sábado, 17 de julio de 2021

CASADO DESTROYER

(Publicado en Diario16 el 12 de julio de 2021)

El presidente del PP, Pablo Casado, ha olido el rastro de la sangre tras la crisis de Gobierno acometida por Pedro Sánchez. El líder popular ya se ve presidente con su traje de los domingos y posando la mano sobre la Biblia ante el rey Felipe, de modo que le come la impaciencia y cae en errores de bulto, como el cometido ayer en un escenario solemne que merecía el mayor de los respetos.

El Casado más desagradable, huraño, crispante y antidemocrático salió en el peor momento, precisamente en Ermua, un santuario de la paz al que viajó para participar en el acto de clausura de la Escuela Miguel Ángel Blanco. Previamente, junto a dirigentes del PP vasco, entre ellos su presidente, Carlos Iturgaiz, el jefe de las derechas españolas participó en una ofrenda floral ante el monumento que recuerda al joven edil cruelmente asesinado por ETA hace 24 años. Obviamente, no era el momento ni el lugar para darse al odio más exacerbado y al guerracivilismo más furibundo, pero este hombre es el típico que la monta en un entierro, si es preciso, antes que comportarse y quedarse callado. Tiene tan poco estilo este sujeto, resulta tan primario, tosco y bocachanclas, que no respeta ni una ceremonia siempre triste por lo que tiene de recuerdo a la memoria, no solo del infortunado Blanco, sino de todas las víctimas del terror etarra.

Ayer era un momento para la reflexión y la altura de miras, pero una vez más volvió a aflorar el político que se despacha a gusto y da rienda suelta a su incontinencia verbal, el ser más hostil y faltón que se recuerda (lo cual ya es decir, puesto que el nivel estaba muy alto, o muy bajo en este caso, según). Una remodelación de Gobierno es una maniobra normal en política, todos los presidentes la han llevado a cabo en uno u otro momento de sus legislaturas, desde Suárez hasta Rajoy pasando por Felipe González, Zapatero y el propio Aznar. Se trata de un trámite casi burocrático, trocar unas caras por otras, cambiarlo todo para que todo siga igual si se quiere. Algo rutinario dentro de las reglas del juego democrático, una formalidad que no da para más, un asunto que no puede convertirse, de ninguna de las maneras, en motivo de linchamiento y escarnio contra el presidente, como pretendió hacer ayer el líder del PP.

Tras el acto de homenaje a Blanco, a Casado se le calentó la sangre y, una vez más, sufrió uno de esos teleles histéricos que le dan de cuando en cuando, un parraque o ataque de ira y rabia incontenida, un absceso febril que le lleva a sobreactuar, a quedar como la niña del exorcista y a dejar un rastro verde de bilis y mala baba tras de sí que hiela la sangre a cualquier persona de bien. Casado empieza a dar mucho miedo a no pocos españoles y si lo que pretende es aterrorizar más que Abascal lo está consiguiendo, pero no porque dé el perfil de chulo matón, que no lo da, sino porque por momentos parece que no es capaz de controlar sus emociones y reacciones, sus instintos más bajos y el mal que lleva dentro, que solo él sabe cuál es. Hay quien dice que cada vez recuerda más a ese boxeador sonado que da puñetazos al aire sin ton ni son.

Sea como fuere, lo cierto es que el líder del PP hace ya mucho tiempo que no hace política, sino que se dedica a fabricar odio envuelto en el celofán de pretendidos chascarrillos, un humor de brocha gorda que en realidad gusta a los cuatro pelotas de su equipo de asesores y pare usted de contar. Al mandamás de Génova 13 le tira más la sátira y la parodia que el ejercicio de estadista, él quisiera ser el Gila de la política española pero se queda en José Luis Moreno con Teodoro García en el papel de Monchito. Cada día obsequia a los españoles con una nueva ración de chistes malos. Cada mañana nos castiga con sus gracietas que maldita la gracia. La última boutade (“los nuevos ministros de Sánchez son verdes y digitales porque están todos muy verdes y han sido elegidos a dedo”, ja ja ja) no puede explicarse más que por su peligrosa adicción al manual trumpista, que aconseja soltar alguna ocurrencia de cuando en cuando para parecer más ingenioso y mover algo el Twitter.

Y así le va. Entre gilipollez y falta de proyecto para España, Casado pretende llegar a la Moncloa por cansancio de los españoles ante sus bromas de mal gusto, por pesadez y por propio desgaste del Gobierno. Va camino de conseguirlo, en parte porque una pandemia, una crisis brutal y una independencia de Cataluña no hay un presidente que lo aguante, ni siquiera uno con el mentón y la percha de Superman.

Ayer, Casado volvía a pedirle a Pedro Sánchez, por enésima vez, que se vaya a su casa y que “haga el favor” de convocar elecciones porque es “el mayor lastre para España”. Además, lo llamó “egoísta, cobarde, arrogante, narcisista patológico y mala persona”. Ya sabíamos que Casado, en sus ratos libres, se dedicaba a repartir carnés de buenos y malos españoles; ahora da un paso más y se atreve a discernir entre gente buena y gente mala, como un cura de los de antes.

Lo de ayer en Ermua fue más de lo mismo. Nada que no hayamos visto antes en los numeritos casadistas. Más insultos, más improperios, más degradación de la democracia. No se da cuenta Casado de que con esas pataletas y rabietas de niño repelente y mal criado hace el ridículo, da vergüenza ajena y se pone en evidencia ante todo el mundo. Pero a él ya le da igual todo. Quiere su juguete roto, el cochecito averiado, la agrietada Moncloa. Y lo quiere ya.

Sin duda, un acto solemne como el de ayer exigía marcar perfil institucional, moderación, un saber estar. Ya habría tiempo de darle estopa a Sánchez el lunes por la mañana cuando estuviera de regreso en Madrid con los amigotes periodistas de la caverna. Pero no. Una vez más, le pudo la ambición de poder; una vez más le cegó su adicción fatal al mamporrerismo cainita. Y en lugar de asumir que un santuario de convivencia y tolerancia no era el lugar adecuado para darse al exceso verbal y al lenguaje exaltado y tabernario decidió explayarse a gusto. El resto de lo que dijo en el mitin improvisado, esos pasajes bochornosos, esa nueva página deshonrosa de la democracia patria, no pasará a la historia. El que quiera enterarse de su sermón belicista del domingo que compre La Razón

Viñeta: Pedro Parrilla

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