viernes, 30 de junio de 2017

HOMO HERNANDUS



(Publicado en Revista Gurb el 23 de junio de 2017)

Todo partido político que se precie necesita en sus filas un hombre pendenciero y bravucón, un fanfarrón que baje al barro a partirse la cara, un diligente comemarrones capaz de hacer papilla a una pobre ancianita inofensiva cuando la cosa se tuerce y se pone fea. En el PP, Rafael Hernando, Rafa para los amigos, es ese hombre. Cumple la función a las mil maravillas. Es envarado como un pavo real, repelente como un antimosquitos barato comprado en un bazar chino y de lengua tan afilada y viperina que si un día se la muerde la septicemia está asegurada.  No hemos encontrado biografías autorizadas sobre el ilustre diputado, se conoce que aún no ha hecho nada bueno (ni malo) que le interese a Editorial Planeta, de ahí que nos veamos obligados a recurrir a la socorrida Wikipedia para elaborar este modesto perfil, pidiendo perdón de antemano por la imprudencia profesional. ¡Pero qué demonios, vamos a hablar de Rafael Hernando, de Rafa El Broncas, que no es Winston Churchill, precisamente! Si al menos saliera en la Enciclopedia Británica… Así que para contar la obra política del chico de los recados sucios del PP nos basta y nos sobra con la Wiki.
Por lo visto Hernando nació en 1961, es divorciado y padre de tres hijos. Lo de divorciado no le extraña a nadie, no habrá una santa en toda España con fuerzas suficientes para aguantar a ese arrogante de marido que vuelve a casa cada noche con los ojos inyectados en sangre, destilando bilis y echando espumarajos por la boca. Dicen que empezó su carrera política en Guadalajara, Guadalajara en un llano, México en una laguna, y ya en el 87 estaba dirigiendo Nuevas Generaciones del PP, que es donde se amamanta la cantera de cachorros de colmillo retorcido de la derechona patria. Nuevas Generaciones es como la Masía del Barsa, solo que en lugar de salir de allí finos estilistas del parlamentarismo, en plan Iniesta, salen Pepes de la política, o sea rompetibias, tuercebotas y carlancones sin oficio ni beneficio. En todo caso fue una carrera meteórica, y no solo por lo rápido y fulgurante, que también, sino porque Rafa debe sufrir un extraño meteorismo que le lleva a acumular mala baba y gases tóxicos que va soltando luego contra sus rivales, por los pasillos del hemiciclo, a modo de pestes y bombas fétidas. Cuentan que en julio de 2005, tras una agitada sesión en la que se debatía el trágico incendio de Guadalajara, trató de meterle un gancho de derechas al bueno de Pérez Rubalcaba –un peso pluma para el puño implacable de Rafa, un vejete del socialismo decrépito que estaba ya de vuelta de la vida y no tenía ni media hostia–, y lo hubiera hecho de no haber sido porque entre Acebes y Zaplana le pararon los pies. Es lo malo de Rafa, que cuando se calienta, cuando se pone burro, arde Troya y hasta Génova.
Quizá fue ese temple para manejar los momentos críticos, esa diplomacia para decir las cosas en su justa medida y esa capacidad para el entendimiento con el adversario político lo que hizo que Rajoy se fijara en él como futuro portavoz del Grupo Popular. El muchacho apuntaba maneras, reunía todas las condiciones. Y desde entonces, su hoja de servicios ha sido espectacular, brillante, impecable. Lo tiene todo: una condena de 20.000 euros por insinuar que UPyD se financiaba ilegalmente, trifulcas radiofónicas con los antitaurinos, reyertas televisivas con los defensores del cambio climático (cree que el calentamiento global es una suerte de "ecocomunismo que profetiza que en diciembre se va a acabar el mundo") y hasta encendidos ataques contra jueces que no son de su cuerda, como Santiago Pedraz, a quien en cierta tertulia que se le fue de las manos llegó a llamar "pijo ácrata". Como si él fuera un punki antisistema. Nos ha jodido el muchacho.
Pero sin duda, la guinda del pastel la puso aquel día de infausto recuerdo, cuando al hablar sobre la ley de Memoria Histórica aseguró que “algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones”. Un golpe bajo a los derechos humanos, un navajazo trapero a la concordia, a la humanidad y a los valores democráticos más básicos. Desde el último crimen de Jack El Destripador no se había conocido nada igual. Y sin embargo, cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo, faltaba, cómo no, su penúltima marrullería, la prueba del algodón definitiva que debe acreditar todo facha de pedigrí: el machismo genético a calzón quitado. A fin de cuentas, un hombre no puede decirse auténticamente de derechas mientras no marque paquete masculinamente. "Hay quien dice que estuvo mejor la señora Montero que usted, pero no diré nada porque no sé qué voy a provocar en esa relación", le soltó a Pablo Iglesias tirando de testosterona ibérica durante el debate de la moción de censura, aunque luego le pidió perdón con la boca pequeña. Sí, sí, perdón y todo lo que usted quiera, pero ahí queda la cagadita. Si es que no da puntada sin hilo ni cuchillada sin sangre el señor portavoz.
Así es Rafa, duro como el acero con el que se forjaron los cañones de la División Azul, inflexible como la institutriz prusiana de Heidi, inmune siempre a las sensiblerías y sentimientos humanos. A Rafa, cuando sale por la mañana de su pisaco de 200 metros cuadrados y aspira el olor a napalm de la refriega política, se le ponen los pezones duros y tiesos, de punta como las flechas de la Falange. Rafa primero dispara y después pregunta. Rafa es una bestia parda, un antropófago de la política que emerge de la caverna cada día dispuesto a merendarse a cualquier nene desvalido, Errejón si se le pone a tiro, o Echenique, que como va en silla de ruedas es una presa segura. De hecho, la ciencia sospecha que Rafa puede ser el eslabón perdido en la procelosa cadena de la evolución humana. Homo Hernandus, entre el Homo Antecessor y el Homo Erectus, escalón arriba, escalón abajo en el árbol evolutivo que no hay un dios que lo descifre. Rafa podría ser ese homínido troglodita que al principio de 2001, la peli de Kubrick, lanza el hueso al aire, convirtiéndolo elípticamente y al momento en una nave sideral. Solo que él utilizaría ese fémur para otros menesteres mucho más prácticos y ventajosos, como arrearle en la testa al podemita bolivariano de la tribu vecina, y que vaya entrando en razones. Al final la política no es más que eso, una guerra cruenta y sin cuartel en la que solo puede quedar uno, debe estar pensando Rafa. Los paleontólogos se frotan las manos con un hallazgo tan sorprendente como el Homo Hernandus. Nunca habían visto un monazo tan prehistórico y peludo caminando tranquilamente por la Gran Vía madrileña, unga, unga. Hasta habla y todo, aunque no diga nada interesante ni tenga ideas brillantes. En el debate, durante el discurso interminable de Pablo Iglesias, se le vio comer cacahuetes simiescamente, al igual que a Rajoy. Ya tarda Arsuaga en hacerle un examen.

Viñeta: L'Avi

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