lunes, 27 de mayo de 2013

EL FRIKISMO


Se acaba de celebrar el día del orgullo friki, un ejemplo claro y patente de que el mundo vive en un constante remake. Este acontecimiento, lejos de haberse quedado en un gueto para locos estrafalarios disfrazados de Darth Vader, de Superman paquetero o de Homer Simpson, concita cada año a más gente, a más frikis, lo cual demuestra que el personal necesita huir de la realidad porque está hasta los ciruelos de la crisis, del paro, de los trincamientos de Bárcenas, de las tonterías de Wert y de los ridículos espantosos de la Cospe. El friki es un ser anticultural por antonomasia, un outsider valiente que renuncia a la idea de cambiar el mundo mediante la revolución porque, como buen escapista desencantado y antisocial, ya da por perdida la batalla. El friki es un ente que decide aniñarse eternamente y disfrazarse de sus superhéroes infantiles favoritos. El mundo se le hace soporífero, insoportable, tedioso. Para un friki, Peter Pan urbanita, todo se reduce a su play station, a la diversión efímera del disfraz, a la droga fácil del juego de rol y al opio del cómic, todo ello (hay que darles la razón), mucho más apasionante que los discursos de Rajoy. Los existencialistas se daban al tabaco y la bebida para huir de un mundo al que habían sido arrojados contra su voluntad. Los yonquis de los setenta, víctimas de otra crisis brutal, se drogaban con la heroína marginal, más chute no. El friki se abandona a sus series favoritas de TV, a sus muñequitos de Star Wars o a sus latas de coca cola de todo el mundo. El frikismo se sustenta en el remake, el revival, la imitación, y hoy todo es remake, todo vuelve en una época ultracapitalista agotada en sí misma. Así, regresan los pantalones de pitillo, las gafas de pasta de los ochenta (las odio), los monopatines, la talquistina para bebés, Curro Jiménez, los toros de la 2, los héroes de la Marvel, Aznar, Vestringe, ETA (estos van y vienen, según), los jornaleros andaluces sedientos de justicia, el titadine del 11M de Pedro Jeta, Miguel Ángel Rodríguez borracho de olvido, Gibraltar español, Alfonso Guerra con sus chistes malos, Cristina Almeida aligerada de kilos, Jimmy Giménez con sus escándalos de famosos y la trama Gurtel (que es el Fliesa socialista pero al revés). La vida política española se ha quedado en un mal remake lleno de frikis, hasta se habla de una segunda Transición, con leyes educativas que se reeditan hasta la saciedad, abortos que se vuelven a perseguir y el catecismo en las escuelas, como Dios manda. Wert es un friki fanático de la vieja idea de españolizar Cataluña; Arias Cañete es un friki de la buena cocina, el Chicote del Parlamento que reparte hostias como panes al camata que le sirve el café frío; y Aznar, ay Aznar, es un friki del inglés macarrónico y ni llevando al chico a Georgetown dicciona bien aquello de my tailor is rich, aunque estamos trabajando en ello, ayer y hoy. Hasta Urdangarín se ha quedado en friki de las tías en bolas y el sablazo cortesano e internacional. 
España es un gran remake perpetuo del franquismo friki y el PP todavía no ha condenado los crímenes del tío Paco porque le va la marcha de ese espagueti western que fue la guerra civil. Yo reconozco que también me estoy quedando algo friki, ya no puedo pasar sin Big Bang y ayer me desayuné de buena mañana viendo "La tentación vive arriba" (probable contagio de frikismo cinéfilo). 
Ser friki, en principio, no debería ser un problema, mientras no te dé por vestirte de marcianito verde o con el traje de hojalata de C3PO para llevar al niño al colegio. Hoy tenemos un presidente del Gobierno friki de los puros y un PP lleno de frikis, frikis del dinero delictivo, frikis de los sobres preñados de marianitos, que es que Bárcenas ya hace acopio de billetes de quinientos para empapelarse la casa, coño. Eso sí es una choza friki y no la de Superman.

Imagen: friquisanonimos.blogspot.como
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