(Publicado en Diario16 el 3 de agosto de 2020)
La entrevista que una reportera británica mantuvo con Juan Carlos I en el año 92 se ha hecho viral en las redes sociales. La exclusiva, del programa de Risto Mejide Todo es mentira, ha puesto al descubierto el verdadero rostro del rey emérito. Un aspecto frívolo, descarado y en buena medida irresponsable de su auténtica personalidad que hasta aquel momento los españoles desconocían. En el vídeo, y a preguntas de la periodista británica Selina Scott, el patriarca de la Transición española fantasea peligrosamente con la idea de no pagar impuestos. Sin duda hoy, en pleno escándalo por el caso Corinna, aquellas adivinanzas, juegos verbales y confesiones a medias del monarca en el año de los prodigios españoles (más bien pelotazos de las Olimpiadas y la Expo) cobran una relevancia especial. En buena medida porque probablement sea la primera y única vez en todo su reinado que se le ha oído hablar de impuestos, que para cualquier demócrata debe ser uno de los pilares fundamentales del Estado de Bienestar.
La campechanía del rey, que en aquel momento era poco menos que un dios intocable, impune e inviolable, aflora en algunos momentos de la entrevista con la enviada especial del Reino Unido. “Usted es un rey que paga impuestos en su país como todo el mundo”, le interroga Selina Scott, a lo que Don Juan Carlos responde que “sí” entre sonrisillas maliciosas, pestañeos, movimientos estudiados de cejas y caiditas de ojos que ni Brad Pitt. La avezada periodista, al oler el rastro de la sangre (es decir, un titular sensacional que puede triunfar) sigue tirando de la lengua a su insigne personaje, tratando de indagar aún más en el interesante asunto, y vuelve a lanzarle una pregunta aún más incómoda y provocadora que la anterior: “No me dirá, como cualquier español, que intenta evitar no pagar impuestos…” En ese momento el terreno se está poniendo peligroso, la cosa se calienta, pero lejos de frenarse el monarca opta por ir a por todas: “No puedo decirlo, pero probablemente”.
Con un par. Solo le faltó decirle a la reportera aquello tan español de “para chulo mi pirulo” y sentenciar que él estaba por encima del bien y del mal. Pero la entrevista sigue para vergüenza y oprobio de España. Cuando la reportera le sugiere que es importante que un rey pague impuestos, el entonces jefe del Estado duda y reacciona diciendo que cree que “sí”: “No por ser rey, sino por ser español”, añade dándose cuenta de que la reportera, clavadita a Lady Di, ha conseguido llevárselo al huerto, o más bien lo ha metido en un jardín lleno de minas. Para entonces el destrozo a la Monarquía ya estaba consumado y al sabio Sabino casi le daba un parraque ante el televisor. Al ver que el rey está entregado, la periodista insiste en que “podría haberse librado fácilmente” de cumplir con sus obligaciones fiscales, a lo que Juan Carlos trata de reaccionar para que la cosa no se le vaya de las manos definitivamente: “Sí, pero después habría sufrido las consecuencias, porque la gente diría que tiene un trato especial”.
Aquella broma (ciertamente de mal gusto para un líder de cualquier nación) tiene sus repercusiones casi 30 años después. El vídeo podría ser una prueba de cargo en un hipotético juicio, aunque esa posibilidad queda muy lejos, ya que la inviolabilidad del monarca, según la Constitución Española, impide que el rey emérito se siente en el banquillo para responder de sus supuestas cuentas opacas, comisiones, sociedades interpuestas, testaferros, blanqueo de capitales y chanchullos en general. Todo presunto, por supuesto. Pero pongamos por caso, aunque remoto, que la Fiscalía Anticorrupción decide llegar hasta el final en el asunto de las mordidas por el AVE a La Meca y rompe por fin con el respeto reverencial y el manto protector que siempre ha amparado al primero de los Borbones. En ese caso, el documento se convertiría en una diligencia comprometedora, una bomba para el investigado, como lo sería para cualquier españolito de a pie. Piénsese por ejemplo en el caso de que un contribuyente cualquiera, del montón, fuese acusado de evadir 65 millones de dólares al fisco y que apareciera una grabación en la que se muestra seducido por la idea de escamotear sus obligaciones tributarias con las arcas públicas. Sería la estocada definitiva para que los jueces lo empapelaran sin ningún tipo de piedad ni miramiento.
Seguramente Don Juan Carlos se irá de rositas de todo este vendaval abierto por un comisario de policía sin escrúpulos y una misteriosa aristócrata alemana de la cual aún no lo sabemos todo, salvo que se codeaba con lo más granado de la jet set política mundial. Ella misma ha reconocido en las grabaciones de Villarejo lo bien conectada que estaba, no solo con el Gobierno de Putin sino con el norteamericano en la época de la Administración Clinton. En cualquier caso, siempre quedará ese vídeo olímpico, ese documento histórico que servirá para deconstruir al personaje y su compleja psique de la que apenas sabemos nada tras años de hermetismo y falta de transparencia –no solo económica, sino psicológica– en Zarzuela. Los españoles saben muy poco de la persona que ha reinado sobre ellos durante cuarenta años, más allá de que le gustan los barcos, las rubias amigas entrañables, cazar elefantes y echar discursos muermos por Nochebuena.
Tras la emisión de la impactante entrevista, los presentadores de Todo es mentira invitaron a Jaime Peñafiel, experto en Casa Real, a entrar en el debate para comentar qué le había parecido el documento. El análisis del controvertido cronista fue descarnado, crítico con el rey como nunca antes lo había sido: “Se vulgarizó y se frivolizó la figura de Juan Carlos, que hasta entonces no había hecho nada que se le pudiese criticar”. En cuanto a las consecuencias del vídeo, Peñafiel asegura que “no las tuvo en España, ya que había un respeto reverencial” hacia la figura del jefe del Estado. Y añade: “Fue algo que la gente no se podía creer”. O dicho en otras palabras: a los españoles les habían contado un cuento sobre un príncipe azul abnegado, caballeroso y leal que ahora vemos no se correspondía con la realidad. Un hombre con una doble cara y una doble vida que en ocasiones, solo en las distancias cortas y ante una reportera de métodos periodísticos sensuales, se relajaba, bajaba la guardia y mostrándose como un hombre facilón dejaba entrever lo más oculto y recóndito de su alma.
Viñeta: Igepzio
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