martes, 28 de mayo de 2013

CAMERON, DE PICOS PARDOS


Por lo que parece, esa mala costumbre de irse de vacaciones en medio de una gran crisis de Estado no es solo cosa de nuestros políticos patrios. David Cameron y su santa han sido pescados in fraganti en una playa de Ibiza, solazándose, dándose al sol mediterráneo, a cuerpo de rey (o de lord inglés) mientras los terroristas de la Yihad siguen rebanando cabezas por ahí, por las calles de Londres, y el país vive en medio de la psicosis del terror. Los tabloides sensacionalistas (Mirror y Sun) ya se han apresurado a preguntarle si era necesaria esa escapadita y al premier le están lloviendo críticas como chuzos de punta. Normal.

Al parecer la pareja pretendía pasar de incógnito (él iba camuflado tras unas pertinentes gafas de sol oscuras) pero no contaba con el ejército de diligentes paparazzi españoles que, desplegados por cada palmo de costa ibérica full time, siempre están alerta ante el vuelo de cualquier pardal jugoso. Así que los han trincao con el carrito del helao en unas fotos tan reveladoras como bochornosas. Se les ve tan morenos y tan happys a los dos, tan felices en la tumbona, que uno se pregunta qué pecado habrán cometido los pobres ciudadanos europeos para tener que sufrir a estos gobernantes zafios, desahogados, irresponsables. Veo la instantánea de la pareja burguésmente recostada bajo el sol lujurioso de la isla y me imagino sus conversaciones intrascendentes y aburridas: "¿Te pido un mojito, darling?". "Claro, my love. A disfrutar, que con tanto terrorista suelto por la City es que a uno no le dejan ni broncearse a gusto". No obstante, a ella se la ve mucho más suelta y distendida, sonriente, en bikini, mientras él sigue aún vestido en la hamaca y algo tenso, lo cual demuestra que su subconsciente tiene remordimientos de conciencia. Quizás, quién sabe, Cameron haya decidido no ponerse el bañador por las lorzas, por si le pillan indecoroso o por estar ya vestido y salir pitando cuando llegue la llamada fastidiosa de Downing Street informándole de que otro tronado del islam se ha echado a la calle, cuchillo en mano, con la intención de hacerse una mortadela con los soldados de la Royal Marine.   
Pero no nos pongamos puristas con la conducta del señor Cameron, que aquí, en España, nuestros políticos también se toman su semana sabática en las situaciones más inoportunas. Y no hace falta estrujarse mucho la memoria para recordar casos similares de inconsciencia política. Cascos se fue de caza mientras el Prestige arrojaba un esputo de muerte negra sobre las costas gallegas; Ana Botella se largó de picos pardos a un spa todo lujo del tórrido Portugal con los cadáveres aún calientes de las niñas muertas en el Madrid Arena; y qué vamos a decir del Rey: abatiendo elefantes como un poseso en Botswana mientras los desahuciados de las hipotecas se tiraban por las ventanas suicidas y el país se iba al garete. La desvergüenza de nuestros políticos tiene mucho que ver con la baja calidad de las democracias actuales, con la muerte de la ética como valor supremo de una sociedad y con el hedonismo como ideología imperante. Aquí todos van a lo que van. A llenarse los bolsillos y a tostarse en la arena ibicenca, que es lo más cool. Quemarse el culo en la playa es un derecho de todos y debería estar recogido en la Constitución, pero hacerlo cuando los terroristas sangrientos campan a sus anchas por Piccadilly Circus, darse a la dolce vita playera mientras caen los cuerpos decapitados por los yihadistas, tendría que castigarse con una sana e higiénica dimisión, y más en el Reino Unido, cuna de la cacareada democracia más añeja. Vale que en España, tierra de políticos fenicios, nos hayamos dado al trincamiento a manos llenas, al Bárcenas style. Pero uno se pregunta: ¿es que ya no quedan gobernantes serios y patrióticos ni en la Inglaterra de la Reina Madre? Si Churchill levantara la cabeza. Pues eso. 

Imagen: Daily Mirror

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