miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL MERKELAZO


El fiscal acaba de pedir dos años de prisión para dos tuiteras que no han hecho otra cosa que ejercer su constitucional derecho a la libertad de expresión y a la crítica política. Genial, el último reducto que nos quedaba intacto como ciudadanos de una sociedad democrática avanzada, el derecho sagrado al cabreo, al pataleo y al parleo, burdamente pisoteados por la ciega Justicia, que cada día está más ciega, la pobre. No hay duda, vamos a peor. Pues qué quieren que les diga, que hoy todos somos Espartaco, que es preciso dar un paso al frente, que no pasarán, y que si quieren entrullar a otro pobrecito hablador, ahí va mi último epitafio periodístico: la Merkel está gorda. Sí, obesa, rechoncha, atocinada. Y además es fea y chepada. Qué pasa. Corcovada, gibosa, chepudita. (Dejo pasar los minutos, tic-tac, tic-tac, arrimo el oído a la puerta, me rilo, soy de natural cobarde, pero parece que de momento no se escuchan las botas implacables de los guardias de asalto haciendo crujir las escaleras de mi casa). Hablemos pues de Ángela, la angelita, ahora que aún podemos. El merkelazo de las últimas elecciones alemanas ha puesto de manifiesto dos cosas muy serias y preocupantes: una, que los alemanes siguen refrendando la política dura que esta señora ha emprendido contra los negritos de la Europa tropical (o sea nosotros, pobres y mestizos mediterráneos); y dos, que Rajoy, como buen registrador que es, se ha tenido que comprar una nueva libretilla de apuntes (la otra ya la tenía gastada) para seguir registrando las recetas ultracapitalistas que la cancillera le va a ir dictando, de pe a pa, en los próximos meses. Anda nene, apunta, apunta, que no te enteras, so pusilánime: mi mamá me mima, me gustan las chuches, Marianito recorta las pensiones, Marianito baja los salarios, Marianito vende los hospitales, parece decirle la cancillera de granito. Con semejante institutriz severa y recia en el Reichstag y semejante pupilo repetidor en Moncloa estamos fucking, jodidos, o sea que nos han metido un frankfurt llameante por la mismísima retaguardia. Es froilan Merkel el mascarón de proa de esta Europa ultraliberal que poco a poco va recortando nuestros derechos económicos y sociales, una Europa que dista mucho de aquella idea utópica y fraternal que inspiró el Tratado de Roma, una Europa injusta, desigual y fracturada que no es más que un laberinto de comisiones y subcomisiones. Históricamente, los males de Europa siempre vienen de Alemania y tras siglos de guerras la derecha alemana se ha dado cuenta de que el colonialismo del dinero es más rentable y efectivo que el fascismo político. De Merkel no me gusta nada: ni su idea de Europa como un mercadillo de pobres y ricos, ni su pasado juvenil hippy (cuando enseñaba las tetas en Mallorca), ni su estilo luterano, ni su forma autocrática de entender la política al más puro estilo de una pequeña führer. Para esta señora, y por ende para todos aquellos teutones que la siguen votando, Europa no es un sueño de unidad y progreso, sino más bien un inmenso länder abierto 24 horas en el que ellos pueden darle germanamente a la Pilsen, un gran parque temático bonito y barato (sobre todo barato) por el que los bávaros se pasean todo el año a bordo de sus Mercedes como Panzers. Uno cree que si la Merkel nos sigue apretando las tuercas a los españoles con sus recortes insoportables tendríamos que ir tomando ya medidas urgentes y drásticas. De entrada, a los alemanes que vivan en Mallorca les arreamos un impuesto especial del arroz, para que la paella se les vaya atragantando; les cobramos la tumbona y la hora de sol hispano como en zona azul; y les ponemos el litro de sangría a precio de gasolina súper. Estos alemanes aún no saben con quién se juegan los cuartos. Puede que ellos tengan el Bundesbank, el euro, el pleno empleo y a Guardiola en la Bundesliga. Pero nosotros tenemos un ejército de camareros peludos, trincones, fenicios y muy cabreados dispuestos a darle el sartenazo a todo ario que se deje caer por nuestras soleadas y edénicas playas. ¿Cree que vamos a seguir tragando indefinidamente con su colonialismo económico, froilan Merkel ? Nein. Pues eso.    

Imagen: eljueves    

lunes, 23 de septiembre de 2013

EL REY

Reconozco que con el Rey Juan Carlos mantengo, desde hace años, una relación de amor-odio. Yo tenía apenas trece años cuando aquello del tejerazo. Entonces salió él por la televisión, en perfecto blanco y negro (en casa teníamos blanco y negro y así la película acojonaba más) todo serio y vestido de romano, con más chapas que una caja de San Miguel, diciendo aquello tan cinematográfico de "he cursado a los capitanes generales de las regiones militares la orden siguiente...". Desde aquella noche mítica llena de bigotudos golpistas, metrallazos, bandos y bandazos, mi frágil y asustadiza mente de niño de la Transición empezó a ver en aquel rey sin corona una especie de héroe de carne y hueso que podía salvarnos de los fachas, que eran el gran peligro, como decía un tío mío rojo-masón que aquella noche del 23-F no cagó duro. A muchos de mi generación nos metieron en la cabeza que sin el Rey estaba servida otra guerra civil, y solo de escuchar la batalla del Ebro de labios de mi abuelo se me ponían los pelos más tiesos que las tetas de Yola, que ahora vuelve de Miami sacando pecho. Así que como otros muchos españolitos de mi generación, más por miedo y por pragmatismo que por otra cosa, asumí el juancarlismo como lo menos malo que podía sucederle a este país de visigodos dispuestos a desenterrar el hacha de guerra a las primeras de cambio. Últimamente, gracias a Javier Cercas y otros revisionistas, estamos conociendo con datos positivos, con documentos históricos, con verdades que estaban ocultas, que nuestro Rey no solo ha sido un estadista lleno de luces, sino también de sombras. Y eso es bueno para la democracia. Ahora sabemos que aunque el Rey no ha sido Darth Vader tampoco ha sido Gary Cooper en Solo ante el peligro. El peligro eran los tanques y las botas y eso lo supimos arreglar con un Rey moderado que nos echaba el sermón en Nochebuena con su lengua de trapo, un Rey que era lo que tocaba en aquel momento de convulsión, por mucho que ahora se intente minusvalorar la Santa Transición. Hoy todo ha cambiado, el país ha cambiado, los libros de Historia han cambiado y el Rey ya no es aquel personaje joven, alto y decidido que supo zombificar a Felipe González y Carrillo hasta convertirlos en monárquicos. Socialistas y comunistas renunciaron a mucho al aceptar la ficción de una república monárquica mientras la derecha no renunció a nada, ni siquiera a su victoria empañada de sangre. Como siempre. Pero gracias a la astucia de aquellos dos tipos (más el pacificador Suárez) nos fue bien durante tres décadas. Luego nos dimos cuenta de que el verdadero Rey de España no era Juan Carlos, sino Felipe, y diez millones votamos rosa, OTAN de entrada sí, divorcio, peineta a la Iglesia, movida con litrona, Ramoncín aporreando guitarras, Tierno dándole al porrillo, cachondosocialismo bancario y venta del país al capitalismo salvaje para hacer mucha Expo, mucha Olimpiada, mucha autopista y mucho pelotazo. Básicamente eso ha sido España en los últimos treinta años de modernidad y de reinado borbón (con un paréntesis aznariano que fue una vuelta amarga al Tío Paco, por un momento). Los jóvenes de hoy ven al Rey como una especie de franquito chocho y demodé. Los jóvenes, siempre tan equivocados. Yo los devolvía por quince días al 36, para que supieran lo que es un dictador de verdad. Pero aceptamos pulpo y reconocemos que es cierto que el Rey se ha hecho viejo y ya va por el mundo de un quirófano a otro sin mucho sentido; reconocemos que el propio Rey ha contribuido a embarrar su ardua labor y su figura en sus últimos días de reinado con tanto movimiento de cadera, tanta Corina y tanta caza de elefantes. Pero, y sé que esto que voy a decir no es políticamente correcto, sucede que cuando veo a ese hombre envejecido trastabillándose con unas muletas, cuando veo a ese hombre que se resiste a una abdicación honrosa y valiente, veo un país achacoso, decrépito, senil, y no puedo dejar de sentir cierta nostalgia por un tiempo feliz que fue mi tiempo, mi época, una época divertida que ya no volverá. La España juancarlista que hemos vivido fue algo bueno mientras duró, eso lo sabemos. Lo que nos depara el destino produce vértigo. Vértigo y miedo.  
         

viernes, 20 de septiembre de 2013

FRANCISCO


El Papa Francisco parece que ha emprendido una cruzada brava contra los poderes fácticos del Vaticano, contra el fanatismo católico, contra el Opus y contra sí mismo. A ver hasta dónde le dejan llegar los curas sicilianos de Roma. En un principio, este Papa parece que mola, todo lo que dice tiene un sentido racional, lógico, y lo dice muy bien, con ese gracejo canalla y portuario que tienen los argentinos, ché boludo, por la concha de mi madre. A mí los Papas, las biografías de los Papas y sus encíclicas dominicales coñazo, siempre me han dado un poco igual. Durante siglos, la Iglesia no ha hecho otra cosa que repetirse a sí misma con un exceso de ritual y de manual, con un catecismo polvoriento y anticuado, mientras el mundo iba cada vez peor. Pero este Francisco, ya digo, parece más un hombre normal dispuesto a encarar los graves problemas humanos que un delegado de Dios en la Tierra. Y ese humanismo cristiano, en los tiempos que corren, ya es de agradecer. En su escaso tiempo de pontificado, al tío Paco (no confundir con el otro) le ha dado tiempo a defender a los homosexuales, a criticar las "capillitas" vaticanas, a restarle importancia al dichoso condón y al aborto y a reclamar un papel más importante de la mujer en el clero. Un manifiesto revolucionario que ni el del mismísimo Lenin. Wojtyla, el Papa polaco que desmontó la URSS a bordo de aquel tanque hortera que era el papamóvil, tenía una apariencia tierna y bonancible, pero terminó vendiéndose a los ultraboys del Opus. Benedicto también provenía del núcleo duro (no recordemos más su coqueteo con el nazismo) aunque al final se redimió con una honrosa y digna dimisión: "Ahí os quedáis, que yo me largo a mi residencia de verano", dijo a sus feligreses hastiado de tanta corrupción y tanto cura pedófilo entrando y saliendo de los cuartos de baño vaticanos. Fue un gesto de integridad, de valentía, no cabe duda. Y ahora, cuando ya todo parecía perdido, cuando el hambre, el dinero, la guerra y la injusticia dominan el mundo, nos llega de Argentina este Papa macanudo, valiente, honrado, justo. Un buen psicoanalista argentino para tratar la esquizofrenia del hombre y la corrupción de la Iglesia. Aún es pronto para decir si sus ideas innovadoras servirán realmente para hacer de éste un mundo mejor, pero la música inicial promete, suena bien. La entrevista que ha concedido a ese amigo jesuita en la que se declara "pecador" nos da indicios de que es un ser terrenal, frágil, como todo hijo de vecino, y además un Papa de buenos aires que coge al diablo por los cuernos, un Papa con voluntad de cambio, de reforma, de revolución. Lo que está diciendo Francisco es el mejor sermón que podría echarle a una humanidad desencantada, desentendida, pasota con los ensotanados. Ha emprendido la senda pastoral más apropiada para recuperar de nuevo a una grey que anda perdida. No quiere decir esto que todos nos volvamos beatos de la noche a la mañana y nos tiremos de cabeza a misa de doce. Pero al menos sabemos que detrás de nuestros pecados erróneos no habrá un Papa inflexible y severo dispuesto a quemarnos en la hoguera del infierno. Pues amén.           

Imagen: revistagq.com

lunes, 16 de septiembre de 2013

LA PATRIA


Lo bueno de sentirse un ácrata convencido es que nadie puede arrebatarte tu patria ni tu derecho a decidir. Hace ya tiempo que no creo en patrias, ni en banderas, ni en gilipolleces por el estilo. Me he librado de todos esos ídolos de la tribu, como decía Bacon. Yo soy mi Dios, mi patria y mi rey. Me considero relativamente feliz tomándome una birra frente al mar, mientras me rasco los sobacos como el gran Bukowski y le hago cucamonas a mi perro. Eso y escribir un buen párrafo es lo que más satisfecho me deja en este momento de mi vida en que me acerco peligrosamente al medio siglo. Con el tiempo y unas cuantas buenas películas y unos cuantos buenos libros he ido corrigiendo el error infantil del nacionalismo y he ido aprendiendo que la única patria por la que merece la pena morir es la madre literatura. Ahora unos y otros quieren engañarnos con esa patraña decimonónica de las patrias. Nos quieren devolver a una guerra vieja de patrias viejas, como en el diecinueve, como en aquellas carlistadas sangrientas en las que nadie sabía muy bien por qué luchaba. Había una guerra cada equis años y hala, todos a matarse por el rey con alegría y sin rechistar, como buenos patriotas. Hoy España tiene un Rey agotado y Cataluña un iluminado que se cree un Rey. Aquello del hambre y las ganas de comer, o sea. Por eso hay una máxima que no debemos olvidar nunca, queridos amigos de este blog: la única patria que existe es el dinero, eso lo sabe cualquier imbécil. Y si no, que se lo pregunten al zorrete de Urdangarín. Todo sistema, toda patria, todo Estado, es enemigo del hombre por naturaleza. La mayor memez sobre la patria creo que la dijo Voltaire, y eso que pasaba por un tío inteligente. Ahí va la cita de marras: "Debemos amar a nuestro país aunque nos trate injustamente". ¡Y un carajo!, le digo yo al señor Voltaire. La patria diluye al ser humano y lo reduce a la categoría de súbdito, o sea de lacayo, de número estadístico. La patria nunca proporcionará la libertad porque la patria es una mujerzuela que se acuesta contigo por tu dinero y luego te deja tirado sin subsidio de desempleo, sin pensión y sin futuro. Cuando las cosas van bien todos son muy patriotas, pero cuando van mal los patriotas abandonan el barco como ratas miserables. Quien crea que una Cataluña soberana le resolverá sus problemas como individuo insignificante arrojado a un mundo que no ha elegido que espere sentado (y no quiero ponerme a esta hora en plan Heidegger). Ya estoy viendo lo que ocurrirá al día siguiente de la proclamación de independencia. Los mismos políticos afilándose los dientes, los mismos banqueros frotándose las manos, los mismos ricos pisándole el cuello a los pobres desgraciados de siempre. Amar a la patria es como amar a una sombra, a un fantasma. Se ama un terruño con tierra, se ama un barco, se ama a una mujer, se ama a un hijo, pero amar a la patria es tal engaño, tal falacia, tal trola pasada de moda, que uno no entiende cómo gente del siglo XXI se deja embaucar todavía por esa trampa. Una Cataluña independiente no podrá darle a los catalanes más de lo que puede darle España a un español. No siento ninguna simpatía, ni el pecho se me inflama de emoción, ni me asalta ningún sentimiento de solidaridad viendo a toda esa gente enarbolando esteladas, cogiéndose de la mano y cantando canciones como marionetas de un festival de coros y danzas. Solo veo gente manipulada, gente afectada por la fiebre delirante del fanatismo, gente inoculada con el virus del mismo salvapatrias que maneja el cotarro desde que el mundo es mundo. Ese salvapatrias que está confortablemente sentado en su sofá de Madrid o de Barcelona, viendo como los demás infelices van haciendo patria.

Imagen: alertadigital.com

lunes, 9 de septiembre de 2013

ANN BOTTLE


Ana Botella, Ann Bottle para los amigos pijos del COI, está destrozando las redes sociales con su "relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor". Qué bochorno nacional, qué mofa y befa mundial más tremenda. Ni Gila, ni Tip y Coll, ni Chiquito de la Calzada en sus mejores momentos, por poner solo unos pocos ejemplos de grandes humoristas patrios que ahormaron el inglés hasta convertirlo en carcajada, alcanzaron tales cotas de perfección cómica. Uno cree que Ann Bottle, que ya es un guiñol de sí misma, debería dedicarse al Club de la Comedia (todos los políticos de hoy tienen algo de humoristas frustrados) porque está demostrando que como alcaldesa recomendada por su maridote, como edila superenchufadísima hasta las trancas, es gafe. Es Ann Bottle esa ultracatólica conservadora forjada en algún colegio mayor (o menor, quién sabe) que quiso limpiar Madrid de indigentes y vagamundos porque afeaban la ciudad. Fue un golpe bajo, sucio, inhumano, indigno de una alcaldesa, un gesto que emborronó el espíritu olímpico, el fair play que debería regir las relaciones entre gobernantes y gobernados. Quizás por eso los dioses del Olimpo la han castigado ahora con un rotundo y estrepitoso fracaso y con un abucheo planetario. Pero no vamos a ser tan ingenuos aquí de exigir la dimisión de la señora alcadesa de los madriles por el espantoso y olímpico ridículo que acaba de protagonizar (si no se ha ido ya, no creemos que esté pensando en hacerlo) y por eso le recomendamos que la próxima vez que se deje caer por los pasillos aristocráticos del olimpismo, vaya con un maquillaje algo menos duro y estirado y un discurso más realista para defender la candidatura de 2024 o más allá. Al jurado hay que ofrecerles café, claro, pero también la "pasta" para mojar. Así que la cosa podría ir más o menos en estos términos y seguro que convence a los vejetes vividores del COI: "Misters and Misses: No solo es Madrid una gran city europea para relaxing cup of café in the Plaza Mayor, sino que también es un gran Casino lleno de avaricia y perversión donde practicar el trapicheing, de sol a sol, en la modalidad de sobres llenos de money. Para ello contamos con un gran tesorering que gestionará very bien los fondos públicos: Mr. Bárcenas, un récordman especialista en llevárselo cruding. Hoy Mr. Bárcenas está concentrado en un hotel de cinco estrellas del programa ADO para prepararse a tope, pero en 2024 seguro que sus dedos ágiles estarán very well butifarras de Teruel y batirán todas las marcas. Además, disponemos de los mejores deportistas de élite en otras disciplinas, no ya Pau Gasol, sino Mr. Urdangarín, capaz de correr los cien lisos (en España decimos perder el culo por la calle) en menos de nueve segundos delante de los paparazzi más veloces. Deben saber sus señorías que el duque Empalmating ha inventado una nueva práctica atlética en España que debería ser incluida en los JJOO: el frunging (o sea, echarse kikis a destajo los viernes por la noche después de una semana de desvalijing la caja de caudales del sufrido contribuyente). Pero no queda ahí la cosa. En Madrid dos mil lo que sea todos podremos playing chotis, torear sanisidring y practicar zarzueling, que es lo que mola. Y lo mejor de todo: contamos con las mejores constructoras y promotoras inmobiliarias, que harán realidad instalaciones very good a base de comisioning ilegaling. De esta teta podemos mamar todos, eso fijo, ya se lo digo yo, señores integrantes del COITO, perdón quise decir del COI, porque en la spanish construccioning hay too much dollars para trincar a calzón quitado. Sin ánimo de cansarles más, misters and misses, debo decirles que si Madrid sale como sede en el futuro no se arrepentirán, habrá coheching y soborning garantizado, farra y fandanging nocturno para aburrir, y las cuentas y sobrecostes de estas olimpiadas castizas terminarán en algún juzgado de Mallorca, donde si My God no lo remedia, también terminaremos todos entrulling. Para entonces, sin duda, ya seremos amigos para siempre, como Rajoy y el señor Bárcenas, como en Barcelona 92, qué rabia de catalanes. Así que thank you very much for su paciencia y recuerden esto al votar: tenemos café y pasta (además de sobres) para todos ustedes. Y que aprendan esos japos radiactivos y estreñidos".  

Imagen: huffingtonpost.es

sábado, 7 de septiembre de 2013

LAS OLIMPIADAS


En uno de mis muchos viajes a la madre Atenas (a Atenas hay que ir tantas veces como lo permita la cartera) el taxista de nombre imposible que me llevó del hotel al aeropuerto giró la cabeza bruscamente mientras conducía, clavó sus ojos espartanos en mí y, muy exaltado, espetó: "¿Los Juegos Olímpicos, dice usted? Los griegos llevamos muchos años pagando los Juegos Olímpicos". Enseguida me arrepentí de haber mencionado la palabra impronunciable, y mi torpeza se notó en la tarifa final del trayecto, doy fe de ello. La simple mención de las olimpíadas generó un repudio tal en el pobre ateniense, provocó un sarpullido de tal calibre en el taxista, que por un momento pensé que bajaría la ventanilla del coche para arrojar el pan de pita con salsa de yogur del desayuno. No hay nada como darse una vuelta por el mundo para comprobar de primera mano que el choriceo, el palanquismo y el butroneo a manos llenas son males universales de los gerifaltes ultracapitalistas que dirigen el cotarro del planeta. Hoy, sábado de un lluvioso aburrido, me he arrimado a la televisión un rato para seguir el gran evento, la superpresentación de Madrid como ciudad candidata a los juegos de 2020. No tenía que haberlo hecho. Casi me hierve la sangre cuando Rajoy, en un gallego perfecto, se ha dirigido al mundo para vender ese milagro económico español que ni él mismo se cree (por cierto, me pareció atisbar la esquina de un sobre asomando por el bolsillo de su chaqueta azulpepera. ¿Sobresueldos olímpicos, quizás?). He visto a esa Botella que es ya un guiñol acartonado de sí misma chapurreando el inglés rápido en mil palabras de The Aznar Academy y vendiendo un "cafelito con leche in the Plaza Mayor" como principal reclamo turístico castizo; he escuchado por la radio al pijo redomado de Cayetano de Alba terminando sus frases cursis y rimbombantes sobre el olimpismo con un "o sea" que hace daño a los oídos; y he confirmado cómo la estirpe vividora de los Samaranch sigue vegetando generación tras generación en los salones aristócratas del COI. Para esa familia no pasa el tiempo, oyes, siempre hay un Samaranch vendiendo humo por ahí. Del Príncipe mejor no hablar, con esa barbita raída y decadente, el pobre. Solo Gasol emergía con su porte imponente y legendario, con su estela orgullosa y heroica de Ulises de la canasta. Él sí que parecía un auténtico rey de España. Viendo la retransmisión televisiva (hasta que los argentinos desenchufaron el cable y nos obsequiaron con un apagón olímpico, mal fario) he ratificado, en fin, toda la parafernalia y toda la mentira en la que vive este país, toda la Barataria deportiva que nos quieren vender con el horizonte veinte veinte de fondo, y enseguida me he acordado de aquel taxista griego que casi me come al preguntarle por los Juegos Olímpicos. No nos han dado los juegos, pues mucho mejor. Más dinero para educación y sanidad. Y la medalla de oro para esa eminente científica que ha emigrado a USA porque aquí no le dan trabajo.  

jueves, 5 de septiembre de 2013

LA GUERRA PACÍFICA


A estas alturas parece un sarcasmo que USA nos quiera convencer de que es preciso elegir entre una guerra de buen rollito, bajo amparo de la ONU, o una guerra por las bravas, sin previo aviso, sin cuartel. Como si hubiera dos clases de guerras: las buenas y las malas. Esa gallofa de la guerra humanitaria resulta difícil de creer, la verdad. Bombardear sirios por su propio bien, masacrarlos porque es lo que más les conviene, es una mala excusa cínica e insostenible que ya no cuela. Y mucho menos después de las experiencias de Afganistán, Irak y Libia. Es tanto como decirle a los sirios que siempre será mejor morir a manos de un demócrata civilizado que entre las garras del tirano estirado de Al Asad. Mire usted, señor mercader del zoco de Damasco: mañana le meteremos un bombazo de padre y muy señor mío a la hora del cuscús, pero no se alarme, hombre, que será una bomba muy democrática y muy necesaria. Así que descartado el adjetivo hipócrita de la guerra humanitaria, parece que el mundo está abocado irremediablemente, como tantas otras veces, a una simple y cruda guerra, a una guerra monda y lironda, como todas las demás que se libraron a lo largo de los siglos, una mierda de guerra, o sea, con sus consecuencias impredecibles, sus muertos colaterales y su destrucción general. Obama ya ha pedido la pasta al Parlamento y hasta los animosos republicanos parece que le siguen como un solo hombre. Qué tíos estos republicanotes, son halcones que huelen el negocio de la sangre y del dólar a miles de kilómetros. Será una fijación infantil de tanto ver películas de Ronald Reagan. O será la carne del señor McDonald, que viene con exceso de hormonas. Quién sabe. A nuestros republicanos como el señor Tardá les da por regalar camisetas independentistas del todo a cien, lo cual es de agradecer, porque eso es que aún no les ha entrado la vena bélica. Sea como fuere, todo apunta a que el G-20 firmará la declaración de guerra y la sinfonía prístina de cañones empezará a sonar en breve sobre la pobre, hambrienta y castigada población siria. Aquí, en España, las guerras nos cogen históricamente en el bando equivocado, a contrapié. Cuando tenemos que entrar no entramos y cuando es mejor quedarse quietos nos tiramos a la piscina sangrienta de la guerra. El español no sabe hacer la guerra, por eso inventamos la guerrilla, que se trabaja menos y hace menos daño. El español grita mucho y saca mucho pecho a priori (lo estamos viendo con el peñazo del peñón) pero a la hora de empuñar el fusil, a la hora de ir a la guerra, ya irá el vecino, que hizo la mili en la legión y se da mucha maña montando el chopo. En España cuando suenan tambores de guerra mundial lo aprovechamos para hacer nuestra propia guerra local, tribal, fratricida: rojos contra nacionales, aliadófilos contra germanófilos, moros contra cristianos, Casillas contra Diego López. Rubalcaba ya ha dicho no a la guerra, pese a ir en contra de Obama, una posición coherente con lo que pasó el 11M; Rajoy va en su línea gallega: o no sabe o no contesta. Siempre será mejor que el presidente ahueque el ala en estos momentos tan delicados que lanzarse a un viaje erróneo a las Azores para salir en la foto amarillenta de la Historia. Uno no sabe qué será mejor para la pobre Siria: si taparse la nariz y dejar que el psicópata siga dándole al sarín o mirar para otro lado y asumir que la guerra es el estado natural del hombre. Ya lo dijo aquel alemán coñazo.