lunes, 26 de septiembre de 2016

¿CUÁNDO SE NOS JODIÓ EL PSOE?

(Publicado en Diario16 y en Revista Gurb el 26 de septiembre de 2016)

Algunos ya lo veníamos diciendo pero nadie nos hacía caso. Nos tomaban por agoreros, por traidores, por locos. Pues ahí está, ya lo han conseguido, por fin han enterrado al PSOE. Entre todos lo mataron y él solo se murió. Los resultados de las elecciones en Galicia y el País Vasco relegan al partido de los 140 años de lucha obrera (los últimos mejor olvidarlos) a la categoría de mera comparsa, de anécdota intrascendente, de simple curiosidad de museo. Lo de Núñez Feijóo se veía venir, Galicia siempre fue la cantera de la derecha patria: Franco, Fraga, Rajoy, y tantos otros caudillos. Galicia es un feudalismo en el que siempre ganan los mismos, los caciques que compran voluntades y concellos, los del dinero negro del chapapote, los narcos de las Rías Baixas y los pirómanos urbanísticos que arrasan los montes. Pobre miña terra galega, no tiene remedio. Pero lo de Euskadi, lo de Euskadi resulta mucho más duro y triste de asumir. A lo largo de la historia, muchos socialistas valientes dieron su vida en aquella tierra de revoluciones y barricadas, primero luchando contra la opresión del patrón, más tarde contra Franco, finalmente haciendo frente con honor y gallardía a las balas crueles de ETA. ¿Y en qué queda ahora todo ese pasado glorioso, toda esa historia brava de lucha de clases? En nueve escaños simbólicos en el parlamento de Vitoria, justo los mismos que tiene su enemigo tradicional, el PP, que nunca significó nada para los vascos.
Algunos, no los estómagos agradecidos, no los socialistas de boquilla ni los socialistas de aparato, sino los socialistas de bien, los peatones que no van a congresos ni a comités federales, los curritos del día a día que queríamos al partido porque creíamos que era la casa del pueblo en la que cabíamos todos, ya lo veníamos avisando. Algunos advertíamos de que habían sido demasiados años de renuncias, de silencios, de traiciones a los valores de la izquierda, y eso se acaba pagando más tarde o más temprano. Si echamos la vista atrás veremos que la demolición se ha perpetrado en varias fases: primero Suresnes, la renuncia al socialismo real, el felipismo para millonarios, la venta del partido por parcelas a los tecnócratas y pragmáticos, la toma del mando de los renovatas de Armani, la maldita reconversión industrial, la venta de España al capital extranjero, más algún que otro espécimen falangista que se cambió de chaqueta y se infiltró en el partido en el último momento porque allí se olía a negocio. Luego llegó lo que todos sabemos, los años de recoger lo sembrado, el cachondosocialismo, el saqueo de la Olimpiada y la Expo, el compadreo con el clan Pujol (transferencias por pesetes que siempre iban al bolsillo del patriarca catalán) la canción de Roldán y los millones robados a los huerfanitos de la Guardia Civil, Mariano Rubio y sus bancos para ricos, el trinque de los fondos reservados, los GAL, Boyer y su economía filipina pensada para la biutiful people con mucha reforma laboral y mucha flexibilización, mucho contrato basura para darle gustico a la patronal y mucho capitalismo a braga quitada. Todo aquello terminó como terminó y luego llegó Zapatero con su ceja y su talante (el chico era simpático, se parecía al inocente Mister Bean, hasta era honrado, no lo vamos a negar) y puso un parche provisional al reventón que no fue más que un bálsamo temporal entre el estallido de la burbuja inmobiliaria diseñada por el belicoso Aznarín y el marianismo corrupto de los sobres y el pitufeo valenciano.
Ahora estamos donde estamos, en el acto final de la tragedia: la descomposición del partido, el escandalazo de los ERES (que es como la corrupción del PP pero más triste aún) el navajeo de los barones y un secretario general que queda muy guapo en la foto pero que de socialista real solo le queda el carné, o sea nada de nada, rien de rien. El problema de Sánchez es que no tiene claro el manual, se saltó varias clases, mayormente Marx, y por eso unos días pacta con la derecha de Ciudadanos y un minuto después ofrece un gobierno de izquierdas a Podemos. Ahora ya es tarde, señora, como decía la Jurado, Pedro Sánchez está sentenciado y la única solución que se le ocurre al todavía líder socialista para hacer frente a la tormenta es convocar un congreso exprés antes de las elecciones para salvar su garganta, como si a los españoles acuciados por el paro, la hipoteca y los salarios misérrimos les importara lo más mínimo que él consiga salvar los muebles, su despacho de Ferraz o su carguete, que para el caso es lo mismo. Nada de autocrítica, nada de asumir responsabilidades, nada de la vuelta a los principios fundacionales del partido que tanta falta hacen a millones de ciudadanos que se desgañitan pidiendo más socialismo pero de verdad. Siguen borrachos de neoliberalismo, amnésicos de lo que significa en realidad ser de izquierdas, viviendo la vida loca en sus chaletorros, sus cuentas millonarias y su simulado discurso sobre el socialismo que ya nadie se traga. Y lo que es aún peor: no se han dado cuenta de que no solo es el negocio lo que se les viene a pique, sino que hay un señor por ahí con una Coleta, haciéndoles la competencia, que está vendiendo mucho más y mejor que ellos. Y así van, de mentira en mentira hasta la derrota final. Perdieron Cataluña, han perdido Euskadi y perderán Andalucía ahora que ya no queda dinero en la caja, tras el desfalco, y el PER se ha esfumado para siempre. Pues que sigan por ese camino, que el siguiente sorpasso se lo dará el Pacma. O el Partido del Porro.

sábado, 24 de septiembre de 2016

EL LOBO Y LA GUERRA

 (Publicado en Revista Gurb el 23 de septiembre de 2016)

"A la guerra primero vas por aventura o porque estás averiado o en guerra contigo mismo, pero luego te das cuenta de que esa experiencia te está enseñando muchas cosas". Ramón Lobo (Lagunillas, Venezuela, 1955) hace tiempo que ya no frecuenta la guerra. Se lo ha dejado. Y no porque la guerra sea mala para la salud o porque veas morir a otros compañeros de profesión o porque termines con un niño mal herido entre tus brazos sin saber cómo ayudarlo. Simplemente se acabó, fue una etapa de la vida en la que se desayunaba cada día con un bombardeo, un tiroteo en plena calle o una fosa común. Ahora, lejos ya de las balas y de las metrallas morales del alma, se dedica a escribir libros monumentales como Todos náufragos, retrato de una generación marcada por la guerra, la dictadura y la lucha por la libertad, un ensayo en el que, entre otras cosas, ajusta cuentas con los fantasmas del franquismo, entre los que está su padre, excombatiente de la División Azul. "Sí, mi padre, al que yo llamo Generalísimo Lobo, por el juego constante que hago entre él y el habitante de El Pardo. Era una persona muy estricta que no emitía cariño porque consideraba que eso era una debilidad y su única relación conmigo eran las bofetadas y los castigos. Para mí es como si no hubiera tenido padre", asegura. Dice que no echa de menos la acción, ni las trincheras, ni viajar al culo del mundo en busca de una buena historia, porque ahora hace otras cosas interesantes. "Este libro me ha enseñado que el gran reportaje puede ser un camino muy interesante para explorar", dice el periodista, uno de los afectados por la oleada de despidos en El País. Aquel día en que comprobó que en este maldito negocio del periodismo a uno ya no lo miden por lo que vale, sino por lo que cuesta, escribió en su cuenta de Twitter: "Estoy en la lista. Mi per­fil digi­tal y mi tra­yec­to­ria son insu­fi­cien­tes". Croacia, Serbia, Kosovo, Bosnia-Herzegovina, Albania, Chechenia, Irak, Líbano, Argentina, Haití, Ruanda, Nigeria, Guinea Ecuatorial, Sierra Leona, Uganda, Congo, Zimbabue, Namibia y Filipinas, son solo algunos destinos de una larga lista de países en conflicto en los que el lobo de la prensa española puso su olfato y su genio para convertirlo en crónicas magistrales, piezas antológicas del periodismo español, ese periodismo que hoy, según el reportero, se ha convertido en un "aburrido corta y pega".

Entrevista completa en Revista Gurb

JUGANDO A PASAR EL TIEMPO

(Publicado en Revista Gurb el 23 de septiembre de 2016)

España ha optado por el suicidio colectivo, como pueblo y como nación, mientras majadas de políticos de todas las especies y colores bajan rebuznando San Jerónimo abajo. Cada mañana hay un nuevo detenido, que por la tarde da una conferencia en el Club Siglo XXI. Entran por una puerta y salen por la otra, como en aquellas películas de cine cómico. Rita sigue agarrada con uñas y dientes al escaño, que es su clavo ardiendo, mientras Valencia es una gran Falla que se quema por los cuatro costados por la ambición de unos coleguitas y unos pitufos azules que no han dejado nada en la caja. Rajoy anda de mítines por Galicia, reserva espiritual de la derecha patria. Últimamente el presidente se larga de Madrid con cualquier excusa; es como un marido cansado de su mujer (su mujer es España) o mejor, un jubilado que de cuando en cuando agarra la maleta y se va de viajes con el Imserso para echar una canita al aire. Rajoy ante todo es eso: un escapista de la realidad. Ahora trota por Galicia, donde pasan cosas muy raras, como de meigas. Allí lo mismo podemos ver a Marianiño haciendo el running codo con codo con un sospechoso de acoso sexual que a Núñez Feijóo alternando yates con traficantes de droga. Todo muy surrealista, como en El perro andaluz de Buñuel. Uno ya no sabe quiénes son los buenos y quiénes los malos, porque esto de España se ha convertido en una funesta película de Tarantino con mucho gángster y todos revueltos. Ya lo avisó Torrente Ballester, este sí, gallego universal: "No puedo desear que ganen los buenos, ya que ignoro quiénes son".
Pasan las semanas y aquí nadie se atreve a decir ni mu para formar Gobierno. Todo es odio, estulticia, enconamiento y disparate. Tardamos cuarenta años en traer la democracia a España, tejerazos mediante, y cuarenta días en cargárnosla. Aquí todos juegan a las tragabolas, tratando de comerse la mayor cantidad posible de bolas, o sea de votos, olvidándose del pueblo y fiando el futuro del país a las vascas y a las gallegas, como si fueran unas señoras estupendas que vienen para arreglarnos el cuerpo. Una mentira más de nuestros políticos, que solo viven para ganar tiempo. Nos gobiernan mentes cortas y obtusas que no saben ver más allá de su nariz egoísta. Por eso estamos donde estamos, en la misma casilla de salida de siempre, y por eso lo volveremos a estar después del 25D, cuando votaremos por tercera vez al mismo puzle. El español es cerril por genética, pertinaz y cabezota, y cuando se empeña en destruir algo no para hasta conseguirlo. Mas y Homs montan festivales folclóricos con mucha sardana, coros y danzas catalanas a las puertas del Supremo; Otegui vuelve a su verborrea política de siempre, ya sin la Nueve Parabellum; los barones del PSOE ultiman el matarile de Sánchez; Chaves y Griñán preparan el traje a rayas y en Podemos los pablistas y errejonistas, desistidos ya del asalto a los cielos, se gastan jugarretas tuiteras entre ellos y se navajean con las mareas bajas. Tal cual como siempre han hecho sus mayores de la vieja política, poco han tardado en copiar los vicios y las malas artes los nuevos cachorros parlamentarios. De Rivera mejor ni hablamos. El chico es un Frankenstein del bipartidismo que fue inventado para un roto y un descosido, solo que los costurones del país han saltado por todas partes y esto ya no lo arregla ni el José Antonio de la Barceloneta con sus pespuntes improvisados para que no se rompa España. Vamos, que no. El sistema ha gripado y no hay nadie dispuesto a arreglarlo. Estamos en manos del caos, la mediocridad y el fanatismo. Todo se viene abajo, los nobles ideales, la izquierda internacionalista, la democracia. No es España la que se rompe, es Europa entera. Es como si no hubiéramos avanzado nada desde el XIX, cuando a Napoleón se le ocurrió unificar el viejo continente bajo la bandera de la razón volteriana y lo encerraron en la isla de Santa Elena, arrojando la llave al mar, para que se le quitaran las ganas de civilizar el mundo. Aquel sueño napoleónico de una Europa unida lo truncaron entre Inglaterra (siempre la pérfida Albión) los curas españoles con sus bandoleros paletos de Sierra Morena, los nacionalistas alemanes inspirados por Fichte, la nieve de la estepa rusa y algunos borbones borrachos que escaparon de la guillotina. Ahora se repite la misma historia. Ya casi no quedan reyes en Europa (Felipe El Preparado y cuatro más) pero están sus herederos directos: los monarcas del dinero que guardan sus fortunas en Suiza. Para el caso es lo mismo. Europa se desploma con estrépito mientas los neonazis toman los escaños del Parlamento alemán y los refugiados sirios, acorralados como ganado, agonizan en el matadero infinito de Lesbos. Europa se desintegra en pequeños terruños nacionalistas a cada cual más autárquico, insolidario, mezquino. Surgen paisitos por doquier, banderas pintorescas, las rencillas domésticas de toda la vida. Vuelven los principados, los condados, los ducados, los marquesados y las nacioncitas que tanta sangre costaron a Europa. La historia es un ajo que se repite. Los peores fantasmas del pasado han resucitado y recorren el mundo como una mala peste. Hitler, Mussolini y Franco, que también fueron muy nacionalistas, se frotarían las manos al ver que su legado ultra reverdece. Solo falta que el loco Trump gane las elecciones en USA y encienda la mecha del fascismo. Aquí, en esta España guerracivilista, ya hemos empezado a suicidarnos un poco. Aún no tenemos a un vaquero racista con flequillo pero sí a un gallego con frenillo. Spain es que is different. Spain siempre va por libre.

Viñeta: El Koko Parrilla y Elarruga

RITA DIÓGENES


(Publicado en Revista Gurb y en Diario 16 el 16 de septiembre de 2016)

Uno, después de analizar a fondo las noticias y sumarios de lo de Rita, cree que lo que realmente le pasa a la alcaldesa de España es que está siendo víctima de un grave síndrome de Diógenes. Ese trastorno mental lleva a quien lo padece, generalmente ancianos que viven solos, a abandonarse y a acumular en su hogar grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos. La señá Rita, como ha sido desahuciada por su partido, por su amigo Rajoy (un golpe bajo, Mariano, eso no se hace) y por los suyos de toda la vida, ha entrado en depresión, en shock, y se ha pillado un Diógenes de caballo que la empuja inexorablemente a acumular los despojos y barreduras de la corrupción y a llevarse toda la mugre de Valencia para Madrid, o sea para el Senado, que ya está de inmundicia hasta el techo y allí no cabe más detritus.
Rita, la dama de las basuras, se niega a dejar el escaño porque en ese escaño, como cualquier Diógenes, quiere meter todo lo que ha sido su vida y la Comunidad Valenciana durante estos años de golferío y butroneo: los vertederos del caso Brugal, los bolsos mugrientos de Vuitton, los pelos del bigote de Álvaro Pérez el ídem, los trajes con lamparones de Camps, el barro carísimo de Terra Mítica, los millones de peles de Rus contados entre estiércol y boñigas de vaca, el fuel contaminante de los aeropuertos sin aviones de Castellón y en ese plan. El escaño de Rita es todo eso y mucho más y ella, pobre, infeliz, afectada por un trastorno psicológico tan grave que la obnubila y la vuelve delirante, ha decidido llevarse toda esa mugre y esa mierda con ella, en el AVE Valencia-Madrid, otro basurero de comisiones.
Rita no es ninguna comisionista ni una pitufa de esas que van buscando los de la UCO como a vulgares pokémons, sino una paciente, una achacosa enferma de los años locos del Charlestón corrupto valenciano que precisa ayuda y terapia urgente. La alcaldesa de España es una víctima del sistema que necesita todo el apoyo y todo el tratamiento del mundo. La señora Rita, ahora, no necesita un aforamiento del Senado, ni un indulto, ni un exorcista de la vida como Conde-Pumpido que le saque el demonio del alma a base de confesiones; lo que ella necesita con urgencia es un médico que le quite el mal, que le extraiga del cuerpo esa enfermedad triste y fea que es el Diógenes y que le limpien el partido en Valencia, que huele que apesta. El paciente que sufre un Diógenes llega al aislamiento social, sin confiar en nadie, ni siquiera en Alfonso Grau, antaño confesor de cabecera y hoy pérfido traidor que también le ha dado la espalda el muy rufián.
Rita está mal, muy mal, ya ni siquiera va a la pelu ni de tiendas para comprar collares de perlas, y se ha atrincherado durante días y semanas en su casa, entre las basuras y desechos de la política valenciana. De ahí esas fotos de los periódicos en las que aparece asustada, huraña, paranoica, tras las cortinas de la ventana. A veces, muy rara vez, sale a la calle y asomando la nariz por la puerta le pregunta a los periodistas con ese vozarrón sensual de travelo que Dios le ha dado: "Hola ¿cómo estáis?". Pero luego sale corriendo otra vez para su dacha y no hay manera de sacarla de sus sumarios, de sus escándalos, de su mugre, de sus nostalgias y recuerdos tras un cuarto de siglo de victorias electorales y grandezas. No hay que engañarse, el mal sigue estando ahí. Es preciso actuar. Un Diógenes es una cosa muy seria y muy chunga que hay que cogerla a tiempo porque si no va a más y Rita, como alcaldesa de España que lo ha hecho todo por el partido y por la patria, no se merece este trato indigno que ni siquiera se lo dieron al espía Paesa, el hombre de las mil caras, del que ahora hacen película. Si será malo el síndrome de Diógenes que no solo le fuerza a uno a acumular desperdicios y cochambre en la despensa del partido, sino también a permitir que todo el mundo trinque lo que pueda, ya sea en sobres sobrantes, en billetes de quinientos o en forma de salario del Senado.
Rita lo acumula todo ya, y eso no es bueno para la salud. Rita tiene que salir de casa, del Ayuntamiento, del Senado, del partido, de todo. Hay que mandarla al Banco Mundial, para que viaje, se distraiga y se airee un poco. Hay que sacarla de esa dinámica nociva y perniciosa en la que ha entrado, darle tratamiento y cariño, aplicarle las pastillitas rojas venezolanas y electroshock si hace falta, porque un Diógenes no es cualquier cosa y puede caer en depresión crónica o darse a la bebida, que es todavía peor. Si la dejamos, llena Madrid con la basura de Valencia y cambiar la mierda de sitio no es solución, que ahora Espe Aguirre se ha puesto muy seria por lo sucia que está la Villa y Corte. A Rita que la traten ya. Salvemos a Rita, que es patrimonio de Valencia. Como las Fallas, coño.

Viñeta: Igepzio

viernes, 23 de septiembre de 2016

EL MIEDO, LA SEDUCCIÓN Y LAS DOS ALMAS DE PODEMOS


 (Publicado en Revista Gurb el 23 de septiembre de 2016)

La guerra de los tuits entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón ha abierto una crisis profunda en Podemos en plena precampaña electoral. El cruce de insinuaciones y reproches públicos entre ambos dirigentes, entre metáforas musicales alusivas a Coldplay y a Bruce Springsteen, demuestra que la arquitectura de ese partido no está plenamente consolidada y que el futuro de su proyecto político es hoy más incierto que nunca. Estamos ante una formación que ha conocido una expansión fulgurante en apenas dos años, un caso inédito en la historia de España. Fundado en enero de 2014 aprovechando la indignación de millones de españoles, el tirón de las masivas movilizaciones del 15M y las protestas de las mareas ciudadanas contra los recortes del Gobierno, Podemos había logrado erigirse en apenas dos años como la gran alternativa de la izquierda para este país. Jamás un proyecto político había crecido de una forma tan acelerada, abrumadora y con una efervescencia social e intelectual tan arrolladora. En las elecciones generales del 20D de 2015, Podemos obtuvo el 20,68 por ciento de los votos y 69 diputados en el conjunto del Estado, llegando a amenazar la posición hegemónica que el PSOE había mantenido históricamente como referente de la izquierda española. El sorpasso a los socialistas parecía más que factible y miles de personas de ideología de izquierda se planteaban sumarse con decisión al partido de Iglesias. Hoy, sin embargo, y pese a que Podemos gobierna en coalición con otras fuerzas políticas en numerosos ayuntamientos y comunidades autónomas y a que sigue siendo el tercer partido en importancia de España, el crecimiento de la formación morada parece estancado y no son pocos los que ya hablan de que el suflé se está desinflando.
¿Qué ha sucedido para que un partido de izquierdas que por un momento tuvo aspiraciones de gobernar, desbancando por fin a la derecha debilitada por tantos casos de corrupción y tantos abusos durante los años de la crisis, haya embarrancado de una manera tan inexplicable? Desde el primer momento de su creación, dos almas han gobernado Podemos, una moderada y otra más radical, una más socialdemócrata y otra más cercana a posturas comunistas y de extrema izquierda, una proclive a la negociación y al acuerdo con otras formaciones políticas y otra partidaria de lograr en solitario la victoria final, el aniquilamiento del sistema y del PSOE y el "asalto final a los cielos", frase que el mismo Iglesias copió de la carta que Karl Marx envió a su amigo el doctor Ludwig Kugelmann para describir el fracasado intento revolucionario de la Comuna de París en 1871. Durante este tiempo, Iglesias ha jugado el papel de líder revolucionario, de mito carismático y mesiánico, de hombre racial, incontenible y desmesurado a veces que cuando sacaba el látigo era para arrearle estopa a la casta política y financiera, a los poderes fácticos y a los fariseos del sanedrín parlamentario. Ahí quedarán, para la historia, sus apelaciones intempestivas a la cal viva del felipismo y otras declaraciones más o menos fuertes que aunque excitaban a un sector de su parroquia, generando buenos titulares de prensa, chirriaban a la otra mitad del partido.
Errejón, por su parte, ha jugado el rol de la moderación, el equilibrio y la estrategia. Su cara de niño bueno, arreglado y formal, conecta con la otra alma de Podemos, la socialdemócrata formada en buena medida por votantes desencantados con el PSOE que, tras años de felipismo desertor del ideal socialista, de zapaterismo falsamente renovador y del último pedrismo poco atractivo y sugerente para muchos militantes de izquierdas, veían en la formación morada la última esperanza de cambio para este país.
Iglesias y Errejón son, sin duda, dos personalidades fuertes, dos intelectuales brillantes salidos de la Universidad, dos personajes magnéticos y dos animales políticos. Pero también son dos formas muy distintas de entender la política y el futuro de un país. Sus choques dialécticos y enfrentamientos más o menos velados han sido constantes desde el mismo momento de la asamblea refundacional de Podemos de Vistalegre, en octubre de 2014, cuando el partido optó por dejar de hacer política en la calle y convertirse en una estructura al uso. Podemos es un mismo cuerpo con dos mentes tan diversas que terminan confundiendo a su electorado. Y ahí es donde está la clave y la debilidad del problema. En Suresnes, el PSOE abandonó definitivamente el marxismo para entregarse a la socialdemocracia en el marco de un sistema económico claramente capitalista. Fue una traición a los ideales perpetrada por Felipe González por puro pragmatismo, ya que no había otra manera de alcanzar el poder. Vistalegre tenía que haber sido el Suresnes de Podemos donde se tenía que haber clarificado su línea ideológica y su programa para gobernar España los próximos cuatro años, pero aquello se cerró en falso, las familias siguieron ostentando sus cuotas de poder y en cada comunidad autónoma empezaron a formarse las primeras baronías, al estilo de los viejos partidos de la casta. Desde el debate bizantino de Vistalegre, cuando se fortaleció la estructura, el aparato y la secretaría general en detrimento de las asambleas y los círculos, Podemos navega entre dos aguas, en medio de cierta ambigüedad que unas veces desconcierta a sus militantes comunistas y otras a los socialistas. Esa indefinición, ese no tener claro la filiación y la paternidad del proyecto, ese no saber admitir cuál es realmente el origen y el destino del partido, es lo que provoca que unos días sus dirigentes apelen a la tradición comunista y a la mañana siguiente se levanten abrazando la socialdemocracia. En el fondo, lo que subyace es la vieja guerra que siempre ha lastrado a la izquierda, no ya española, sino internacional. Es la añeja confrontación entre bolcheviques y mencheviques, entre rojos y blancos, la reyerta histórica por el poder que siempre termina en la derrota de la utopía, en las violentas purgas y en las guerras intestinas que tanto daño han hecho, durante más de un siglo, a la izquierda europea. Aquí estamos en lo de siempre: en el choque tradicional entre el ala moderada y la radical de la izquierda, y no hay nada más viejo en política que esa batalla sangrienta y fratricida entre hermanos, que viene librándose desde 1917. Parece que no hemos salido de Stalin, Trostki y todo aquello, un hecho que certifican las últimas declaraciones de Juan Carlos Monedero, filósofo inspirador del movimiento, quien acaba de asegurar que la discusión en las entrañas de Podemos es "ideológica y de poder".
Tras el rifirrafe entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón en las redes sociales (malditas redes que las carga el diablo) queda claro que la dialéctica que proponía el partido para superar la vieja política y entrar de lleno en una supuesta nueva política, transversal, sin izquierdas ni derechas, sino basada en el arriba de los ricos y el abajo de los pobres, no era más que un cliché para salir del paso y afianzar un proyecto políticos, quizá el más noble y legítimo proyecto político que ha tenido España en las últimas décadas, ya que se nutría del impulso sincero y renovador de una buena parte de la población que había pagado los efectos de la crisis.
Tanto Iglesias como Errejón deben sentarse como dos amigos que son, o al menos dos amigos que hasta ahora lo han sido, mirarse a la cara y hablarse con claridad y sinceridad, sin dobleces ni ases en la manga, sin traiciones ni tapujos. Ya sabemos que Iglesias apuesta por recuperar la calle y un lenguaje que "politice el dolor" de la gente que sufre, volviendo a los orígenes del 15M, a las barricadas y a la acción directa contra la casta, principal culpable del "conflicto social". Ya sabemos que Errejón cree que el estilo de Podemos debe ser pragmático y "amable" para captar a la mayor cantidad posible de votos del centro izquierda, apartándose del discurso dramático y teatral, institucionalizándose y modulándose para adecuarse al juego político. Ahora falta que ambos se sienten y decidan si quieren madurar o seguir siendo unos jovenzuelos rebeldes dispuestos a pelearse entre ellos. Deben dirimir si van a optar por la estrategia del miedo o la estrategia de la seducción. Y si la táctica es mixta que lo acuerden, lo pacten y zanjen sus diferencias. Los trapos sucios deben ser lavados en casa, y más en plena campaña electoral, sin tonterías ni tuiterías, sin tanta transparencia que solo provoca la hilaridad en sus enemigos políticos y la erosión del proyecto, sin puestas en escenas histriónicas ni apelaciones a grupos de rock que dejan un poco perplejos a buena parte de la ciudadanía que no está para bromas. Si no se resuelven pronto esas diferencias, si no se aclaran las líneas maestras del proyecto político, Podemos seguirá perdiendo respaldo popular y naufragando en el océano de la indefinición, con el consiguiente riesgo de la escisión que planea sobre sus siglas. Porque de todos es sabido que no hay nada más letal para un partido que el ruido interno de gallinero, la apariencia de debilidad interna y la sombra de la duda.

Viñeta: El Petardo

martes, 13 de septiembre de 2016

SORIA ERA EL HOMBRE



(Publicado en Diario16 el 12 de septiembre de 2016)

Andan los tertulianos, los periódicos y los tuiteros todo el día a dentelladas con Rajoy a cuenta del caso Soria sin pararse a reflexionar, aunque solo sea por un momento, cómo ha sido la cosa. Resulta que al presidente le piden un funcionario preparado para no sé qué puesto en el Banco Mundial y él, que es hombre muy ocupado porque el Marca, el Real Madrid y los viajes a la China no le dejan tiempo libre, él que es un quedabien y un gallego carta cabal que quiere cumplir con todos sus compromisos internacionales, mira al banquillo y ve que ya no le quedan hombres limpios y honrados donde elegir porque todos están imputados, procesados o entrullados. Entonces escoge a Soria. ¿Qué podía hacer don Mariano? El presidente, como ese entrenador con todo el equipo en la enfermería, tiene que recurrir a lo que le queda, a lo que hay, a los que aún están en activo, o sea en libertad, siquiera condicional, y ahí es donde entra Soria, que de momento no está imputado en nada, que nosotros sepamos. No todo el mundo sirve para ser directivo del Banco Mundial, hay que tener maneras, planta, estilo, talento, chulería, una cosa fina para el guante blanco, y si lo miramos bien, Soria da el perfil. Ha hecho dinero con el tomate canario, tiene sus perrillas en paraísos fiscales y es espigado, broncíneo y resultón, cualidades tan necesarias para moverse por los ambientes diplomáticos parisinos, que requieren gente viajada, con mucho Yale, glamour y saber estar. ¿Para qué seguir buscando?
Soria, por su aspecto dandi y decadente, por su buen inglés (aunque algo enturbiado por su acento guanche) por su pasado sospechoso y maldito, era el hombre perfecto para el cargo. Porque al Banco Mundial no llega cualquiera. Allí no se llega por currículum, ni por honradez, ni por elevados principios morales, ni por cumplir a rajatabla con el código ético del PP. Al Banco Mundial, que es el más mundial de los bancos, llegan los que han hecho pasta rápida, en cinco minutos, como los tallarines, los pastosos de carrera y los que han sabido montárselo a tope para colocar el parné bien lejos, en Suiza o en Panamá, fuera del alcance de los molestos inspectores de Hacienda. Hablando en plata: que para ser directivo del banco ése hay que ser muy tahúr, muy espabilado y muy cuco, y yo, qué quieren que les diga, a Soria lo veía en el rol. Se le ha criticado al exministro energético su máster en economía sumergida en Panamá cuando el hombre lo único que hacía era prepararse para el futuro, entrenarse bien, curtirse y practicar mucho para cuando le llegara el día de opositar a la gloria financiera, al Banco Mundial, nido de golfos y aprovechados, como todo banco por otra parte. Al final no ha habido oposición, ni concurso, ni nada de nada, y el nombramiento ha sido obra del dedazo Sixtino de Rajoy, como siempre. Pero qué importa eso. Los mediocres siempre eligen el camino más fácil.
A Soria le critican que sea un hombre de paraísos perdidos o un perdido de los paraísos, y es esa preparación precisamente la que se requería para el cargo. Por Francis Bacon sabemos que el dinero es como el estiércol: no es bueno a no ser que se esparza. Pues eso y no otra cosa es lo que ha hecho Soria a lo largo de su vida, esparcir sus ahorrillos por medio mundo, diversificarlos, airearlos para que no se quedaran rancios, revenidos, como dicen los murcianicos. Toda la carrera de Soria, sus offshores, sus transferencias al extranjero, sus abogados fontaneros y sus empresas tapadera estaban enfocadas a ese momento crucial de su vida: dar el salto a la Champions del engaño, ascender en el escalafón de magnates mangantes, colocarse en el Olimpo de los trepas. Al Banco Mundial llega lo mejor de cada casa: los mangutas organizados, los cabecillas de redes internacionales, los traficantes de armas, los cuentistas de la política, los vendedores de humo, los fabricantes de crecepelos, los ladrones que son gente honrada, como decía Jardiel, los cleptómanos de Casino, los untaos, los viciosos del yate, los mamones y pelotas con servicios prestados y los horteras, mayormente los horteras. El Banco Mundial es la sede de los altos fondos, a ese sitio va lo peor, como debe ser. El delincuente de baja estofa tiene que estar en la cárcel y el tío fino de guante blanco en el Banco Mundial, curtiéndose como Dios manda. Y aquí paz y después gloria. Por eso uno no sabe a cuento de qué viene cortarle la carrera a Soria a las primeras de cambio, si era el hombre perfecto para el puesto y ya había hecho méritos más que suficientes invirtiendo un pico en Panamá. No habrá otro como él para ese cargo. Se sabe el manual de la cosmética financiera al dedillo, no tiene escrúpulos y miente con cara de buen chico. Rajoy ha cometido un error obligándole a renunciar. Para mí que era el candidato perfecto. Soria era el hombre.

Posdata: Se abre el año judicial, la esperada Feria de Septiembre. El cartel de esta temporada es impresionante: Corrida de las Tarjetas Black, con los primeros espadas Miguel Blesa, ‘El Chicuelo de las preferentes’, y Rodrigo Rato, ‘Morenito del Yate’; Corrida de la Gurtel con los matadores Álvaro Pérez ‘El Bigotes’ y Francisco Correa, ‘Don Vito de Valencia’; Corrida de la Caja B y borrado de los ordenadores del PP, con Luis Bárcenas ‘El Niño de Suiza’ y Álvaro Lapuerta, ‘Lagartijo de Génova’; y Corrida del Bombero Torero, o pitufeo valenciano, con Alfonso Grau, que dedicará su faena a Rita ‘La Cantaora’. Las entradas ya están a la venta, en taquilla y en sus respectivos sobres. Calité taurina.

Viñeta: Becs

viernes, 9 de septiembre de 2016

HABRÁ ELECCIONES EN NAVIDAD SI PEDRO SÁNCHEZ NO LO IMPIDE


(Publicado en Revista Gurb el 9 de septiembre de 2016)

Tras el fracaso en la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno se abre una nueva fase en esta época tortuosa de la historia de España. Todo apunta a que los españoles tendremos que ir votar por tercera vez el 25 de diciembre, entre turrón y cava. En el argot de la calle se podría decir que el Partido Popular –en buena medida por la obstinación de su líder, Mariano Rajoy, empeñado en seguir en el poder pese a que ya hace tiempo que debería haber dimitido como máximo responsable de la corrupción y la degeneración de su partido–, ha montado un buen belén en la vida pública española. Llegaremos al 25D porque eso es justamente lo que quiere el partido conservador, confiado en que el miedo de los españoles a la situación general de inestabilidad, la abstención por la desafección de los ciudadanos hacia sus representantes políticos incapaces de llegar a acuerdos y los contratos navideños que maquillarán convenientemente las cifras de paro, le darán una nueva victoria en las urnas. Poco influirán en la decisión de los electores los numerosos juicios a los que importantes cargos del PP tendrán que hacer frente a partir de este mes de septiembre: Tarjetas Black, Bárcenas, Gurtel, Púnica, pitufeo valenciano, etcétera.
Sin embargo, parece que el PSOE no ha dicho su última palabra en esta historia. Desde hace días, Pedro Sánchez viene sugiriendo que hará todo lo posible por encabezar un Gobierno de cambio alternativo al PP, una propuesta que no nos suena a nueva, puesto que ya lo intentó sin éxito tras el 20D. Sánchez ha vuelto a caer en la misma ambigüedad de la que ha hecho gala en los últimos tiempos, ya que no concreta si ese Gobierno sería de coalición con Podemos (algo que parece casi imposible después de sus desavenencias con Pablo Iglesias) con Ciudadanos (un pacto que ya intentó el PSOE y que también fracasó en la anterior sesión de investidura) o tripartito a la valenciana (una hipótesis aún más improbable). Otra alternativa que suena con fuerza en los últimos días sería un Gobierno en minoría del PSOE con la abstención del partido de Rivera y de Podemos, al que se sumarían hipotéticamente los partidos nacionalistas, en función del resultado que obtengan estas fuerzas en las elecciones autonómicas vascas y gallegas. Sin embargo, gobernar con solo 85 escaños (una fórmula inédita hasta ahora en la historia reciente de nuestro país) dejaría a los socialistas en franca debilidad en el Parlamento a la hora de sacar adelante las leyes previstas para las reformas que necesita España. A fecha de hoy todo son conjeturas, mientras los ciudadanos asisten atónitos ante la posibilidad que gana más enteros en estos momentos: que tengamos que ir a votar por tercera vez el próximo 25 de diciembre. A Sánchez habría que pedirle claridad y rapidez en sus movimientos. Los españoles no se merecen que, en unos momentos tan delicados para el país, sus representantes se dediquen a la política menor, al cortoplacismo, a la táctica y a la estrategia, solo para preservar su estatus privilegiado y su posición personal. Y esa es la sensación que ahora mismo transmite el secretario general del PSOE.
No son momentos para jugar al gato y al ratón, ni para marear la perdiz, como se dice coloquialmente. El ciudadano necesita saber ya, con claridad meridiana, cuáles son los planes del líder de la oposición. Si cree que es posible avanzar en la negociación con Podemos y Ciudadanos para llegar a acuerdos de investidura o de Gobierno que lo diga, pero si considera que explorar esa opción no llevará a ninguna parte, que convoque una rueda de prensa mañana mismo y dé las explicaciones oportunas. A estas alturas de la película, con dos investiduras fallidas (la de Sánchez y la de Rajoy) lo último que necesita el país es que sus políticos sigan jugando al despiste, al oscurantismo y a la falta de transparencia. De todos es conocido que Iglesias y Rivera son como el agua y el aceite. Tratar de reunirlos en un acuerdo de Gobierno se antoja a estas horas poco menos que imposible. Ni el líder de Podemos parece dispuesto a renunciar al referéndum de autodeterminación en Cataluña ni Rivera a la sacrosanta unidad de España. Tampoco se perfila fácil un pacto PSOE-Podemos con la abstención de Ciudadanos, ya que resulta evidente que Rivera va buscando estar a toda costa en el Gobierno que se forme, ya sea del PP o del PSOE. Ante este panorama todo parece indicar que Pedro Sánchez –consciente de que un pacto tripartito es imposible y de que gobernar con 85 escaños, desde el Congreso de los Diputados y no desde la Moncloa, es poco menos que una utopía– solo busca ganar tiempo para resolver sus problemas internos en el PSOE y para salir de nuevo reelegido, si es que consigue doblegar la oposición de sus barones territoriales, en el próximo congreso nacional del PSOE. Y esto es lo que resulta del todo punto inadmisible. El país, con los graves problemas que tiene planteados –crisis económica, paro, corrupción y desafío secesionista– no puede seguir paralizado a expensas de que el secretario general del PSOE resuelva su futuro inmediato en el partido. Si cree de verdad que tiene posibilidades de ser presidente del Gobierno que ponga las cartas boca arriba sobre la mesa. Y si no, que lo diga cuanto antes para que nos concienciemos ante lo que nos espera: votar en Navidad. Por tercera vez.

Viñeta: El Koko Parrilla

martes, 6 de septiembre de 2016

EL DIABLO DIJO NO

 (Publicada en Revista Gurb el 2 de septiembre de 2016)


Hace ya tiempo que la política española se ha convertido en una comedia sofisticada de enredo, en plan Lubitsch. Puertas que se abren y se cierran, amores y desamores, cuernos, engaños y toda la bajeza y la inmoralidad de la que es capaz la jet set de nuestro alegre Parlamento patrio. El Diablo dijo no fue una de las grandes películas del maestro judío alemán y hoy, como todo vuelve, está más de actualidad que nunca. El diablo que ha osado decirle no a Rajoy no es otro que Pedro Sánchez, que a partir de ahora es y será el culpable de todos los males históricos del país. Arrastrará su infamia para siempre, ya lo ha sentenciado el PP en un comunicado de prensa. No estaría mal saber qué negro redacta las notas periodísticas en Génova 13 con ese tono entre folletinesco y hortera (¿Paco Marhuenda, quizá?). Le ha caído el sambenito de demonio al líder socialista y todo lo malo que ocurra desde este preciso instante será por su mala cabeza. Si hay sequía será por culpa de Pedro Sánchez; si las playas se llenan de burkinis será por Pedro Sánchez; y si Otegui vuelve o al final no hay Gobierno en España eso se deberá, sin duda, a Sánchez el negativo. Sánchez es el nuevo diablo que viste de Prada, o de Armani, o de Hugo Boss, qué más da. Ya se huele el rastro de azufre cuando el sociata pasa por Moncloa para hacerle la cobra al presidente. Ya apuntan cuernecillos rojizos sobre su sonrisa mefistofélica. Ya vemos su tridente en ristre y su rabo… (del rabo mejor no hablar, remitimos al programa de Calleja).
El caso es que Sánchez, el diablo que se ha vendido el alma a sí mismo, es el demonio perfecto, y ahora que viene de Mojácar con ese moreno albañil y esa tableta de abdominales que para sí la quisiera Aznar o el del anuncio de Dolce y Gabbana parece más canalla y diablesco que nunca. Sánchez es el satánico ideal para justificar el aquelarre de esta España caótica, desgobernada, descoñada. El Doctor No, el maligno guapo que todo lo jode, el pútrido satanás que quiere romper España con su nihilismo descarnado. Porque otra cosa no será, pero Sánchez es un nihilista convencido que niega la realidad y que siempre dice no a todo y a todos. El nihilismo se lo inventaron entre Gorgias y otros griegos, pero fue el gran Turguéniev, en Padres e hijos, quien lo extendió por toda Europa. Más tarde llegó Nietzsche, que mató a Dios y elevó su mostacho fetiche a los altares filosóficos. Así es Sánchez: un nihilista recalcitrante, un emperrado que siempre va con el no por delante, un fetichista del no incapaz de darle el sí al presidente, con lo mucho que lo quiere y lo aprecia don Mariano. Con Sánchez no hay manera de formar un Gobierno serio en España porque Sánchez lo niega todo: la recuperación económica, la bajada del paro, la unidad de España, el milagro de Lourdes, la Santísima Trinidad, las propuestas de los barones del PSOE, el posturero PP/Ciudadanos y el sentido mismo de la vida. Y así no hay forma humana de levantar una España grande y libre, oiga usted.
Rajoy tiene la investidura perdida (salvo que a un socialista le dé un apretón de transfugismo a última hora y se meta en el lavabo a mitad de votación) pero también tiene la coartada perfecta: la culpa de todo es del diablo que dijo no. Y con ese discurso directo y sencillo para mentes líquidas se presentará a las terceras elecciones, que volverá a ganar de calle y aquí paz y después gloria. Esta vez lo tiene más fácil que nunca. El responsable de todo es Sánchez el Anticristo y antiespañol, a mí no me miren. Y ya no importará que nadie quiera estrecharle la mano sucia a Rajoy, el presidente apestado; ni que los tribunales rebosen de diputados del PP trinchados por la UCO; ni que hayamos pasado de una España sin derechos a una España de derechas. Votaremos con desprecio y con desgana, entre cava y turrón, y el culpable de ello será Pedro Sánchez. Porque Sánchez es el mismísimo diablo. Y el diablo dijo no.

Viñeta: El Koko Parrilla

sábado, 3 de septiembre de 2016

EL PRESIDENTE ES EL GRAN RESPONSABLE DEL BLOQUEO

 (Publicado en Revista Gurb el 3 de septiembre de 2016)

Como era de prever, Mariano Rajoy perdió el debate de investidura y salió del Congreso sin hacer declaraciones, escabulléndose entre los periodistas. Ninguna fuerza política del arco parlamentario, salvo PP y Ciudadanos (con el apoyo del único diputado de Coalición Canaria) quiso dar su confianza al candidato popular y finalmente el "no" al presidente en funciones ganó al sí por 180 votos frente a 170. Al final la negativa del PSOE a abstenerse para que Rajoy pudiera salir elegido (una postura en la que el líder socialista Pedro Sánchez ha empeñado todos sus esfuerzos y hasta su futuro político) resultó clave para evitar la reelección del presidente del Gobierno.
La primera conclusión es que Rajoy sale quemado del Parlamento, donde ha recibido duras críticas de todas las fuerzas políticas por las drásticas medidas de ajuste económico contra la crisis que el presidente ha adoptado en los últimos años y también por su tibieza a la hora de combatir los numerosos escándalos de corrupción que han salpicado a su partido. Por tanto, a estas horas todo parece abocado a unas terceras elecciones, que en principio se celebrarían el día 25 de diciembre, si antes no se reforma la ley electoral para evitar el escarnio y el ridículo de que los españoles tengan que ir a votar el mismo día de Navidad.
La segunda consecuencia fundamental de la investidura fallida es que, tras el fracaso de Rajoy, España sigue sumida en el bloqueo institucional después de nueve meses sin Gobierno, una situación inédita en la Historia de nuestro país que está provocando estupor en la comunidad internacional. No obstante, y pese al bloqueo, se abre un nuevo escenario de dos meses en el que todavía podría saltar alguna que otra sorpresa. Durante ese tiempo, y hasta el 1 de noviembre, cuando el Rey Felipe VI disolverá las Cortes, parece más que seguro que las fuerzas de izquierda impulsarán una negociación en un último intento por sumar los escaños suficientes para formar un Gobierno de progreso y cambio, evitando unas terceras elecciones que, según han coincidido todos los partidos, supondría una imagen negativa, cuando no esperpéntica, para la democracia española. En ese sentido solo una opción alternativa parece posible: un Gobierno de Pedro Sánchez con el apoyo de Unidos Podemos y Ciudadanos, una especie de Gobierno Frankenstein en el que participarían desde socialistas a comunistas pasando por independentistas y el centro derecha. Esta hipótesis, con ser la única que daría los números necesarios para gobernar, se antoja poco menos que ciencia ficción, ya que ello significaría la renuncia de Pablo Iglesias a su famosa línea roja de proponer un referéndum para la autodeterminación de Cataluña, un punto irrenunciable en las confluencias catalanas de Podemos. Por si fuera poco, tanto Iglesias como el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se han declarado socios “incompatibles” en un mismo Gobierno de coalición, ya que las políticas económicas que proponen ambos partidos son radicalmente antagónicas. De poco servirán las esperanzadoras declaraciones que Sánchez realizó anoche apelando a las "fuerzas del cambio" para buscar una solución al "atasco político" en España y garantizando que si percibe "altura de miras y generosidad" por parte de los demás partidos de izquierda "el PSOE formará parte de esa solución".
Posibilidades de futuro al margen, la investidura fallida de Rajoy ha sido la crónica de una derrota anunciada. Se sabía de antemano que su pacto con Albert Rivera solo le daba para alcanzar 170 escaños, insuficiente para lograr los 176 que otorga la mayoría absoluta para gobernar. La consecuencia inmediata es que ha quedado liquidado el acuerdo con las 150 medidas para la regeneración política, la lucha contra la corrupción y la reforma institucional en España que Ciudadanos impuso al PP como condición indispensable para apoyar la investidura de Rajoy y que éste tuvo que firmar por necesidad, como tragándose un sapo.
Finiquitado el pacto PP/Ciudadanos queda claro que todos los partidos se mueven ya en clave electoral. Rafael Hernando, portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, en un ejercicio de malabarismo político, aprovechó su intervención para endosar a Pedro Sánchez toda la responsabilidad de que España siga a estas horas sin un Gobierno, mientras que los socialistas respondieron señalando a Mariano Rajoy como único culpable de la situación, al no haber sido capaz de lograr los apoyos necesarios para lograr la investidura. Firme en sus posiciones, Hernando confirmó que el candidato del PP a las terceras elecciones no será otro que Mariano Rajoy. Y llegados a este punto debemos preguntarnos: ¿es Rajoy parte de la solución o más bien parte del problema? Felipe González recordó ayer que "el partido más votado en España tiene al candidato más vetado", insinuando que el presidente popular debería dimitir, arrojar la toalla, dando paso a otro aspirante libre de sospechas que pueda aglutinar los apoyos suficientes. Si este debate ha dejado algo claro es que nadie, salvo sus correligionarios, quiere que Rajoy siga siendo el presidente de España. El líder gallego es el símbolo de las políticas de austeridad y recortes que tanto sufrimiento han ocasionado a millones de españoles en los últimos tiempos y por si fuera poco es el presidente que envió un SMS de apoyo incondicional a su tesorero, Luis Bárcenas, cuando ya se sabía que éste figuraba como implicado en un monumental caso de financiación ilegal. Por su nefasta gestión de estos años, está moral y políticamente incapacitado para dirigir un nuevo Ejecutivo. Sería bochornoso, y hasta una vergüenza para la democracia, que un dirigente que ha propiciado la instalación de redes mafiosas en el Gobierno, como los casos Gurtel, Púnica, Rato y Blesa, tenga otra oportunidad de ser presidente. Por eso, quizá en estos momentos no haya un mayor lastre ni un mayor tapón de bloqueo institucional que Mariano Rajoy. Quizá si él ya no estuviera en la política española el PP lo tendría mucho más fácil para lograr apoyos de Gobierno. Pero todo son conjeturas. Lo único cierto es que a esta hora, tras el fracaso de Rajoy en la investidura, los españoles ya se están concienciando de que tendrán que ir a votar por tercera vez y para colmo en fechas navideñas. Las encuestas auguran que los comicios beneficiarán al bipartidismo tradicional PP/PSOE, perjudicando a los dos partidos de la nueva política: Podemos y Ciudadanos. Además, la abstención podría aumentar debido al hartazgo de la población, lo que redundaría en beneficio del partido en el Gobierno. Será precisamente por eso que los populares se mostraban tan tranquilos ayer tras la derrota de Rajoy. No tienen miedo a unas terceras elecciones porque ya ganaron las primeras el 20D y mejoraron en número de votos y escaños el 26J. Pero ojo, porque jugar con las urnas puede resultar peligroso, ya que las elecciones las carga el diablo.

Viñeta: Iñaki y Frenchy