domingo, 8 de mayo de 2022

LA CABEZA DE DOÑA MARGARITA

(Publicado en Diario16 el 29 de abril de 2022)

Margarita Robles es la ministra más cuestionada del Gobierno Sánchez. A su atolondrada gestión de la guerra de Ucrania (en los primeros días de la crisis envió fragatas a la zona de combate antes que los propios norteamericanos) se une ahora su nefasta gestión del escándalo Pegasus, una trama de espionaje a 63 cargos independentistas catalanes. El feo y complejo asunto no sería plato de buen gusto ni siquiera para el ministro más experimentado, pero Robles se ha ido metiendo poco a poco, ella solita, en el lodazal. La gota que colmó el vaso cayó el miércoles cuando, en vísperas de la votación más importante de la legislatura en el Congreso de los Diputados –el trámite del decreto anticrisis que debe sentar las bases de la economía de guerra en los próximos meses–, a la ministra de Defensa no se le ocurrió mejor idea que arremeter contra los partidos independentistas, entre ellos Esquerra Republicana de Cataluña, uno de los socios preferentes del Gobierno cuyo apoyo resultaba trascendental para sacar adelante la nueva legislación. El decreto contempla medidas tan urgentes y necesarias como el control del precio del gas, la gasolina y la luz y un programa de préstamos ICO por importe de 10.000 millones de euros para los sectores más afectados por la recesión, véase la agricultura, la ganadería y la pesca. Había mucho en juego, tanto como la economía de millones de españoles.

Pues en ese contexto de máxima tensión, Robles decidió lanzar su histórica diatriba contra el soberanismo. “Qué tiene que hacer un Estado o un Gobierno cuando se vulnera la Constitución, cuando alguien declara la independencia, corta las vías públicas o está teniendo relaciones con dirigentes políticos de un país que está invadiendo Ucrania. Les viene bien aparecer como víctimas, pero no les he oído nunca defender los principios básicos del Estado de derecho y los derechos y libertades de todos los ciudadanos”, alegó Robles en una declaración que sonó a justificación del espionaje sin control mediante el misterioso Pegasus, un programa de escuchas supuestamente empleado por el CNI. Tal como era de esperar, los diputados soberanistas catalanes se llevaron las manos a la cabeza, acusaron a Robles de mantener un discurso ultranacionalista más propio de Vox que del PSOE y anunciaron que al día siguiente (ayer para el lector) votarían un rotundo “no” al decreto anticrisis, no solo por la “pasividad” del Gobierno a la hora de depurar responsabilidades en los servicios de inteligencia (“rodar cabezas”, como dice Echenique) sino por lo que consideraron una provocación de la titular de Defensa. El propio Gabriel Rufián, portavoz de Esquerra en el Congreso, calificó de “burradas” las cosas que dijo la ministra y le sugirió que “pida la entrada en el PP”. Demoledor.

Obviamente –no hacía falta ser un avezado analista para verlo–, doña Margarita se acababa de pegar un tiro en el pie, aunque más bien se lo había pegado al propio Gobierno, que unas horas después se jugaba el futuro de la legislatura y del país. De cara a la galería, Sánchez respaldó a su ministra frente a quienes pedían con insistencia su dimisión por el turbio caso del espionaje, pero es más que probable que de puertas para adentro, en privado, haya habido llamada a capítulo, tirón de orejas y reprimenda por la nefasta gestión de la crisis Pegasus. Entendemos que así ha sido porque, tras ser abordado por los periodistas que querían saber si respaldaba a la titular de Defensa, el presidente se limitó a soltar un lacónico y frío: “Eso por supuesto”. Y hasta ahí. Ni una palabra más. Ni un solo párrafo adicional de agradecimiento o cariño o para ensalzar la virtudes y habilidades políticas de su colaboradora de gabinete. Un escueto “eso por supuesto” y punto. Acto seguido, Sánchez pasó a otra cosa, sin entrar en más detalles sobre la polémica pese a que el Gobierno se encontraba ante la crisis más morrocotuda desde la formación de la coalición gubernamental, lo cual ya es decir teniendo en cuenta que las relaciones entre PSOE y Podemos han transitado entre el enfrentamiento abierto y la convulsión al borde de la ruptura, o sea, rollo Pimpinela pero con facas y a muerte.

Ayer, Sánchez logró salvar, in extremis, su decreto anticrisis. La bomba Pegasus estuvo a punto a hacer descarrilar el paquete de medidas para tiempos de guerra (176 escaños, es decir, un aprobado raspado regalado por Bildu y gracias). De haber sido rechazado el decreto, el panorama para el Gobierno hubiese sido más bien oscuro tirando a negro. Sin apenas apoyos parlamentarios y con las calles rebosantes de manifestantes, de camioneros protestando por el precio de la gasolina y de indignados hartos de la inflación y de no poder llegar a final de mes, la sombra de las elecciones anticipadas hubiese planeado peligrosamente sobre Moncloa. El presidente ha logrado salvar otra bola de partido (la segunda, la primera fue la reforma laboral que salió milagrosamente adelante gracias a un diputado del PP que suele hacerse un lío con el voto telemático). No obstante, nuestras fuentes en Moncloa (algunas nos quedan todavía) nos dicen que Margarita Robles está siendo fuertemente criticada no solo por el ala podemita del Ejecutivo de coalición (muy irritada por los últimos acontecimientos) sino también por los suyos de la parte socialista. Aunque parece que las aguas vuelven a su cauce, la ministra Robles sale seriamente tocada de este envite y no nos extrañaría nada que Sánchez la dejara caer en una de sus remodelaciones ministeriales por sorpresa. Con lo fácil que le hubiese resultado a doña Margarita decir que Pegasus es cosa de los tribunales o incluso recurrir al socorrido no comment o al “no puedo entrar a valorar asuntos de seguridad nacional”. Quiso quedar como la más patriota de los patriotas y casi se carga el Gobierno. Y esta es la señora que tiene en sus manos los asuntos de la guerra con Putin. Que Dios nos coja confesados.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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