miércoles, 4 de septiembre de 2019

EL SILENCIO DE VOX



(Publicado en Diario16 el 12 de junio de 2019)

Vox sigue dejando páginas ignominiosas en la historia reciente de España. La última, difícilmente superable en grado de infamia, ha quedado para la posteridad hace apenas unas horas, cuando representantes de la formación verde en Les Corts Valencianes han decidido quedarse al margen del minuto de silencio que se ha guardado a las puertas del Palau dels Borja para condenar la muerte de una mujer en la localidad de Alboraia. Los diputados de Vox han acudido al acto, pero se han situado fuera de la pancarta institucional que rezaba “contra la violencia machista”.
Los portavoces del partido ultra en Levante han tenido que hacer un ejercicio de contorsionismo político al explicar que iban a estar en esa concentración porque están “en contra de cualquier forma de violencia”, aunque pedirán formalmente que se convoquen concentraciones similares en otros casos de agresiones y atentados contra la vida en el ámbito intrafamiliar en los que las víctimas sean niños, hombres o ancianos. De esta manera, Vox recuerda que su grupo está en contra de la ley contra la violencia de género y apuesta por una legislación que aborde la violencia familiar “en todos sus aspectos”.
El momento de mayor bochorno llegó con el minuto de silencio, cuando los diputados de los otros cinco grupos parlamentarios se situaban tras la pancarta, mientras los de Vox se ponían de perfil, automarginados, en un lateral y separados del resto de compañeros de hemiciclo.
A medida que va pasando el tiempo, Vox empieza a parecerse a aquellos cómplices del terror que durante los peores años del plomo en el País Vasco cuestionaban los minutos de silencio tras el asesinato de un guardia civil, un policía o un concejal, alegando que la violencia era bidireccional, es decir, también por parte del Estado, justificando así el conflicto territorial. ¿Qué hubiésemos dicho de los miembros de Batasuna si en aquellos tiempos oscuros el partido abertzale hubiera pedido el mismo minuto de duelo para los caídos en acto terrorista que para todos los fallecidos en Euskadi en accidente laboral, en la carretera o por negligencias médicas? La acusación de demagogia y de complicidad en los crímenes de ETA hubiese recaído sobre ellos al instante.
Pues bien, cuando Vox hace estas cosas equipara a una mujer asesinada con un guardia civil. Para Batasuna el enemigo a batir era el militar español. Por lo visto para la formación verde es la mujer masacrada por su pareja. En ese terreno tan éticamente insostenible como ideológicamente peligroso se mueven los ultraderechistas. A Santiago Abascal y los suyos que vayamos ya por las mil mujeres asesinadas desde que comenzó la estadística parece no importarle demasiado. Son los daños colaterales de su guerra ideológica. Lo que realmente le preocupa es el éxito de su discurso populista, remover la bilis de los sectores más ultraconservadores de este país y seguir con su absurda cruzada contra el comunismo inexistente y el fantasma de la dictadura feminazi que se ha inventado de la nada, una idea falsa y surrealista que trata de inyectar en las mentes de los españoles. Abascal pretende construir una realidad paralela que no es, un país Matrix que no existe, y sobre esa falsedad levantar una sociedad del pasado que afortunadamente tampoco es como él la ve, según sus prejuicios patriarcales y xenófobos.
Los requiebros teóricos de Vox para sortear el minuto de silencio en recuerdo de una víctima de la violencia machista no le servirán para que la inmensa mayoría del pueblo español deje de percibir la realidad. Por fortuna, la ley, la ética y la mayoría de los partidos políticos del arco parlamentario, casi unánimemente, están de parte de la razón y de la sensibilidad en la lucha contra una lacra que nos atañe a todos. Las performances grotescas, las puestas en escena histriónicas y las declaraciones provocativas sin ningún fundamento no van a poder enterrar todo lo que hemos avanzado hasta ahora para erradicar el problema. Que Abascal y los suyos lo tengan bien claro: sus malabarismos circenses y sus payasadas de bufones baratos servirán para provocar nuestro estupor y nuestra carcajada, pero para poco más.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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