sábado, 24 de agosto de 2013

EL POSADO DE RAJOY


"El final del verano llegó y tú partirás", decían aquellos dos horterillas del jersey anudado al cuello, allá por el seiscientos y las suecas. Pues el final del verano llegó otra vez y Rajoy no solo no ha partido (ya tenía que haberse largado para siempre) sino que vuelve con nuevos bríos, qué pesadez de hombre. Ayer se dejó ver por fin tras un verano de desastres naturales y políticos, pero solo asomó su barba descuidada para pasear un rato bajo el cielo gris y rural de su pueblo gallego, entre pazos y rías, entre verdes veredas y boñigas de estiércol (alguna pisaría, es así de torpe). La prensa esperaba, los fotógrafos esperaban, toda España esperaba. Había muchos temas que tratar, muchas cuestiones que debatir: los ineptos que dieron cuerda a los trenes asesinos, el despeñón de Gibraltar (Gibraltar es para España un despeñarse constante a lo largo de la Historia) el tesorero ladrón de las nieves plateadas que cubren su sien, el paro que sigue galopando a placer, los incendios forestales, la espantá de la Leti, no sé, qué sabe uno, los grandes temas de política internacional, las matanzas en Egipto, los niños gaseados en Siria, por poner un par de tristes ejemplos. Había mucha tela que cortar, muchos asuntos graves que afrontar, y el país esperaba expectante la voz del presidente, las respuestas, las soluciones. Y en lugar de eso, en lugar de dirigirse al pueblo como un líder serio y preocupado, en lugar de dar la cara ante los periodistas, ¿qué fue lo que hizo el presidente? Darse un garbeo fugaz y divertido por la campiña, estirar las piernas con su mentón prominente al viento y su sonrisilla delirante y meterse luego en un coche oficial para largarse sin decir ni mu. Con esta puesta en escena, tan artificial como surrealista, Rajoy recordó mucho aquellos paseos veraniegos del otro dictador gallego que, silencioso, tripudo y taciturno, se dejaba caer por el No-Do, de vez en cuando, inaugurando algún aburrido pantano o pescando una trucha de plástico o cazando un jabalí que le ponían a tiro. Es evidente que con el numerito de ayer, Rajoy solo buscaba el posado veraniego (con menos tetas que la Obregón, eso sí), la foto fácil de quien toma los aires tranquilos de Galicia mientras se muestra fuerte y confiado y una recua de acólitos mudos le siguen como un solo hombre, como una Santa Compaña de ministros-fantasma y asesores (más algún que otro amigo/adosado del verano bien dispuesto a dar cuenta de la nécora en la posterior comilona). Todos en mangas de camisa, todos muy campechanos y desahogados, aparentando paso firme, pecho fuera, barriga dentro, un, dos, un, dos, como marines de la derecha hispana, como alegres peregrinos del Camino de Santiago con un destino y una meta que cumplir. El problema es que ya no hay meta, ya no hay destino, ya no hay proyecto político. Solo hay un pufo tras otro, un escándalo tras otro, un sálvese quien pueda y el último que apague la luz. Detrás de esa imagen de unidad y fortaleza que se quiere transmitir al pueblo y que ni ellos mismos se creen solo hay un Gobierno debilitado en el que unos se tiran los delitos y los muertos a los otros, un Gobierno que da el cante jondo en los juzgados, un Gobierno que se navajea en la sombra, que se cose a furgás, como aquellos gitanazos de Federico. Por mucha puesta en escena y mucho paseo bucólico que pretendan montar, a mayor gloria de Rajoy, para cerrar un verano de infamia, nada podrá tapar que este Gobierno y su presidente es todo una gran mentira. Todo, salvo alguna cosa.  

Imagen: elpais.com

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