domingo, 27 de junio de 2021

LA NATALIDAD

(Publicado en Diario16 el 18 de junio de 2021)

Dice el Instituto Nacional de Estadística que los españoles cada vez engendramos menos. La natalidad ha descendido un 30 por ciento en los últimos diez años y los 339.206 nacimientos de 2020 nos colocan en un récord histórico desde 1941. Lógicamente han saltado todas las alarmas porque si no nos reproducimos al ritmo vegetativo normal este será pronto un país para viejos, no habrá quien sostenga las pensiones y la distopía de El cuento de la criada estará más cerca de hacerse realidad.

Recuerde el lector de esta columna que en la novela de Margaret Atwood una clase dominante fascista da un golpe de Estado, impone una dictadura con la Biblia en lugar de la Constitución, proscribe el feminismo y la píldora anticonceptiva y se suprimen los derechos de las mujeres, que terminan siendo utilizadas como simples parturientas con la única misión en la vida de salvar a la especie humana.

Obviamente, estamos lejos todavía de que esa pesadilla de un mundo sin niños que se narra en la novela de Atwood se haga realidad, pero conviene no olvidar que el mito de la mujer como “criada” reproductiva de otra, como mero receptáculo biológico, como máquina con ovarios para la concepción ajena, figura en el programa político de algunos partidos que emergen con fuerza en las sociedades occidentales de hoy. Como tampoco hay que perder de vista que esa idea retrógrada de la mujer como objeto que renuncia a su sexualidad y al propio placer para centrarse en el marido y en la crianza y educación de la prole, en plan buena ama de casa, retorna con fuerza por influjo del franquismo posmoderno y el nacionalcatolicismo de nuevo cuño.   

Pero más allá de la ciencia ficción que quizá no sea tan futurista, habría que preguntarse por qué los españoles traemos menos retoños al mundo hoy que hace una década. Y aquí entrarían numerosos factores que ya están siendo analizados por los sociólogos del momento. Para empezar, la Iglesia ha dejado de imponer sus mandamientos de pareja y el miedo al cura feroz que desde el púlpito amenaza con el infierno si la grey no practica el “creced y multiplicaos” ya no rige con la misma fuerza de antes. La mujer se ha liberado, se ha emancipado de los roles y tareas que le había impuesto el patriarcado y toma sus propias decisiones sobre cuándo, cómo y dónde desarrollarse como madre, en el caso de que quiera serlo.

Cada vez son más las mujeres que renuncian a la maternidad esclavizante y que se centran en su legítimo derecho al desarrollo personal y profesional, mientras que el aborto ha dejado de ser considerado un crimen. Además, aparecen nuevas formas conyugales alternativas que no implican necesariamente descendencia, desde el poliamor hasta el clan unipersonal pasando por la familia numerosa posmoderna, o sea varias parejas al mogollón practicando la orgía con respeto (véase grupo Arcoíris y otras sectas).

Pero el descenso en el índice de natalidad no solo tiene que ver con factores sociales y con el proceso de liberación de la mujer. La maternidad se está convirtiendo en cosa de ricos, un producto de lujo, como un bolso de Gucci. La situación económica que sufren millones de españoles no ayuda precisamente a proyectar un futuro feliz lleno de churumbeles que juegan y retozan en el jardín, entre otras cosas porque la mayoría de las familias no tiene jardín y vive en minipisos lumpen como cajas de cerillas. La vida de hoy es durísima y solo unos pocos privilegiados como Sergio Ramos pueden permitirse el lujo de echarle un pulso al patrón y perderlo.

El paro, los salarios raquíticos, la precariedad laboral, los contratos basura que arrojan incertidumbre ante el futuro, la imposibilidad material de comprar una vivienda digna y otras pesadas losas que arrastra la mayoría de los mortales en su día a día llevan a muchas parejas a plantearse que traer niños al mundo para convertirlos en pobres desgraciados no merece la pena. Es lo que se conoce como paternidad responsable, que debería practicarse con mayor frecuencia sin llegar, claro está, a los límites de China, país donde te meten la perpetua por concebir más de una niña.

Sea como fuere, el Gobierno de coalición ve con sorpresa las inquietantes cifras sobre natalidad en España, un problema de difícil solución cuya salida pasa necesariamente por importar más inmigrantes a nuestro país. A la vista de que para los españoles la crianza se ha convertido en una carga y en misión imposible (mucho más en tiempo de pandemia, cuando uno puede palmarla en cualquier momento dejando una retahíla de huérfanos), tendrán que ser los extranjeros quienes nos presten su simiente fuerte y valerosa para que España no termine convirtiéndose en un decadente balneario o gran Imserso de Benidorm.

Con total probabilidad, lejos de resolverse, el problema va a agudizarse en los próximos años y cuando lleguen al poder las derechonas (bifachitos o trifachitos, según) volverán a implantarse aquellas viejas medidas sociales de fomento de la natalidad que parecían felizmente superadas, como los premios que daba Franco a las familias numerosas en las que la fiel y abnegada esposa paría, cual coneja, al menos un mocoso al año.

Todo eso lo vamos a ver, y si no al tiempo. Conociendo el pelaje de los políticos nostálgicos que vienen pisando fuerte y con ansias de recuperar las esencias del Antiguo Régimen demos por seguro que volverán aquellas fotografías en blanco y negro con familias y proles interminables, dos o tres filas de hijos, veinte o treinta vástagos en escala progresiva subidos a unas escaleras, la madre en primera fila sosteniendo al rorro vestido de blanco angelical y el esposo con rictus severo de españolazo, el cabello engominado y el bigote falangista perfectamente perfilado.

Justificadamente y con razón, los españoles se han dejado ir en sus obligaciones reproductivas y ese pasotismo genital para la procreación, esa instauración del imperio del condón, puede convertirse en una grave lacra para el país en los próximos años. Si quieren que vengan más niños al mundo que la patronal dé trabajo y suba los salarios para que podamos salir de la esclavitud laboral. El problema de la natalidad no es ideológico sino económico. Como todo en esta vida.

Viñeta: Pedro Parrilla

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