jueves, 1 de agosto de 2013

FIN DE LA CITA


Ha estafado al pueblo, ha engañado a sus propios votantes, se ha metido en la americana unos cuantos sobres preñados de indecencia (puede que hasta algo más). Y ahora, en el Parlamento, en la catedral del pueblo, Mariano va y dice que se ha equivocado. ¡Acabáramos! "Cometer un error y no corregirlo es cometerlo dos veces" (Confucio, fin de la cita, como le gusta decir a su señoría). Pues si ha metido la zarpa hasta el cuello, que se largue, que dimita, que lo deje, como ya le aconsejamos en este blog, unas cuantas columnas más abajo. En política no existe el perdón. La política no es una sacristía donde se redimen los pecados. Los errores se pagan y punto, se asume la responsabilidad y el pueblo soberano ya pondrá a otro muñeco de feria. Ayer, estupefacto, casi me atraganto al escuchar cómo Mas decía que devolverá el dinero si el juez demuestra que CiU lo robó y asunto concluido. Claro, así de fácil, primero se roba ciegamente y si te pillan te arrepientes y rezas un padre nuestro y cuatro avemarías. No hijo no, no es así como funciona la democracia en los países avanzados. Hay éticas, leyes, códigos penales. Mucho nos tememos que Mariano ha perdido el prestigio y lo que es peor, la gracia y la honra. Ya lo avisó Quevedo: "El que pierde la honra por el negocio pierde el negocio y la honra" (fin de la cita). Pero es que además ya no nos hacen gracia ni sus insidiash, ni sus coartadash, ni sus "salvo algunash coshash". Tal como se preveía, ha sido una comparecencia en la que el presidente ha quedado atrapado en su propio callejón sin salida. Si mentía era demasiado evidente y flagrante. Si decía la verdad le esperaba el juez Ruz con el rodillo entre las manos. Y no se le ocurre decir otra cosa que se ha equivocado al confiar en un tesorero descuidero y largón. ¡Eso es lo de menos, hombre! De un tesorero solo se puede esperar que te engañe, como los administradores de fincas que te birlan las cuatro perrillas que tienes ahorradas en el banco. Hay peores errores en el oscuro mandato del señor Rajoy, como muy bien le ha recordado Rubalcaba. ¿No ha sido también un dislate dejarse llevar por la viciosa enfermedad de nuestro tiempo, por el grave trastorno de los dedos largos y los "sueldos y remuneraciones complementarias", como llama el líder del PP, eufemísticamente, a llevárselo muerto? ¿No ha sido un disparate engañar al pueblo tantas veces? ¿No ha sido acaso un grave error no haber tomado medidas a tiempo contra el filesa pepero, la orgía de dinero gurtel, las cuentas ocultas, las haciendas imperiales y los viajes por la patilla? Son demasiadas preguntas sin respuestas. Sin duda, Mariano está confirmando aquello tan agudo que dijo Woody Allen: "La vocación del político es hacer de cada solución un problema" (fin de la cita). Reviso de nuevo mi libreta de notas y repaso la sarta de memeces que acaba de decir el presidente. Asegura que se confundió al darle "crédito" a un tipo al que en el trabajo apodaban Luis El Cabrón. La verdad, con ese alias era como para fiarse. ¿Pero de qué crédito nos habla en realidad el canciller gallego? Para crédito el que le daba el tesorero a usted, un crédito ilimitado, a plazo fijo (fijo que llegaba cada mes), infinito, crema suiza a tutiplén. No hace mucho, teníamos que escuchar que Bárcenas era el falso culpable, como en aquella película de Hitchcock. Hoy ya es el "falso inocente" que ha sido capaz de dejar por pardillo a todo un presidente del Gobierno. Pero sobre todo, hay una cuestión que quedará en el limbo, una cuestión fundamental en la que no ha querido entrar el presidente. ¿De dónde salía tanta pasta? ¿Por qué el PP parecía una sucursal delegada de la banca suiza? ¿Quién era J.M., un señor con bigote y mala leche de Valladolid, quizás? Lamentablemente nos deja con esa gran incógnita sin resolver. Una nueva oportunidad perdida para explicarse. No importa, la Audiencia Nacional está a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, como vemos que es buen aficionado a las sentencias certeras y lapidarias, ahí va una muy a tener en cuenta, una del gran Borges: "Hay que tener cuidado en elegir a los enemigos, porque uno termina pareciéndose a ellos" (fin de la cita). Desgraciadamente, su cita con el pueblo ha quedado en bluf. Por mucho que pida perdón.

Imagen: terra.es
       

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