miércoles, 4 de septiembre de 2019

CASADO ESTÁ CANSADO


(Publicado en Diario16 el 14 de julio de 2019)

Ya han pasado más de dos meses desde el descalabro del PP en las generales y es tiempo de que nos hagamos algunas preguntas importantes sobre el principal partido de la derecha española: ¿dónde está Pablo Casado, cuál es su proyecto para España, qué propone, por qué no tiene un gesto de grandeza y se abstiene para que el país pueda seguir funcionando, tal como le piden nombres ilustres de su partido?
Después de que las urnas hayan pulverizado al gran partido refundado por Fraga Iribarne, reduciéndolo a la categoría de partidillo menor, el líder popular ha decidido protegerse, refugiarse en el caparazón del perdedor, pasar a la retaguardia. Apenas se deja ver en actos oficiales y sus comparecencias ante la prensa se producen con cuentagotas. Casado se siente cómodo con la actual coyuntura política. Con un Ciudadanos quemándose a toda mecha en sus propias contradicciones internas y sonadas dimisiones, con un Vox perdiendo fuelle en las encuestas por el escaso talento de sus responsables políticos y con un bloque de izquierdas (PSOE/Podemos) incapaz de ponerse de acuerdo, el presidente del PP ha decidido esperar a ver qué pasa. Lo malo es que él puede esperar pero el país no. España necesita un Gobierno ya, cuanto antes, para empezar a resolver los gravísimos problemas y retos que tiene planteados. Y ahí es donde el que aspira a ser algún día inquilino de la Moncloa no está dando la talla.
Casado tendría que haber liderado la alternativa al bloqueo político, aportando ideas y soluciones, pero lejos de hacerlo ha optado por el cuanto peor mejor, por el dejar que todo siga pudriéndose en la más pura línea marianista instaurada por su predecesor Rajoy. Casado tendría que haber pasado ya a la acción, a la contraofensiva, liderando algo, lo que sea, un proyecto, una ilusión, una esperanza. Sin embargo, no ha movido ficha. Si Sánchez es un presidente en funciones, Casado es un líder de la oposición también en funciones. Aquí, en este país, todo está en funciones, los políticos covachuelistas que solo miran por sus intereses personales y no por el bien común, la maltrecha economía, la Administración, la Justicia, los presupuestos generales del año que viene, Cataluña… España en sí misma es un país en funciones, lleva demasiado tiempo siéndolo, y corre serio peligro de terminar como un Estado fallido.
Ante todo eso, Casado guarda silencio, se repliega a los cuarteles de invierno (en este caso de verano) y carga el peso de la responsabilidad en Sánchez por no haber hecho “esfuerzo alguno”, desde el 28 de abril, para desbloquear la investidura. Toda su iniciativa como jefe de la oposición se limita a reprochar al presidente socialista que ya “ha elegido” a sus socios de gobierno −Podemos y los independentistas−, algo que no es cierto, como demuestra el hecho de que aún no tengamos un Consejo de Ministros. Si es cierto que Sánchez ya ha elegido, como dice él, el próximo día 22 concurría a la investidura sabiéndose ganador. Nada más lejos. El presidente en funciones no cuenta con los apoyos necesarios, ni de Pablo Iglesias ni de los nacionalistas, lo cual desmonta, una vez más, el diagnóstico malintencionado y torticero de Pablo Casado.
La única evidencia empíricamente comprobable a fecha de hoy es que el líder del PP se ha enrocado en el “no es no”, que en realidad no es un no a Sánchez sino un no a España. Con su actitud obstruccionista, con la práctica del veto en lugar del voto, Casado no le está causando un daño a su rival socialista sino al país entero, que necesita ponerse a funcionar antes de que termine colgando el cartel de “cerrado por defunción”. Si es verdad −como asegura el jefe de Génova 13−, que no quiere que gobierne Podemos ni los independentistas, tiene fácil su decisión: abstenerse en la investidura para que Sánchez gobierne en minoría con un gabinete monocolor. Lamentablemente no es así. Lo que en realidad quiere Casado es que el país caiga en manos de Otegi, Junqueras y Torra para poder seguir haciendo su política destructiva de siempre, su plan de demolición consistente en que todo termine reventando por los cuatro costados para ir a nuevas elecciones y ver si así tiene un poco más de suerte. Es decir, Casado no es un estadista, es un jugador de casino, un apostante de ruleta rusa.
El líder del PP cree que en una segunda vuelta mejorará sus nefastos resultados del 28 de abril, ya que está convencido de que Ciudadanos se hundirá, al igual que Vox, recuperando a parte de su electorado perdido. Puede que esa estrategia tenga cierta lógica y mejore algo el escrutinio con la repetición electoral, pero si está esperando ganar las elecciones en un vuelco milagroso es que es un iluso, un soñador o un iluminado.
Al PP le queda al menos una legislatura de travesía en el desierto y de amarga oposición y cuanto antes lo comprenda mejor para él y mejor para todos. Fueron demasiados años de corrupción salvaje, de liberalismo caníbal y de demolición del Estado de Bienestar y la mayoría de los españoles han aprendido la lección. El pueblo desea probar otra cosa; otra forma de ser gobernado. Por eso votó PSOE. Los ciudadanos quieren más socialdemocracia, más humanidad y solidaridad con las clases arruinadas por la crisis económica. Menos desigualdad, más reparto de la riqueza, más política social. Casado, por ideología y por genética, no está en condiciones de ofrecerlo. Y si no lo entiende es que no ha entendido nada.

Ilustración: Artsenal

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