sábado, 17 de agosto de 2013

ROSALÍA


Vaya por delante nuestro pésame por la muerte de Rosalía Mera, exmujer de Amancio Ortega y una de las empresarias más ricas del mundo (su patrimonio neto estaba cifrado en 6.100 millones de euros, céntimo arriba, céntimo abajo). Sin embargo, no pasemos por alto un par de líneas necesarias sobre este hecho luctuoso. Desde que se conoció la noticia de su fallecimiento, todos los medios de comunicación, sin excepción, se han volcado en suplementos especiales, reportajes y obituarios ensalzando la figura humana y social de esta mujer que siempre estuvo a la sombra de su marido. No es de buen gusto literario ni periodístico ensañarse con una persona muerta (no lo vamos a hacer aquí) y mucho menos con una señora a la que ni siquiera tuve el gusto de conocer. Pero es que resulta extraño comprobar cómo la flota mediática de este país se ha puesto a trabajar a toda máquina y al unísono, sin espíritu crítico alguno, para reivindicar y encumbrar la figura de esta empresaria gallega. No ha habido ni un solo telediario, ni un solo periódico, ni una sola cadena de radio que no haya emitido amplios recordatorios, todos ellos a mayor gloria de la finada, sobre la supuesta obra social que deja la ex del fundador del imperio Zara. Y eso ya mosquea. No vamos a discutir aquí la dimensión social y hasta histórica, si se quiere, de una mujer a la que todos reconocen su vocación solidaria, altruista, filántropa. Pero la cobertura mediática que se está dando al acontecimiento, tanto desde la prensa de izquierdas como la de derechas, nos parece ya excesiva y hasta cargante. En un país donde seis millones de personas no llegan a final de mes (ni siquiera a la primera semana de mes), en un país donde muchos ciudadanos desahuciados acaban siendo condenados al camping de la calle, que se dedique tanta loa y alabanza a una magnate de los negocios, a una potentada de las finanzas cuya mayor obra para la posteridad ha sido ganar pasta a porrillo y entrar en la revista Forbes supone un cruel sarcasmo. No cabe duda de que sus fundaciones, sus limosnas y sus donativos habrán llegado a alguna gente necesitada y eso está muy bien, pero no perdamos de vista que esa ayuda no es más que la beneficencia endémica que el rico ha practicado con el pobre secularmente en este país. Esa limosna es el chocolate del loro de una clase social que está chupando la sangre, el salario y la vida a otra. Esa calderilla es la cuota de remordimiento que los ricos muy ricos dejan caer en el platillo de los proletas para callarles el estómago, el cerebro y la boca. El mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla (Benjamin Franklin). Y cómo se lo ha montado la señora. Seis mil cien millones de eurazos. Seis mil. ¿Y aún aplaudimos ese crimen injusto, ese mal reparto de la riqueza, esa barbaridad económica? Con la mitad de la mitad de la mitad, Rosalía, la buena y filántropa Rosalía, podría haber llevado una vida igual de plena y feliz. No le habría faltado yate y pazo gallego. Pero de todo, lo que más irrita no es que tengamos que tragarnos esa historia manida y típicamente americana de que Rosalía fue una empresaria hecha a sí misma que empezó de costurera dándole a la rueca, zurciendo vestidos con una humilde Singer, y que con mucho sudor y esfuerzo terminó tomando martinis en la cafetería de Wall Street. Lo que más irrita de toda esta avalancha de apologías, encomios y panegíricos sobre el capitalismo salvaje y la familia Ortega es tener que escuchar que esta mujer era una mujer de izquierdas. Lo que más toca los dídimos es tener que tragar con que Rosalía (ya digo que no tengo contra ella más de lo que pueda tener contra todos los de su clase top/biuti) "militó políticamente en la izquierda", como dice textualmente un diario de tirada nacional. ¡Claro, y Rockefeller era un peligroso rojo revolucionario! Hoy día el término "ser de izquierdas" está muy devaluado, pero todo tiene un límite, oiga. Jugar al golf con los vampiros que desecan la sangre fértil del mundo, alternar en cenas con las 25 familias que dirigen el holocausto económico mundial, tostarse el culo en yates bañados en oro mientras millones de niños mueren de hambre no es ser muy de izquierdas precisamente. A la señora Rosalía le deseamos que descanse en paz. Pero que no nos hagan comulgar con ruedas de molino, porque seremos pobres, pero no gilipollas.

Imagen: elpais.com

2 comentarios:

  1. ¡Ya era hora! Pensaba que era la única que se había quedado atónita con el tratamiento de la noticia.
    Buen blog, lo añado a favoritos :)

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