domingo, 19 de marzo de 2017

EL EMÉRITO



(Publicado en Revista Gurb el 17 de marzo de 2017)

Lo de la familia real española se parece cada vez más a Falcon Crest, el culebrón aquel sobre los millonarios de los viñedos yanquis que tanto nos entretuvo en nuestra juventud, allá por los locos y felices ochenta. Amoríos secretos, faldas y pantalones, cuernos y divorcios, ruinas y miserias, trincamientos a manos llenas, yates a la deriva, palacetes embargados y fortunas venidas a menos. Aquello de los ricos también lloran, pero con coronas y dinastías. Los inquilinos de Zarzuela nos están demostrando que son tan mundanos como cualquiera de nosotros y eso los desacraliza, los desmitifica y los convierte en mortales, para befa y mofa del pueblo español, siempre dispuesto a hacer sangre, chirigota y chascarrillo de los ídolos caídos.
Por lo pronto tenemos a un yernísimo empapelado sin fianza ni confianza, a una hijísima mancillada en el exilio suizo, a un nietísimo con gorra de béisbol que ejerce de macarrilla desestructurado de discoteca y a un anciano Rey emérito a quien el CNI −o quizá la mafia policial confidente de Inda que anda intrigando por los mentideros de Madrid−, acosa y persigue para sacarle grabaciones, pelos, señales y una recua interminable de queridas, enamoradas y mantenidas. Después de Corinna vino Bárbara y después Marta y después… quién sabe lo que vendrá después. ¿Un dosier secreto sobre Gracita Morales? ¿Una foto tórrida con Florinda Chico? Cada mañana nos levantamos con una mujer nueva, como los poetas malditos, cada día nos enteramos de otra dama sorpresa que fue tratada como una reina en las alcobas de los tiempos. Para mí reina no habrá más que una, doña Sofía, que es una señora de los pies a la cabeza en toda su discreción, porte, elegancia e inteligencia macedonia. Por algo será que es griega y no española. Aquí no somos de refinadas filosofías atenienses, aquí somos más de hurgar y despellejar las vidas de reyes, folclóricas y toreros, y en eso nos entretenemos los españoles a lo largo de la historia. De don Juan Carlos siempre hemos sospechado que no solo disparaba su trabuco contra elefantes y rinocerontes, sino contra todo lo que se meneara, con tal de que tuviera nombre femenino de perfume caro, picadero en Madrid y la lengua bien sujeta. El derecho de pernada es lo que tiene. Parecía que con Carlos de Inglaterra y el támpax de Camila Parker, más las cogorzas del príncipe Harry, lo habíamos visto todo sobre las realezas decadentes de esta vieja Europa que se deja seducir por el fascismo. Pero faltaba nuestro Juan Carlos, patriarca de esta última España enmerdada y devaluada a punto de la defunción secesionista. Quién lo ha visto y quién lo ve. Quién reconoce a este hombre que manejaba con pulso fuerte y prudente a la indómita y cainita tribu española. En un abrir y cerrar de ojos, su majestad ha pasado de héroe del tejerazo a bribón de palacio, de arquitecto de la democracia a donjuanillo en horas tristes, de monarca respetado y hasta querido a ligoncete condelecquio de prime time. De personaje icónico del siglo XX a carnaza fácil para Jorgeja y su cuadrilla de muletillas, rejoneadores y gacetilleros rosa. Para eso se ha quedado el rey, antaño majestuoso mirlo blanco, hoy pajarito suelto que vuela con periquitas.
En apenas un momento, el emérito se ha cargado su propia leyenda y eso tiene mérito. Todo el mito, toda la historia legendaria que supo trabajarse entre tanques conspiradores y generalotes traicioneros se le ha caído encima en un instante fatal y ahora al viejo monarca, atrapado por su pasado, como en aquella película de Pacino, Carlito’s Way, se le revuelve la maldición de la dinastía borbona, o sea el panteón de antepasados que hundieron España secularmente y que parecía ya superado, los inútiles carlillos y absurdos felipillos, los cerriles absolutistas, los reyes pasmados y embrujados, los bastardos que florecieron como setas, los rezongones e ineptos, las camarillas de villa y corte, los validos, vendepatrias y parientes que salieron por piernas, llevándose la vajilla y el cristal de Bohemia, en medio de la noche subversiva y republicana. Don Juan Carlos, ya jubilata, ya abdicado del trono y de la vida, ya corcovado y achacoso, ha pasado de las andanzas y memorias triunfantes contadas por Villalonga, Anson o Peñafiel –nobles hagiógrafos del régimen– al cadalso de neón del Sálvame Deluxe, al papel cuché que cada día está más rancio y barato, a los cronicones negros de espías, maderos, plumillas y tertulianos coñazo del Ferreras, hombre de negro que nos trae la mañana judicial, funesta, escandalosa. Don Juan Carlos pidió perdón en una ocasión, aquello tan campechano y juancarlista de "me equivocao, no volverá a ocurrir", y eso le honra. Solo que un pueblo nunca perdona ni olvida, mucho menos el español. "Sueña el rey que es rey, y vive", decía Calderón. Y tanto que ha vivido. Menuda vidorra.

Viñeta: Becs

viernes, 17 de marzo de 2017

VENENO EN EL MERCADO

(Publicado en Revista Gurb el 17 de marzo de 2017)

A veces, cuando vamos al supermercado a comprar alimentos con la tranquilidad que da entrar en un comercio que se supone con todas las garantías, no somos conscientes de que dentro hay ciertos tipos, por llamarlos de alguna manera, dispuestos a darnos gato por liebre. Rubén Sánchez, portavoz de Facua, la organización que defiende los derechos de los consumidores, trabaja para que el comprador no sea estafado por los desaprensivos, que cada vez son más y más astutos. Los peligros que acechan a los clientes son múltiples: falsos etiquetados, información confusa o defectuosa, alimentos con ingredientes perjudiciales para la salud, teleoperadores entrenados como perros de presa para sacarnos el dinero, compañías eléctricas que hacen del tarifazo el gran deporte nacional, banqueros piratas, corredores de seguros todavía más piratas… El mercado se ha convertido en una jungla hostil llena de tramposos y cepos en los que caemos cada día sin darnos ni cuenta. ¿De quién es la culpa de que nos engañen? "Primero están las empresas que cometen los fraudes. Luego hay una responsabilidad de los gobiernos que no actúan ante esos fraudes o bien porque son torpes o bien porque no quieren actuar. Y en tercer lugar estamos los propios consumidores, que tenemos que alcanzar la mayoría de edad y asumir que tenemos que enfrentarnos a esos fraudes". Tome lápiz y papel y apunte. No sea pardillo. Su bolsillo y su salud se lo agradecerán.

Entrevista completa en Revista Gurb

miércoles, 15 de marzo de 2017

LA INFAME Y PREOCUPANTE POLITIZACIÓN DE LA JUSTICIA ESPAÑOLA




(Publicado en Revista Gurb el 3 de marzo de 2017)

En las dos últimas semanas, varias decisiones adoptadas por los tribunales sobre grandes asuntos que afectan al funcionamiento del sistema democrático han puesto en entredicho la independencia judicial en España. Las sentencias por el Caso Nóos y el escándalo de las tarjetas black, la sustitución fulminante del fiscal superior de Murcia, Manuel López Bernal  –cuando investigaba al presidente de la Región, Pedro Antonio Sánchez, por su supuesta implicación en un caso de corrupción–, y la decisión del Tribunal Supremo de desestimar la demanda del exjuez Baltasar Garzón en la que solicitaba exhumar los restos mortales de Franco y de José Antonio Primo de Rivera del Valle de los Caídos como paso previo a convertir el mausoleo del franquismo en un museo de la memoria histórica han hecho planear sobre los juzgados y tribunales españoles la sospechosa sombra de la parcialidad.
El rosario de resoluciones polémicas se abrió el pasado 18 de febrero, con la sentencia de la Audiencia Provincial de Baleares sobre el caso Nóos que condena a varios de los encausados a penas cuanto menos benignas. Así, la infanta Cristina, hija del rey emérito Juan Carlos I, ha salido absuelta, tal como se preveía, de un juicio que ha dañado seriamente la imagen y la credibilidad de la Casa Real, mientras que el marido de la duquesa de Palma, Iñaki Urdangarin, fue condenado a una pena de seis años y tres meses de prisión, cuando el fiscal solicitaba 19 años y medio para él. La sensación de cambalache se completó al día siguiente, cuando el fiscal ni siquiera pidió prisión preventiva para el marido de la infanta, permitiéndole eludir la cárcel al considerar que en ningún momento existe riesgo de fuga. El fallo ha puesto en evidencia aquellas palabras de Juan Carlos I, quien en un discurso de Nochebuena se esforzó por dejar claro que la Justicia en España "es igual para todos". Hoy, años después de aquella alocución navideña del monarca y tras conocerse la sentencia histórica del Caso Nóos, una gran mayoría de españoles duda de que la Justicia sea realmente equitativa e imparcial y se extiende peligrosamente la idea de que hay un Código Penal para ricos y otro para pobres.
Este presentimiento general aumentó horas después, cuando la Audiencia Nacional dio a conocer la sentencia por el escándalo de las ‘tarjetas black’, una resolución que nuevamente recayó de forma cuanto menos indulgente y laxa contra los grandes hombres del poder político y financiero que llevaron al desastre económico a este país. Así, los magistrados condenaban a cuatro años y seis meses de prisión a Rodrigo Rato, exvicepresidente del Gobierno con Aznar y presidente del Fondo Monetario Internacional, y a otros seis años de cárcel a Miguel Blesa, máximo responsable de CajaMadrid, una decisión que contrasta con los graves delitos de los que fueron acusados inicialmente. El caso de las ‘tarjetas black’ es especialmente sangrante, ya que mientras los ciudadanos españoles sufrían los rigores de la crisis y los duros recortes ordenados por el Gobierno de Mariano Rajoy y por Bruselas, los ejecutivos de la entidad financiera madrileña despilfarraban a espuertas el dinero de los ahorradores, dinero que destinaron sin rubor a gastos superfluos como comilonas, viajes de placer y salas de relax. Si había un asunto sucio que merecía que la Justicia española actuara con toda contundencia y rigor, imponiendo las penas más duras contra los acusados, era el de las ‘tarjetas black’, pero llama la atención que los magistrados no solo no hayan hecho recaer sobre los procesados todo el peso de la ley, sino que salvan la sentencia con penas absolutamente simbólicas que a buen seguro permitirán que los autores del mayor desfalco financiero de la historia de España pasen por la cárcel como ese millonario que pasa unas cortas vacaciones en un balneario, que es lo que parece la prisión de alta seguridad de Alcalá Meco, en ciertos aspectos un hotel de cinco estrellas para muchos ladrones de guante blanco. Con todo, ni Rato ni Blesa parece que vayan a entrar en prisión, al menos por el momento, lo que contribuye a aumentar la sensación de impunidad y de que en este país hay una Justicia para el que tiene dinero y otra para el robaperas.

 

Pero las rebajas judiciales para los señores poderosos de la vida pública española no han quedado ahí. Apenas unos días después de conocerse estas resoluciones cuanto menos cuestionables, el fiscal general del Estado ordenaba la sustitución fulminante del fiscal superior de Murcia, Manuel López Bernal, empeñado en sentar en el banquillo de los acusados al presidente murciano, el popular Pedro Antonio Sánchez, supuestamente implicado en un asunto turbio en tierras murcianas. El cese inesperado de López Bernal es sin duda un aviso para navegantes que lanza la Fiscalía General del Estado a todo aquel fiscal que se atreva a emplearse a fondo con la delincuencia de altos vuelos. Bernal ha llegado a denunciar injerencias y presiones de sus superiores para que abandonara su investigación, una denuncia que de ser cierta no solo resultaría escandalosa sino además intolerable en un Estado de Derecho. Hace ya tiempo que la Fiscalía General del Estado se ha convertido en el brazo armado del Gobierno, quebrando el principio de separación de poderes y poniendo en entredicho su imparcialidad. El ministerio fiscal debería ser objeto de una reforma en profundidad que permitiera a los fiscales investigar sin ser sometidos a consignas ni directrices, dotando a este organismo de medios humanos y materiales para que pueda ejercer su labor, que no es otra que la de promover la acción de la Justicia en defensa de la legalidad. Sin embargo, resulta más que evidente que ni al PP ni al PSOE le ha interesado nunca una Fiscalía libre e independiente y tras largos años de nombramientos a dedo de fiscales generales sumisos y adocenados, cuando no amigos íntimos del partido en el poder, hemos llegado a una situación crítica, con fiscales que se quejan de que son presionados y que incluso ven cómo su casa es asaltada por desconocidos en medio de la noche, como en los peores años veinte de la mafia de Chicago. El propio exfiscal Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo ha alertado ante las manipulaciones y presiones que están sufriendo sus compañeros de carrera, una situación que causa estupor y que dice muy poco de la calidad democrática de nuestro país. Por su parte, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, debería haber salido de inmediato en defensa de los miembros del poder judicial que se sienten atacados, ordenando abrir una investigación con depuración de responsabilidades. Sin embargo, su tibieza ante la denuncia de López Bernal, su consentimiento por acción u omisión, deja bien claro de qué pie cojea el señor ministro.
Y faltaba la perla en una semana negra para la Justicia española. En una sentencia no por esperada menos triste y preocupante, el Tribunal Supremo ha rechazado exhumar los restos mortales del general Franco y de José Antonio Primo de Rivera, tal como demandaba Baltasar Garzón como paso previo a convertir el mausoleo franquista en un museo de la memoria histórica (donde no hubiera vencedores ni vencidos) o en un centro de interpretación para mostrar a las generaciones futuras los desastres a los que nos condujeron regímenes totalitarios como el que impuso el general Franco durante el pasado siglo XX. Sin duda, con esta decisión el Supremo ha perdido una oportunidad única de democratizar no solo el Valle de los Caídos, sino la propia ideología de algunos de sus magistrados, que con decisiones como esta demuestran o bien que tienen miedo a la democracia o lo que sería mucho peor y más trágico para este país, que sienten cierta nostalgia de tiempos pasados. A menudo suele decirse que la Justicia española es conservadora. Esta semana se ha demostrado que esta afirmación no está demasiado lejos de la realidad. Un juzgado que absuelve a una infanta por ser quien es y de paso lima las penas de un grupo de poderosos implicados en tramas corruptas organizadas como fueron el caso Nóos y las tarjetas black; un fiscal jefe que liquida a un subordinado por hacer bien su trabajo y enfrentarse al poder corrupto de un cacique; y un Tribunal Supremo rancio y temeroso a la hora de desmantelar un mausoleo construido a mayor gloria del fascismo. Tres casos demoledores. Tres casos clarificadores de en qué manos estamos. Tres casos que hacen temblar los frágiles cimientos de la democracia española.

Viñeta: El Petardo y L'Avi

ASSUMPTA

(Publicado en Revista Gurb el 3 de marzo de 2017)

Assumpta Serna (Barcelona, 1957) es una de nuestras grandes estrellas del cine. Actriz de carácter, mito erótico de los ochenta, ha trabajado con los mejores directores españoles (Saura, Almodóvar, Bigas Luna) y fue una de las primeras en dar el salto a Hollywood cuando Hollywood era un cielo intocable reservado solo para grandes divas. Assumpta, con su buen hacer y esfuerzo, abrió a otras el camino del sueño americano, pero en España parece que nos olvidamos pronto del conocimiento y la experiencia que pueden aportar nuestros talentos más reconocidos y veteranos. Llegado el momento, la que fue durante muchos años la sonrisa más personal y perturbadora de nuestra gran pantalla desapareció como si se la hubiera tragado la tierra. ¿Qué fue lo que pasó para que una de las intérpretes españolas más importantes dejara de interesar a la industria? "Pues no tengo ni idea. He pensado en hacer mi propio documental y preguntar a los profesionales, porque creo que sus respuestas serían de lo más interesantes y no solo para mí, sino para las nuevas generaciones de actores, que es a quienes me dedico en cuerpo y alma ahora", asegura. Hoy, Assumpta Serna sigue rodando películas en Los Ángeles, a la espera de que suene el teléfono y en algún momento vuelvan aquellos días de éxito y alfombras rojas. Mientras tanto, enseña las técnicas interpretativas que la hicieron inmortal a los alumnos de su propia escuela dramática, el Centro Profesional de la Fundación First Team. "Este año no fui a los Goya por ética. La Academia de Cine vive de espaldas a sus socios", afirma no sin cierta amargura. Así que hoy nos preguntamos: ¿Qué fue de Assumpta Serna?

Entrevista completa en Revista Gurb

EL VALLE DE LOS CAÍDOS

 
(Publicado en Revista Gurb el 3 de marzo de 2017)

Solo una vez estuve en el Valle de los Caídos, de niño y con mis padres. Hay que ir allí para conocer la Historia y poder entenderla, decían los mayores de aquella época. Aunque yo entonces aún no era consciente de que había dos Españas, no solo una, ya tenía la intuición de que unos hacían aquella excursión a Cuelgamuros para escupir sapos sobre la fosa del tirano y otros para honrarle con el brazo devoto, tieso, enhiesto. Recuerdo que el Valle de los Caídos era una amplia explanada de cemento soso bajo una cruz ciclópea que se perdía en el cielo, sobre un peñasco, y unas esculturas alegóricas que no venían a cuento. Hacía mucho calor allí y no había dónde sentarse. Se notaba que los falangistas eran tipos duros que siempre andaban guerreando y nunca se sentaban. Cuando entramos en la basílica, que estaba envuelta en un fuerte olor a incienso rancio, y me pusieron ante la tumba del Generalísimo, un estremecimiento sacudió mi cuerpecillo infantil. Lo primero que se me vino a la cabeza fue aquella vieja película de Drácula en la que Béla Lugosi se levantaba de su ataúd como si tuviera un resorte en el culo. ¿Y si a este señor le da por ponerse de pie y organiza otro 36?, pensaba yo para mis adentros como buen niño de la Transición al que le habían metido en el coco el miedo a una nueva y sangrienta guerra civil entre hermanos. Así que, entre trémulo y curioso, me asomé a la tumba, flanqueada con flores frescas (cómo no) y me aseguré de que la losa era lo suficientemente grande y pesada como para que el abuelete con mala leche del que todo el mundo hablaba no pudiera salir jamás. Qué ingenuidad la mía. En aquel momento aún no sabía que Franco, aunque la revista Hola ya lo había dado por muerto en su histórico cuadernillo cuché a todo color para la posteridad, seguiría estando vivo en la memoria de muchos españoles cuarenta años después. Y tan vivo.
Baltasar Garzón, que es un librepensador utópico, ha debido creer, sin duda por error, que la España de hoy ya estaba preparada para remover los huesos del Caudillo, sacarlos de su fosa Vip del Valle de los Caídos y meterlos en un pudridero del cementerio de su pueblo, que es donde estaría enterrado cualquier jefazo fascistón en un país serio y avanzado. El exjuez ha llevado la cosa a los tribunales pero el Supremo no ha tardado ni un minuto en dejarle meridianamente claro, por si cabía alguna duda, que los restos del viejo son sagrados y no los toca ni Dios, que para eso Dios luchó en el bando nacional. Los señores del Poder Judicial es que son de derechas de toda la vida y no están para ocurrencias de intelectuales progres que no tienen otra cosa que hacer que andar malmetiendo con sermones sobre la libertad, la justicia universal y los derechos humanos. El error de Garzón al solicitar la exhumación de los restos de Franco y Primo de Rivera ha sido no comprender que la posguerra española no terminará nunca, que esa posguerra es eterna, o sea para siempre, porque de lo que se trata aquí es de imponer la sacrosanta cruzada sin fin a través de la Historia, hasta aniquilar al peligroso comunista, al rojo masón, al sodomita y al ateo enemigo de las esencias y valores nacionales. Por eso Franco no morirá jamás ni pasará de página en el proceloso libro de la Historia de España. Por eso el Valle de los Caídos, más que un símbolo del pasado, es como un ministerio más que sigue trabajando a pleno rendimiento, con sus fieles funcionarios y sus decretos diarios. De hecho, hasta tiene una asignación con cargo a los presupuestos generales del Estado, o sea que el descanso del Caudillo lo pagamos todos. Y como el descanso es eterno nuestra deuda también lo es.
La sentencia del Supremo sobre el Valle de los Caídos confirma que este país aún no está maduro para afrontar y superar su historia reciente, mayormente su fascismo, su Guerra Civil y su millón de muertos, cosa que sí han logrado otros países como Alemania o Italia, donde los monumentos a Hitler y Mussolini están totalmente prohibidos. Aquí hemos construido una democracia teatral, formal, de escayola y cartón piedra, ahora que estamos metidos de lleno en las Fallas, pero en el fondo nada cambia, siempre mandan los mismos, los herederos del glorioso imperio español, los caudillitos cortos de mente y estatura pero largos en sueños de grandeza, la aristocracia de sangre azul y sus cortesanos parásitos, los caciques, alcaldotes y ensotanados de siempre. Aquí nos hemos limitado a cambiar la etiqueta de "dictadura" por la de "democracia" y poco más, pero en el fondo el juego es siempre el mismo desde que Isabel y Fernando echaron el polvete unificador ibérico. Por eso los borbones se permiten pasarse la Justicia por sus reales pendones; por eso los banqueros y corruptos entran y salen del juzgado riéndose del pueblo; por eso los ultracatólicos fletan autobuses transfóbicos por media España para propalar con total impunidad su ideología xenófoba llena de violencia y de odio; por eso el Gobierno autoriza manifestaciones fachas, neonazis y otras raleas que recorren las calles principales de Madrid ante el estupor de las personas de bien; y por eso el Tribunal Supremo ordena que dejen dormir tranquilo al Caudillo en su morada suntuosa, que el hombre ya está mayor y no están sus huesos serranos para trajines, mudanzas ni exhumaciones.
Los demócratas tenemos bien claro, desde que murió el Tío Paco, o mejor dicho, desde que no murió del todo, lo que habría que haber hecho con el Valle de los Caídos. Podríamos haberlo convertido en un centro de interpretación del franquismo o en un museo del holocausto en memoria de las víctimas, aunque en ese caso Rafa Hernando, la boca fétida del PP, estaría todo el día dándonos la brasa con eso de que él prefiere ocuparse de los vivos, no de los muertos, sobre todo si los muertos son los otros, los vencidos. Así que lo mejor para quitarnos problemas sería demolerlo de arriba abajo, dinamitarlo, derruirlo piedra a piedra, detonarlo gramo a gramo, reducirlo a polvo y escombro y enviarlo al mismísimo infierno, que es donde estarán, si existe un Dios, aquellos jerarcas del 18 de julio que ocasionaron tanto dolor y tanta muerte a este país. Lo mejor que se podría hacer con el Valle de los Caídos, sueño megalómano de un tirano y pesadilla de todo un pueblo, sería sacar de allí los cuerpos de los miles de pobres desgraciados, represaliados, ejecutados y olvidados que fueron reducidos a la condición de míseros esclavos y obligados a levantar con su sudor y su sangre el infame mausoleo a mayor gloria del vampiro para, por fin, darles un funeral digno de Estado, tal como se merecen. Esa sería la única manera de librarnos de la maldita maldición y devolver a ese pedazo de paisaje yermo de la sierra madrileña la nobleza pura de la tierra limpia de muertos y de crímenes que siempre tuvo. Pero si la sombra del ciprés es alargada, como decía el maestro Delibes, la de Franco parece proyectarse sobre todo el país, sin que podamos huir de ella. Vivimos un franquismo eterno, secular, milenario, del que nada ni nadie puede escapar. Vivimos bajo el yugo perpetuo del patrón ferrolano con voz de vieja de ultratumba. El Valle de los Caídos fue construido como santuario de un dios en miniatura con pelusilla por bigote, aunque al final haya quedado para aquelarres y misas negras de cuatro falangistas de la División Azul, para excursiones baratas de turistas alemanes despistados y para viajes de jubilatas y recién casados desclasados por la crisis que, al igual que en los sesenta, no pueden pagarse una luna de miel en condiciones en París o Punta Cana. Mientras no cerremos la puerta de la necrópolis franquista no conseguiremos abrir la puerta de la verdadera democracia. El Valle de los Caídos que lo clausuren ya. Y que tiren la llave al averno de la historia.

Viñeta: Igepzio

lunes, 13 de marzo de 2017

DE ARTUR MAS, SUSANA DÍAZ Y EL 11-M





Artur Mas, condenado a dos años de inhabilitación por el 9N. La sentencia demuestra dos cosas: una, que el "honorable president" infringió la ley cuando puso las urnas para una mascarada, una ficción de consulta soberanista sin poder vinculante que no sirvió para nada y que además perdió, ya que no obtuvo la mayoría suficiente para iniciar un proceso de independencia; y dos: judicializar el 'procés', criminalizar a sus impulsores, como ha tratado de hacer el Gobierno del PP en estos últimos años, es otro error mayúsculo, además de una torpeza. El conflicto territorial entre Catalunya y España jamás se resolverá a golpe de sentencia y policía, sino con diálogo y política, con acuerdos y negociaciones, y con una reforma constitucional que ofrezca a Catalunya un marco jurídico amplio en el que se reconozcan íntegramente sus singularidades históricas y culturales, su autonomía económica y presupuestaria y su estatus como nación.

Susana Díaz, por fin, ha deshojado la margarita. Ella, sí, la sultana andaluza, la baronesa imprescindible del felipismo cachondosocialista, la intrigante golpista que va quitando y poniendo secretarios generales como quien quita y pone la mesa, ha decidido dar el paso de una vez y presentarse a las primarias del PSOE. Le ha costado, pero tras hablar con Copito de Nieve, o sea Isidoro, o sea el patriarca gitano, parece que va a por todas. De modo que ya está formado el trío triste de candidatos que asistirán al entierro dramático de la socialdemocracia española. Patxi el lánguido misterioso, Pedro el pobre exiliado, y ella misma, la vaca sagrada, la última reinona del maltrecho socialismo español, la honrada socialista que se casó con un tieso mientras sus amigos del despacho de al lado vaciaban la caja de los ERE, la tejedora Penélope que por la noche rasga el partido y lo deja hecho unos zorros y por el día lo cose alegremente como si tal cosa. Dice que se presenta para ganar porque el PSOE es mucho PSOE. El problema no es lo que ella gane, sino lo que pierda el partido.

Ya sabíamos que en España robar sale gratis cuando quien roba es un hombre poderoso. Hoy también sabemos que volar por los aires cuatro trenes de Cercanías y matar a casi doscientas personas tampoco parece un delito demasiado grave. En el 11M, del que hoy se cumplen 13 años, hubo 116 imputados durante la instrucción del sumario. Al final solo 28 se sentaron en el banquillo de los acusados. De ellos, 21 fueron condenados por la Audiencia Nacional, aunque el Tribunal Supremo redujo su número a 18. Hoy solo diez siguen en prisión. Cuando acabe 2017, serán ocho, ya que en los próximos meses serán excarcelados dos de ellos. Otro ya lo fue en enero. Los últimos en salir a la calle serán el minero Suárez Trashorras y los dos a los que la sentencia consideró autores materiales de la matanza: Zougam y El Ganaoui. Estos seguirán entre rejas hasta 2044. Doscientos muertos y solo dos terroristas pagarán cara la fechoría. Definitivamente, España es un país muy extraño.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

jueves, 2 de marzo de 2017

MACHISMO, HOMOFOBIA Y CORRUPCIÓN


El eurodiputado (por llamarlo de alguna manera) polaco que acaba de asegurar en pleno Parlamento de Bruselas que “las mujeres deben ganar menos porque son más débiles y menos inteligentes” es sin duda un hijo de los nuevos tiempos que corren. Cuando políticos sospechosos como Donald Trump se instalan en el poder con su filosofía indecente, se abre la espita para que corra por todo el mundo una peligrosa corriente de pensamiento sazonada con lo peor del ser humano: el machismo, la xenofobia, la homofobia y otros trastornos mentales. Nunca una pajarita voló tan bajo.

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El autobús transfóbico es una muestra más de que en este país el nacionalcatolicismo sigue detentando poder suficiente como para llevar a cabo sus ideas delirantes. Unas veces es la persecución contra la mujer que decide libremente abortar, otras el odio al homosexual o al transexual. Si la calidad democrática de un país se mide por el grado de tolerancia y respeto entre sus ciudadanos, España debe estar, de nuevo, a la cola de los países civilizados.

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El Tribunal Supremo rechaza el recurso de Baltasar Garzón que pedía sacar a Franco del Valle de los Caídos. ¿Alguien tiene alguna duda de que estos magistrados son los hijos de los de antes?

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Seis años y tres meses de prisión para Iñaki Urdangarin por el caso Nóos (el fiscal pedía 18 años). La infanta Cristina sale absuelta con una multa de 265.000 euros, a abonar solidariamente con su marido. Diego Torres, el socio del duque de Palma, ocho años de cárcel (este se come el marrón por traidor a la Corte). Jaume Matas condenado a tres años. Alfonso Grau y Mercedes Coghen absueltos. Ana María Tejeiro, esposa de Torres, pagará otra multita. Pepote Ballester 15 meses de internamiento, ni pisará la celda. Urdangarin probablemente no entre en prisión y el Tribunal Supremo ya le hará una rebajita. Los acusados pueden sentirse satisfechos, prueba de ello es que el abogado de la infanta, Miquel Roca, ha salido del tribunal diciendo que "está levitando". Conclusión a vuela pluma: en España sigue saliendo barato robar.

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El fiscal pide para Iñaki Urdangarin cárcel eludible con el pago de una fianza de 200.000 euros. El guion de esta mala película de suspense sigue el rumbo previsto. Primero absolución de la infanta Cristina con todos los pronunciamientos favorables, más tarde medida de gracia para el duque de Palma y finalmente castigo severo para los traidores a la Corona. La imagen de la Casa Real sale seriamente tocada de este affaire, el descrédito de la Justicia ante la ciudadanía queda patente y la idea de que hay dos varas de medir (una para el rico y otra para el pobre) se consolida tras el caso Nóos. Y todo precisamente cuando el fiscal de Murcia que investigaba al presidente de la Región por corrupción es relevado de su puesto. Otro mal día para la democracia española.

miércoles, 1 de marzo de 2017

DE ANA MATO, EL PABLISMO-LENINISMO Y RAJOY EL SUPERVIVIENTE


(Publicado en Diario 16 y Revista Gurb el 17 de febrero de 2017)

Yo, por la Gurtel Mato. La exministra del departamento de confetis, payasos y viajes de lujo se ha vuelto a sentar en la Audiencia Nacional para explicar los regalos y prebendas con los que Don Vito, el cabecilla de la trama Gurtel, dice haberla agasajado. Ana Mato, una vez más, ha demostrado que es la ministra ciega, sorda y muda que no se enteraba de nada. Ciega porque ella entraba en el garaje de su casa y ¡alehop!, por arte de birlibirloque allí había un coche fantástico que ni el de David Hasselhoff, un pedazo de Jaguar diamantino que andaba solo, como si le dieran cuerda, y que se aparcaba él solito aquí y allá, sin echarle gasolina siquiera. Sorda porque nunca oyó hablar de esos señores malos que entraban y salían de Génova como Pedro por su casa y que ponían los maletines con el parné y que organizaban los mítines triunfantes del partido en los que ella tomaba parte. Y muda porque cada vez que los jueces de la Audiencia Nacional le preguntan sobre todas estas cosas espinosas, oscuras, sospechosas, ella se vuelve trémula, lívida, y enmudece como una mosquita muerta sin que sepa explicar nada de nada, sin que sea capaz de articular palabra, salvo esa maldita coletilla del "no me consta" o "todo eso lo llevaba él", o sea el calvorotas de mi marido. Por lo visto, las mujeres del PP no tienen autonomía propia, ni voluntad personal, ni capacidad de decisión alguna, ni nada de nada, que para eso una es de derechas de toda la vida, católica, apostólica y romana, no como las feminazis que andan por ahí enseñando las tetas y gritando aquello de que "el Papa no nos deja comernos las almejas". Una es que hace lo que le dice su santo varón y punto. Mato, esa ministra de Sanidad insana que tuvo que ser relevada en el mando por la listilla Soraya durante la crisis del ébola porque no sabía cómo fumigar el bicho, creía que España era su particular Jardín de las Maravillas de Alicia, o sea el cortijo paleto, desconchado y solariego de la derecha de toda la vida, solo que en plan algo más pijo. Ella era la princesita del cuento que jugaba a la gallinita ciega, ji, ji, ja, ja. Nosotros, el pueblo llano, sus vasallos, sus súbditos, los enanitos del bosque que estábamos ahí para servirle a ella en los vicios de la Corte. Aihó, aihó, a casa a descansar. Pues eso.

Podemos, pudiéramos, pudiésemos. Vistalagre 2 ya es historia. Ha sido el Suresnes del PSOE, solo que en lugar de salir azul par (dos almas, dos cabezas visibles) ha salido rojo impar (un macho alfa caudillista). Ganó Iglesias, el pablismo-leninismo, como dice el de la gestora del PSOE. El giro necesario hacia la integración y la transversalidad, la política útil, las instituciones, la chaqueta americana y la seducción de la socialdemocracia que propugnaba Baby Face, el estadista con cara de niño, no ha podido ser. Ha ganado la utopía vallecana, la barricada, la coleta indómita, el botellón con camiseta grasienta de Iron Maiden y la táctica del miedo. Podemos queda en una posición difícil. La plana mayor del partido trata de dar una imagen de cohesión y transparencia pero es evidente que tras el debate fratricida el partido sale tocado, pesoizado, dividido. Se escucharon gritos de unidad, unidad, en las gradas de las bases. Otro imposible. Podemos nunca será lo mismo después de Vistalegre. Habrá purgas, disensiones, menos tuits, menos inocencia y más pragmatismo. Errejón podría ser cesado como portavoz parlamentario. Monedero ya le ha abierto la puerta para que se vaya buscando un puesto de mantero en Sol. Los chicos del 15M han probado el veneno amargo de la manzana política. Han comido el fruto prohibido de la ambición. Llegaron como amigos y se van como feroces enemigos. Llegaron como ángeles sin contaminar y se han convertido en casta a los cinco minutos. El poder es un ácido corrosivo que destruye las ideas y las amistades más sinceras. ¿Qué será ahora de los cinco millones de personas que pensaron que otra política era posible? ¿Son ellos los que nos representan?

Sostiene Mariano. El Congreso del PP ha sido lo que se preveía: una balsa de aceite para el jefe. Rajoy sale como líder indiscutible de un partido que ya no es lo que era, pero que mantiene el tipo. Algún hagiógrafo mariano, véase Marhuenda, debería analizar cómo el presidente del plasma, de los recortes brutales, de la corrupción a calzón quitado y de la desigualdad ha conseguido llegar tan lejos y durante tanto tiempo. Rajoy es como ese boxeador sonado que se resiste a caer en la lona, o mejor, como esa piraña que en el silencio abisal del río revuelto y sucio lo corroe todo sin estrépito, sin ruidos, sin que nadie se entere de nada. Que parezca un accidente. Cospedal sale reforzada con este neomarianismo 2.0 de perfil bajo pero queda claro que los sorayistas no la tragan. Rajoy ha descartado convocar elecciones. ¿Para qué, si ya tiene todo lo que quiere? Entre ser un presidente en funciones y un presidente sin funciones no hay demasiada diferencia. Hasta se permite llevarle los cafés a Donald Trump de vez en cuando. Es cierto que está maniatado por el PSOE y Ciudadanos, que no puede gobernar a golpe de decretazo (que es lo que le gustaría en realidad), y que no tiene margen para tomar decisiones importantes. Pero a vivir que son dos días. Que la legislatura dure lo más posible, como dice él, que así sacará más tajada de Moncloa. “No me voy a dedicar a ser presidente del PP, me dedicaré todo lo más los fines de semana”, ha dicho con desgana y hastío en una reciente entrevista. Rajoy en estado puro. Ser presidente del PP es aburrido. Ser presidente de España es un chollo: buen sueldo, vacaciones en Pontevedra cada dos por tres y nada de meterse en problemas. El marrón ya se lo comerá otro. Cospedal, Soraya, Maíllo, qué más da… Para eso están.

Viñeta: Igepzio

CRISTINA EN ROJO

 (Publicado en Revista Gurb el 17 de febrero de 2017)

Desde 1964, cuando ingresó en el PCE, Cristina Almeida (Badajoz, 1944) ha sido la voz recia y fuerte que ha defendido los derechos de la mujer en España. Abogada laboralista, diputada y senadora, Almeida siempre ha dicho lo que pensaba, ya fuera en dictadura o en democracia, ya estuviera en el Gobierno un tirano o un señor de Pontevedra que va de demócrata. Precisamente por ser sincera y coherente con sus posiciones políticas, fue expulsada primero del PCE, donde mantuvo sus más y sus menos con Santiago Carrillo, y después de IU, donde también chocó con el califa Anguita, pese a que había sido una de las fundadoras de la coalición. Así que está acostumbrada a eso que llaman purgas. "En los partidos siempre hay alguien que parece que manda más, pero no por eso tiene más razón", asegura mientras reflexiona sobre la crisis abierta en Podemos. "Si empiezan con las expulsiones después de Vistalegre, pues empezarán a quedarse absolutamente ajenos a la realidad de la democracia, como está ocurriendo en el PSOE. Por tanto, me está dando pena la izquierda porque está ganando más la izquierda del poder que la izquierda de la ideología", insiste. Almeida, con su deje extremeño inconfundible, sigue siendo azote del machito español, del señorito andaluz y de esa derechona españista y casposa que nos gobierna desde los tiempos de Viriato. Hoy, cuando se cumplen cuarenta años de los asesinatos de Atocha, de los que salió viva porque el destino quiso que estuviera de viaje en un congreso feminista en el Chile genocida de Pinochet, Almeida sigue viendo España en rojo.

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