ha aportado pruebas, como un vídeo que “no diferencia nítidamente entre las personas musulmanas que viven y conviven con normalidad su día a día en Catalunya y las personas terroristas que cometieron los terribles atentados” del 17A. Los denunciantes alegan que este tipo de propaganda goebelsiana aporta “una visión distorsionada y sesgada de la realidad de los musulmanes, a los que se representa como extranjeros, peligrosos, sospechosos o potencialmente terroristas”. Para quien no haya visto la grabación, según la denuncia, el vídeo intercala imágenes de hombres rezando en una mezquita con escenas del día de los atentados. Todo un despropósito que incita al conflicto racial, a la guerra cultural y al choque de civilizaciones, tal como describió en su día Huntington. Por lo que cuentan los afectados, el vídeo se difundió durante la campaña electoral para el 14F con la intención de recaudar votos y “busca generar un clima de miedo en la opinión pública sobre la comunidad musulmana y los partidos que presuntamente la fomentan”.

Precisamente el día que la Justicia encarcela al rapero Hasél por enaltecimiento y delitos contra la Corona (otra jornada negra para nuestra democracia) la denuncia de la comunidad musulmana contra el discurso segregacionista y negrero de Vox supone un rayo de esperanza que invita a pensar que algún día los jueces, presionados por la propia sociedad, tendrán que mover ficha y acabar de una vez con la impunidad de las huestes de Abascal. Este tipo de conductas tóxicas alimentan el cáncer del racismo en una sociedad libre, plural y multicultural y es preciso atajarlas cuanto antes y acabar con ellas. No hace falta recordar que la denuncia de las gentes del islam viene a sumarse al triste y denigrante espectáculo que dieron los cerca de 300 nazis que el pasado sábado sacaron a pasear banderas hitlerianas y la asquerosa filosofía nacionalsocialista, coreando estremecedores eslóganes contra los judíos, como en los peores tiempos del Tercer Reich. La Fiscalía no estaba ni se le esperaba aquella tarde (tampoco la Delegación del Gobierno para prohibir la reunión fascista) y solo tras aparecer la noticia en los medios de comunicación se ha anunciado una investigación para identificar a los organizadores de semejante atentado contra la democracia.

El fascismo no tolera nada que no sea su propio vómito violento. Judíos, musulmanes, gitanos, negros, homosexuales, feministas. La última es ese furibundo ataque de un diputado de Vox en la Asamblea de Madrid (cuyo nombre es mejor no recordar) contra Carla Antonelli, líder del movimiento trans en España, a la que se ha dirigido refiriéndose a ella como un hombre y anulando su feminidad. Nadie está a salvo de la enloquecida doctrina de guerra y muerte del fascismo. Es preciso pararlos con la policía, con la justicia, con todos los mecanismos que tiene a su disposición el Estado de derecho. Dejarlos campar a sus anchas, mirar para otro lado o hacer como que no son peligrosos porque son pocos es un auténtico suicidio, como ya se ha demostrado en otras oscuras épocas del pasado. No solo no son peligrosos, sino que son un veneno letal para cualquier sociedad civilizada. Y tampoco hablamos de un puñado de iluminados o friquis. Cada vez son más, cada vez hacen más ruido y cada vez están más desinhibidos, organizados y financiados. Se les tolera y se les blanquea en las instituciones y hasta les ponen despacho a Falange en el Parlamento andaluz. Esta película que trata sobre la claudicación de la democracia ante las bestias ya la hemos visto antes. Y no termina bien.

Viñeta: Pedro Parrilla

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