miércoles, 26 de agosto de 2020

LOS MATONES DEL FASCIO

(Publicado en Diario16 el 25 de agosto de 2020)

Cuando las palabras pierden su significado real, una sociedad está abocada al caos y a la barbarie. Es lo que ocurrió en los comienzos del siglo XX, cuando los fascismos crearon su propio vocabulario y elenco de eufemismos para esconder los crímenes más horrendos. Así, los jerarcas nazis institucionalizaron el concepto “campos de trabajo” para designar aquellas grandes fábricas formadas por hornos crematorios y el mucho más macabro término de “solución final”, bajo el cual se escondía el exterminio industrial y en serie de millones de personas. Más recientemente, en los años del plomo de ETA, los partidos políticos abertzales que apoyaban la violencia consideraban que el asesinato mediante el coche bomba o el tiro en la nuca era una ejecución, el terrorismo “lucha armada” y el chantaje y la extorsión “el impuesto revolucionario”.

Hoy, tanto el totalitarismo nazi como el etarra parecen felizmente superados, aunque recálquese lo de “parecen”, ya que en este mundo donde los cataclismos naturales, sociales y políticos se suceden a velocidad de vértigo, de la noche a la mañana, nadie puede estar seguro de que todo aquello no retorne en un futuro más o menos cercano. Sin embargo, los siniestros eufemismos siguen larvados en la sociedad y esperando que el huevo se abra algún día, como demuestra la intolerable persecución fascista que sufre estos días la familia Iglesias/Montero, un sangrante caso de extorsión y acoso político que algunos tratan de blanquear como mera y legítima “protesta pacífica”. La extrema derecha ha diseñado una campaña perfectamente organizada de acoso a la pareja y a sus hijos y se ha propuesto no dejarlos vivir. El último episodio de grave intimidación ha tenido lugar hace unos días en el pequeño municipio asturiano de Felgueras, adonde la familia se había trasladado para pasar unos días de vacaciones, a los que tienen derecho como todo ciudadano de este país. Hasta la casa donde se alojaban acudieron algunos grupúsculos dispuestos a practicar el matonismo guerracivilista más abyecto mediante insultos y amenazas en la calle y pintadas como “Coletas rata”. Cierto sector de la prensa de la caverna que está de acuerdo con la fechoría trata de hacer ver que esta salvajada propia de trogloditas ha sido una simple manifestación cívica, un “escrache” como el que solían montarle a los ministros del PP, en sus años mozos, los dos jóvenes políticos podemitas. Plumas notables de este país consideran que estamos ante el mismo “jarabe democrático” que en su día practicaba el propio Iglesias, solo que a la inversa. Sin embargo, pretender comparar aquella cucharadita de poción −la que aplicaban a gente como Rodrigo Rato los jóvenes activistas y también los preferentistas estafados al grito de “chorizo”− con la sobredosis de medicina excesiva, violenta y letal que administra hoy la extrema derecha es un insulto a la inteligencia. Resulta obvio que no estamos ante el mismo caso ni cuantitativa ni cualitativamente, si bien vaya por delante que la violencia (ya sea verbal o física) que suelen entrañar los casos más agresivos de escraches es reprobable en todos los casos y con independencia de quién sea el sujeto escracheado.

Y aquí es donde empieza, una vez más, la terrible tergiversación del lenguaje, el mezquino retorcimiento de las palabras y la cruel manipulación con afán violento y totalitario. No debería hacer falta repetir que cualquier manifestación pacífica es legítima, como corresponde al derecho a la libertad de expresión consagrado en la Constitución Española del 78, mientras que lo que le están haciendo a Iglesias y a su familia es sencillamente extorsión, terrorismo de baja intensidad, pero terrorismo a fin de cuentas. Nada tiene que ver una manifestación estudiantil en una universidad o una protesta más o menos airada contra un gobernante en un acto público con organizar comandos diurnos y nocturnos y persecuciones constantes, por todo el país, contra los líderes de Unidas Podemos. Asumir que son la misma cosa sería tanto como entender que la reciente protesta del movimiento antirracista norteamericano a las puertas de la Casa Blanca es lo mismo que dar caza al negro en los campos de algodón, como suele hacer el Ku Klux Klan. Y para nada.

Ayer, sin ir más lejos, Iglesias y Montero presentaban sendas denuncias en Comisaría por tuits amenazantes contra sus hijos y por el lanzamiento de objetos contra la casa familiar en Galapagar (Madrid). No parece que poner la diana mafiosa a tres niños pequeños con frases como “sois carne de colleja en el colegio” y os van “a inflar a hostias”, o lanzar pedradas y proyectiles contra el chalé, sean comportamientos demasiado democráticos y edificantes para una sociedad.

Hace bien la pareja en denunciar las conductas de los que no son más que cobardes practicantes de una nueva kale borroka, matones tuiteros y sicarios de WhatsApp que tras el anonimato de los grupos secretos feisbuqueros forman parte de una peligrosa nueva masonería neofascista. En cualquier sociedad democrática esta vergüenza contra dos legítimos representantes del Gobierno de España (nada más y nada menos que un vicepresidente y una ministra) debería ser investigada, perseguida y sancionada hasta sus últimas consecuencias como lo que es: una clara incitación al odio que roza peligrosamente el terrorismo en su primera fase. Lamentablemente, mucho nos tememos que en esta ocasión no se pondrá el mismo énfasis en llegar hasta los culpables que cuando se trata de perseguir a una estudiante cuyo mayor delito ha sido enseñar los pechos en una iglesia y gritar aquello tan literario y libertario de “sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios”. Así es este país donde algunos ya han repartido el carné de buenos y malos españoles.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LA NETFLIX DEL PP

(Publicado en Diario16 el 24 de agosto de 2020)

El Partido Popular no tendrá un plan concreto para terminar con el coronavirus en España, pero planes secretos para acabar con el Gobierno los tiene a pares y se le caen de las manos. La nueva y flamante portavoz popular en el Congreso de los Diputados, Cuca Gamarra, ha asegurado que si Pedro Sánchez decide “vetar” en el Congreso la comisión de investigación sobre la presunta financiación ilegal de Podemos supondrá “ratificar que la corrupción está dentro de su Gobierno”. Lo cual que el PP ya ha dado por investigado, enjuiciado y sentenciado el caso del abogado Calvente, el letrado díscolo de Pablo Iglesias que tras ser despedido cogió los libros de contabilidad de la formación morada y se fue con ellos directamente al juzgado para interponer una denuncia por despecho.

Pablo Casado va por los juzgados reuniendo escandalillos, supuestos casillos, uno por aquí y otro por allá, para intentar hacer que el Ejecutivo de Sánchez se parezca siquiera en algo a aquella monstruosa y prodigiosa maquinaria de crimen internacional que fue el PP de Mariano Rajoy. Una misión imposible, por otra parte, ya que los años de burbujas inmobiliarias, sexo, droga y rock and roll fueron una época épica, irrepetible, única en la historia de este país, y van a hacer falta muchos Calventes, muchas cajas de solidaridad podemita y mucha falsa metralla para convertir el Gobierno de coalición de izquierdas en algo parecido a aquella orgía sin control. Pero Casado lo intenta. Hay que reconocer que aunque el líder del PP no sea “El Divino Argüelles”, aquel diputado de las gloriosas Cortes de Cádiz célebre por su brillante oratoria y por encandilar al hemiciclo con sus elevadas lecciones sobre la soberanía nacional y la separación de poderes, el hombre le pone toda su ilusión, esfuerzo y ganas a su siempre constante tarea de conspirar, intrigar y urdir complots y tramas de todo tipo contra el presidente del Gobierno.

Sin duda, Casado ha equivocado su profesión y en lugar de haber cursado estudios y másteres en Derecho y Relaciones Internacionales debería haber sido guionista de Netflix. El joven aspirante a gobernar España tiene una imaginación febril y si Fraga creó el partido y Aznar lo refundó, el joven sucesor de Rajoy ha convertido Génova 13 en una especie de gran fábrica de sueños, un potente Hollywood en el corazón de Madrid donde los artesanos del thriller y la ficción producen en serie, noche y día, sensacionales culebrones policíacos contra Pablo Iglesias. Todo para gozo y disfrute de Eduardo Inda. El problema es que la mayoría de las veces a los guiones les falta consistencia, coherencia narrativa, tiempo de cocción y base real, y suelen salir de aquella manera: disparates sin ningún sentido cinematográfico ni político, como aquella caza de brujas contra Unidas Podemos por la manifestación feminista del 8M que quedó en nada. A fin de cuentas es solo cuestión de tiempo que un partido político se corrompa, pero a la cosa hay que darle sus años de fermentación. El PP estuvo décadas en el poder y al final el lodo llegó hasta la antena parabólica de Génova 13. Casado, como tiene prisa por llegar a la Moncloa cuanto antes y está impaciente, quiere que ese proceso de degradación ocurra ya mismo y pretende que en apenas seis meses el Gobierno parezca aquella mansión de Al Capone que era la sede popular tras el ciclo aznariano/marianista. Un poquito de por favor, señor Casado, que todo lleva su tiempo, los chicos de la izquierda no han hecho más que llegar y ni siquiera han tenido oportunidad de descubrir en qué armario se guarda la caja B en la que con tanta alegría metían la mano muchos prebostes populares, hoy asiduos clientes del hotel penitenciario de Soto del Real.

Cabe esperar que de algunos de esos seriales negros cogidos por los pelos por los febriles creadores de la Metro Goldwyn Mayer genovesa salga alguna vez algo potable, bueno y gordo, porque mantener a un equipo de políticos especializados, abogados, detectives privados y confidentes parlamentarios resulta demasiado caro y costoso hasta para el PP. En una de estas, a base de pegar tiros aquí y allá, Casado hasta abate una pieza y saca un buen escándalo. Todo cazador acierta al menos una vez, y si no que se lo digan al rey emérito y a aquel pobre elefante despanzurrado. De momento, Casado ya le ha puesto un tuit mañanero a Sánchez en el que le insta a destituir a Iglesias. “Registramos una comisión de investigación sobre la financiación ilegal de Podemos. Sánchez debería apoyarla siguiendo su propia vara de medir con la que llegó al poder, que le obligaría a cesar a su vicepresidente. Si no, será responsable de un escándalo que afecta a su Gobierno”, insiste. Los populares dicen sentirse “enormemente preocupados” por las informaciones que “día tras día” se suceden sobre las supuestas cuentas secretas de Podemos, un fondo solidario que no da ni para pipas. No se inquietaban tanto sus señorías genovesas cuando sus empresas franquicia de eventos y actos electorales movían cientos de millones de euros, un auténtico pastizal en dinero negro. Y es que, una vez más, esta película ya la hemos visto. Es tan mala que se ve la tramoya.

Viñeta: Iñaki y Frenchy 

CASADO VA DE LISTO


(Publicado en Diario16 el 24 de agosto de 2020)

Definitivamente, Pablo Casado es el gran maestro de la ambigüedad, del bandazo y el ilusionismo político, del donde dije digo, digo Diego. Un día le pide a Pedro Sánchez que tome el mando de la crisis y al siguiente le critica que interfiera en la gestión de las comunidades autónomas gobernadas por el PP, sobre todo en el feudo madrileño de Díaz Ayuso. En las peores horas de la pandemia, primero apoyó el estado de alarma decretado por el Gobierno y luego le retiró el apoyo, votando no a las sucesivas prórrogas que todos los científicos consideraban esenciales para controlar el brote epidémico. Por supuesto, no perdió de vista la posibilidad de pescar unos votos del río revuelto ni dejó de fustigar sin piedad al presidente en aquellas infames sesiones de control que quedarán en los anales del Congreso para su oprobio parlamentario y ejemplo de hasta dónde puede llegar un político en su obsesión por llegar al poder. Si entonces confinar a los españoles era una medida inconstitucional, la libertad era lo primero y había que dejar en paz a los españoles −que no necesitaban que papá Estado intervencionista viniera a proteger su salud como en un vulgar país policial, paternal y estalinista−, hace solo unos días pedía reformar la Ley Orgánica Sanitaria (¡de 1986!) para que esa norma se pueda usar para confinar a la población e incluso retocar la Ley de Jurisdicción Contencioso Administrativa para cuando se decida la “reclusión forzosa en un domicilio” o el “internamiento hospitalario obligatorio de un enfermo”. Es decir, que venía a proponer, de alguna manera, un nuevo confinamiento si la cosa se pone fea y los rebrotes se extienden como está ocurriendo este verano.

A Casado ya no se le entiende. Es el perfecto capitán a posteriori, el hombre que dice una cosa y su contraria, el que espera que el otro aporte soluciones para criticarle después, y el que siempre queda a salvo e impoluto porque nunca se moja ni equivoca, ya que él juega con todas las fichas del dominó y las va sacando a conveniencia según el momento. Casado siempre va por su cuenta y cuando le apetece ganar una partidita se hace trampas al solitario.

En realidad, todos los expertos juristas ya han dejado claro que la única forma de mantener un mando único y coordinado de confinamiento y una limitación de la movilidad de las personas entre territorios es aplicando la norma constitucional del estado de alarma, por mucho que Casado juegue al populismo barato y agite al pueblo advirtiéndole contra un espantajo (el Gobierno chavista que según él pretende secuestrarlo en su casa) que no existe. Hoy mismo, sin ir más lejos, el presidente del PP ha salido con que tiene un plan alternativo que pasa por “no dejar abandonada a la gente”, aunque es cierto que en lo referente al estado alarma sigue manteniéndose en sus trece, ya que sería “ruinoso para el empleo, la educación y las libertades” (de nuevo una cosa y su opuesta).

En un mensaje publicado en su cuenta de Twitter, el líder de la oposición ha criticado que Sánchez se niegue a aprobar la proposición de ley registrada por el Partido Popular para controlar la pandemia, insistiendo en que los españoles, tras 45.000 muertos, no merecen “más incompetencia y mentiras”. “Hay un plan alternativo entre dejar abandonada a la gente y otro Estado de alarma ruinoso para el empleo, la educación y las libertades: la proposición de ley que registramos y Sánchez se niega a aprobar. Tras 45.000 muertos, los españoles no merecemos más incompetencia y mentiras”, ha escrito Casado en la red social.

Sin embargo, cuando llega el momento de explicarse, de aportar los pormenores de su supuesto plan, el líder popular pasa a otra cosa, evita entrar en el detalle, esquiva el bulto, aunque eso sí, sigue jugando a la ambigüedad calculada. No se entiende que esté en contra del intervencionismo del Estado y al mismo tiempo pida que no se deje abandonada a la gente a su suerte. Como tampoco se comprende que ni él ni el propio Santiago Abascal (el otro gran adalid en la defensa de las supuestas libertades y derechos amenazados) hagan tanto ruido pero no digan cómo piensan limitar la propagación del virus sin aplicar la eficaz herramienta del estado de alarma, una medida que ya sea de forma total o parcial mediante confinamientos puntuales de núcleos poblaciones concretos no anula ningún derecho fundamental, ya que se adopta bajo control del Parlamento y de los tribunales ordinarios de Justicia. ¿Piensan los líderes de PP y Vox meter a cada español en una burbuja rodante de látex y enviarlos al trabajo o al infierno vírico del Metro cada mañana? ¿Han descubierto por fin la teletransportación para que cada ciudadano vaya y venga, como por arte de magia, sin tener que cruzarse con potenciales contagiados? Mucho mejor sería que dijesen la verdad, que no engañaran al pueblo, que reconocieran que ellos tampoco tienen ni idea de cómo afrontar esta plaga bíblica, tal como ocurre con la mayoría de los políticos del mundo entero que están fracasando en la contención del virus.

Mucho más coherente ha sido Inés Arrimadas a lo largo de esta pandemia ya que, si bien ha denunciado que el Gobierno ha cometido “grandes errores”, siempre ha apoyado al Ejecutivo en su aplicación del estado de alarma porque la primera opción debía ser “salvar vidas”. Lamentablemente, y para desgracia nuestra, los científicos ya han asegurado que a falta de una vacuna eficaz solo nos queda el confinamiento en el hogar, meternos en nuestras respectivas madrigueras como única forma de frenar los contagios y detener la pandemia. Por mucho que Casado juegue −en un puro ejercicio de demagogia que no ayuda en nada a superar la mayor crisis de nuestra historia desde la guerra civil−, a gran defensor de los derechos de los españoles contra una amenaza comunista que solo está en su delirante imaginación.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

AMOR DE PAGO

 

(Publicado en Diario16 el 22 de agosto de 2020)

En España siguen abiertos más de 1.600 prostíbulos pese a los estragos provocados por la pandemia. A los lupanares no se les considera legalmente “locales de ocio nocturno”, como los pubs y las discotecas, de manera que no pueden ser clausurados. La vergüenza de este país es que siempre ha mirado para otro lado ante la explotación de la mujer, siempre ha dejado hacer al proxeneta, y a este paso el burdel patrio será declarado bien de interés cultural, como la paella o los toros.

El doctor Fernando Simón advierte que la curva epidémica no va bien. El virus anda desbocado otra vez y el Gobierno ya no sabe lo que hacer para tratar de reconducir la situación a los días anteriores al verano, cuando la epidemia parecía controlada. La ministra de Igualdad, Irene Montero, ha remitido una carta a las comunidades autónomas para que cierren los prostíbulos y lugares de alterne, como ya se ha hecho con bares, salas de fiesta y locales de ocio. “Que no demos tregua a la explotación sexual, que no demos tregua a esa industria proxeneta que siempre permanece en la impunidad y en la absoluta opacidad. Se habla mucho de los derechos de las mujeres en contexto de prostitución pero no de las cifras de negocio”, recuerda la ministra con amargura. Y tiene toda la razón. El negocio ilegal del sexo mueve la friolera de 20.000 millones de euros al año en nuestro país (5 millones al día), lo cual que el barrio chino es una industria de primer nivel, el Silicon Valley español.

Acabar con el lenocinio y la trata es sin duda una buena medida de este Gobierno, que así mata dos virus de un tiro, el del covid-19 y el del machismo putañero. No obstante, una vez más, llega tarde. Desde que estalló la crisis sanitaria hemos ido por detrás del bicho, que ha encontrado en el cálido clima ibérico, en la burocracia bananera nacional y en el cainismo y la desunión su mejor caldo de cultivo. Al virus le ha gustado el ambiente lúdico-festivo hispánico y sus inmensas casas de citas como grandes Carrefoures del sexo, por eso ha decidido quedarse a vivir entre nosotros. Ni siquiera un microbio raro y verde como él ha podido resistirse a la buena vida del sur y a la idiosincrasia de una tribu que por ignorancia, chulería o desidia mediterránea no adopta las medidas de distanciamiento social necesarias para prevenir el mal de Wuhan. Por lo que se va viendo, de esta no salimos más fuertes ni más concienciados como sociedad y como país. Puteros, matones falangistas, escracheadores campestres y paletos del negacionismo: eso es lo que nos depara esta maldita peste.

Que España sea uno de los países con más mancebías por metro cuadrado de toda Europa dice muy poco a nuestro favor. Como tampoco nos deja en muy buen lugar que un juez suspenda la prohibición de fumar en las calles de Madrid alegando que atenta contra la libertad y los derechos individuales. El ser humano o es siempre y todo entero libre o no es nada, tal como dijo Sartre, lo cual no significa que sea lícito echarle el humo del tabaco en la cara al vecino o alquilar una rumana por horas para practicar el amor con IVA. Este país sigue siendo diferente, subpirenaico, medio africano, y ahí está Miguel Bosé (quizá mejor Miguel Voxé) para enarbolar la bandera del fanatismo, la superchería y la sinrazón. O el curandero Pàmies, que ha conseguido reunir a un millar de personas en un pueblecito de Barcelona para que se besen y se den abrazos sin mascarilla en una especie de gran secta milenarista o Rancho Waco a la catalana. El curalotodo Pàmies convence a sus adeptos de que no pasa nada si se transmiten el virus los unos a los otros porque él puede sanarlos a base de infusiones del bosque, vapores de eucaliptos, manzanillas y otros remedios de la abuela. Su primer mandamiento como mesías de la nueva religión chamánica es algo así como creced y multiplicaos el virus, que luego ya pagará la factura del hospital el pardillo contribuyente que cumple fielmente con las normas. Al igual que el covid, el país está mutando, en este caso desde la caspa franquista a la epidemia friqui. Las tribus urbanas y rurales empiezan a propagarse por todas partes y a los negacionistas del virus, taurinos fanáticos, suicidas del botellón, antivacunas, marcianos y nostálgicos del fascismo viene a sumarse ahora otra plaga no menos peligrosa: la de los puteros de carretera que antes transmitían la sífilis a la esforzada trabajadora de la carne o esclava del sexo y ahora le pegan la neumonía mortal.

El Estado español siempre ha sido la gran alcahueta de las relaciones carnales comerciales, cobrando el diezmo del polvo furtivo y el farolillo rojo. Durante el franquismo −cuando el españolito era obligado a follar por Dios y por España, de cara al crucifijo y mecánicamente en pos de la procreación−, se fomentaba el burdel como válvula de escape para la represión, el recreo y la evasión. El dictador pagaba a los curas con lo que sacaba del impuesto al putiferio y ese modelo económico, sumado al turismo de sol y playa, se ha consentido, institucionalizado y perpetuado en nuestro país por encima de gobiernos de izquierdas y de derechas. Aquí al macho cabrío que va en busca de la carne nocturna se le perdona y se le consiente todo porque contribuye a su parte de PIB, de modo que con la economía no se juega. Pero ya está bien de hipocresías y de crueldades contra la mujer. La prostitución merece ser abolida no solo porque es moralmente discriminatoria e injusta sino porque la mayoría la ejerce por necesidad o por amenaza del proxeneta. El garito sexual no es más que el último gueto o leprosería del capitalismo salvaje donde recluir y humillar a la mujer. Por cierto, Vox quiere llevar a las prostitutas a la Casa de Campo, con los travestis y el Orgullo Gay, para esconderlas y que no afeen Madrid. Como si el rico no fuera el primero en contratar los servicios profesionales. Esta derechona siempre tan farisaica.

Viñeta: Igepzio

EL CACHONDEO DE LOS PARTIDOS

(Publicado en Diario16 el 21 de agosto de 2020)

Desde el año 1982, el Tribunal de Cuentas se ha encargado de fiscalizar las cuentas de los partidos políticos en nuestro país. Este control se ha realizado a través del Departamento de Partidos Políticos mediante la fiscalización de la contabilidad anual de las diferentes fuerzas con representación parlamentaria que perciben subvenciones oficiales para gastos de funcionamiento y campañas electorales. Año tras año, el Tribunal de Cuentas ha ido elaborando sus informes periódicos anuales, en los que, también año tras año, ha ido detectando irregularidades en las cuentas de los partidos, de todos los partidos, de los grandes y de los pequeños, casi sin excepción.

Cualquier periodista que haya trabajado en la Sección de Tribunales y que haya husmeado en esos informes del tribunal sabe perfectamente que el cúmulo de defectos, chapuzas y basura que nuestras formaciones políticas han ido acumulando con el paso del tiempo da un material suficiente como para abrir cien causas judiciales. Facturas que no encajan, donaciones de particulares y empresas que no se justifican, libros de contabilidad que no cuadran y dinero que sobra o que falta, han estado presentes, a la orden del día, desde prácticamente los albores de la democracia. La ley de financiación de partidos políticos rara vez se ha cumplido a rajatabla, el sistema se ha mostrado laxo y permisivo con este grave problema, y la Justicia casi siempre ha hecho la vista gorda, salvo contadas excepciones, cuando el hedor de financiación ilegal era ya insoportable, véase el caso Filesa que salpicó al PSOE en su momento o la más reciente trama Gürtel que ha terminado por corroer los cimientos del PP.

En cada informe que confeccionaban, los fiscalizadores del Tribunal de Cuentas avisaban y daban la alerta de lo que estaba ocurriendo con la financiación de nuestros partidos pero allí nadie movía ficha. El balance llegaba a las altas instancias institucionales o judiciales y se archivaba o se metía en algún polvoriento cajón hasta el año siguiente. Las inspecciones brillaban por su ausencia y todo quedaba en un ligero tirón de orejas a los contables de los partidos para que se pusieran las pilas y arreglaran el desaguisado de alguna manera. Y así hemos ido tirando durante cuarenta años, sin que nadie se haya preocupado demasiado por el problema ni se haya tomado en serio que era necesario elaborar auditorías, abrir investigaciones en los juzgados de instrucción, movilizar en fin a la Guardia Civil para que metiera mano al asunto y limpiara a fondo las tuberías, cloacas y alcantarillas de los partidos políticos, por las que fluye demasiado alegremente el dinero de las donaciones y subvenciones para las diversas campañas electorales.

Toda esa laxitud y tibieza parece que ha cambiado de la noche a la mañana. Hoy mismo, nos desayunamos con una sorprendente noticia de la Cadena Ser que avanza que el Tribunal de Cuentas ha remitido a la Justicia ordinaria la contabilidad de Unidas Podemos correspondiente a las elecciones generales del 28 de abril de 2019, en particular la facturación de servicios con la consultora Neurona Consulting. La judicialización se produce después de que el fiscal, Miguel Ángel Torres Morato, aprecie dos tipos de delitos en los servicios facturados a Neurona (“al no estar suficientemente acreditado su elaboración por parte del proveedor”) y concluya que el contrato pudo ser simulado. El fiscal entiende que hay “hechos” que permiten fundamentar la existencia de indicios de la comisión de un delito de fraude electoral (artículo 149.1 de la LOREG) y otro de falsedad en documento mercantil (artículo 392.1 y 390.1 del Código Penal) y concluye: “Dado que este tribunal carece de competencias para el conocimiento de tales infracciones penales”, se pide que dichos pagos a Neurona se investiguen por la vía penal. Para el fiscal, los 290.000 euros facturados a esta sociedad en los comicios del 28A “no tienen consideración de gasto electoral” y, por tanto, no han sido admitidos como “susceptibles de ser financiados con subvenciones electorales”.

Vaya por delante que cualquier actuación judicial para esclarecer hasta el último céntimo de las cuentas de los partidos debe ser bien recibida y un motivo de alegría y confianza en el sistema. Siempre es una buena noticia que se investigue un asunto supuestamente turbio hasta sus últimas consecuencias porque eso contribuye a la limpieza y regeneración de nuestra democracia. Serán los responsables de Unidas Podemos quienes tengan que dar las explicaciones oportunas. Pero llama poderosamente la atención que tras décadas de laxitud y relajación, y por qué no decirlo, de cierta desidia a la hora de arrojar luz y taquígrafos en las entrañas y sótanos de las formaciones políticas, al Tribunal de Cuentas le hayan entrado ahora las prisas por recurrir a la Fiscalía y por poner orden y control en la financiación de un partido en concreto: Unidas Podemos. Como también resulta curioso que la actuación del fiscal se inicie en este preciso momento, justo cuando el partido de Pablo Iglesias se encuentra inmerso en una investigación abierta por un juzgado de instrucción de Madrid tras la denuncia del abogado podemita despedido José Manuel Calvente. No pensemos mal, habrá sido simple casualidad.

La cuestión fundamental es que los patios traseros de nuestros partidos políticos, de todos los partidos, necesitan ser limpiados de una vez. Pero parece que, de nuevo, el sistema empieza por el más débil y molesto, por la siempre incómoda formación morada, a la que a menudo se suele calificar de revolucionaria, de antisistema y hasta de peligroso movimiento comunista que ha llegado para terminar con el Régimen del 78, con el libre mercado, con la propiedad privada, con los privilegios de las élites y con unas cuantas cosas más.

Nunca es tarde para empezar a movilizar recursos de Fiscalía y mirar con lupa los papeles y libros de contabilidad de los partidos. Lo lamentable es que sus señorías se muestren tan diligentes, avezadas y perspicaces a la hora de detectar una aguja en el pajar de Podemos, un contratito supuestamente simulado, mientras durante años millones de euros iban pasando ante sus narices, en tramas criminales y gigantescas perfectamente organizadas como el caso Gürtel, sin que nadie viera ni oliera nada raro. Cosas del extraño mundo cuántico en el que nos movemos.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

STEVE BANNON

(Publicado en Diario16 el 21 de agosto de 2020)

Steve Bannon, exjefe de campaña electoral del presidente norteamericano Donald Trump, ha sido detenido por la policía, según publica la prensa yanqui. Sobre él pesa la grave acusación de fraude a los ciudadanos donantes que aportaron fondos para construir el muro en la frontera entre Estados Unidos y México. O traducido al cristiano: se quedó con algo de pasta de los ingenuos y cándidos patriotas de Texas que soñaban con bunkerizar Río Bravo para que no pasara ni un solo espalda mojada.

Bannon no es un personaje cualquiera que nos quede lejos, tanto como el otro lado del Atlántico. Ha tenido una influencia decisiva en la refundación y asentamiento de la nueva extrema derecha populista española. Se sabe que mantuvo reuniones con los principiantes de Vox que acudieron a la Trump Tower, castillo de oro del rubio magnate en Manhattan, para informarse sobre cómo construir un partido nacionalista-patrótico, xenófobo y ultracapitalista. Allí, en la planta tropecientos, Bannon aleccionó a los peregrinos ultras españoles que buscaban el Santo Grial del éxito político; los adoctrinó en los fundamentos del neofascismo xenófobo; les dio varios cursillitos acelerados para que aprendieran a darle al botón de “me gusta” en Twitter; y les dijo cómo organizar el ejército de bots especializado en la guerra radiactiva del bulo, la desinformación y la calumnia. En definitiva, Bannon les enseñó que eso era todo lo que necesitaban saber para triunfar e hizo de unos chicos patriotas que seguían bebiendo del viejo y caduco Testamento de la Falange y de los aburridos escritos de José Antonio unos políticos modernos, tuiteros, dinámicos y versados en el novísimo arte de propagar el odio en las redes sociales. Podría decirse que, de alguna manera, fue Bannon quien puso en manos de Vox las claves del éxito, de tal forma que abrió el camino al partido de Abascal para que empezara a trabajarse el populismo necesario con el que alcanzar algún día el poder en España. 

La conexión entre el gurú yanqui y los aprendices de brujo de Vox es tan clara, tan estrecha, que en una de sus recientes visitas a España, Bannon aseguró que la formación ultra española “es la demostración clara, más que cualquier otro partido, de cómo se puede pasar de tener cero influencia a jugar un papel importante en un país”. Tras confirmar que es un gran admirador de Vox, el entonces asesor de Trump valoró que el proyecto de Abascal “ha empujado al resto de partidos de derecha al lado nacionalista” y añadió que es “un modelo nuevo que el resto del mundo copiará”. Incluso llegó a confesar haberse reunido con los dirigentes del partido verde en el año 2017, cuando ofreció a Vox toda la ayuda “técnica y moral completamente gratuita, sin cobrar”. “Yo lo que puedo hacer por ellos es lo que hice por Trump, es decir, contarles simplemente que pueden ganar si mantienen su mensaje”, sentenció.

Hoy ya puede decirse que el enterado Bannon, el fino charlatán Bannon, no hace nada gratis ni por altruismo y que detrás del patriota, como suele ocurrir casi siempre, hay un emprendedor, un interesado, un cobrador del frac, por llamarlo de alguna manera. En las últimas horas, la Fiscalía Federal de Washington lo ha acusado de “orquestar un esquema para defraudar cientos de miles de dólares a los donantes de la campaña Nosotros construimos el muro”. Al final, por lo que se va viendo, es cierto que aquel muro lo construía el contribuyente, el vaquero de la América profunda, pero Bannon y sus cómplices se llevaban una parte de la calderilla, algo de la pasta de hormigón. De los 25 millones de la recaudación para la obra, Bannon amasó cientos de miles de dólares para gastos personales. “Los acusados presuntamente cometieron fraude cuando tergiversaron la verdad sobre el uso de los fondos donados y, no solo mintieron a los donantes, sino que idearon un esquema para ocultar la apropiación indebida de estos fondos mediante la creación de cuentas y facturas falsas”. Al final, la lumbrera de Trump ha sido acusada de un cargo de conspiración para cometer fraude y de otro de conspiración para lavar dinero. Ya ha pasado por los juzgados de Nueva York, donde se ha explicado ante el FBI. Todo lo cual nos lleva a pensar que la calidad ética y política del fenómeno, del artista, del fulano que ha inspirado el movimiento ultra español quizá no sea la más recomendable. Mal empezamos si el hombre que sentó las bases del movimiento patriótico nacionalista mundial no es un sesudo pensador o analista político sino más bien un bróker que se lo llevaba crudo.

En España, hace tiempo que Abascal viene propagando la idea de que cuando llegue al poder levantará en Ceuta y Melilla otro muro similar al que divide la frontera entre la América rica y la América pobre. Incluso ha sugerido que será Marruecos quien hará frente al coste de la muralla racista, al igual que Trump pretendía cargar la factura sobre los sufridos mexicanos. Habrá que esperar que el manual de instrucciones sobre cómo edificar esa estructura no sea el mismo que ha empleado el tal Bannon. Porque en ese documento va un pequeño anexo o apéndice al margen, después de la bandera con las barras y estrellas, las enseñanzas patrióticas y los gráficos y esquemas nazis, en el que se informa al constructor del futuro muro sobre cómo llevarse unos dólares con la tontería. A fin de cuentas, del patriotismo no se come.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL SILENCIO DE CAYETANA

(Publicado en Diario16 el 20 de agosto de 2020)

Cayetana Álvarez de Toledo ha asistido, ya como portavoz cesada, a la Junta Directiva Nacional del Partido Popular. La reunión era telemática y ella tenía la oportunidad de quejarse, de explicarse, de hacer alegaciones, en fin, tras su fulminante e inesperado cese. Aunque haya sido apartada como número 2 en el Congreso, todavía es diputada y su derecho le asiste. Sin embargo, Cayetana no ha pedido la palabra. La reunión transcurría en medio de la tensión lógica por los acontecimientos de los últimos días y todos los asistentes estaban convencidos de que en algún momento la rubísima argentina aprovecharía para pedir su turno y lanzar una de sus encendidas diatribas de enfant terrible o uno de sus habituales dardos envenenados, en este caso contra la directiva que ha traicionado los principios sagrados de la derechona dura que ella misma encarna. Pero no. La rebelde y transgresora Cayetana en este caso ha decidido guardar silencio, morderse la lengua, mientras sus compañeros de la Junta Nacional se tapaban los oídos con los dedos y contenían la respiración.

Al final no cayó el esperado chorreo de la insigne cesada. Sin embargo, a Casado le han temblado las piernas hasta el último momento. Ya se sabe que no hay nada tan peligroso como un político despechado. Era evidente que la fiera estaba enfadada, una leona en una jaula, y más tarde o más temprano tenía que explotar. El líder del PP acudía a la reunión como ese niño pequeño al que su madre ha pillado en alguna trastada y no va a librarse de la reprimenda. Pero Cayetana no ha dicho ni esta boca es mía ni te vas a enterar, ha sabido contener su airado carácter racial, navajero y portuario, y ha mantenido la mui −esa que en los últimos meses de pandemia ha hecho temblar las columnas de las Cortes− a buen recaudo.

Sorprendentemente, cuando todos esperaban que cayera la bronca de la ya “ex”, ella ha hecho mutis por el foro, lo cual resulta aún más inquietante. La reunión de esta mañana ha sido como una película de Hitchcock, una de esas en la que no sabes cuándo va a aparecer un cadáver. Podía haber pasado cualquier cosa, desde que Cayetana anunciara su abandono definitivo de la política para regresar a Oxford o a la Cope con Carlos Herrera, hasta que diera rienda suelta a toda su ira, destapando la caja de los truenos, que no la caja B. Ese era el escenario más temido por los barones del PP y Casado lo sabía. Al final, la hasta hace cuatro días delfina del líder ha mantenido a raya su furor, para que luego digan que es una mujer temperamental, sin control, sin filtro y sin mesura. Había que imaginarse a la “ex” al otro lado del ordenador, en la penumbra de su casa, amordazándose ella misma para no soltar todo lo que lleva dentro, autocensurándose para no arremeter contra ese PP cobarde, blandurrio y marianista que la ha dejado tirada a las primeras de cambio. A ella, que es de noble linaje. A una marquesa nadie la pone de patitas en la calle sin que haya consecuencias, efectos, desquites. Pero la venganza siempre se sirve en plato frío y Cayetana ha decidido dejar pasar el negro día de hoy. Ya habrá tiempo de poner las cosas en su sitio. Siempre habrá un momento propicio para ajustar cuentas con Teodoro García Egea (un huesazo de aceituna en un ojo es lo que se merece ese). O con la Pastor, esa matrona de perfil griego tan templada, tan ecuánime y de un estilo tan educado y ateniense que parece incapaz de hacerle daño a nadie, aunque cómo se las gasta a la chita callando. O con Cuca Gamarra, esa con el don de la oportunidad que ahora ocupa su silla en el Congreso, qué calladito se lo tenía la señora. O con el mismo jefe Casado, que antes la llevaba entre sedas y algodones y ahora fíjate. 

A Cayetana Álvarez de Toledo, grande de España, nadie la deja tirada en la cuneta como a una vulgar becaria en precario, un temporero de la política o un abogado resentido de Podemos. Esta no puede ser la última escena de este thriller psicológico, por mucho que Casado se haya mostrado amable y haya tenido que tirar del protocolo habitual de frases hechas y manidas para darle un poco de jabón a la despedida y que se vaya algo menos escocida. “Gracias por todo, Cayetana, esta será siempre tu casa y puedes contar conmigo para lo que quieras”, han sido las últimas palabras del primero de los genoveses. El caso es que, pese a los piropos forzados del líder, la han largado de mala manera. ¿Qué habrá querido decir Casado con eso de que los relevos son necesarios porque el PP debe tener la “puerta ancha” y ser la “casa común” del centro derecha? Para puerta la que le han dado a ella sin avisar. Pero esto no va a quedar así, no puede quedar así. Que se prepare Pablito, que una argentina traicionada, cuando se la han jugado por detrás, puede ser peor que Glenn Close en Atracción fatal. Ya está afilando el cuchillo.

 Viñeta: Pedro Parrilla El Koko

¿PERO DÓNDE ESTÁ EL ESTADO?


(Publicado en Diario16 el 20 de agosto de 2020)

Padres de alumnos se quejan a las diferentes administraciones públicas de que a pocos días para la “vuelta al cole” no existen protocolos sanitarios de prevención para proteger a los niños contra el coronavirus. A su vez, el presidente de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, José Manuel Ramírez, denuncia el “caos” en la tramitación de las solicitudes del ingreso mínimo vital, que considera un “desastre”, y pide que se simplifiquen los trámites. Mientras tanto, las ayudas a autónomos y pymes siguen llegando con cuentagotas por falta del personal necesario para gestionar el papeleo. Son solo algunos ejemplos de que la burocracia ha colapsado y el Estado de Bienestar está haciendo aguas peligrosamente.

La propagación del virus ha desbordado a todas las administraciones, la autonómica y la central, las del PSOE y las del PP, sin que nadie parezca querer tomar las riendas. Hoy más que nunca hacen falta liderazgos, personas que se remanguen y se pongan al frente de la crisis. En medio de una guerra, y esto es lo más parecido a una contienda bélica que el ser humano ha vivido desde 1945, las sociedades necesitan de personajes y figuras que destaquen por encima de los demás en inteligencia, lucidez, capacidad de trabajo y valor. Hoy el virus sigue avanzando descontrolado en todo el país y lo que tenemos son 17 comunidades autónomas compitiendo unas con otras y haciendo la guerra por su cuenta. Una vez más, la mala política se está imponiendo a la ciencia. La burocracia, ese mal tan español, a la realidad. El virus no entiende de fronteras regionales y hoy está en Aragón y mañana en Cataluña o en el País Vasco. Es indudable que hace falta mucha más coordinación y menos desconfianza entre territorios, más médicos y menos tecnócratas, más dinero e inversión y menos debates estériles. En definitiva, más Estado. El curso escolar se acerca y cada región prepara sus propios planes sanitarios, que por cierto ya van con retraso, tal como denuncian los preocupados padres de los alumnos. De nada servirá que Núñez Feijóo haga un papel estupendo en la gestión de la pandemia si Isabel Díaz Ayuso vuelve a fracasar con sus singulares y polémicas medidas en Madrid. El virus se seguirá expandiendo y el país no levantará cabeza.

Cada día que pasa se hace más necesaria una actuación conjunta. El Estado debe invertir en la contratación de más rastreadores para seguir la pista de supuestos contagiados y no lo ha hecho; el Estado debería haber contratado ya a más médicos y enfermeras de cara a la nueva oleada que se prevé para otoño y no lo ha hecho; el Estado debería haber aumentado las plantillas de profesores y sanitarios en las aulas y no lo está haciendo. Seis meses después del estallido de la pandemia, el personal hospitalario todavía no cuenta con los medios humanos y materiales necesarios para hacer frente al coronavirus. En algunas provincias incluso han tenido que ir a la huelga porque la Administración no les hace caso. Hablamos de trabajadores agotados y mal pagados que se sienten abandonados por sus gobiernos. Por no tocar el surrealista asunto de la sofisticada aplicación para teléfonos móviles que está preparada para rastrear contagios pero que a fecha de hoy resulta inservible por falta de coordinación en los bancos de datos o el grave problema de los mayores que viven en los geriátricos y que ven con auténtico pavor cómo se acerca el otoño sin que nada sustancial haya cambiado. ¿Para cuándo el tantas veces anunciado gran pacto por la Sanidad pública y la Atención Primaria que implique a toda la sociedad, por encima de estúpidas ideologías y trifulcas cainitas, en la lucha contra la enfermedad?

Todo está por hacer mientras los demás países de nuestro entorno europeo nos llevan la delantera una vez más, tal como ocurrió en épocas pasadas a lo largo de nuestra triste historia. Si no superamos la pandemia con unidad, como tribu que se ve amenazada por un terrible y poderoso enemigo exterior, estamos perdidos. Nos veremos abocados a un nuevo confinamiento, al caos y a la ruina económica definitiva. España no puede pretender que mamá Bruselas venga de nuevo a resolvernos la papeleta con el maná gratuito de los millones caídos del cielo. Los gobiernos, todos los gobiernos sin distinción, el central y los autonómicos, deben ponerse las pilas de una vez por todas. España está haciendo muchas cosas mal en esta crisis sanitaria. Quizá demasiadas. En enero cabía la justificación de que el covid-19 nos había cogido desprevenidos pero esa excusa ya no sirve. Hemos tenido medio año para reaccionar y anticiparnos al ente maligno y sin embargo cunde la sensación de ineficacia, de improvisación, de derrota. Ya sabemos muchas cosas sobre el virus, cómo se propaga y cómo no, cómo ataca al sistema inmunitario de las personas, cómo prevenirlo. Sabemos que las grandes aglomeraciones ciudadanas, manifestaciones callejeras y fiestas privadas son auténticas bombas contagiosas. ¿Por qué no se prohíben bajo advertencia de fuertes sanciones, multas e incluso procesos judiciales por graves delitos? ¿Por qué le cuesta tanto a este Gobierno actuar con mano dura contra los comportamientos de los irresponsables, negacionistas, gamberros y suicidas sin mascarilla que ponen en riesgo la salud de la población? Basta ya de complejos históricos timoratos. La Policía, la Guardia Civil y hasta el Ejército están para ser utilizados y si es preciso ponerlos a patrullar las calles contra los agitadores sociales y terroristas sanitarios hágase. Es preciso terminar cuanto antes con esa imagen de república bananera, de país sumido en la anarquía y en el cachondeo que algunos pretenden transmitir a la sociedad con el fin de derrocar al Gobierno. España es un Estado fuerte con instituciones mucho más sólidas y asentadas de lo que algunos pretenden hacernos creer. Pongámoslas en marcha ya sin más demora. La cosa es seria, no una simple gripecita otoñal, y puede serlo todavía más. Hoy más que nunca, señor Sánchez, tome el timón sin timideces para evitar el sindiós. La inmensa mayoría de los españoles se lo está pidiendo y hasta implorando.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL ABC

(Publicado en Diario16 el 20 de agosto de 2020)

Santiago Abascal está llevando a su partido tan a la derecha que el ABC, el periódico más monárquico y conservador de este país, últimamente parece un panfleto socialcomunista. El líder ultra ha vuelto a asomarse a Twitter para denunciar la “actitud” hostil del diario nacional respecto a los miembros de Vox que acudieron al acto de homenaje a las víctimas del atentado de Barcelona perpetrado hace tres años. En uno de sus habituales mensajes, el político bilbaíno asegura sorprendido: “El ABC llamando ‘ultraderecha’ y ‘oportunista’ a Vox (y a sus lectores) por ir a un acto y hacer declaraciones a los medios ¡Qué escándalo hablar a los periodistas! A lo mejor cree el señor Ybarra y el clan de Neguri que les vamos a pedir permiso para acudir a actos y para hablar”.

De seguir por ese camino de guerra abierta contra todos, de desprestigio de la prensa y de las instituciones, a Abascal no le va a quedar ni un solo amigo sano. Ahora ha emprendido una cruzada sin demasiado sentido contra el periódico que siempre han leído las derechas españolas, las clases adineradas, las clases nobles en general. Desde que la Ley de Prensa de 1938 impulsada por el todopoderoso ministro Ramón Serrano Suñer suprimiera la prensa republicana, convirtiendo a los restantes medios de comunicación en entes al servicio del Estado y en proyectores de propaganda que tenían por función la transmisión de los principios fundacionales del Movimiento franquista, ABC siempre ha estado al servicio del ideal patriótico y conservador. Basta con decir que el diario contaba con una sección conocida como Cartas de Berlín, que editaba la propia embajada de la Alemania nazi. En algunos momentos de la dictadura, el rotativo fundado en 1903 por Torcuato Luca de Tena llegó a tener una tirada de 100.000 ejemplares. Todo lo que se publicaba allí era a mayor gloria del tirano y algunas portadas −como aquella con la foto del dictador español bajo un titular gigantesco que rezaba “¡Franco, Franco, Franco” u aquella otra con el retrato de un Hitler victorioso y omnipresente− se han puesto de nuevo de actualidad después de que Pablo Echenique las haya desempolvado del baúl de los recuerdos.

Pues contra ese fetiche mediático de la extrema derecha española dispara ahora el líder de Vox pegándose un tiro en el pie. Abascal es un hombre temperamental y desmesurado, como siempre fueron los grandes caudillos de España. Ya se sabe que el salvapatrias español todo lo hace por patriotismo, con coraje y con dos cojones, sin sopesar las consecuencias de sus actos. Ahora se queja de que sus diputados fueron calificados por los periodistas del ABC como “oportunistas” y miembros de un partido de “ultraderecha”. Era la forma del rotativo madrileño de criticar las ausencias de Vox a los homenajes en memoria de las víctimas en años anteriores. Frente a esas críticas de la prensa libre (ABC no deja de ser un medio de comunicación democrático, conservador, pero perfectamente homologable, faltaría más) Vox recuerda que “tanto su diputado por Barcelona recientemente elegido para ser el candidato del partido a la presidencia de la Generalitat, como Jorge Buxadé, ya estuvieron presentes en los homenajes realizados el pasado año, y se opusieron firmemente a las acusaciones de oportunismo realizadas por el periódico”.

Sea como fuere, Abascal ha cruzado un nuevo Rubicón. Ya no solo tendrá que pugnar contra la prensa sanchista y roja, sino también contra la división azul mediática. Pero eso no parece un impedimento para un hombre que, hoy por hoy, no ha terminado de seducir a la banca, ni a la patronal, ni a la prensa tradicional de la derechona. Se ha mirado tanto en el espejo de Donald Trump −al que le da igual ocho que ochenta en su particular guerra contra la intelectualidad y la prensa libre norteamericana−, que ya se ve rubio a sí mismo y no sabe dónde están sus amigos y dónde sus enemigos. El problema es que Trump tiene a la Fox, un portaaviones periodístico con el que puede ganar muchas batallas políticas, mientras que Abascal solo tiene la pluma de Hermann Tertsch, un francotirador solitario, algunos telepredicadores de la cadena de los obispos, a sus unidades de bots, tuiteros, communitys y cotillas digitales y poco más. Todo un grupo salvaje resuelto y animoso que no deja de ser un desordenado ejército de Pancho Villa. Así no se puede llegar a la Moncloa, coño, por mucho que Miguel Bosé haya puesto a sus comandos friquis, antivacunas y conspiranoicos a trabajar a destajo para derribar a Pedro Sánchez. El negacionismo da para lo que da: para cuatro manifas domingueras en Colón con unos marcianos disfrazados con antenas y trajes espaciales y unas señoronas suicidas y rollizas sin mascarilla. Pero para montar un 36 hace falta mucho más, una logística, una inversión, un poderío con el que hoy por hoy Abascal no cuenta.

Así que a fuerza de ir contra el establishment, a base de repartir estopa a diestro y siniestro, a derecha e izquierda, Abascal se ha convertido en un Cid Campeador que camina solo en tierra de nadie, perdido, sin rumbo, en el lodo, como decía la vieja canción. Ya ni siquiera le compra el discurso el ABC, lo cual tiene sus bemoles. El líder de Vox no se ha dado cuenta aún de que sin un medio de comunicación amigo y poderoso, sin un banquero fuerte y sin un Juan March de la vida que ponga la pasta encima de la mesa para dar el golpe definitivo nunca llegará a Generalísimo. Todo lo más se quedará en sargento chusquero de la nueva franquistada. Por mucho que Dios, el santo patrón de España y la Santa Madre Iglesia estén de su parte.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

martes, 25 de agosto de 2020

RETORNO A LA CUEVA

(Publicado en Diario16 el 26 de agosto de 2020)

El negacionismo se ha convertido en el combustible primordial del nuevo populismo demagógico, el cemento ideológico sobre el que se asienta el nuevo fascismo ultraliberal y tecnológico del siglo XXI. Desde el Estados Unidos de Donald Trump a la Rusia de Putin, esta nueva corriente de pensamiento basada en la superchería anticientífica, el fanatismo, la degradación de la democracia liberal y el irracionalismo se extiende por todo el mundo. Lo hemos visto aquí, en nuestro país, hace solo unos días, cuando centenares de personas seguidoras del negacionismo salían a la calle para manifestarse por las calles de Madrid. No solo gritaban eslóganes descabellados y fuera de todo sentido común como “queremos ver el virus”, sino que lo hacían sin mascarilla y saltándose las medidas de prevención y distanciamiento social. Las imágenes de toda esa gente contagiándose unos a otros, en un aquelarre nihilista y suicida, hablaban por sí solas.

El negacionismo atenta contra el espíritu de lo verdaderamente humano, contra la razón misma, contra la ciencia tal como la conocemos desde que los antiguos presocráticos griegos tuvieran aquella maravillosa intuición de que el ser humano puede llegar a la verdad mediante un método empírico libre de prejuicios, supersticiones e ideas religiosas preconcebidas. La razón científica es la luz; el negacionismo es la oscuridad. La ignorancia afirma o niega rotundamente; la ciencia duda y busca la verdad de todo, como sugería el divino Voltaire. Por eso, porque rompe con una tendencia cultural de más de dos mil años en busca de una explicación lógica para el funcionamiento del cosmos, el negacionismo no deja de ser un comportamiento antinatural, aberrante, mitológico-fantástico, que empuja a quien lo padece a rechazar una realidad empíricamente verificable y demostrable mediante datos fehacientes. El negacionista da la espalda a la realidad (el miedo al universo puede llegar a ser aterrador) para instalarse en una mentira mucho más cómoda, confortable y manejable. Es decir, este tipo de personas prefieren refugiarse en un mundo cómodo y soportable, aunque construido a fuerza de falsedades y engaños, antes que afrontar la terrible y cruda verdad de la existencia humana. Desde ese punto de vista, el negacionismo es una inmadurez, una debilidad, un delirio infantiloide.

Sin embargo, la repercusión en cada individuo no es lo más grave del fenómeno. Desde la perspectiva de lo colectivo, de la historia de la humanidad, nos encontramos ante una singularidad que ha cuajado como movimiento organizado y mundialmente extendido, de tal forma que el negacionismo se ha convertido en una de las ideologías políticas más destructivas, perversas y nocivas de cuantas hayan surgido en el último siglo. La nueva moda ideológica (en realidad una degeneración decadente) ha arraigado en múltiples formas: terraplanistas, antivacunas, creacionistas, cienciólogos, ufólogos, conspiraoinicos, parapsicólogos, naturistas radicales contrarios a la medicina, sectarios de nuevas religiones, satánicos, milenaristas y un sinfín de vanguardias de lo estrafalario y lo sobrenatural. Gente sin escrúpulos como Donald Trump o Jair Bolsonaro se han percatado de la enorme influencia que han adquirido todos estos movimientos irracionalistas en los últimos años y los han utilizado de forma astuta para llegar al poder. Ese ha sido el secreto de su éxito. Los nuevos populistas demagógicos han comprendido que destruyendo el orden establecido y asentado sobre la ciencia y la democracia desde el Siglo de las Luces se puede instaurar un nuevo mundo elitista, esotérico, mágico, un tiempo feudal casi prehistórico en el que las sociedades ya no se articularán en torno a la lógica de la razón y los principios básicos filosóficos sino alrededor del culto al líder, la bandera y el fuego sagrado de la religión. Controlando el voto negacionista tienen media batalla ganada en su conquista del poder. De ahí que la extrema derecha haya recuperado figuras que parecían restos del pasado histórico más lejano como el caudillo, el guerrero, el jefe de la tribu, el monarca absoluto y el chamán. No hay más que recordar la imagen de Trump mostrando la desafiante Biblia al mundo en medio de una batalla campal entre manifestantes antirracistas y policías para entender cuáles son los planes reales del nuevo populismo fascista.  

Esa forma política piramidal y autoritaria, híper personalista y teocrática, es la que promueven partidos como Vox en España. Las últimas manifestaciones negacionistas formadas por centenares de personas han dejado estupefactos y fuera de juego a los sociólogos más instruidos. Pocos son los analistas que se atreven a aventurar un diagnóstico sobre lo que está ocurriendo en las sociedades modernas, sobre esta extraña enfermedad nihilista, conspiranoica y suicida que lleva a quien la padece a lanzarse a la calle para participar en una manifestación sin mascarilla sabiendo que es carne fácil para el coronavirus. Santiago Abascal, al igual que Trump en Estados Unidos, ha sabido agitar esa coctelera de confusión social y lo ha hecho canalizando el miedo de las masas ante el futuro y la pandemia; el odio de una parte de la sociedad contra el sistema democrático; la pérdida de valores humanos; la desconfianza ante una ciencia que avanza siempre despacio mediante el ensayo y el error; el auge de las sectas; la decadencia de las religiones tradicionales; y en general el momento de crisis mundial en todos los aspectos −desde la economía a la política pasando por la peor de todas, la crisis cultural, moral y de pensamiento−. En realidad, lo que hace Abascal es calentar a sus huestes negacionistas, sacarlas a la calle para que caldeen el ambiente de cara a la moción de censura contra Pedro Sánchez que ha anunciado para el próximo otoño y que está abocada al fracaso de antemano. El líder de Vox se mueve como pez en el agua en las nuevas tecnologías, un caldo de cultivo ideal para la proliferación de gente que se asocia en grupos secretos y que se retroalimentan en el bulo y el odio contra el establishment.

La unidad de acción nuevo fascismo/negacionismo anticipa una distopía terrorífica que ni el más avezado novelista de ciencia ficción hubiese soñado. La mezcla explosiva que forma el nacionalismo patriótico, el fanatismo anticultural y por qué no decirlo, la ignorancia en sus nuevas formas, es altamente peligrosa porque corroe los cimientos de una sociedad libre, moderna y democrática hasta devolverla a tiempos atávicos, casi medievales. Tan importante como combatir el fascismo es hacerlo contra el negacionismo y eso exige inversión en educación para que las nuevas generaciones estén cada vez más instruidas, informadas y preparadas; más gasto en cultura para difundir nobles ideales en la sociedad; y más dotación presupuestaria en investigación científica para demostrar que solo la ciencia, y no los prejuicios irracionales, nos librará de la maldita pandemia biológica y también de la sociológica. No hay otro camino que la Educación en libertad y en valores democráticos. Lamentablemente, si nos atenemos a las cifras de inversión en profesores y colegios que presenta España en relación a los demás países europeos, cabe concluir que nuestro país es tierra abonada para los negacionistas de todo signo y condición.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

miércoles, 19 de agosto de 2020

CAYETANA FULMINADA

(Publicado en Diario16 el 19 de agosto de 2020)

Cayetana Álvarez de Toledo ya es historia del PP. La figura más prometedora del partido conservador ha caído en desgracia a las primeras de cambio y ni siquiera la invitación de última hora de Pablo Casado, que le ha ofrecido presidir la Fundación para la Libertad −el laboratorio de ideas del Partido Popular casadista− ha servido para calmar la furia de la cesada portavoz. “Ese puesto se lo darás a todas”, ha debido pensar la polémica diputada hispano-argentina, que a esta hora recoge los bártulos de su despacho del Congreso, los mete en una caja de cartón y baja las escaleras de San Jerónimo, entre los dos mansos leones, pensando que la democracia española no se merece a alguien tan brillante y egregia como ella. En esa caja con los objetos y recuerdos de la que ha sido primera espada del PP van todas sus herramientas y armas que la han hecho célebre. En esa caja de empleada despedida va el manual del buen trumpista que se trajo del mundo anglosajón y que en España no termina de cuajar; el diccionario del insulto castellano urgente; el látigo y el cuero que se enfundaba para fustigar a sus rivales políticos en las sesiones de control; la foto de cuando Casado la ungió como joven promesa, la Leo Messi del nuevo conservadurismo hispano a la que dieron libertad total de movimientos para hacer lo que quisiera y trazar las estrategias pertinentes; el diploma de retórica argentina y metáfora rápida made in Oxford; la colección de trending topics en Twitter reunida a golpe de mensaje faltón; el carné de feminista amazónica que no ha calado ni ha colado entre las mujeres españolas; la querella del padre de Pablo Iglesias; los errores y aciertos, en fin, de una política que ha vivido deprisa y ha dejado un bonito cadáver.   

A partir de ahora, Cayetana Álvarez de Toledo será una más. En la Galicia de Núñez Feijóo respiran tranquilos al ver que ya está fuera y al presentir que el soñado giro al centro es más factible que nunca. Mientras Cuca Gamarra calienta en la banda y el busto grecorromano Pastor desempolva el viejo manual ateniense de las buenas prácticas políticas, Espe Aguirre, espíritu teenager como siempre, le escribe un hermoso epitafio de despedida (nunca mejor dicho): “Ha sido la mejor portavoz de nuestros principios y valores en el Congreso”, asegura la exlideresa, que también sufre el ostracismo y la defenestración de su partido que ella cree injusta. “Si no nos apoyamos entre nosotras, guapa, quién lo va a hacer…”, le habrá dicho seguramente, por secreto Telegram o WhatsApp, al juguete roto argentino. De condesa de Bornos a marquesa de Casa Fuerte, oyes nena, qué fuerte. A fin de cuentas, ambas vienen de rancio abolengo (y tan rancio) y ya van asumiendo que la nobleza y la Monarquía están de capa caída después de que el emérito haya dado la espantada para largarse con los jeques de Abu Dabi. Lo que les queda a las dos gatapardas lampedusianas destronadas del PP es consolarse mutuamente, como dos señoronas venidas a menos en esta España que cada día es un poco más antimonárquica, un poco más republicana y un poco más jacobina.    

El experimento del “cayetanismo”, la corriente más extremista que haya conocido jamás el partido fundado por Manuel Fraga Iribarne, ha devenido en fracaso rotundo, y el resultado es una mujer airada, despechada, alguien que hasta hace poco era el ojito derecho del jefe y ahora ya no la quieren ni para llevar los cafés. Fiel a su trayectoria ultra, dura, Cayetana se va de su puesto matando y echando pestes de todos y de todo, de los camaradas y compañeros que la han traicionado, de la directiva y de los que ayer le daban patente de corso y hoy la devuelven a la probeta del laboratorio de la FAES, como un experimento fallido, como una rara avis, monstruito o novia de Frankenstein de la derechona cuyas articulaciones, piezas e ideas se han quedado obsoletas justo cuando empezaba a dar sus primeros pasos en la política.

La exportavoz ha calificado de “error” su destitución y se ha despedido de la primera línea de batalla de las Cortes deslizando críticas más o menos veladas contra el secretario general, Teodoro García Egea, y contra el propio Casado por haber arrojado la toalla falangista antes de tiempo y por no haber querido dar lo que ella denomina “la gran batalla cultural” contra el “feminismo radical” y el “uso partidista de la memoria histórica”. Cayetana lamenta su súbita rescisión de contrato porque la considera “perjudicial para el grupo popular, para el PP y para la causa que defendemos”. Ahora mastica su nueva condición de aparcada, su vertiginoso tránsito de estrella de la nueva política española que iba a marcar una época a pequeño asterisco al margen, rareza o paréntesis en la historia de un partido que antaño gobernaba España a golpe de mayorías absolutas y hoy ha quedado de mera comparsa para los circos de Vox. Dice Marhuenda que la han cesado fulminantemente porque en realidad Cayetana no era la portavoz del PP, sino la portavoz de Cayetana. O sea que a fuerza de ir tanto a su aire la han mandado a tomar viento. El conocido periodista y tertuliano de La Razón, que siempre está bien informado de las traiciones que se cuecen en Génova 13, dice que en el partido no la tragaba nadie (mayormente las veteranas matronas que se la tenían jurada) y que por eso Casado ha tenido que cargársela de manera que parezca un accidente. Y a fe que no extraña nada. La chica iba de redicha, de rubia sobradita algo estirada y de niña bonita del jefe. Y así, en política una no dura ni cuatro telediarios.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL DESPECHADO

(Publicado en Diario16 el 17 de agosto de 2020)

El abogado despedido de Podemos José Manuel Calvente está convencido de que el caso de presunta financiación ilegal que ha puesto en manos de un juez de Madrid va a ser la trama Gürtel del partido morado. Así lo ha dicho al menos en su cuenta de Twitter, donde arremete contra sus excompañeros, aquellos mismos camaradas a los que se abrazaba efusivamente en los mítines políticos y con los que levantaba el puño y cantaba la Internacional. “No estamos ante Gürtel o Filesa. Mucho peor. Estamos presuntamente ante presuntos sinvergüenzas que habrían metido la mano presuntamente en la caja del partido para su presunto beneficio y el de sus presuntos amigos. Yo sí respeto la presunción de inocencia”, insiste el letrado que fue responsable del control de las cuentas podemitas. Llama la atención el abuso del término “presunto”, ya que alguien que ha visto con sus propios ojos y ha vivido en sus propias carnes un asunto escandaloso y denigrante no se anda con tantos melindres legales o precauciones gramaticales. Lo escupe todo descarnadamente caiga quien caiga. Pero aceptemos que debe ser así por respeto constitucional.

El caso es que Calvente es un hombre que, por lo que sea −por idealismo y deseo de que resplandezca la verdad o por puro despecho−, ha decidido emprender la lucha titánica de los tribunales, una batalla en la que ha asumido el desgaste personal y profesional. Ya se sabe que en este país a los denunciantes de corrupción se les trata poco menos que como apestados y muchos de ellos incluso terminan siendo condenados a penas mucho más duras que las que se impone a los propios corruptos. En España el denunciante de las trapacerías de políticos y poderosos suele convertirse en un ser solitario, atormentado, un personaje homérico que acaba perdiéndose en el laberinto del Minotauro de la Justicia. La tarea de levantar las tapas de las cloacas acaba convirtiéndose en hercúlea y conseguir el estatus sagrado de testigo protegido, con escolta de la Guardia Civil, es poco menos que un privilegio imposible. Por eso, alguien que como él se decide a dar el paso más trascendental de su vida tiene que tener todas las pruebas bien guardadas en la carpeta y debe estar preparado para las preguntas incómodas del juez. ¿Ha hecho los deberes Calvente, lo tiene todo atado y bien atado, o por el contrario ha piado ansiosa e instintivamente, como un pichón que acaba de salir del huevo, dejando peligrosos cabos sueltos? Solo el tiempo dirá hasta dónde llegan sus acusaciones. Pero de momento puede decirse que lanzar una afirmación tan rotunda como que esto es la Gürtel de Unidas Podemos parece demasiado precipitado, sensacionalista, aventurado. Sobre todo porque, tal como se desprende de su visita al juez aireada por la prensa, ha declarado que la mayor parte de lo que sabe procede de la rumorología y de lo que otros le contaron.

Cuando hablamos de Gürtel nos referimos a la madre de todos los casos de corrupción detectados en la historia de España. Donativos ilegales de grandes constructoras, comisiones millonarias, lavado de dinero negro, sociedades interpuestas, adjudicaciones a dedo a empresarios y amigos y unas cantidades astronómicas que según la investigación judicial superaron los 120 millones de euros solo en contratos públicos. Todo ese manantial de suciedad no era más que la punta del iceberg, ya que la Policía nunca logró averiguar el montante total de aquella gigantesca organización criminal montada alrededor del Partido Popular para enriquecimiento y lucro de unos pocos. El caso Gürtel socavó los cimientos mismos de la democracia española y llenó de podredumbre todas y cada una de las Administraciones del Estado. Hasta donde ha declarado Calvente, no parece que su denuncia se parezca, ni de lejos, a la macrocausa que costó la moción de censura a Mariano Rajoy en el año 2018. El exabogado se refiere a una supuesta caja B de Podemos que en realidad era un fondo de ayuda para actividades benéficas. Una especie de bote o cepillo solidario por el que de ninguna manera han podido circular las monstruosas cifras que se detectaron en la trama de Francisco Correa y el tristemente célebre tesorero popular, Luis Bárcenas. Es materialmente imposible que de esa hucha en la que los cargos de Pablo Iglesias depositan el 15 por ciento de sus sueldos como diputados para fines sociales pueda salir semejante red criminal. Ni hay empresarios paganinis, ni suculentas comisiones, ni contratos públicos o sobornos. Si el dinero se ha repartido finalmente en sobresueldos para los miembros de Podemos, en lugar de que llegue a los parados y mujeres maltratadas, estaremos ante un feo asunto desde el punto de vista ético o moral que dañará la credibilidad del proyecto morado, pero policialmente tendrá escaso recorrido, ya que las aportaciones provenían de los propios afiliados.  

Calvente ha asegurado que Podemos no debería pasar a la historia como un partido manchado por la corrupción de “cuatro presuntos sinvergüenzas” que en su opinión “están enredando y confundiendo”. De esta manera, trata de presentarse a sí mismo como un héroe que lo hace todo por el bien del partido cuando en realidad está haciendo todo lo contrario: coloca a Unidas Podemos a la misma altura del betún que aquel PP emponzoñado de fango de Mariano Rajoy. Flaco favor a la causa. De ahí que su denuncia adolezca de cierta injusticia moral en su raíz y parezca más bien la clásica rabieta sin meditar y el típico “esto lo tengo que contar, así reviente todo”, que un acto altruista en pos de la verdad.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

NEGACIONISTAS, ANTIVACUNAS Y OTRAS ESPECIES

(Publicado en Diario16 el 17 de agosto de 2020)

El delegado del Gobierno en Madrid ha calificado de “descerebradas” a las personas que participaron en la manifestación de ayer en la Plaza de Colón saltándose las más elementales medidas de prevención establecidas contra el coronavirus. “Lo que ha pasado es gravísimo, hay al menos 30 denuncias, y no va a salir gratis”, asegura José Manuel Franco. Ya tardaban las autoridades en tomar cartas en el asunto contra los anarco-populistas, libertarios de extrema derecha y negacionistas en general que ponen en peligro la salud pública y la estabilidad de la democracia en nuestro país. Si irresponsable ha sido que cientos de personas salgan a la calle sin respetar las medidas de seguridad, intercambiando fluidos orales letales y mortales gotitas de Flügge que se expelen al respirar y toser, más criticable aún es que el Gobierno haya autorizado semejante concentración de los ejércitos de la ignorancia. Por encima del derecho a la reunión y manifestación está el derecho a la salud y a la vida y es preciso frenar cuanto antes esta kamikaze corriente social impulsada por homicidas pandémicos, fanáticos medievales y talibanes de la ideología reaccionaria que en lugar de emplear chalecos bomba para matar gente lo hacen a golpe de salivazo, tos y estornudo. Aunque quizá, bien mirado, lo mejor que se puede hacer con ellos es dejarlos que se contagien unos a otros y que la selección natural −que siempre distingue a los más tontos de los más astutos e inteligentes−, vaya haciendo su trabajo.

Fue Spengler quien proclamó aquello de que Occidente se encuentra en la etapa final de decadencia y vaticinó que nuestra cultura entrará en un estadio de pre-extinción anterior a la aparición de un “cesarismo” totalitario. Por lo visto ese momento ya ha llegado. Las imágenes de centenares de cabezas huecas protestando contra el uso de la mascarilla obligatoria porque supone un supuesto “recorte” a las libertades resultan espeluznantes. Como surrealista es escuchar a todo ese mundo hortera, rancio y friqui −alentado por la extrema derecha populista− gritar “queremos ver el virus”. En realidad, sería imposible organizar una jornada de puertas abiertas para que los escépticos e incrédulos salieran de dudas en el CSIC: no habría microscopios suficientes para tanto majadero y terminarían colapsando los laboratorios.

No resulta sencillo explicar lo que está ocurriendo en las sociedades contemporáneas ni de dónde demonios ha salido un fenómeno tan peligroso como el negacionismo, que amenaza con gangrenar el sistema. Vamos a necesitar de los mejores sociólogos, filósofos y psicólogos para desentrañar las causas profundas de una enfermedad social que provoca que un señor (o una señora), hasta hoy cuerdo y sensato, salga a la calle un tranquilo domingo de verano −entre banderas, gorras, silbatos y frívolas sonrisas−, para protestar contra una supuesta conjura internacional que solo está en su delirante imaginación, exponiéndose alegremente a la infección de un virus mortal y asumiendo que va a transmitir el mal a sus paisanos.

El hecho es complejo, una mezcla de irracionalismo, nihilismo existencial, tendencias conspiranoicas y suicidas, analfabetismo integral y cierta dosis nada desdeñable de fascismo debidamente mutado, tuneado y propagado a tuits como cañonazos. Estamos hablando de personajes que al amparo de movimientos políticos como el “trumpismo” duro norteamericano y el neofalangismo ibérico y casposo de Vox en España (más el poder de influencia de ciertos medios de comunicación cavernarios y algunos chamanes culturales que agitan la desinfomación en las redes sociales como Miguel Bosé o Alfonso Ussía) lo niegan todo. Niegan que la pandemia esté ocurriendo en realidad (lo cual es tanto como negar la ciencia y la medicina); niegan que el Gobierno esté legitimado para tomar medidas para la prevención y control de la enfermedad; y niegan la democracia con todo lo que ello supone. Al fin y al cabo, lo que están negando es la verdad y la realidad misma y el daño que causan en la sociedad empieza a ser irreparable. Cuando hay tipos y tipas que andan por la vida diciendo que solo reconocen el gobierno de los suyos (“yo solo hago lo que me dice mi Santi Abascal”) es que todo está perdido sin remedio.

El virus del bulo, la conspiranoia, la superchería y el fanatismo se extienden como un cáncer por todas partes. Abochorna tener que escuchar en pleno siglo XXI cómo un iluminado grita que quiere ver un virus con sus propios ojos mientras los infectados siguen llegando por miles a los hospitales y centros de salud. Pero es lo que hay. Han sido demasiados años de dejación de funciones, demasiados años de gobiernos corruptos e inútiles que han fomentado una educación de baja calidad donde la filosofía era anulada sistemáticamente y donde la ciencia era una maría en los planes de estudio. Demasiados años de programas en la televisión basura que como armas de destrucción masiva achicharraban las neuronas del personal y propagaban la estulticia, los valores del dinero y la fama y la desinformación hasta aniquilar todo rastro de cultura y humanismo. Demasiados años de tolerancia con movimientos políticos y sociales antidemocráticos, nostálgicos y revisionistas de la historia que se han ido enquistando y que ahora se aprovechan de la necedad del inculto que nunca ha leído un libro, del fanatismo del crédulo religioso y del odio y la rabia contra el sistema del desesperado y el revanchista. Todo ello, sin duda, para tratar de llegar al poder e imponer el oscuro y macabro programa de la estupidez y el elitismo totalitario de las clases dominantes.

Ahora que el mal ya está hecho se quiere frenar el terremoto con unas cuantas multas contra unos manifestantes domingueros que nadie pagará. El desastre cultural de Occidente que han provocado los astrólogos, los videntes, los clérigos fanatizados, los antivacuna, los terraplanistas, los parapsicólogos, los negacionistas de la ciencia y de la historia, los posfascistas y otras especies peligrosas ya no tiene vuelta atrás. El mundo de hoy pertenece a los retóricos y charlatanes que no sabrían explicar lo que es un átomo o una galaxia; a los proselitistas de la anticultura y la antidemocracia que se han apoderado de las redes sociales con sus discursos simplones y sus burdas faltas de ortografía; a los influencers que proyectan su burricie infantiloide sin ningún rubor entre anuncios de perfumes y maquillajes que lo petan en Youtube; y a los “cacerolos” y “borjamaris” que cada día se suman en mayor cantidad, como una legión de descerebrados imparables, al gran movimiento irracional y conspiranoico contra un Gobierno que ya nada puede hacer contra una terrorífica distopía sin control. Una pesadilla que, como en las mejores novelas de ciencia ficción, ha terminado por hacerse realidad e implantar su lodazal de incultura, griterío, fanatismo y odio. Spengler tenía razón. La decadencia de Occidente ya está aquí. 

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LOS MENAS

(Publicado en Diario16 el 16 de agosto de 2020)

Los últimos mensajes de Vox en las redes sociales provocan auténticos escalofríos. La formación ultraderechista está acusando al Gobierno de Pedro Sánchez de proteger a los extranjeros en situación irregular mientras deja abandonados a “autónomos, estudiantes, parados y pensionistas”. “Los episodios de violencia juvenil están cada vez más presentes en los barrios de Madrid. Esta violencia, protagonizada en varias ocasiones por menores extranjeros no acompañados (menas), se suma a la que también protagonizan las bandas latinas”, asegura la formación de extrema derecha en uno de los habituales comunicados que cuelga en su página web. El discurso demagógico populista es de manual, no solo en su falsedad de raíz sino también en su enfermizo maquiavelismo, pero empieza a calar en muchos españoles asfixiados por la crisis. Todo salvapatrias, y Abascal aspira a serlo algún día, sueña con un escenario catastrófico donde el Estado de Bienestar se hunde estrepitosamente, la miseria y el hambre florecen y los supuestos enemigos de España (comunistas e inmigrantes) emergen como culpables de los males de la nación. Todo ese contexto apocalíptico, que parecía imposible hace apenas seis meses, lo ha traído la pandemia y ahora el líder de Vox se frota las manos con el jugo que puede sacarle al asunto. Cuanto más dure la crisis epidémica más votos pescará para su causa el Caudillo de Bilbao, de modo que lo que le interesa a él en estos momentos es que el infierno se alargue y los hospitales se vayan llenando de infectados en una segunda oleada de covid-19.

Pero mientras el país termina de venirse abajo, conviene ir removiendo las aguas viscerales del odio, calentar el ambiente e identificar a las víctimas propiciatorias que van a pagar el pato de la terrible situación. El “mena” (ese menor inmigrante que llega solo a España, sin familia ni adultos que lo acompañe) se ha convertido en el enemigo público número 1 de la irracional y enloquecida caza de brujas de Vox. En nuestro país hay poco más de 12.000 menores extranjeros, según el registro oficial del Ministerio del Interior del pasado año, una cifra insignificante al lado de la población total, que viene a rondar los 47 millones de habitantes. Es evidente, por tanto, y así debería entenderlo cualquier persona medianamente inteligente, que tal volumen inapreciable de menores extranjeros (muchos de ellos niños sin padres y sin hogar) no puede representar un peligro ni una amenaza inminente para la seguridad nacional de ningún país. Sin embargo, en los últimos días Vox ha recrudecido su discurso del odio contra este colectivo infantil y juvenil, tratando de transmitir la idea de que la delincuencia que soporta España tiene su origen en “las manadas de menas”, como suele decir Rocío Monasterio en sus breves visitas a las barriadas más pobres del inframundo, esas a las que suele descender de cuando en cuando, desde las mansiones versallescas de Salamanca, para propagar sus cuentos de terror sobre perversos negritos africanos con rabos y cuernos. Monasterio es una de las líderes de Vox que en ocasiones se baja al moro del gueto de Vallecas o de Usera para practicar el proselitismo de lo más bajo del ser humano. Como la Fiscalía suele hacer la vista gorda (anda muy ocupada persiguiendo a los injuriosos contra la Corona) las marquesonas de Vox se plantan en los suburbios con sus mejores galas y pamelas, reparten algunos pasquines de la nueva Falange, dan unos cuantos besos y abrazos fingidos a las amas de casa asustadas por la muchachada subsahariana y se vuelven rápidamente para su confortable barrio bien.

La visita a los arroyos madrileños suele durar unos pocos minutos porque para un rico pasar más de media hora entre pobres es como entrar en una discoteca de la Costa del Sol abarrotada de jóvenes beodos y sin mascarilla. Se puede pillar algo malo, una enfermedad contagiosa o una peste aún peor: el virus de la pobreza. En realidad, a Monasterio y a sus compañeros de partido esos actos políticos con las masas sudorosas, esos desplazamientos electorales periódicos a las casas baratas y arrabales obreros que huelen fatal y están tan encharcados y llenos de basuras, les debe resultar un fastidio insoportable. Y más ahora en verano, con lo bien que se está a remojo en la piscina. Pero así es la nueva política, no queda otra que subirse a la limusina alguna vez y bajarse al lumpen para mancharse el traje de barro e impregnarse del olor a ajo y perejil, a lejía barata y a humilde potaje si uno quiere sacarle provecho al invento del nuevo populismo neofascista. A todo pionero de la extrema derecha que se precie no le queda otra que trabajarse el abandonado cinturón industrial de nuestras ciudades, los maltratados extrarradios urbanos y desguaces humanos, que es donde la semilla del odio arraiga con mayor fuerza entre las ratas, las jeringuillas yonquis, las montañas de escombros y el proletariado confuso que se siente traicionado por la izquierda.

El problema es que a veces (y aquí viene la justicia poética) a los de Vox el montaje, las operaciones de charlatanismo ambulante y el mercadillo de votos terminan saliéndole por la culata. Fue lo que ocurrió hace solo unos días, cuando los ultras de Madrid se pusieron a repartir paquetes de comida en las colas del hambre (tratando de pasar por héroes patrióticos) y resulta que los alimentos habían sido preparados y envasados por los propios “menas” de la Casa de Campo, esos niños-terroristas a los que hay que echar del país a patadas antes de que terminen de romper España. Y es que, en ocasiones, el karma depara finales deliciosos.

Viñeta: Iñaki y Frenchy