(Publicado en Diario16 el 14 de agosto de 2020)
A Pablo Casado le seduce la moción de censura de Santiago Abascal contra Pedro Sánchez. El problema es que no se atreve a reconocerlo abiertamente para que no lo tachen otra vez de ultraderechista y porque en el fondo es consciente de que esa iniciativa parlamentaria no es más que un brindis al sol, en medio de la plaza, de la derecha taurina de Vox. Todo el mundo sabe que la moción está abocada al fracaso de antemano porque Euclides aún manda más que Franco, las matemáticas siguen estando por encima de los deseos, nostalgias y ambiciones de poder de la ultraderecha española. Los números no le dan a la nueva CEDA para derrocar el republicanismo podemita. Pero a Casado el plan le hace tilín, le pone, le cautiva la idea de subirse a la tribuna de oradores de las Cortes y hacerle a Sánchez un Rajoy, o sea, sacar al presidente socialista de la Moncloa a gorrazos democráticos.
Hace tiempo que el casadismo ha instalado en las filas populares una extraña obsesión: que solo recuperarán el poder a través de la refriega guerracivilista y la vendetta, el ojo por ojo diente por diente, vengando cruentamente aquellos días nefastos de 2018, cuando en España se puso fin al conservadurismo de la corriente Gürtel. En realidad los populares tienen otra forma de reverdecer viejos laureles y entrar en la senda del triunfo: seguir las instrucciones que marca el moderado y sensato Núñez Feijóo en Galicia, es decir, hacer las cosas bien, con sentidiño, como la reciente prohibición del fumeque en las calles para evitar la propagación del coronavirus. A nadie se le había ocurrido que si la pandemia se extiende más deprisa con el humo del cigarro que emana de la boca de un contagiado lo más lógico era prohibir el tabaco en la vía pública. Sin duda, es una medida impopular, pero de aquí a cuatro años, cuando se celebren nuevas elecciones, la epidemia habrá remitido, la gente habrá fumado cartones y nadie se acordará de la ley seca de la nicotina. Una jugada fina y maestra de Feijóo de la que Casado debería tomar buena nota. Así se hace política inteligente, así se ganan elecciones por mayoría absoluta, y no dando patadas en la espinilla del adversario.
Volviendo a la moción de censura, Casado sopesa subirse al carro blindado que Abascal planea movilizar en su “otoño caliente”. Algo deben estar hablando los líderes de PP y Vox cuando el diputado ultra Ignacio Garriga sale hoy a la palestra para asegurar que la imputación de Unidas Podemos en la causa abierta por un juez de Madrid por supuesta financiación del partido será el “detonante” para que el Partido Popular apoye finalmente la iniciativa de Vox. Garriga anima a los diputados del hemiciclo (como si todos fueran fachas) a que “antepongan España” a las siglas de sus partidos y se muestra “convencido” de que el PP entrará finalmente en el juego ultra, una vez que el caso Calvente ha estallado en las entrañas de Podemos. Todo lo cual demuestra que había un guion perfectamente escrito de antemano. La primera fase del plan consistía en el anuncio de la moción de censura, tal como hizo Abascal hace unos días; en la segunda parte (ésta en la que nos encontramos hoy) se trata de alimentar un supuesto escándalo de corrupción que aunque se basa en indicios endebles (el propio Calvente ha declarado ante el juez que no tiene pruebas más allá de la “rumorología” y lo que le contaban otros compañeros) servirá como combustible para agitar a las masas; y en los encuentros en la tercera fase se llevará la crispación a las calles, se movilizará a los “cayetanos” y “borjamaris” de los barrios ricos de España y a las clases obreras decepcionadas con Podemos que están sufriendo los estragos de la pandemia. Todo ello bien aderezado con la habitual artillería diaria de bulos del ejército de bots de Santiago Abascal, que hace solo unas horas ya ha empezado a sembrar el campo con las minas de la difamación contra Podemos. El líder de Vox ha asegurado que lo más grave de la financiación podemita no es que sea “ilegal” sino que proceda de “narcodictaduras y regímenes totalitarios” cuyo objetivo principal es “desestabilizar España”. La maquinaria de la mentira y el complot ultraderechista es de una perfección maquiavélica que asusta.
De momento, Vox ya ha tentado a Casado con su hoja de ruta. Ahora falta
saber qué piensa hacer el presidente del PP, que en estos momentos
sopesa si optar por una estrategia renovada para diferenciarse del
producto que vende Abascal, “ensanchando el partido hacia el centro”, o
sigue manteniendo como portavoz del grupo parlamentario popular a la
fierísima Cayetana Álvarez de Toledo, cuya posición en
el partido está siendo cuestionada estos días. Según algunas fuentes, ni
siquiera el líder del PP podría frenar ya la salida de la marquesa de Casa Fuerte
del partido, mientras que otros medios avanzan que la política
hispano-argentina seguirá en su puesto pese a todo. “No está sobre la
mesa”, aseguran desde Génova 13. Parece más que claro que Casado sigue sintiendo simpatía por el Diablo.
Seguirá bailando con los lobos de la extrema derecha española hasta que
le muerdan o le den un zarpazo. Y mira que se lo advirtió Feijóo.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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