viernes, 15 de abril de 2022

LA REUNIÓN

(Publicado en Diario16 el 8 de abril de 2022)

Feijóo asume que Vox es un partido democrático puesto que se presenta a las elecciones como uno más. Un argumento tan de guardería pone en cuestión el empaque intelectual de un señor al que algunos comparan con Winston Churchill, ya que en la Transición también Blas Piñar se presentaba a los comicios por Fuerza Nueva y nadie diría de él que fuese precisamente un demócrata. De esta manera, el nuevo líder del PP se moja y rompe su calculado silencio de los últimos meses, en los que ha jugado al despiste cada vez que se le ha preguntado por el auge de los ultras en nuestro país. “El objetivo que tenemos es conseguir la agrupación del centro derecha en España y ganar las elecciones. No hacer de partido bisagra”, asegura en la Cadena Ser. Y cuando Àngels Barceló le aprieta un tanto las tuercas para que explique si le parecen presentables los pactos de su partido con Vox, el político gallego responde: “Esto será una broma, ¿no? Que nos digan que rompamos con Vox cuando el PSOE está con Bildu”. Más claro agua, como suele decirse. Un retorno al “y tú más” típico de gobernante de escasa talla moral.

Mucho se había especulado con la posibilidad de que el nuevo dirigente popular diese un giro a la estrategia de Pablo Casado y rompiera acuerdos con la extrema derecha de Santiago Abascal. “Feijóo es un moderado, tiene otro talante, es un líder a la europea limpio y aseado”, decían los admiradores y hagiógrafos del gran hombre que ha ganado cuatro elecciones por mayoría absoluta en Galicia. A Feijóo algunos han querido presentarlo como el nuevo Suárez, la figura necesaria de la derecha clásica y tradicional. Sin embargo, ahora vemos que, a las primeras de cambio, a la primera entrevista en un medio grande, claudica, pone la decencia democrática a los pies de los caballos y defiende a un partido como Vox de clara ideología machista, xenófoba y franquista. Lamentable.

Feijóo ha estado capeando a los periodistas todo este rato, ha jugado con ellos al gato y al ratón, ha lanzado discursos críticos contra la extrema derecha para quedar bien. Pero llegado el momento de definirse como un demócrata de los de verdad que no piensa ceder ni un palmo de terreno ante la ultraderecha ni conchabarse con ella, llegada la hora de decir si va a ir de la mano de los ultras a las próximas elecciones, blanquea a Vox de manera infame y dice que no ve dónde está el problema. El jefe de la oposición no cree que le ocurra nada malo a la maltrecha democracia española, seriamente amenazada tras la irrupción de Santiago Abascal y los suyos. Tampoco cree que haya riesgo de hungarización, es decir, de que nuestro país se convierta en un estado gamberro a la manera del que ha construido Orbán. Feijóo debe pensar que Abascal es un corderillo y que las ideas que el jefe ultra va propalando por ahí, en sus intervenciones parlamentarias sonrojantes para el género humano, poco menos que enriquecen la política española y forman parte del pluralismo político. A Alberto Núñez Feijóo no le chirría que Vox esté dando oxígeno al terrorismo machista; no le suena tan mal el discurso xenófobo contra los inmigrantes; no le preocupa en absoluto que el nuevo falangismo abascaliano propugne acabar con el Estado autonómico ni le duele en lo más profundo de su ser que un diputado ridículo suba a la tribuna de oradores de las Cortes y vomite una retahíla de insultos fascistas contra el presidente del Gobierno, al que compara con Hitler, y contra el ministro de Presidencia, al que identifica con Goebbels. Todo eso, el revisionismo de la historia para blanquear el franquismo, el intento de acabar con la memoria y la intención de instaurar un estado centralista sin lenguas cooficiales, al gran estadista en ciernes le parece algo normal, lógico, para nada inquietante. Feijóo ve a los nuevos fascistas como peluches inofensivos, demócratas de toda la vida, sin entender que la democracia liberal es para ellos un incordio, un estorbo, y lo que les pone de verdad es colocar a un hombre fuerte en el poder que sea capaz de reconstruir el estado autoritario. El nuevo mandamás de Génova va de fino analista, pero no alcanza a comprender todo el drama que se está gestando en este país: la llegada de un nuevo fascismo integrado en las instituciones cuyo objetivo principal no es otro que dinamitar el modelo de convivencia que los españoles nos dimos en el 78, eso que Abascal llama, despectivamente, “el consenso progre”.

Fue el hispanista Hugh Thomas quien, tras estudiar durante años nuestra guerra civil, confesó que no entendía muy bien cómo había ocurrido semejante carnicería. Al final, concluyó que la contienda estalló porque “no había conservadores, todos fueron revolucionarios o contrarrevolucionarios”. Es decir, la derecha pacífica y democrática fue poseída por el nazismo, se fanatizó tal como le está ocurriendo hoy, de modo que aquello solo podía terminar a tiros. Feijóo no ha sabido leer que la historia podría volver a repetirse. Está ciego, mudo y sordo. Ciego porque no ve la revolución fanática iliberal que se está gestando en el país y que va mucho más allá de las revueltas de los camioneros por los precios de los carburantes. Mudo porque calla ante la infamia ultraderechista. Y sordo porque ni siquiera acierta a captar los mensajes de SOS que desde Bruselas le telegrafían sus propios compañeros del Partido Popular europeo para que le ponga de una vez por todas un cordón sanitario a Vox. En la UE se han disparado todas las alarmas ante lo que está sucediendo en España porque la historia nos dice que nuestro país siempre fue un banco de pruebas, político y militar, para lo que llega después en el viejo continente a mayor escala. Feijóo no ha entendido que está en juego nada más y nada menos que el futuro de Europa amenazado por las emergentes autocracias alentadas y financiadas por el putinismo. Abascal siempre ha simpatizado con las maneras autoritarias de gente como Trump, Bolsonaro y el propio Putin, los tres grandes ejes del nuevo fascismo posmoderno. Pero el dirigente pepero no ve riesgo ni peligro por ninguna parte. Se dará cuenta de que la gran tragedia española se vuelve a repetir cuando un día el Caudillo de Bilbao entre en su despacho, lo deponga y lo envíe al vertedero de la historia. Para Feijóo, Vox es un partido democrático, homologable y decente como otro cualquiera. Estamos perdidos.

Viñeta: Alejandro Becares 'Becs'

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