martes, 20 de septiembre de 2022

EL POSADO BÉLICO

(Publicado en Diario16 el 28 de julio de 2022)

Zelenski y su esposa, Olena Zelenska, han concedido un reportaje fotográfico a la revista Vogue que ha dado la vuelta al mundo. Más allá de los primeros planos de la acaramelada pareja, lo que ha terminado de encender las redes sociales es ese polémico posado de la primera dama ucraniana elegante y lujosamente vestida entre aguerridos soldados del ejército nacional, tanques y edificios en ruinas. Moda y guerra. Glamur y muerte. Elegancia y sangre.

La exclusiva no ha dejado indiferente a nadie. Ya sabemos que vivimos en tiempos de posverdad y posmodernismo en los que la imagen icónica prevalece sobre el texto, la forma prima sobre el fondo y la frivolidad más superficial sustituye a los nobles valores de la Ilustración. Todo el mundo sabe que Zelenski es un mago de la comunicación que con una austera camiseta militar ha ganado la batalla de la opinión pública mundial. El presidente ucraniano domina el escenario a la perfección (por algo es actor profesional) y cada día se inventa un truco fílmico nuevo que logra conmover a la comunidad internacional, a millones de espectadores, a la ONU, a la UE, a la OTAN y hasta a Eurovisión, que este año le ha dado el primer premio a Ucrania por humana compasión y para hacer rabiar a Putin. No solo le asiste la razón (el genocidio llevado a cabo por el sátrapa ruso no tiene justificación alguna y vulnera las leyes más elementales del derecho internacional), sino que sabe vender como nadie sus argumentos políticos y filosóficos.

A Zelenski le sobra y la basta con un selfi en las calles desoladas de Kiev para remover conciencias, ganar adeptos a la causa y convencer a Biden de que le envíe una remesa más de misiles anticarros. Es así, dominando el nuevo lenguaje digital, como ha logrado el apoyo incondicional de los aliados occidentales. Es así, con una inteligente campaña publicitaria, como le ha ganado al Kremlin la batalla de la información. Técnicamente no ha inventado nada, ya que bebe de los clásicos, de aquellos impactantes documentales bélicos de John Ford, del mensaje cinematográfico directamente dirigido al corazón de la gente, tal como hacía Charles Chaplin, y de esa puesta en escena tenebrosa que impresiona tanto como cualquier secuencia de La lista de Schindler. Pero resulta innegable que el hombre que dirige los destinos de Ucrania posee talento, se lo ha sabido trabajar y ha logrado que cale en todo el mundo la idea de que su país está siendo injustamente masacrado por un loco y malvado criminal.

Sin embargo, llegados a este punto, conviene decir que esta vez el genio de la comunicación ha ido demasiado lejos. Colocar a la Zelenska, una señora bien esculpida por los mejores maquilladores y peluqueros, en medio de los horrores de la guerra, en esa disparatada mezcla de pasarela de alta costura y mala superproducción de Hollywood, ha sido un grave error de estrategia. Ya puede el lector de esta columna llamarnos antiguos, carcas o pasados de moda. Ya pueden crucificarnos las hordas tuiteras siempre ávidas y dispuestas al linchamiento fácil. Pero la verdad es la verdad y semejante montaje hortera y cursi, semejante truño periodístico que tenía el objetivo de seguir atrayendo la atención mundial sobre una guerra que como tantas otras empieza a caer ya en el olvido, solo ha podido salir de la cabeza de un creativo enfermo.

Todo en ese absurdo reportaje se antoja obsceno, indecoroso, pornográfico. A pocos kilómetros del plató instalado por los periodistas de la célebre revista de moda estaban las trincheras auténticas, la vida real, donde los soldados ucranianos, no los figurantes perfumados de Vogue elegidos para la ocasión, hacían frente a las tropas invasoras de Putin y morían por su país. A escasos metros de la extravagante sesión fotográfica se encontraban las fosas comunes, el drama de los millones de exiliados y desaparecidos, las centrales nucleares a punto de saltar por los aires enviándonos a todos al infierno. Hay que estar muy mal de la chaveta para preparar algo tan ligero, fútil y superficial. Pero así son los signos de los tiempos posmodernos que nos ha tocado vivir, un mundo enloquecido donde todo vale, donde la guerra se ha convertido en un videojuego con muchos seguidores en Twitter –cuando no en un pelotazo editorial y un negocio–, y donde el escenario de un cruel bombardeo puede aprovecharse como rampa de lanzamiento para que la primera dama, entre morterazo y misil, entre alarma antiaérea y centro comercial reventado, luzca palmito y vaya haciendo sus pinitos en el mundo de la moda.

Con este bodrio de Vogue, sentimentaloide y macabro, mitad rosa mitad rojo sangre, Zelenski ha perdido una importante batalla que tenía prácticamente ganada: la mediática. Hasta este momento el presidente ucraniano se había labrado una imagen de hombre digno y noble que luchaba valientemente contra la tiranía totalitaria de Rusia. Hoy el mundo empieza a verlo como el maniquí frívolo de una modelo top que se pliega a todo cuando lo exige el guion y las ocurrencias de unos fotógrafos delirantes que han perdido el juicio. Solo nos falta saber cuánto ha costado el exclusivón que ya lo quisera para sí el Hola y a dónde ha ido a parar la pasta del caché. “Estos han sido los meses más horribles de mi vida y de la vida de todos los ucranianos”, declara la primera dama. “Para las mujeres y los niños, que mi mujer esté aquí es un ejemplo”, dice Zelenski. Una información insustanciada típica del papel cuché que poco o nada nuevo aporta al lector sobre el infierno ucraniano. Más basura que añadir al deprimente estercolero de esta guerra.  

Viñeta: Pedro Parrilla

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