lunes, 19 de septiembre de 2022

EL DILEMA DE PEDRO

(Publicado en Diario16 el 21 de junio de 2022)

Íñigo Errejón pide una profunda reflexión al Gobierno Sánchez tras la reciente debacle de la izquierda en las elecciones de Andalucía. Si el pueblo está descontento con la situación socioeconómica habrá que darle “transformaciones en justicia social, en economía verde y en equilibrio”. O el Consejo de Ministros mueve ficha ya, apostando por políticas que de verdad rescaten a aquellos que lo están pasando mal por la crisis del coronavirus y el facturón del gas por la guerra en Ucrania, o está más que sentenciado. Un nuevo impulso, echando toda la carne en el asador, se antoja imprescindible si el presidente quiere seguir en la Moncloa cuatro años más. El problema es que apenas queda tiempo hasta las elecciones generales que están a la vuelta de la esquina. Así que ya va tarde.

Sánchez se ha dormido en los laureles. Tras una primera parte de la legislatura algo más audaz (renta mínima vital, cheque energético y ERTE a las empresas afectadas por la pandemia) el Gobierno de coalición ha entrado en una etapa de letargo, casi parálisis. La inflación imparable, la pérdida de poder adquisitivo y la crisis energética por la guerra (tan acuciante como aquella crisis del petróleo de 1973) han terminado por generar fatiga, hastío y hartazgo en la ciudadanía. La derecha ha logrado instalar el discurso de que los partidos de izquierdas traicionan a su electorado, lo cual no deja de ser una falacia. Ciertamente, el Gobierno ha acometido medidas progresistas que son de agradecer. El manual de primeros auxilios con el que ha encarado la crisis de 2020 ha sido radicalmente distinto al programa austericida y de duros recortes acometido por Rajoy tras el crack del 2008. Hace catorce años se rescató a la banca, hoy se ha tratado de dotar a los españoles de un escudo social. Los expedientes de regulación temporal de empleo tramitados durante la epidemia han permitido salvar miles de puestos de trabajo. Rajoy hubiera largado a los trabajadores a la cola del paro sin miramiento ni compasión. Tenemos los mejores datos de empleo en mucho tiempo, las pensiones han subido, el salario mínimo también y se ha suprimido el tarifazo farmacéutico que abrasaba a los que menos tienen. Si eso no es socialismo que baje Dios y lo vea.

Sin embargo, todo lo que ha hecho el Gobierno sabe a poco, bien porque los españoles habían alcanzado un nivel de vida tan acomodado que ya no tolera migajas, ayudas ni subsidios estatales, bien porque el odio antisanchista se ha propalado con tal intensidad tras la pandemia que ya resulta imposible que a este presidente lo quiera el pueblo. El problema no es que no se haya hecho nada, es que se ha hecho poco. La reforma laboral se quedó corta. No es la ley con la que Yolanda Díaz soñaba. Se consiguió lo que se pudo porque como siempre la patronal, que es quien tiene la sartén por el mango, torpedeó medidas mucho más ambiciosas. Al final, se firmó lo que se firmó con sindicatos y empresarios porque lo contrario suponía seguir con los contratos-esclavistas de Rajoy. Por si fuera poco, el sucedáneo salió adelante, no lo olvidemos, porque un torpe del Partido Popular se equivocó de botón al votar en el Parlamento. En cuanto a la reforma fiscal, mejor no hablar. Sánchez ha metido en el cajón el impuestazo a los ricos y a las grandes fortunas y esa renuncia ha sido bien aprovechada por personajes populistas como Isabel Díaz Ayuso capaces de engañar a las clases trabajadoras con una supuesta bajada de tributos que finalmente solo beneficia a las rentas más altas. En política, el miedo se paga, y otro llegará que aproveche tus debilidades, tu talón de Aquiles.

Ahora, Sánchez ya va contrarreloj, tarde y mal. Ese cheque de 300 euros para las personas más golpeadas por la crisis y la espiral inflacionista –una medida debidamente filtrada por Moncloa un día después de la catástrofe andaluza–, no deja de ser un intento a la desesperada por tapar con una tirita la hemorragia tras la amputación de un miembro. No va a contentar a nadie, como tampoco ha contentado la subvención del carburante, una ayuda que ha quedado en papel mojado por la pillería de no pocas gasolineras que suben los precios a capricho y aleatoriamente. Para completar el escenario dramático para el Gobierno, los fondos europeos no terminan de llegar y los españoles empiezan a sospechar que todo lo que ha anunciado Bruselas en los últimos tiempos no es sino otro tocomocho más.

Mientras la sombra de la recesión amenaza peligrosamente, mientras se prevé un otoño caliente de gran conflictividad social (la calle bulle como un polvorín, no sabemos si Sánchez se ha dado cuenta ya), el PSOE, noqueado tras el castañazo de Andalucía, sopesa la estrategia política para lo que queda de aquí a las elecciones. Ahora mismo, mientras se hace el análisis poselectoral del descalabro, dos corrientes pugnan en Ferraz para imponer el rumbo del partido en los próximos meses. Por un lado están los barones, que apuestan por romper con Unidas Podemos, convocando elecciones anticipadas ahora antes de que sea demasiado tarde. Estos entienden que el gran causante de todos los males socialistas es el podemismo radical y bolivariano, un caballo perdedor. Si los andaluces han votado por un moderado como Moreno Bonilla, se dicen a sí mismos, eso será sin duda porque nosotros nos hemos apartado de la senda del centrismo. Sin embargo, romper con los morados consumaría el suicidio, como también sería un grave error girar al centro en medio de una crisis para parecerse al Partido Popular templado de Feijóo. Esa mímesis solo conduciría a otro fracaso del PSOE. De eso sabe mucho Pablo Casado, que quiso voxizar el PP y así le fue.

Y por otra parte están quienes abogan por un volantazo a la izquierda, más audacia, más política social y cruzar los dedos para que los españoles sean benevolentes en la trascendente cita electoral de finales del próximo año. Visto lo visto, quizá sea esta –morir con las botas puestas, o sea fiel a los principios– la mejor de las opciones. La tarea de reconstrucción de la izquierda empieza por no renunciar a los principios y valores esenciales. Y por buscarle un recambio al amortizado Pedro Sánchez, que a día de hoy parece uno de esos pobres árboles chamuscados en la Sierra de la Culebra. Yolanda Díaz ya calienta en la banda.

Viñeta: Pedro Parrilla

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