miércoles, 12 de agosto de 2020

EL FRENTE MURCIANO

(Publicado en Diario16 el 11 de agosto de 2020)

Vox quiere sacar el Ejército a la calle y no sabe cómo. Al partido de Santiago Abascal cualquier excusa le parece buena para reclamar que las tropas salgan de los cuarteles y tomen el control de la situación en esta España de rojos y separatistas. A fin de cuentas, la razón de ser de todo partido de extrema derecha es la guerra, la aventura expansionista bélica, y no hay nada que anhele más el presidente de Vox que recuperar el glorioso pasado militar español. Ahora a los ultras neofranquistas les ha dado por pedir el despliegue de más soldados en la frontera sur para frenar la supuesta avalancha migratoria que solo está en la cabeza del Caudillo de Bilbao. ¡Cómo añora Abascal aquellos tiempos en los que los generalotes africanistas cruzaban El Estrecho para hacer la colonización racial y cortar una cuantas cabezas de moros! Lamentablemente para él, España ya no pinta nada en Marruecos, ni siquiera en el Sáhara, y hay que inventarse otra guerra, en este caso la guerra contra los pobres espaldas mojadas, a quienes los supremacistas odian por venir a nuestro país a quitarnos el trabajo y a nuestras mujeres.

A Vox Murcia, la llegada masiva de inmigrantes le sigue pareciendo una “constante sin control”, por lo que ha dado un ultimátum al Gobierno central para que refuerce “con la presencia del Ejército las costas de la comunidad murciana”. A Abascal no hay nada que le ponga más que ver los fértiles campos españoles salpicados de bravos uniformes y pechos peludos de legionarios ávidos por entrar en batalla. El líder ultra sufre de fetichismo militar y ya no duerme pensando en la “invasión silenciosa” de la supuesta migración descontrolada, que no existe porque no se refleja en las estadísticas. Sin embargo, pese a que no hay tal peligro de invasión, el aspirante a líder de las derechas españolas ya trabaja en un plan de defensa nacional y no piensa dejar ni un solo flanco murciano sin proteger. Según Abascal, hay que actuar con rapidez y eficacia para salvar a España y preservar las esencias de la cristiandad. Así, la Legión debe ser desplegada de inmediato en las huerticas, melonares y tomateras de Cartagena; los bravos paracaidistas de Alcantarilla tienen que ser estratégicamente colocados en ventas, tascas y mesones del litoral para defender los zarangollos, las marineras y el codiciado pisto murciano, el oro rojo que puede caer en manos de los hambrientos africanos en cualquier momento; y en cuanto a la Patrulla Águilas, es preciso que despegue ya, cuanto antes, sin más demora, y dé batidas constantes sobre la casa de veraneo del exgeneral Federico Trillo, guardián y custodio de la receta ancestral de los michirones, símbolo universal de la cultura occidental. Todos estamos en peligro, esto va a ser como una nueva Normandía solo que con pateras, hombres famélicos agarrados a lanchas y flotadores neumáticos, niños asustados y descalzos y mujeres en cinta que tratan de llegar a Murcia para salvarse de la guerra, el hambre y el coronavirus en el corazón del continente negro.

España debe ser cerrada a cal y canto. Ya tarda Pedro Sánchez en movilizar a los cuatro Ejércitos. Ya está cayendo el presidente en la inconsciencia buenista de no hacer nada, de no desplegar a las tropas con sus correspondientes medios terrestres y aéreos y si es preciso pedir el auxilio internacional de la OTAN, de los boinas verdes capitaneados por el impetuoso Ortega Smith, de los marines de Donald Trump. Murcia está en grave peligro. Murcia no debe caer ni quedar desguarnecida ni un solo minuto más mientras las flotillas de pateras bereberes empiezan a asomar por doquier en el horizonte gibraltareño, como ya ocurrió en el 711. Este Pearl Harbor murciano hay que pararlo de alguna manera, my day, my day, cambio y corto, es la guerra. Apostemos a los soldados españoles en las arenas de La Manga, camuflados entre los apartamentos derruidos por la crisis y los chiringuitos playeros que, una vez abandonados tras el hundimiento del turismo, siempre pueden utilizarse como puestos avanzados de vigías. Cavemos trincheras de varios metros en las dunas de Mazarrón; despleguemos kilómetros y kilómetros de alambradas; levantemos elevados muros de sacos terreros. Cientos, miles, millones de subsaharianos, marroquíes, libios, nigerianos y de otras nacionalidades están desembarcando en avalancha estos días en las pacíficas costas murcianas sin que nadie los vea, solo Santi Abascal, que en su delirio patriótico ve la verdad de todo, como aquel coronel Kurtz de Apocalypse Now.  

España debe estar preparada para esta guerra crucial. Esto puede ser el final de la raza hispánica. Que el rey emérito se venga cuanto antes de Abu Dabi, que se ponga otra vez el uniforme de capitán general alicatado de medallas de latón, como en el 23F, y se haga cargo de la grave situación. Que pida ayuda a sus hermanos, los jeques del petrodólar, para que nos ayuden con la defensa del bastión murciano. Que el anciano monarca se traiga los misiles de racimo que le vendemos cada año a Arabia Saudí para masacrar yemeníes y coloquémoslos perfectamente distribuidos y alineados, en batería, frente a la contaminada charca del Mar Menor, una trampa mortal de fango y arenas movedizas para todo aquel migrante que quiera pasar por allí. Saquemos a las fragatas de las bases y puertos, fletemos otra vez el viejo submarino de Isaac Peral, hundamos esas modernas pateras a cañonazos, como hace el genocida Salvini. Este es un mensaje de Santi Abascal para la población española: quédense en sus casas, no abran la puerta a gente con la piel morena, estamos en guerra y no aún no sabemos contra quién. Todos a morir por la patria. ¡Viva España y viva el rey!  

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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