domingo, 4 de julio de 2021

EL TRIBUNAL DE CUENTAS


(Publicado en Diario16 el 29 de junio de 2021)

Cuenta El País que una ministra de Aznar, Margarita Mariscal de Gante, será la encargada de dictar la sentencia del Tribunal de Cuentas contra los ex altos cargos de la Generalitat de Cataluña investigados por los supuestos gastos indebidos y despilfarros durante el procés de independencia. Todo lo cual recuerda bastante a aquel personaje del PP que presumía de controlar el Tribunal Supremo “desde detrás”, una filosofía política a la que, por lo visto, también está abonado Pablo Casado.

El Partido Popular es experto en fagocitar las instituciones democráticas y utilizarlas a su antojo e interés. Y encima tenemos que tragar con que el líder popular trate de convencernos de que Pedro Sánchez ha hecho de España una especie de Venezuela a la española, esto es, un país bolivariano donde la separación de poderes no existe, el Estado de derecho claudica y se impone una dictadura socialista. Hace falta echarle morro. Pues mire no, señor Casado. Aquí los únicos que se han apropiado de las instituciones para provecho propio, cuando gobernaban, han sido ustedes, los amos del cortijo, los prebostes de Génova 13. Y no solo usurpan el Tribunal de Cuentas o las correspondientes salas penales del Supremo para tener la sartén por el mango y seguir con su caza al indepe, sino que también han hecho suyas, cuando han podido, la Fiscalía, la Policía Nacional, la Guardia Civil, el CNI, la Abogacía del Estado, Radio Televisión Española (más las emisoras autonómicas en manos del PP desde donde propagan su idea paleta y taurina de España) y tanto otros resortes con los que han retenido el poder durante años.

Por eso ya no extraña que en uno de los cuadernos del excomisario Villarejo aparezca escrito en negro sobre blanco: “Cospe: Apoyo a tope en todo”. Tiene un serio problema con la Justicia la ex secretaria general del partido y ex ministra de Defensa, ya que el caso Kitchen –una ramificación de las cloacas del Estado–, es paradigmático de cómo se lo montan en el PP cuando gobiernan ellos, de cómo sus señorías utilizan la Administración y los poderes públicos para sus chanchullos, apaños, asuntejos personales, enjuagues y tejemanejes al margen de la ley. Estremece escuchar esa grabación difundida por la Cadena Ser en la que María Dolores de Cospedal recibe a Villarejo en la planta séptima de Génova, sede del partido, y le invita a hablar con entera libertad y tranquilidad sobre turbios asuntos cloaqueros porque a esa hora no hay nadie en los despachos que pueda molestarles y además “Mariano [Rajoy] no está”.

Será el magistrado Manuel García Castellón quien indague hasta dónde llegó esa nauseabunda mafia “parapolicial” que medraba alrededor del Gobierno popular cuya primera misión era espiar al extesorero Luis Bárcenas y sabotear cualquier tipo de investigación de la Justicia sobre la financiación irregular del partido durante al menos veinte años. De momento, todo lo que va saliendo de ese sumario apesta.

Espionajes y corruptelas aparte, si ha habido un partido en España que ha utilizado las instituciones como su cortijo particular, ese ha sido el fundado por Manuel Fraga Iribarne. Sin embargo, Casado se pone muy exquisito, muy defensor de Montesquieu y muy digno ahora que arranca la mesa de negociación sobre Cataluña. Su última maldad (ya no se le ocurre nada bueno para el país que tanto dice amar) es ensuciar el Tribunal de Cuentas cuyos cargos, dicho sea de paso, se resiste a renovar pese a las reiteradas invitaciones de Sánchez para sentarse a negociar nombres y caras. Será que al eterno aspirante a la Moncloa le gusta que la Justicia siga tal como está, herméticamente cerrada, bajo llave, sin remodelaciones inoportunas, coto privado de unos pocos, para seguir mangoneando como lo llevan haciendo desde hace décadas perpetuando el modelo de férreo control estatal franquista.

Obviamente, Casado practica una concepción patrimonialista de la democracia, aquello de “el Estado soy yo”, y no ve la Justicia y la Policía como instituciones libres e independientes sino como siniestros aparatos y resortes que se pueden controlar “desde detrás” con los peones adecuados siempre a su servicio. Curiosa forma de entender la democracia, extraña manera de ver la paja en el ojo ajeno cuando tiene la viga en el suyo.

Ahora toca arrojar fango contra los líderes independentistas a través de ese Tribunal de Cuentas cuyas resoluciones, dicho sea de paso, no disponen del rango de jurisdicción penal, sino que son meros informes contables sobre el funcionamiento más o menos diligente de la Administración. El señor Casado, tomando por tontos a millones de españoles, pretende presentar una sentencia puesta por una exministra de Aznar como una disposición imparcial y la carcajada se escucha hasta en Sebastopol. ¿Cuál será la siguiente ocurrencia del joven jefe de la oposición, enchufar a Ángel Acebes como Defensor del Pueblo, colocar a Miguel Ángel Rodríguez como director de RTVE, meter a Álvarez-Cascos en la dirección de Renfe?

No deja de ser revelador que todo este montaje, todo este intento de teledirigir el Tribunal de Cuentas para enfocarlo hacia una diana concreta se produzca justo antes de que Sánchez y Pere Aragonès se reúnan por primera vez en el marco de la mesa de negociación sobre Cataluña. A esta hora nadie sabe lo que puede salir de ese primer contacto incipiente (el president de la Generalitat volverá a defender el referéndum de autodeterminación y la amnistía mientras que el premier socialista ya ha dejado claro que no aceptará nada que quebrante la legalidad) pero por si acaso llega a buen puerto el tortuoso diálogo de sordos y se instala un benigno clima de entendimiento entre Madrid y Barcelona ya está ahí la mano negra judicial de Casado para removerlo todo, para enturbiar con sus sentencias, para emponzoñar con sus dosieres, expedientes y papelamen que no servirán de nada a la hora de reconducir el conflicto territorial, ya que la judicialización de la política se ha demostrado como un rotundo fracaso. Con su estrategia conspirativa, el problema catalán seguirá siendo irresoluble, tal como decía Ortega, pero el líder del PP debe pensar que enrareciendo a la opinión pública con su campaña de desprestigio contra Sánchez desde el Tribunal de Cuentas le araña otro puñado de votos a Vox y con eso le basta y le sobra. A un hombre que no tiene madera de estadista no se le puede pedir más.

Perdida la batalla de los indultos, a Casado no le queda otra que torpedear la mesa de negociación desde todos los frentes, por tierra, mar y aire, ya sea desde el poder Legislativo, el Ejecutivo o el Judicial. Esta misma mañana le ha exigido a Sánchez que disuelva las Cortes, como en los peores tiempos de los pronunciamientos decimonónicos. Su ambición de poder no tiene límites. Eso sí, todo por la patria.

Viñeta: Pedro Parrilla

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