domingo, 11 de junio de 2017

UN PUTO EURO



(Publicado en Revista Gurb el 9 de junio de 2017)

Supongo que ustedes ya se habrán enterado. El Santander ha comprado el Popular por un euro. Uno. Ni un céntimo más ni un céntimo menos. Sería como para partirse el pecho de la risa si no sonara a cachondeíto fino, a tomadura de pelo, a escándalo y tocomocho. A uno, que no sabe una palabra de bancas, ni de Bolsas, ni de acciones o grandes negocios (ni quiere saber, quizá por eso me he quedado en la categoría profesional de aprendiz de pobre de primera) le da por pensar qué otras cosas se pueden comprar con un euro en este país de todo a cien, además de un banco con sedes en medio mundo. Y no es ninguna tontería. Ya lo dijo Lola Flores en su día: si cada español me diera una pesetilla… La peseta era el euro de aquellos años y si La Faraona no le hacía ascos a la unidad de divisa nacional por algo sería. Hoy día, bien amortizado y sabiéndolo mover, con un euro se pueden hacer muchas cosas y todas ellas rentables en España (legales o no qué más da). Por ejemplo, un suponer, con un euro el ex fiscal Moix, ese tío "cojonudo" para el PP, se hubiera abierto otra cuenta en Panamá, una de reserva por si le fallaba la buena o llegaba el Torquemada de Hacienda, o sea Montoro, para aguarle la fiesta. Con un euro bueno y honrado, Ignacio González fijo que se pagaba la fianza, y ya puestos también Paco Granados, favoreciéndose el dos por uno en una especie de Mercadona judicial.
Tal como está el país de barato, con un simple, vulgar y paupérrimo euro, a González seguro que le daba para la entradita de su ático con los 257 metros de vivienda, los 238 de solárium y los 112 metros de terrazas babilónicas, y si sobrara algo de ese euro prodigioso, que seguro que sobraba, el ex delfín de Aguirre ya podría ir alicatándose las paredes, los jacuzzis y los hidromasajes con mármoles de Carrara, que no de "carrera" (para carrera la que lleva el muchacho en los tribunales, eso sí es un carrerón). Cuentan que Rockefeller empezó ganando un dólar y miren ustedes si llegó lejos el hombre, de manera que no debemos infravalorar el poder magnífico de un euro intrascendente e inofensivo. Exprimido a tope y sacándole el jugo que se le debe sacar al dinero, estirando el chorizo del euro al máximo, se puede salvar a un país de la quiebra, ahora que el Tribunal Constitucional ha declarado nula la amnistía fiscal de Montoro y vamos a ser los españolitos, como siempre, los que paguemos la fiesta.
Si cada corrupto imputado pusiera un euro, un solo euro, equilibrábamos en una hora la balanza comercial exterior, cubríamos el déficit público y el cupo vasco, aprobábamos los presupuestos del año próximo y aún nos quedaría pasta para pagarle los puros a Rajoy. Y no digamos lo que Rato podría hacer con ese euro formidable que es la base de todo en España. A Rato le das un euro, lo mete en Bankia, lo multiplica por un pastizal, como el milagro de los panes y los peces, y a tirar de black durante años. Con ese euro prodigioso, Rato se compraba una campana de oro nueva para agitarla alegremente en la Bolsa, se pagaba las clases de yoga tántrico y alquilaba el yate full time todo el verano. Ese euro suficiente, potente y fértil le alcanzaba sin duda para comprarse un bañador nuevo tipo bermudas, que el que tiene ahora se transparenta todo y va haciendo calvos sonrojantes por los siete mares. Un exministro, ex presidente del FMI, exmilagrero de la economía española y exhombre decente, aunque esté de capa caída y en horas bajas, no puede ir por ahí enseñando el culo sin pudor. Vamos, que se le ve la hucha y eso no podemos consentirlo. De ahí el valor de esos cien céntimos bien invertidos.
Con un euro mínimo, Bárcenas se compraba media Suiza, los duques de Palma volvían al chalé de Pedralbes, Carlos Fabra recuperaba su viejo aeropuerto sin aviones para que sus nietecitas pudieran estar como en el parque infantil y los mafiosos de la Gurtel y la Púnica compensaban los gastos en coca y en volquetes de putas. Y qué vamos a decir del clan Pujol. Estos, como buenos catalanes que son, ya no necesitarían estafar con los misales, ni hacer negocios sucios con las iteuves, ni darse largos paseos nocturnos por Andorra o esconder las herencias repentinas del abuelo Florenci. Tú a un catalán le das un euro, sobre todo si tiene pedigrí de Convergencia, si es de pura raza burguesa de Canaletas, y no te compra un banco, te compra veinte, y encima le saca un tres por ciento, que es lo que le da calidad a la operación.
Al españolito medio le cuesta todo una fortuna, el pan sufrido y necesario, la luz que está por las nubes y la gasolina que es oro puro, pero el ricacho hispano de turno, el bucanero financiero, ese lo compra todo con un euro, todo a cien, para qué más, venga señora que me quitan el banco de las manos, como esos gitanos avezados de buena mañana que vendían melones a veinte duros. Cuando cientos de familias agonizan sin trabajo, cuando miles de compatriotas se levantan al alba sin saber qué van a comer ese día, aquí nuestros ingenieros bancarios, nuestros yupis y botines del siglo XXI, se lo pasan a lo grande jugando al Monopoly con nuestro futuro y dando pelotazos, especulaciones y maquillajes financieros. Cualquier día venden España entera a los chinos por un módico euro. Por un puto euro. ¿Alguien da más?

Ilustración: Jorge Alaminos

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