(Publicado en Revista Gurb el 17 de julio de 2015)
Viejos tirados por las calles, arruinados haciendo cola ante bancos como
buques fantasma, humillados que venden su orgullo por sesenta euros
diarios, odio y miseria deflagrando, como el rayo de Zeus, por toda
Grecia, por toda Europa. Es el corralito financiero, el puto corralito.
No existe un término mejor que ése para definir lo que está sucediendo
hoy en la vieja Europa. Corralito. Ocurre que la UE se ha convertido en
una gigantesca granja de producción en serie, un inmenso corralito en el
que todos nosotros, los europeos del sur, los del mediterráneo moreno,
los negratas de Alemania, somos las gallinitas, los cerditos, los
conejitos, simple carnaza, meras reses alimentadas con un único
objetivo: servir de comida al norte rubio y opulento, a los mercados, a
la banca, al dinero. Es un tipo de fascismo blando pero igualmente
tiránico y nocivo. Nietzsche decía que "un hombre no tiene hogar en
Europa excepto en París". Hoy ni siquiera en París, habría que añadir,
porque París ya no es una fiesta y el Sena ya no huele a vino, ni a
perfume ni a las flores de Baudelaire, sino que huele a los cadáveres
económicos que son arrastrados río abajo, cadáveres de polacos, rumanos,
portugueses, griegos y españoles. "Cuando París estornuda, Europa coge
frío", avisó Metternich. Con su silencio gélido y cómplice, con su
sumisión indolente ante la dictadura alemana, París se ha convertido en
una parcelita más del corralito. Lo cual que en menos de ochenta años
hemos pasado de los barracones y los campos de exterminio a otro campo
algo menos siniestro pero también trágico y cruel, el corralito, donde
Alemania ya no mata con gas Zyklon pero mata con primas de riesgo, con
sicópatas de la banca, con hombres de negro y hambre, sobre todo mucha
hambre. Alemania nos mata lentamente para que sus jubilados puedan
comprarse casoplones mallorquines con la piscina hasta arriba de Pilsen.
A Alemania no le interesa una Europa fuerte y unida, Alemania solo
piensa en Alemania, en su poder y en poseer un montón de mascotas en su
corralito de atrás. El corralito huele a pienso barato, a estiércol, a
mierda, que es a lo que huele el coño carcomido de dinero de Christine
Lagarde y las botas nazis de los piratas de la troika y del Bundesbank.
Nos han devuelto a una especie de Edad Media oscura, inhumana, tiránica,
a un corralito feudal. Se han cargado de un plumazo doscientos años de
ilustración, de progreso, de avances sociales y derechos civiles, de
revoluciones, de nobles ideas y sangre honrada derramada por
generaciones enteras de trabajadores y obreros. Lo que no pudieron hacer
los panzer de Hitler, lo ha conseguido la señora Merkel, que es la viva
encarnación del déspota granjero, del negrero del que Orwell ya nos
puso sobre aviso. Ella, la marimacho chepuda y quasimódica con
pelocascoalemán, la trol que es capaz de hacer llorar a una niña
palestina traumatizada por la guerra y el exilio, es quien maneja los
hilos de Europa con puño fascista, y no hay animal que se le suba a la
chepa ni posible rebelión en la granja. El corralito le pertenece por
fin, ella es la granjera mayor del corral, y nosotros la carne humana
condenada a pudrirse en un suburbio mediterráneo de hipotecas,
desahucios, ruinas, quiebras y suicidios. Esta Europa huele a racismo, a
Ku Klux Klan bancario, a mafia que ejecuta naciones enteras en los
salones de terciopelo de Bruselas. El corralito es un lugar insalubre en
el que siempre hay plagas y enfermedades, y eso precisamente es lo que
ha ocurrido con esta crisis, una peste capitalista que se ha extendido
por todo el corral y se ha llevado por delante a la pobre carne sumisa
de la granja. En el corralito lo más normal es que uno pille la gripe
aviar o el mal de las vacas locas y la palme sin remedio porque Alemania
ya no da propinas para médicos privados ni para cartilla de la
seguridad social. Alemania ha metido a Grecia en un corralito de
humillación y lodo. Ni siquiera Tsipras y Varoufakis, que iban de bravos
hoplitas y han salido con el rabo entre las piernas, han podido salvar a
su ganado del holocausto del matadero. Grecia agoniza. Europa se muere.
Nadie sabe ya dónde se abrirá el siguiente corralito. Una feria de
ganado, de indignos corralitos, un OK Corral de pistoleros de la troika,
en eso ha quedado Europa. La próxima carnicería con matarifes de traje y
corbata llegará más temprano que tarde a Portugal, a Italia,
probablemente a España. Y allí mismo, entre nuestros cadáveres
triturados de europeos de raza inferior, Alemania enarbolará su bandera
victoriosa, su águila voraz y su himno. Y brindará con Pilsen a la salud
de un nuevo Reich que, esta vez sí, mil años dure.
Viñeta: El Koko Parrilla