jueves, 5 de septiembre de 2019

CUANDO EL PASADO LLEGA PARA HACER JUSTICIA


(Publicado en Diario16 el 14 de agosto de 2019)

El pasado ha llegado para ajustar cuentas con una casta de famosos hasta hoy intocable. A las denuncias de abusos sexuales contra el productor Harvey Weinstein, los escándalos de Donald Trump con actrices porno y prostitutas y la noticia del suicidio del multimillonario Jeffrey Epstein, acusado de pederastia (un asunto que salpica al príncipe Andrés de Inglaterra) se une ahora el feo asunto que persigue al tenor de ópera Plácido Domingo. Al menos nueve mujeres han denunciado que el cantante de ópera, productor y director español las acosó hace años. De confirmarse los hechos, Domingo, como otros tantos de su tiempo, pasará a la historia no solo por su inestimable contribución al mundo de las artes, la política o la ciencia, sino también porque un mal día (quizá varios) decidió traspasar una frontera maldita que conducía directamente al infierno.
La carrera de Plácido Domingo tendrá un antes y un después tras el día de hoy, cuando las presuntas víctimas del acoso han decidido romper su silencio, desenmascararlo y contar los supuestos abusos a los que fueron sometidas por el divo. El cantante de ópera no será el primero ni el último personaje que ve arruinada una larga y fructífera trayectoria como creador. Otros antes que él como Woody Allen, Michael Jackson o Kevin Spacey han sucumbido ya en ese inframundo que se encuentra detrás de lo que la verdad esconde. Todos ellos, genios, triunfadores, mitos idolatrados por su público, han visto cómo la máscara caía de la forma más dramática que se puede imaginar un hombre, dejando al descubierto un monstruo donde antes parecía haber un ángel.
Muchos son los escritores que han tratado el asunto del hombre arrastrado por sus vicios ocultos a lo largo de la historia de la literatura. Qué decir de Humbert, el oscuro y magnético protagonista de Lolita, la novela de Vladimir Nabokov publicada por primera vez en 1955. Humbert era un profesor de literatura francesa que tenía una fijación sexual con muchachas adolescentes. Cuando la menor Lolita se cruza en su camino ya no podrá escapar de una enfermiza obsesión que lo abocará hasta ese mismo infierno dantesco por el que ahora transitan los Epstein y compañía.
En La muerte en Venecia, del novelista alemán Thomas Mann, el destacado escritor Gustav von Aschenbach, un intelectual que ha llegado a la edad madura, visita Venecia como turista tratando de reencontrar la inspiración perdida. Es allí, entre las brumas de los canales y el sonido voluptuoso de las góndolas chapoteando en las aguas, cuando conoce al muchacho polaco Tadzio, dotado de una belleza extraordinaria, que termina sorbiéndole el seso y haciéndole perder el juicio.
La “furia erótica” masculina que arrastra al hombre a la perdición también ha sido un argumento clave en la obra del gran escritor norteamericano Philip Roth. En su hilarante novela El mal de Portnoy el novelista disecciona a una especie de “enfermo” aquejado de un peculiar desorden marcado por unos poderosos impulsos éticos y altruistas que se hallan en perpetuo conflicto con un deseo sexual extremo, a menudo de naturaleza perversa. Voyeurismo, exhibicionismo, fetichismo y masturbación compulsiva van pasando por las páginas de la obra de Roth, que pone encima de la mesa las relaciones de los hombres con las mujeres desde una perspectiva sexual enfermiza, frustrada y no completada, que es a fin de cuentas el factor desencadenante que lleva a algunos varones a imponer su deseo por la fuerza a una mujer.
Obviamente, cuando estas novelas fueron escritas no existía el movimiento feminista MeToo, que ha conseguido situar el foco del problema en una sociedad tan puritana y hermética con el tabú sexual como es la estadounidense. Miles de mujeres norteamericanas que hasta ahora llevaban en silencio los abusos y el maltrato sufrido en los ambientes más elitistas y culturalmente elevados de EE.UU han decidido dar el paso al frente y contar sus experiencias caiga quien caiga. Los Epstein, Trump y Wenstein son solo unos pocos nombres de una larga lista que sin duda irá creciendo en los próximos años, ya que las mujeres han perdido el miedo a denunciar y a enfrentarse a hombres tan poderosos.
El muro de la desigualdad parece resquebrajarse definitivamente gracias a un movimiento, el MeToo, que se extiende como la pólvora por todo el mundo. Hasta tal punto es histórica la contribución de esta plataforma feminista que si algún día el todopoderoso Trump cae del poder mediante un impeachment y es expulsado de la Casa Blanca no será por sus negocios truculentos, sus políticas nefastas en Oriente Medio o Sudamérica o por sus planteamientos racistas que ya están costando vidas humanas tras los últimos atentados cometidos por supremacistas blancos que siguen a pies juntillas sus postulados ideológicos, sino por sus devaneos y supuestos abusos numerosas mujeres.
Hoy no ha sido un buen día para Plácido Domingo. Un mito del bel canto, de la música y de las artes escénicas que tras las denuncias de nueve mujeres corre el riesgo de ver cómo su prodigiosa aventura personal que le llevó a convertirse en uno de los grandes tenores de la historia de la ópera puede verse ensuciada y sepultada, al final de su vida, bajo un infame montón de vergüenza e infamia. Sin duda, las denunciantes tendrán que probar sus graves acusaciones y de momento a Domingo le asiste la presunción de inocencia, como a todo ciudadano. Pero esa ley universal que dice que el pasado siempre llega para cobrarse la deuda con los más injustos y depravados, como sucedió con el Fausto de Goethe, parece querer cumplirse una vez más.

Viñeta: El Koko Parrilla

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