domingo, 27 de junio de 2021

EL INDULTO DE FELIPE


(Publicado en Diario16 el 19 de junio de 2021)

El rey Felipe celebra su séptimo aniversario en el trono de España. La efeméride coincide con una encuesta de Metroscopia sobre cómo valoran los ciudadanos la gestión del monarca. Y los datos no dejan de ser significativos: casi tres de cada cuatro españoles (un 74 por ciento) consideran que el sucesor de Juan Carlos I “ha sabido desempeñar adecuadamente sus funciones”, frente a un 22 por ciento que estima que ha fracasado en lo que lleva de reinado.

Ciertamente, se trata de una nota alta, más si tenemos en cuenta que Felipe se ha visto obligado a hacer frente a algunos de los peores acontecimientos históricos desde que se reinstauró la democracia. Episodios como los escándalos financieros de su padre, el rey emérito, y de su cuñado, Iñaki Urdangarin; la declaración unilateral de independencia de Cataluña; la pandemia que ha arrasado el país; y el bloqueo institucional que ha devenido en la peor crisis política y social de los últimos 40 años (por momentos parecía que España jamás volvería a tener un Gobierno, formando parte de la lista de Estados fallidos) no son asuntos menores, sino hitos que quedarán marcados en rojo en la historia de este país.  

Cuando todo el mundo pensaba que la monarquía estaba herida de muerte, cuando los republicanos empezaban a ver de cerca el horizonte del cambio de régimen, ocurre que Metroscopia nos sale con este sorprendente sondeo que deja no solo bien parada a la Casa Real sino que la aprueba con un notable alto. Preguntados por la figura de Felipe VI, nueve de cada diez españoles (un 89 por ciento) creen que “está bien preparado y capacitado para el cargo que desempeña”, mientras que un 79 por ciento opina que “se esfuerza por consolidar y defender la actual democracia parlamentaria española dentro de lo que le permiten sus funciones constitucionales”. Pocos políticos obtienen una nota tan alta en su gestión de cara a la opinión pública.

Contrariamente a lo que podría parecer, estos datos demuestran que la mayoría de los españoles están bien informados sobre el papel simbólico que desempeña la Corona en su función de arbitrar y moderar las instituciones, proponer el candidato a la investidura y representar al Estado en las relaciones internacionales, entre otras atribuciones recogidas en la Constitución del 78. Los encuestados (un 78 por ciento) incluso llegan a valorar el trabajo como “embajador” que ejerce el rey y su eficacia a la hora de “representar” al país y “defender” nuestros intereses en el extranjero.

Por tanto, la primera conclusión es que la mayoría del pueblo español es consciente de lo que se puede esperar y lo que no de Felipe VI, pese a los recientes intentos de intoxicación de algunos políticos de las derechas que han tratado de confundir a la ciudadanía, dejando caer que el monarca puede negarse a firmar los indultos a los políticos independentistas condenados por el procés. Poner contra las cuerdas al rey, presionarle para que tome partido por los asuntos de Estado, tratar de patrimonializar su figura para que sea solo el monarca de los buenos españoles, de los españoles de derechas, tal como hacen Pablo Casado y Santiago Abascal, no ha pasado factura a Zarzuela, que pese a lo que pudiera parecer sigue conservando un elevado índice de credibilidad y aceptación.

¿Quiere decir esta encuesta que España es monárquica y no republicana? No hay manera de saberlo y mientras no se celebre un referéndum seguiremos viviendo en la ignorancia. Lo que sin duda viene a confirmar el sondeo es que el pueblo aprueba la labor de la Familia Real en los momentos más duros para el país, de tal manera que la monarquía sigue revelándose como el tabernáculo de un régimen, el del 78, que aunque se ha podido tambalear en ciertos momentos críticos, parece reponerse como ese enfermo de coronavirus que sale de la UCI tras haber pasado por un trance a vida o muerte.

Ni siquiera el terrible vendaval que ha supuesto la trama de corrupción descubierta alrededor de Juan Carlos I ha podido salpicar la imagen pública de Felipe. Ni el emporio de riquezas que ha atesorado el emérito en los últimos años, ni sus chanchullos con los jeques de Arabia Saudí, ni sus sospechosas declaraciones de renta han pasado factura al sucesor al trono. Tampoco los amoríos furtivos del patriarca borbón con Corinna Larsen ni la ruptura de su convivencia matrimonial con la reina Sofía ha afectado lo más mínimo a la reputación del actual monarca. Al fin y al cabo, lo que viene a decir el estudio demoscópico es que los españoles han sabido distinguir las trapacerías del padre del esfuerzo del hijo por mantener una conducta irreprochable. Su última operación de imagen, ese saludo fugaz con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha sido todo un éxito.  

En ese sentido, parece que han funcionado las medidas en forma de cortafuegos que se han adoptado en palacio, como la renuncia de Felipe VI a la herencia maldita de su progenitor, la supresión de la asignación o paga anual del emérito y el exilio voluntario del artífice de la Transición en Abu Dabi. La ciudadanía considera que esos gestos han sido suficientes para aislar el cáncer que amenazaba con devorar la monarquía hace apenas un año.

Los republicanos, en una maniobra no exenta de cierta lógica, han tratado de identificar los pecados financieros del rey abdicado con los del sucesor. También han acusado a Felipe de ponerse de lado del Gobierno Rajoy aquel día infame de las cargas policiales contra los votantes catalanes que participaron en el 1-O y de haber reaccionado tarde y mal en los peores días de la pandemia. Sin embargo, los españoles han dictado sentencia y han valorado la tarea de regeneración que se ha llevado a cabo en palacio para limpiar la imagen de la institución, que no hace tanto estaba por los suelos. Felipe ha sabido estar en su papel (incluso ha mostrado cierto malestar cuando las derechas han intentado patrimonializar su figura). Él va a firmar los indultos de Junqueras y los suyos y el pueblo va a indultarlo a él por los errores cometidos. Y aquí paz y después gloria.

Viñeta: Pedro Parrilla

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