lunes, 4 de junio de 2018

CUANDO DESPERTÓ, MARIANO TODAVÍA ESTABA ALLÍ


(Publicado en Revista Gurb el 5 de junio de 2018)

Pese a que la moción de censura lo ha dejado para el arrastre, Mariano Rajoy parece querer levantarse de nuevo y ya le está dando vueltas a la forma de seguir en política, manteniendo el tipo y el aforamiento, por supuesto, no vaya a ser que a un juez le dé por citarlo a declarar por algún asuntejo. Según fuentes del PP, su plan a medio plazo es el siguiente: Primero conservar la dirección del partido (nadie parece atreverse a levantar la voz contra el jefe); luego afianzarse como líder de la oposición, machacando a Rivera; y finalmente presentarse a las elecciones como candidato. Objetivo: regresar a la Moncloa en un par de añitos. ¡Chúpate esa Pedrito! Lo de Mariano no tiene nombre, es lo nunca visto: una pesadilla interminable, una mala costumbre, una plaga egipcia, eso es el gallego. Dicen que estamos ante un superviviente nato, ante un virus resistente, ante una fuerza de la naturaleza, aunque en realidad quizá solo estemos ante un plasta, un cargante, un señor cansino al que no podemos quitarnos de encima ni con lejía. Una mala hierba que siempre retoña, una maldición zíngara que nos ha caído a los españoles y contra la que no podemos hacer nada. Solo pensar que quizá lo veamos de nuevo en el poder, más pronto que tarde, pone los pelos de punta. Mariano es como ese monstruo de las películas de terror que nunca muere por mucho que se le golpee, se le prenda fuego, se le dispare o se le clave una estaca en el corazón. Mariano es como Alien el Octavo Pasajero que siempre se aferra al último cable ardiendo, como Freddy Krueger que nunca la palma, como el tiburón de Spielberg que resurge de las profundidades abisales o como Pennywise, el payaso asesino de Stephen King al que no hay forma de liquidarlo. Con Mariano Rajoy no termina nada ni nadie porque lo que no acaba con él lo hace más fuerte. Hay que temerle a este gallego incombustible y corrosivo, a este "ni vivo ni muerto" vampírico que quizá sea una reencarnación de aquel otro gallego bajito, acaudillado y con voz de vieja que asustó al país durante cuarenta años. A Mariano Rajoy algunos ya lo están dando por finiquitado y enterrado, pero otros, los más cautos y precavidos, empezamos a verlo otra vez metido en el plasma de la Moncloa, soltando incongruencias y lanzando sonrisas sardónicas. Qué miedo da este hombre. O lo que sea el bicho.

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Dice Margallo que Soraya no es su tipo. Algunas voces del PP reclaman un proceso de renovación en el partido, otras se muestran fieles al derrocado Mariano, que se resiste a arrojar la toalla. La tozudez de un hombre que no acepta su derrota, que no se resigna a aceptar que su tiempo ha pasado, está generando fuertes tensiones y luchas internas en Génova 13. "La estupidez insiste siempre", decía Albert Camus, y lo estamos comprobando de primera mano con este personaje obstinado que se aferra al poder con uñas y dientes. Ni cien mociones de censura servirían para que Mariano diera un paso a un lado. Le da lo mismo que su partido sea el más corrupto de toda Europa, le da lo igual que el Parlamento al unísono se haya conjurado contra un presidente por primera vez en la historia de la democracia. El registrador sigue a lo suyo, como si no pasara nada, en un sorprendente caso de autismo político. Permanece quieto y mudo en medio de la plaza Don Tancredo, haciendo la estatua, esperando que el toro pase por su lado sin embestirlo. Solo que el toro ya se lo ha llevado por delante con varias cornadas. Y él sin enterarse.

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¿Qué sucedió en esas horas cruciales, entre lonchas de jamón de bellota, croquetas cremosas de boletus, alcachofas a la brasa, tiradito de pez mantequilla, tomate rosa con sal de Maldon y atún rojo picante? ¿Cómo se decidió el futuro de España entre solomillos de vaca gallega, asado en brasa con puré de patata, cremoso de queso y guayaba? ¿Qué dijo a sus colaboradores y allegados, qué medidas urgentes dispuso, qué decisiones tomó el registrador gallego mientras los efluvios de los caldos de la tierra hacían su efecto? Más allá de sornas y chanzas con el menú, mucho nos tememos que aquella pantagruélica comida en el Arahy del señor presidente (hoy ya ex, para alivio de muchos), no ha sido suficientemente explicada y quedará para juicio de los historiadores.

Ilustración: Artsenal

DESPEDIDA Y CIERRE EN MONCLOA


(Publicado en Revista Gurb el 1 de junio de 2018)

Mariano ultima las maletas mientras alguien en Moncloa da una orden taxativa: "esta tarde tienen que estar vacíos los despachos". Dicen que el expresidente ha organizado un pequeño piscolabis para los trabajadores del palacio. Todo un detalle. Ya lo estamos viendo, ellas con discreta cofia y ellos con el traje de mayordomo, impecablemente uniformados y alineados, cuadrándose ante el jefe, mientras Mariano desliza una lágrima de cocodrilo y estrecha sus manos y les dice aquello de "gracias porque sois muy españolesh". Por la mañana sus últimas palabras en el Congreso fueron: "Ha sido un honor dejar una España mejor de la que encontré". No se lo cree ni harto de vino, viva el ídem. A España la dejan más esquilmada que nunca por las rapiñas de la mafia y los palanqueros, eso seguro.
Después del banquete olímpico de despedida de casi ocho horas en el restaurante Arahy poco más le quedaba ya por hacer al premier cesado, salvo fumarse un puro y pasarle la factura de la comilona al ministro Montoro para que la costeen los sufridos españolitos. Así es Mariano el ultraliberal, él se va fresco como una lechuga, marcándose un histórico simpa político y judicial, y nos deja todo el mondongo, como decía El Bigotes, uno de sus bedeles del sindicato del crimen. El mondongo es la cuenta infinita de la corrupción del PP, la dolorosa, una notita de nada. Aquí, de una forma u otra, siempre pagan la fiesta los mismos, o sea los curritos. Lo que no sabemos es lo que ha pasado con el bolso de Soraya, que ocupó el escaño de Rajoy en su ausencia, mientras el líder popular consumaba la última cena y Sánchez, desde el atril de las Cortes, le daba el finiquito y no precisamente en diferido al registrador de la propiedad. Ese bolso es la metáfora perfecta de una época oscura que toca a su fin. El bolso de la vicepresidenta simboliza la saca maldita, la taleguilla prohibida, la faltriquera vedada a los ojos de los españoles que le ha costado un Gobierno al PP. En ese bolso puede haber de todo, desde una sentencia inoportuna de la Audiencia Nacional hasta un papelillo de Bárcenas pasando por un lápiz de labios o la combinación secreta de la caja B.
A última hora de la tarde se desataba por todo Madrid el rumor de que Rajoy aún no había presentado oficialmente su dimisión, de tal forma que Sánchez no podía jurar su cargo ante el rey, consumándose así la última jugarreta del gallego superviviente. Estaba claro que no eran más que bulos de la derechona, como cuando palmó Franco y los falangistas aún tenían fe en que resucitara al tercer día, ya lo escribió Vizcaíno Casas. El infundio se disipó pronto, mayormente cuando Zarzuela comunicó que Felipe VI ya había firmado el nombramiento del nuevo presidente, pero el episodio vino a demostrar que el pueblo no termina de creerse que se haya librado por completo del páter vampiro. ¿Y si se presenta a unas nuevas elecciones? ¿Y si se va al exilio como Puigdemont para dirigir España a través de Skype? Con Rajoy nunca se sabe. Nada puede acabar con él y además han sido demasiados años de servidumbre del amo, de posesión de los súbditos, de sometimiento al cacique y síndrome de Estocolmo. Como para fiarse. No olvidemos que cuando gobierna la derecha España siempre acaba convirtiéndose en un cortijo y los españoles dejan de ser ciudadanos para transformarse en lacayos, sumisos, esclavos.
En los próximos días comprobaremos si hemos pasado de verdad de un Gobierno zombi a un Gobierno Frankenstein, como auguran los sesudos tertulianos de la Sexta. De cualquier forma el país seguirá instalado en una película de terror con los tiburones de los mercados planeando un nuevo crack económico, el polvorín catalán a punto de estallar, los juicios por corrupción en todo lo suyo y la gobernabilidad del país en entredicho. Ya tenemos un presidente limpio y decente (además de guapo) que es de lo que se trataba. Otra cosa es que los separatistas, Ciudadanos, la oposición pepera enrabietada ávida de venganza, los bancos, la patronal, la COPE, la Iglesia, un Podemos siempre acechante y los barones susanistas de su partido le dejen hacer algo. No nos gustaría estar en el pellejo de Sánchez el virginal, el tierno, el pacificador. Si no se anda listo se lo meriendan en un cuarto de hora y vamos a nuevas elecciones, que es lo que quiere Rivera. Estuvo muy flojo en la moción de censura el caudillo naranja que solo ve españoles. Pero eso ya no importa demasiado. El mensaje del "España se rompe" empieza a carburar de nuevo, Sánchez es un traidor a la patria y un amigo de ETA y la peste roja rebrota con virulencia. La parroquia ya está entregada a la enésima cruzada. En cuatro días, a poco que Carlos Herrera y Losantos se lo propongan, nos colocan a Rajoy otra vez en la Moncloa. Así que a aprovechar estos dos años de rojerío y libertinaje. Y que nos quiten lo bailao.

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La moción de censura ha sido una jornada histórica. Gracias a todos aquellos que la hicieron posible: gracias a los policías y guardias civiles que cumplieron con su deber pese al bajo salario y las presiones, a los funcionarios y funcionarias que se jugaron sus carreras para que se supiera la verdad, a los testigos protegidos que pusieron en riesgo sus vidas, a los jueces y juezas íntegros, a los fiscales y fiscalas valientes que no se dejaron chantajear, a los periodistas que hicieron su trabajo cuando quisieron comprarlos o borrarlos del mapa, a los concejales y concejalas que levantaron la voz, a los políticos que se enfrentaron a sus jefes (que alguno habrá) a tantos ciudadanos y ciudadanas anónimos que denunciaron la corrupción cuando lo fácil y cómodo era mirar para otro lado y en general a todos aquellos que un día pensaron que no todo vale, que no es justo hacer dinero a cualquier precio y que la decencia y la honradez siguen siendo valores éticos fundamentales en cualquier sociedad democrática. Gracias a todos ellos por demostrarnos que no todo está perdido.

Ilustración: Adrián Palmas

viernes, 1 de junio de 2018

NO NOS DEFRAUDE SEÑOR SÁNCHEZ

 
(Publicado en Revista Gurb el 1 de junio de 2018)

La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa abre un tiempo nuevo en la política española, demasiado degradada en la era del marianismo retrofranquista. El mensaje a los corruptos ha quedado bien claro. Nuestra democracia cuenta con resortes y mecanismos suficientes para que los chorizos y ladrones no puedan perpetuarse en el poder. Nuestra democracia es algo muy serio que no se puede prostituir, comprar, vender, maltratar o reducir a la categoría de basura. A partir de ahora Sánchez tendrá que hacer política. El objetivo no era solo echar a Mariano Rajoy del Gobierno, sino regenerar las instituciones, restituir a los ciudadanos los derechos perdidos durante los últimos años de recortazos del PP y recomponer el modelo territorial. Una tarea inmensa y titánica la que tiene ante sí el líder socialista para la que aún no sabemos si está preparado, sobre todo porque el nuevo jefe del Ejecutivo dispone de solo 84 diputados, una proporción a todas luces insuficiente para sacar adelante las leyes necesarias y tomar las riendas del Estado. Si el resucitado Sánchez ha firmado acuerdos inconfesables o secretos con los independentistas solo el tiempo lo dirá.
Ahora toca disfrutar del aire puro que entra en las instituciones. Un momento de esperanza y de cambio hacia un Gobierno que puede ser auténticamente de izquierdas si el nuevo presidente sabe articular un discurso ilusionante y valiente desde el diálogo y el pacto. En dos años se pueden hacer muchas cosas: abolir la reforma laboral, detener la espiral de represión contra la libertad de expresión, mejorar las pensiones, las prestaciones por desempleo y las ayudas a la dependencia, reparar el daño causado al Estado de Bienestar, acabar con las puertas giratorias y la pobreza energética, cerrar el Valle de los Caídos, hacer que se cumpla la ley de memoria histórica y retirar las ayudas a la Fundación Francisco Franco, por poner unos cuantos ejemplos. 
El nuevo presidente no puede ser solo un inquilino accidental que ha llegado a la Moncloa de vacaciones. Sánchez puede y debe tomar la iniciativa, hacer política con mayúsculas, que buena falta nos hace. Han sido demasiados años de dejar que todo se pudra, de no afrontar los graves problemas del país, de esconder la cabeza debajo del ala según el nocivo manual mariano. Y así, entre el hedor a putrefacción y a aguas fecales estancadas llenas de ranas y sapos es como hemos llegado a esta situación insostenible. Lo que ha dicho la sentencia de la Audiencia Nacional sobre Gurtel no es otra cosa que Rajoy, el hombre que no dijo la verdad en sede judicial, debía asumir su responsabilidad política. Por decencia y dignidad. No quiso hacerlo y por eso ha sido despedido, como tantos españoles que sufren cada día los rigores de su injusta y salvaje reforma laboral.
Si Pedro Sánchez tiene el valor de acometer las reformas necesarias para el país, su improvisado aterrizaje en paracaídas en la presidencia del Gobierno puede ser muy útil para los españoles. De él depende que haya llegado para quedarse, haciendo ver a la derecha que esto no es un impás, ni un parche, ni un Gobierno Frankenstein, como algunos lo llaman despectivamente. La democracia se construye desde el consenso y la negociación para construir mayorías. Frankenstein no tiene nada que ver en esto. Pero eso no puede entenderlo un hombre que el día más importante de la historia reciente de España se refugia en un restaurante con sus amigachos, durante siete horas, para ponerse ciego a marisco y a puros, pasando la factura del variado menú de su incompetencia a los ciudadanos. Ha sido un final mediocre para un hombre mediocre que no sabe dar la cara. La espantada vergonzosa como epitafio, el ridículo esperpéntico de un presidente inmaduro y soberbio que nunca ha sabido afrontar los retos, que no ha sabido asumir la derrota con deportividad, como exige el juego democrático, y que en el momento dramático de perder la Moncloa sale corriendo para cobijarse en un bar. Rajoy se ha pasado la vida huyendo de todo, de los problemas del país, de los periodistas (pasará como el hombre del plasma), de los catalanes, de sí mismo. Era lógico que su final fuese una escapada hacia la taberna, o hacia ninguna parte, para ahogar las penas de mala manera, puerilmente, en la peor tradición secular española del gobernante inepto que sale por patas dejando al pueblo tirado y hundido en la miseria. Pero el marianismo, afortunadamente, ya es historia de nuestro país y no perderemos más tiempo con él. Así que adiós Mariano y hola Pedro. No nos defraude señor presidente. 

Ilustración: Igepzio

jueves, 31 de mayo de 2018

HASTA NUNCA, MARIANO


(Publicado en Revista Gurb el 31 de mayo de 2018)

Parecía imposible, pero vamos a quitarnos a Mariano de encima. El presidente de la corrupción y de los dislates lingüísticos será historia en unas horas tras el sí a la moción de censura de Aitor el del tractor. Será historia como Godoy, historia como el Conde de Romanones al que tanto idolatraba el manda del PP, historia como el Tío Paco (la era Mariano no ha sido más que una revival del posfranquismo 2.0). ¡Ah, qué bien sienta la democracia! Hemos abierto por fin las ventanas del Parlamento para que se ventile la casa de tanto aire rancio y putrefacto. Los españoles nos estábamos ahogando por culpa de un Gobierno que ya no era un Gobierno, sino una banda de salteadores de caminos, el clan de la mordida, el sindicato del crimen. No quería irse ni con agua caliente el vejete gallego tahúr y barbicano. Era como Gollum agarrado a su tesorooo… Y así tenía amordazado y secuestrado a un país entero en una noche oscura de pesadilla sin final. Nos despertábamos por la mañana para ir a la oficina y ahí estaba él, indefectiblemente, con su tic y su frenillo, justificando el escándalo del día, poniéndose al lado del imputado de turno, legitimando las estafas, los atracos, las mentiras, las tomaduras de pelo, las gurteladas de unos fulanos que le estaban chupando la sangre al pueblo como garrapatas insaciables. Habían convertido España en un parque temático del delito.
Mariano ya es solo una foto que amarilleará con el tiempo en los libros de historia. No pasará precisamente por sus dotes de gran estadista, ni por su inteligencia prodigiosa y su visión de futuro, ni siquiera por una sensibilidad especial para estar con el pueblo en los momentos más duros de la crisis. De hecho, ha sido todo lo contrario. Mariano se había convertido en un ser feo y antipático para los españoles, una ameba bípeda que ni sentía ni padecía y que ya solo pensaba en el Marca, en el partido del Madrid y en echarse una partidita al mus con los jubilados de Génova 13. Ahora podríamos reprocharle que haya permitido los desahucios, los recortes brutales, la pobreza energética, los sablazos para darle dinero a la banca, una reforma laboral que ha reducido a los españoles a la categoría de esclavos, tanto tuitero y artista encarcelado, la crisis catalana que no supo ver porque para él los catalanes solo eran "gente que hacía cosas", la venta de la sanidad y la educación públicas, unos salarios basura por trabajar de sol a sol y unos abusos a los jubilados. Pero no, lo despediremos como ese paciente que se quita de encima un mal dolor de muelas, una hernia o una hemorroides. Con sensación de alivio y descanso. Con paz y sosiego.
Que Mariano haya sido para muchos españoles peor que un molesto grano en el culo no es una cuestión menor, más bien es una cuestión mayor, como diría él en uno de sus célebres circunloquios pensados para no decir nada y para que nadie entendiera nada. Han sido tantos traumas, tanto daño a un país, que no sabemos si lograremos reponernos en un futuro próximo. Sus años de Gobierno nos han dejado muy tocados del ala y no creemos que haya medicamento alguno que pueda curar las cicatrices del alma. Pero hoy no queremos acordarnos de las cosas malas porque Mariano ya es una sombra del pasado, un mal recuerdo, un cuento de terror para niños sobre un coco con frenillo, barbita pasada de moda, gafas de culo de vaso y ojos a la virulé que nos ha amargado la vida durante tantos años. Hoy despedimos a un político nefasto pero el mundo ha ganado a un cómico impagable al que sin duda algún día veremos en un cameo en alguna película de Santiago Segura. Siempre recordaremos cómo nos burlábamos de él, esos momentos de risas, mofas y befas que nos ha dejado y que eran tan buen bálsamo para paliar sus crímenes políticos. Siempre nos quedarán sus aforismos filosóficos marianos −cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor para mí el suyo beneficio político− su inglés de Vallecas –it’s very difficult todo esto− sus lecciones de teoría política −España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles− sus terapias psicológicas −somos sentimientos y tenemos seres humanos− y sus hipótesis sobre física aplicada adelantadas a su tiempo: un vaso es un vaso y un plato es un plato.
Quedémonos pues con sus chistes malos, con la historia de su primo el negacionista del cambio climático, sus meteduras de pata con Alsina, sus trabalenguas imposibles y sus perogrulladas que maldita la gracia. Ahí es donde está su gran legado político, su obra magna, sus incunables galdosianos para la posteridad. Ahí es donde encontraremos al mejor Rajoy. La herencia humorística que nos deja es inmensa, inabarcable, titánica, a la altura de la de Gila. Hará falta una legión de exégetas y estudiosos (de la comedia que no de la política) para sacar a la luz cada retruécano absurdo, cada idea delirante, cada chascarrillo del presidente, ya ex. Pero no nos pongamos nostálgicos en estos momentos trascendentales para el país, justo cuando Mariano corta el agua de la Moncloa, apaga la luz y hace las maletas para largarse a Santa Pola y recuperar su plaza de registrador de la propiedad, que nunca debió haber abandonado. Ahora solo cabe que nos preguntemos cómo fue posible, cómo pudo ocurrir, cómo un señor que no entendía ni su propia letra en un caso "verdaderamente notable" y cuya mejor frase para la historia es que "España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles" pudo llegar tan alto. Nos lo hemos quitado de encima por fin. O mejor dicho: nos lo ha quitado Aitor el del tractor.

Viñeta: El Koko Parrilla

miércoles, 30 de mayo de 2018

EL CERVANTES AMERICANO

(Publicado en Revista Gurb el 30 de mayo de 2018)

Otro imprescindible que se nos va, otro titán de las letras, otro eterno candidato al Nobel que nos deja sin que se lo den. Seguramente el año que viene los vejetes de la Academia sueca se lo concederán a un perfecto desconocido, como suelen hacer por razones políticas. Y todo así. Philip Roth, el genial escritor de Nueva Jersey, falleció la pasada noche. "La vejez no es una batalla, es una masacre", nos dijo en una de sus últimas entrevistas. Para la historia de la literatura quedarán novelas universales como la hilarante El lamento de Portnoy, donde arremete contra los tabúes y tópicos sexuales de la religión judía, y su fascinante trilogía –Pastoral americana (1997), Me casé con un comunista (1998) y La mancha humana (2000)–, fundamental para todo aquel que quiera indagar en lo que fue el prodigioso y convulso siglo XX. Con Philip Roth desaparece el último integrante del quintento glorioso de las letras estadounidenses contemporáneas junto a Saul Bellow, John Updike, Tom Wolfe y Norman Mailer. Los cinco sabios yanquis nos dejan un legado impagable sobre el ser humano contemporáneo abrumado por la sociedad de consumo, los desastres de la guerra, las neurosis modernas, la corrupción, la obsesión por el sexo y el dinero y en general la estafa del sueño americano, que en realidad es una pesadilla y que puede extrapolarse perfectamente al sueño español. Mientras Zaplana se come las uñas en un calabozo de la Guardia Civil, muere el caballero quijotesco Roth, quien a través de su alter ego Nathan Zuckerman, su personaje arquetípico que ya es eterno, ha explorado como nadie las obsesiones de la familia judía, la derrota vital, la traición a los ideales, el fanatismo político y religioso y la identidad personal en un mundo cada vez más deshumanizado. Cuando por falta de fuerzas tuvo que dejar el oficio al final de su vida, aseguró: “La lucha con la escritura ha terminado. Lo hice lo mejor que pude con lo que tenía”. Se ha ido el más grande. Larga vida a Roth, el Cervantes de las letras americanas.

 Foto: Wolfgang Kuhnle–Flickr.

GRANDEZAS Y MISERIAS DEL MUNDO DEL FÚTBOL

(Publicado en Revista Gurb el 30 de mayo de 2018)

Se van dos jugadores de época, dos futbolistas legendarios, dos caballeros del deporte. Dos estrellas humildes integrantes de una rara avis que no abunda en el fútbol de hoy, cada vez más mercantilizado, dominado por el dinero, la traición a los colores y la falta de valores éticos. A Iniesta siempre lo recordaremos como el hombrecillo inteligente, pálido y enclenque que superaba defensas como orcos con la destreza del conejo más astuto y veloz. Pasarán décadas hasta que veamos a otro Iniesta, ajedrecista del fútbol, elegante bailarín, mago del balón. Fueses madridista o culé, del Aleti o el Espanyol, a Iniesta, el canijo entrañable de voz trémula, daban ganas de abrazarlo y darle un bocadillo de jamón después de los partidos. Nunca pegó una mala patada a un contrario, nunca participó en polémica alguna, nunca dijo una palabra grosera contra nadie. La buena educación antes que la ambición del gol; la nobleza antes que la victoria. Nos deja para el recuerdo aquel "iniestazo" de Sudáfrica que nos hizo olvidar la miseria de ser españoles por un cuarto de hora. Fernando Torres, el hombre que siempre fue niño, salió de la academia del socrático Luis Aragonés. El viejo sabio de Hortaleza forjó al superhéroe de Fuenlabrada, un pecoso de pelambrera rubia y mandíbula prominente que rompió la leyenda negra del jugador español feo y tosco. Noble en el cuerpo a cuerpo, honrado y trabajador, colchonero por encima de todo, dijo no a los ricos de Chamartín y a la burguesía de Canaletas. No fue un fino estilista pero siempre se partió la cara por su equipo. Nos ha dejado un discurso de despedida digno de Demóstenes. Que aprendan los que vienen detrás de él que antes de ser una estrella hay que saber hablar y escribir. Iniesta y Torres nos dejan. Los dos nos enseñaron, de alguna manera, que en el fútbol no todo es darle patadas a un balón.

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Ha nacido una estrella estrellada: Loris Karius. Hasta ayer, ese joven alto, guapo y rubio calcado a Brad Pitt en Troya era un héroe para los aficionados del Liverpool. Hoy todo el planeta se mofa de él en las portadas de los periódicos, en los programas de televisión y en memes humillantes que no resistiría ni el corazón del más duro John Wayne. No hay un solo habitante de la Tierra que se resista a la tentación de hacer el chiste malo con la tragedia griega de este hombre desdichado, con su destino fatal, con sus pifias y regalos al Real Madrid en el último partido del siglo. Loris Karius –hasta tiene nombre de uno de esos villanos superactuados de las películas de James Bond– pasará a la historia por sus charlotadas bajo la portería del Liverpool. Ese estigma lo acompañará siempre como una sombra pegajosa. La fatalidad del arquero, que terminó llorando como una Magdalena y pidiendo perdón a los reds, es la metáfora perfecta de la delgada línea que separa el éxito del fracaso.
Un titubeo inesperado, un mal paso inoportuno, un mínimo temblor o unos dedos que se doblan en el último momento y todo se viene abajo, todo se derrumba como un suflé mal cocinado. "De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso", dijo la fascinante Marlene Dietrich. Así de injusta es la vida. Los griegos antiguos entendieron como nadie el mecanismo cruel del destino, la física del infortunio y la futilidad en la que nos movemos los seres humanos. Cada mito heleno –la suerte y la desventura, la bondad y la maldad, el horror y la belleza– es un dios extraño que juega con nosotros y nos reduce a la categoría de simples marionetas en el tiempo. Karius el bello, el triunfador, adinerado y amado por las mujeres Karius, ya no podrá mirarse nunca más al espejo sin recordar aquel instante aciago en que quedó como un torpe delante del mundo entero. Todos tenemos marcado en el calendario nuestro día nefasto, una hora crítica en la que el destino fatal se hace monstruo y nos engulle para siempre. Ese día que uno quisiera no haber nacido, ese minuto del "tierra trágame", ese rayo negro y olímpico que fulmina al héroe titánico convirtiéndolo en payaso de circo.
A Karius de nada le servirán ya sus músculos templados como el acero del Ruhr; nadie mirará de la misma manera esos ojazos azules, esa cabellera salvaje y nibelunga y esos tatuajes de rudo gladiador. Donde antes había un dios ahora hay un caricato. Donde antes los niños veían a Superman volando en el área con su capa roja hoy ven a un tonto redomado. Porque el mundo puede perdonar al peor de los criminales, pero jamás a alguien que ha hecho el ridículo. Todos deberíamos apoyar a Karius en esta hora fatídica. Porque todos somos un poco Karius. Ángeles caídos en desgracia.

Foto: Agencias

TODA UNA SEÑORA

(Publicado en Revista Gurb el 30 de mayo de 2018)

Ha muerto la flor de la canela. Ha muerto la gran señora de los escenarios. De María Dolores Pradera Paco Umbral dijo que era hermosa como un demonio. No solo eso. Era poderosa, inteligentísima, divertida, una mujer racial, valiente y comprometida. Una rojaza de las de verdad, de los pies a la cabeza. La musa de la revolución que quisimos hacer y no pudimos, o que pudimos hacer y no quisimos. Fue una diosa clásica de la canción, esta sí, no como otras artistillas que van de divas sin serlo. María Dolores era el quejío dulce y reposado, la voz desconsolada llena de nostalgias, la ranchera polvorienta y doliente en medio de una noche desesperada con sabor a tequila. Amó a Fernando Fernán Gómez, al que estuvo amarradita pero con el que no se supo entender. Los genios nacen para estar solos. Baladas, boleros, coplas, rancheras, fados, todo lo bordó con el hilo de un talento artesanal. En el teatro fue única, en la vida un torbellino, un ser indomable, un ejemplo. Siempre la recordaremos vestida con el poncho austero, el mantón elegante o aquella túnica sedosa de Deméter de la música. Cuando la Pradera salía al escenario, bajo el foco de oro, se callaba el mundo. Era la voz luminosa en el silencio oscuro, el poema hecho carne. “Estos malos tiempos para los artistas se arreglarán porque siempre habrá música, sin ella la vida sería aún más triste”, dijo en cierta ocasión. Cuando hablaba estallaba una revolución, cuando cantaba se fundían los corazones. Los ojos vivarachos de niña traviesa, la furia tranquila y sincera en la mirada, la poesía por bandera. Adiós María Dolores. Toda una señora.

COSPEDAL, ROSALÍA Y OTRAS CHICAS DEL MONTÓN


(Publicado en Revista Gurb el 30 de mayo de 2018)

La mañana nos ha dejado otra actuación para la eternidad de la actriz de reparto (quizá de sobres) María Dolores de Cospedal: "¿Es que los jueces son infalibles?", ha preguntado con descaro doña Finiquito Diferido. Su paso esta mañana por la comisión del Congreso ha sido lo más surrealista y esperpéntico que han presenciado los sufridos leones Daoíz y Velarde en toda la historia de España, lo cual ya es decir. Su ruborizante intervención, en la que casi ha superado en ridículo a aquella otra en la que trató de explicar el despido de Bárcenas entre balbuceos disléxicos, ha estado plagada de marcianadas preocupantes y otros delirios psicopatológicos alejados de toda realidad que cualquier psiquiatra hubiese diagnosticado sin dudarlo como trastorno mental grave, no sabemos si transitorio o permanente. Para Loli Cospedal, poseída sin duda por el espíritu maléfico de Luis El Cabrón, Gürtel no es una trama del PP, sino "personas que hacen cosas", y acto seguido ha negado que exista la "caja B" del partido y que este haya sido condenado por corrupción, tal como aseguran las mil seiscientas y pico páginas de sentencia de la Audiencia Nacional. Desde que se lanzó la teoría de que la Tierra es plana no se había visto cosa igual. De haber durado quince minutos más la comparecencia, la minista habría concluido, soltando espuma por la boca y entre convulsiones, que en realidad nada existe porque todo –el cosmos, la naturaleza, los seres vivos y nosotros mismos–, es producto de nuestra imaginación, como sugiere el mago Anthony Blake. La moción de censura se antoja hoy mucho más necesaria que nunca, pero no solo por higiene democrática, por necesidad de regeneración institucional y por simple justicia, sino porque definitivamente esta gente no está en sus cabales. El PP no necesita un tribunal de eminentes e implacables juristas, sino un tribunal médico de urgencia. Aunque quizá, bien mirado, ya sea demasiado tarde y solo un avezado exorcista como el Padre Karras pueda sacarles el mal que llevan dentro. El caso es que desde hace tiempo algunos veníamos alertando de que España estaba siendo pilotada por un grupo de neoliberales sin escrúpulos; más tarde advertimos que no era así, sino que el avión estaba en manos de una banda mafiosa. Qué despistados andábamos. Ahora ya sabemos que la respuesta era mucho más sencilla que todo eso. Ahora ya tenemos la abracadabrante y aterradora verdad: a los mandos de la nave van Groucho, Chico y Harpo en fase de crisis delirante y una señora como la ministra de Defensa que cada vez se parece más a un personaje de Aterriza como puedas. Por Dios, que no la dejen subirse a un tanque.

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Rosalía Iglesias, la señora del sombrero Diane Keaton y los modelitos coquetos de Prada, podrá eludir la prisión si afloja 200.000 euros de fianza. De alguna caja B o C o D saldrá la pasta, de eso no hay ninguna duda. Pero más allá de si la decisión es justa o no, sobrevuela un asunto trascendental: si Rosalía iba a la trena, Luis Bárcenas podía montar en cólera y tirar de la frazadita y eso en medio del vendaval de la moción de censura no le convenía a M Punto. Así que la presión ha surtido efecto. Parece evidente que el sistema ha echado el freno por un momento porque el sistema funciona pero hasta un cierto límite, tampoco hay que pasarse. ¿Cómo iban a permitir los magistrados de la Audiencia que Rosalía se fuera de tour por los balnerarios castellanos de Soto del Real y Estremera dejando a su hijo Willy, el batería del grupo Taburete, solo y abandonado? ¿Un muchacho de 29 años desamparado en medio de la nada de Madrid, una ciudad caníbal que devora a los artistas hasta condenarlos al infierno del Metro? Eso era un crimen intolerable, aunque la situación de Willy Bárcenas no sea precisamente tan desesperada como la del pobre Evaristo, de La Polla Records, a quien la Policía le ha echado el guante por rojo empeñado en romper España. Hasta entre los músicos hay clases. Rosalía es la pieza clave y enigmática del caso Gurtel, la dama misteriosa que entraba y salía de los juzgados sin decir ni mu, salvo algún exabrupto que otro a los periodistas, qué pesados. De hecho, la Policía investiga si Bárcenas ordenó una transferencia de 200.000 euros a la cuenta que el matrimonio tenía abierta en el banco Butterfield Trust (Bermuda), dinero que no aparece por ninguna parte. Y luego cabría preguntarse otra cosa: ¿Qué habría sucedido si en lugar de llamarse Rosalía Iglesias se hubiese llamado Pepita Pérez, mujer de un jornalero cualquiera? Trullo seguro. Esta justicia española nuestra es ciertamente ambigua, difusa, a gusto del consumidor. Todo depende de si el reo tiene manta y está dispuesto a tirar de ella. Todo en función de si el procesado es un don con din, como diría el maestro Quevedo, de si tiene posibles o no. Y en el caso de Rosalía parece obvio que posibles los hay. Dónde está el dinero, nuestro dinero, eso ya es harina de otro costal. Que lo busque la UDEF. Aunque bien mirado, ¿qué coño será eso de la UDEF?

Viñeta: Iñaki y Frenchy

lunes, 28 de mayo de 2018

MARIANO Y LA MOCIÓN DE CENSURA


(Publicado en Revista Gurb el 26 de mayo de 2018)

Pobre Rajoy. ¿Cómo es posible que le hagan esto? Y no, no nos estamos refiriendo a la moción de censura, esa piñita de última hora que se han montado entre sociatas, naranjitos y podemitas para echarlo de la Moncloa a patadas como si fuera un desahuciado de Ada Colau. La moción de censura es lo de menos. Hablamos de algo mucho más importante y trascendental para un prejubilado como él al que solo le queda ya el fútbol: la final de la Champions. Tras el terremoto político que ha generado la sentencia de la Gurtel, Mariano ha tenido que suspender su viaje a Kiev y ya no podrá ver cómo el Real Madrid levanta el copón definitivo. Maldita sea. Es un crimen, una puñalada trapera, una putada. Él no contaba con que se la jugaran de esa manera. Qué gente tan depravada y despreciable hay por el mundo. Ya podían haber esperado al mes de agosto, con el parón ligero. ¿Cómo se le puede hacer eso a alguien inocente? ¿Cómo se puede ser tan mala persona? Al menos a Julio César lo dejaron terminar de ver los Juegos para rematarlo a placer. Él que lo ha dado todo por España (salvo alguna cosha y algunos sobresh); él que ha salvado el país de las hordas independendistas. Desagradecidos. Ya no podrá hacerse la foto con Sergio Ramos y el resto de muchachos saltando en pelotas en los vestuarios tras la victoria. Y todo por Correa, por Crespo, por esos señores a los que él no conocía de nada y que entraban y salían de Génova, a diario, con los bolsillos repletos, bolsillos que él siempre creyó llenos de caramelos y chuches para los mítines del PP. Esto no quedará así. Pueden echarlo del Gobierno en una conjura traicionera para romper España, pueden llamarlo a declarar en la Audiencia Nacional por tantos casos, pero dejarlo sin el partido del siglo, dejarlo sin su Real Madrí, eso es una traición imperdonable que no se olvida nunca. Los catalanes pagarán la afrenta con un 155 endurecido. ¿Cómo han podido? De Pablo Iglesias uno se lo espera todo porque es del Atleti, o del Rayo, en fin un perdedor; de Pedro Sánchez también porque él es más de baloncesto; ¿pero de Rivera, que es un merengón infiltrado en la Masía? Traidores. Eso no se le hace a una persona mayor. Con la ilusión que tenía el hombre. 

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La Audiencia Nacional ha condenado al Partido Popular como partícipe a título lucrativo por la trama Gürtel. De esta manera, el PP se convierte en el primer partido condenado por corrupción en la historia de España, o lo que es lo mismo: Génova 13 era la sede central de una multinacional del crimen, una formidable organización criminal con tentáculos y sucursales en todo el país. El extesorero Luis Bárcenas ha sido sentenciado a 33 años de cárcel. Tendrá que cambiar el traje Chesterton por el traje a rayas. A su esposa, Rosalía Iglesias, le caen 15 años. El fallo establece que Ana Mato se benefició de la trama, ya que financió viajes y fiestas familiares cuando la exministra estaba casada con el exalcalde de Pozuelo, Jesús Sepúlveda. La condena de este último se eleva a 14 años de cárcel. Aquellos payasos y aquellos confetis de cumpleaños finalmente han salido muy caros. El cabecilla empresarial de la trama, Francisco Correa, ha sido condenado a 51 años y 11 meses de prisión y su número dos, Pablo Crespo, a 37 años y medio. Álvaro Pérez, ‘El Bigotes’, ha sido absuelto en el último suspiro. A este le ha tocado el gordo anticipado. Los magistrados consideran acreditada la existencia de la caja B del PP, con la que se pagaban las comisiones y mordidas para los prebostes del partido tras el amaño de contratos con empresas afines. Cabe recordar que M Punto Rajoy, en su declaración como testigo, dijo que "jamás" oyó hablar de "financiación irregular" en los pasillos de Génova. Por lo visto, Mariano sufría de sordera súbita y de ceguera transitoria. Él nunca veía nada, no escuchaba nada, no se enteraba de nada. Si Felipe Glez. fue el Señor X del PSOE, ¿qué letra le adjudicamos al inefable registrador de la propiedad? Incógnitas sin despejar aparte, el Gobierno dice que no valora la sentencia. La vergüenza es infinita pero el presidente no se plantea su dimisión. Todo sigue igual en la España mariana y bananera. Aquí paz y después gloria.

Viñeta: El Koko Parrilla

UN MONTÓN DE CASOS AISLADOS


(Publicado en Revista Gurb el 26 de mayo de 2018)

Dice Andrea Levy que al PP le "toca pedir disculpas" tras conocerse la sentencia del caso Gürtel. ¿Disculpas, para qué queremos sus disculpas? Está bien que Levy pida perdón, pero aquí de lo que se trata ya no es de excusarse, sino de restituir lo robado, de devolvernos hasta el último céntimo que necesitamos como agua de mayo para seguir pagando las pensiones, las prestaciones por desempleo y los agujeros en la Sanidad y la Educación. Pedir perdón como una niña buena con carita inocente es un gesto extemporáneo que ya no conduce a nada más que a remover aún más la bilis de los españolitos vilmente saqueados. Si de verdad quieren reparar el estropicio que han causado que afloren los 80.000 millones de euros que nos han costado sus vicios, sus juergas, sus viajes y sus chalés de lujo. ¿Dónde está todo ese dinero? ¿En cajas de seguridad suizas, escondido bajo alguna palmera en Panamá? Que paguen la factura inmensa de la vergüenza. Esa sí sería una buena manera de pedir perdón por tanta corruptela y tantas mentiras y tantos casos aislados, como dice M Punto Rajoy. Al ciudadano ya no le sirven las disculpas ni las lágrimas de cocodrilo de una niña pija a la que sacan a dar la cara porque a Rafa Hernando le da la risa. Exigimos el dinero que nos han sustraído desde el 96 y mucho antes –cuando Aznar dijo aquello de que España necesitaba un Gobierno honesto–. Reclamamos lo robado que nos hace tanta falta para que nuestros hijos puedan comer. Y si no lo encuentran que cierren el negocio de Génova, que se disuelvan como cualquier banda criminal derrotada y se vayan con la gaviota a otra parte. Que aquí el pajarraco ya ha dejado un buen cagazo.

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La plataforma España Ciudadana lanzada por el partido de Albert Rivera el pasado fin de semana para "recuperar el orgullo de sentirse español" es una iniciativa calcada a otros movimientos ultranacionalistas que florecen en Europa tras la quiebra de la socialdemocracia y el auge de los populismos de uno y otro signo. Por mucho que Ciudadanos pretenda adornar su plan con un himno edulcorado y debidamente maquillado por Marta Sánchez el proyecto es lo que es, y detrás se esconde lo más rancio de este país: la reafirmación de un sentimiento españolista febril y exagerado, el desprecio hacia las nacionalidades históricas, la vuelta al centralismo y a los símbolos identitarios y en definitiva esa visión imperial de España que debería estar felizmente superada tras cuarenta años de democracia y de Estado de las autonomías. Queda claro cuál es el guion de Rivera para llegar a la Moncloa: pescar votos en el río revuelto de la grave crisis institucional y territorial que padece nuestro país, un juego demasiado peligroso que solo contribuirá a avivar el problema. Enfrentar al nacionalismo con otro nacionalismo no menos pernicioso, esta vez de corte españolista, es un inmenso error que ya hemos pagado caro en el pasado. Por si fuera poco, mientras se enarbola la bandera del patrioterismo más casposo e irracional no se habla de los problemas que interesan al ciudadano, quizá porque el partido naranja no tiene nada más que ofrecer que lo que ya ha ofrecido el PP durante todos estos años de gobiernos ultraliberales. Rivera ha puesto en marcha el reloj de la confrontación identitaria, y esa es una muy mala noticia para todos. Promover un endurecimiento del 155, apostar por un control total de los Mossos, intervenir TV3, limitar la enseñanza en catalán, insistir en la judicialización del problema secesionista y en la represión de los presos y recortar el Presupuesto de la Generalitat de Cataluña son medidas demasiado reaccionarias que no contribuirán a resolver el problema, sino todo lo contrario. Todo lo que no sea abrir una mesa de diálogo y pacto en pie de igualdad con los representantes políticos de los catalanes, recuperar el espíritu de concordia y respeto por las instituciones de Cataluña y avanzar en la vía federalista está abocado al fracaso a corto y medio plazo. Pero eso parece no interesarle a Albert Rivera, que ya se ha vestido con la rojigualda del hooligan hormonado y va cantando aquello de "yo soy español, español, español", como si estuviera en un partido de la Roja. Desgraciadamente esto es lo que nos queda después del procés, esto es lo que nos ha dejado la aventura descabellada de Puigdemont: un neofalangismo inquietante que tendremos que comernos los españoles quizá durante muchos años.

Viñeta: Ben

jueves, 24 de mayo de 2018

MORENO A LA SOMBRA


(Publicado en Revista Gurb el 23 de mayo de 2018 y en Diario 16)

Fue el hombre de Aznar en Levante, el aparejador de una tierra mítica de cartón piedra que se ha desmoronado con el tiempo, el playboy de Benidorm que diseñó la Valencia de los huevos de oro al son de Julio Iglesias. El ideólogo del saqueo, en fin. Aunque parezca un personaje del pasado, no hace tanto que se paseaba altanero y ufano por los pasillos de la Generalitat, la guayabera remangada y el bronceado siempre impecable, como el gran señorito de la Albufera que era. Llegó al poder gracias al oscuro ‘pacto del pollo’, todavía no aclarado, con los folclóricos regionalistas de Unión Valenciana. Ya en la poltrona soñó que Valencia sería una pequeña California europea para uso y disfrute de jubilados alemanes y cuatro empresarios amigachos del PP. Quiso hacer de su tierra un gigantesco parque temático. Su programa político fue, básicamente, el pelotazo tonto y rápido: un Palau de la Música que se llenaba de goteras aquí, una Terra Mítica ruinosa o una Ciudad de la Ciencia del Sobrecoste allá, un Puente de Calatrava que se caía a trozos acullá. Todo lo que tocaba se fundía en negro; todo lo que proyectaba terminaba en el juzgado. Pero siempre pagaban otros por él. Fue el cerebro intelectual del capitalismo de amiguetes. Zaplana el morenazo fresco y desahogado, Zaplana el ministro de Trabajo que no trabajaba, Zaplana el Houdini que entraba y salía de las puertas giratorias, mayormente de Telefónica, donde se levantó un pico de todos los españoles. Nunca un experto en nada llegó a acaparar tanto poder. Tenía varios másteres especializados: el de vendedor de humos, el de crupier avezado en castillos de naipes, el de buscador de tesoros entre naranjales esquilmados y playas contaminadas. Lo vendió todo a la empresa privada. No dejó nada sano. Y todavía lo estamos pagando.

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Pacocamps, el traje usado del PP, ha pasado esta mañana por el juzgado para contarle algunas cosillas a la jueza sobre la Fórmula I y sus juergas con Bernie Ecclestone. Cosillas como por qué los autos locos que en principio no iban a costar "ni un euro" sangraron las arcas públicas valencianas con casi 300 millones de euros. Cosillas como por qué aquella zona del puerto, una de las más hermosas de la ciudad, ha quedado hoy reducida a un solar lleno de escombros, contenedores, basuras y trastos viejos. Cosillas, en fin, como por qué él, siendo el honorable president, echó el combustible a los Ferraris corruptos de Bernie y a un evento que solo sirvió para que su modelo de capitalismo de amiguetes enriqueciera a unos pocos. Camps es ese Señor X de la Valencia del pelotazo y la Gurtel que se fue de rositas en el último momento cuando muchos de su equipo se iban de vacaciones forzosas a Picassent, Estremera, Soto del Real y otros balnearios penitenciarios. Camps ha sido un gobernante polifacético en el desastre: el arquitecto de los monumentos de cartón piedra marca Calatrava y de los barracones donde los escolares se abrasaban en verano y se congelaban en invierno; el farmacéutico que dejó las boticas en la ruina y sin medicamentos; el cirujano que vendió los hospitales a la empresa privada; el cerebro intelectual de la decadencia cultural de toda una región; el amiguito del alma de la camorra bigotuda valenciana. Después de Camps, Valencia, antes ciudad de las flores, de la luz y del color, quedó reducida a la categoría de jardín putrefacto y maloliente, a un agujero fiscal oscuro y lleno de ratas y a una foto en blanco y negro retrofranquista con las melodías casposas de Julio Iglesias como nostálgica banda sonora. El modelo desarrollista y sesentero de Camps, su plan premeditado de sol y playa, fue un fiasco, una estafa histórica y descomunal, un festín de mezquindades. Él, por supuesto, no pagará nada de esa inmensa paellada de engaños y corruptelas porque en este país no hay Justicia. La factura la abonarán los alegres valencianos, que pasarán décadas costeando de sus bolsillos la frivolidad de tantas carreras y regatas y el atraco por mar de aquellos bucaneros que cada año desembarcaban en el puerto a bordo de sus yates colosales para llevarse un buen botín. Camps quedará como ese iluminado que soñó con convertir Valencia en un Mónaco a la española y acabó haciendo de ella una falla formidable y gigantesca a la que unos pirómanos de los negocios metieron fuego por los cuatros costados. Por cierto, le ha dicho a su señoría que todo es un montaje de esos rojos independentistas que se la tienen jurada. Qué cosas tienes Paquito…

Viñeta: Igepzio

lunes, 21 de mayo de 2018

LA DACHA DE PABLO E IRENE


(Publicado en Revista Gurb el 20 de mayo de 2018)

Ahora resulta que a la pareja Iglesias/Montero le ha dado por vivir como los nuevos ricos. La izquierda de este país no tiene arreglo. Cinco años dándonos la brasa sobre la casta decadente, los vicios de los instalados y la avaricia de los políticos del bipartidismo para terminar como ellos. Por lo visto, al final el asalto a los cielos, aquella maravillosa utopía, se reducía a un paraíso mucho más prosaico y terrenal: un chaletorro de 600.000 euros en la sierra madrileña, un estanque dorado con nenúfares y unas plácidas noches de verano en la tumbona, bajo el porche, entre gin tonics y efluvios de azahar. Al menos ya sabemos qué clase de comunismo venía a ofrecernos el mesías de la coleta. El mismo comunismo de boquilla para burgueses de siempre, un comunismo para millonarios, un comunismo de clase alta que repudia vivir entre obreros porque son poca cosa y además huelen mal. La carne es débil y un comunista es alguien que no tuvo suerte en la vida pero qué demonios, que levante la mano aquel que ganando el pastizal que ganan Pablo e Irene no se compraría ese mismo chalé versallesco y a tomar viento el viejo manual de Marx. Lo que le ha pasado a la sagrada familia podemita, su caída en la tentación del dinero, su casita de muñecas carísima, es lo mismo que le viene sucediendo a todos los revolucionarios, generación tras generación, desde que los asirios inventaron el dinero. A fin de cuentas la revolución no es más que el instrumento necesario para quitar al rico que estorba y poner a otro rico en su lugar. Venderse a los placeres de Capua es humano. Pasó con los jerarcas soviéticos que terminaron como banqueros del rublo, pasó con los Castro –la saga ilustre de magnates cubanos– y ha pasado con Felipe González, ese patrón de yate de lujo con la piel tostada por el sol lujoso del Caribe y las gafas de sol de tirano sudaca. A Iglesias no se le conoce yate de momento, pero todo se andará. La dialéctica materialista de la izquierda española parece que siempre conduce al mismo lugar: a la VISA oro. Nos preguntamos qué será lo siguiente: ¿cambiar la ropa apolillada de Alcampo por la de Hugo Boss, llevar el Corsa anticuado al desguace y sustituirlo por el Mercedes estándar de la patronal, comer con Inda en Casa Lucio, invertir los ahorrillos de diputado en una empresa del Íbex 35? Una vez que se prueba el caviar no se puede parar y el jamón de York Campofrío ya no sabe a nada. Una vez que se pisa una dacha con garaje y piscina, el piso de protección oficial en el Ensanche de Vallekas se queda pequeño y destila un tufo odioso e insoportable a humedad y a sudor de perdedor. El diablo capitalista acecha en cada esquina pero un líder verdaderamente de izquierdas no debería vivir como un millonario por coherencia política, por respeto a los parias de la famélica legión que le votan cada cuatro años y porque detrás de toda gran fortuna siempre se esconde un gran crimen, como avisó Balzac.
Vivimos tiempos líquidos de ideales frágiles, pasajeros, evanescentes. Las convicciones políticas duran lo que dura un tuit y los discursos se modulan en función del pragmatismo del momento. No hay dogmas inmutables ni verdades universales. Hoy uno puede acostarse como un anticapitalista peligroso y levantarse al día siguiente en una suite envuelta en aroma Dom Pérignon. Nada es para siempre. Que se lo pregunten si no a Jorge Verstrynge, que pasó de fascista redentor a estalinista de puño en alto sin que nadie lo notara. No es cuestión de exigir a Pablo y a Irene que se vayan a vivir a una chabola destartalada como Pepe Mujica para demostrar que son gentes de izquierda. Mujica es un santón del socialismo de los que ya no quedan y son muy pocos los que están dispuestos a seguir su ejemplo. Pero, ¿no hubiera sido más ético y estético buscarse un pisito modesto, un nidito de amor bohemio y proleta en Lavapiés para una pareja activista y sus dos retoños? ¿Qué necesidad había de esos dos mil metros de parcela, en propiedad privada, como los peores terratenientes? No hay nada malo en querer vivir como un rico, solo que si no vives como piensas, acabarás pensando como vives, ya lo dijo Gandhi. Los foros de Podemos están que arden con la dacha de Iglesias/Montero. Unos defienden a la pareja a capa y espada, como esos abducidos de las sectas destructivas que justifican cualquier cosa que haga el amado líder. Otros como Kichi se rasgan las vestiduras con la polémica mudanza: "No quiero dejar de vivir en un piso de currante", ha sentenciado el alcalde de Cádiz (un tipo íntegro, no llegará a nada). La pareja anuncia una consulta asamblearia para que sean las bases del partido las que decidan si los Iglesias deben dimitir por haber caído en la tentación de la riqueza. La pregunta del millón podría ser algo parecido a esto: ¿Acaso os jode que vivamos como marqueses?

UN AMERICANO EN MADRID

(Publicado en Revista Gurb el 4 de mayo de 2018)

¿Cómo ven los norteamericanos el conflicto en Cataluña? ¿Lo entienden, les interesa, disponen de información completa para extraer conclusiones reflexionadas? La cuestión no es baladí, ya que quien gane la batalla mediática internacional ganará probablemente la partida que se libra entre el Gobierno de Madrid y la Generalitat. Raphael Minder, el corresponsal del New York Times en España, es el periodista que ha cubierto los siete meses más trepidantes y trascendentes de nuestra historia reciente. Los datos e ideas que llegan a buena parte de los estadounidenses, conformando una opinión pública concreta, salen de su mente, pasan por sus ojos que han viajado por toda España en busca de respuestas, emergen de sus dedos cuando teclea en el ordenador las crónicas que envía al otro lado del Atlántico. "¿Que qué opinan los americanos sobre lo que está pasando? No tengo una respuesta clara, no lo sé. Todo el tema es muy complicado. Allí se entiende la secesión porque es parte de la historia americana también, pero al mismo tiempo hay un cierto grado de incredulidad a la hora de ver cómo se ha manejado el tema en España. Yo no sé realmente lo que opinan los americanos". Minder considera que "en momentos puntuales" de la crisis hubo "cierta simpatía" por los secesionistas, "en otros menos", y no deja de sorprenderse porque nadie en el Gobierno haya conseguido explicarle todavía quién dio la orden para cargar contra los votantes el 1-O. Hoy hablamos con Raphael Minder, el hombre del New York Times en España.

Entrevista completa en Revista Gurb

lunes, 7 de mayo de 2018

UNA RUBIA PELIGROSA


(Publicado en Revista Gurb el 20 de abril de 2018)

La renuncia de Cristina Cifuentes a su título universitario regalado es el canto de cisne de una mujer que camina ya entre cadáveres políticos. "No quiero el máster", dice ahora su señoría como tratando de liberarse de una maldición gitana que la perseguirá siempre allá donde vaya. Pero ese máster que la acredita oficialmente como especialista en la mentira cum laude la acompañará de por vida y ya se sabe que una mentira no se limpia ni en cien años, por mucho que ahora quiera romper en mil pedazos el maldito papelorio académico que la ha llevado a la ruina personal y política. Su actitud recuerda mucho a la de esas rubias fatales de las películas que tras cometer el crimen se afanan en limpiar la mancha de sangre del vestido, una mancha que no sale por mucho que se frota y se frota. Con todo, lo peor es que la presidenta de Madrid sigue sin caer en la cuenta de que el máster o el no máster ya no es el tema. Eso hace mucho tiempo que dejó de ser lo importante, lo esencial. Aquí el asunto fundamental es la lamentable gestión que ha hecho de su affaire, primero negando las investigaciones periodísticas que iban saliendo y anunciando querellas que nunca se presentaron; después mintiendo sobre un expediente falso en el que había todo tipo de mugre, desde trabajos inexistentes hasta supuestos tráficos de favor y falsificaciones de documentos; y por último, y lo más grotesco de todo, escondiéndose tras los faldones del jefe Rajoy. Decía Giacomo Leopardi que las personas no son ridículas sino cuando quieren parecer o ser lo que no son. La señora Cifuentes quiso ser lo que no era, construirse un personaje que no tenía nada que ver con ella, un papel de intelectuala brillante y sofisticada que vestía mucho y quedaba muy bien con el traje rojo y el Chanel en los actos públicos pero que en realidad era más falso que una moneda de dos caras. Toda esa interpretación teatral se le ha caído estrepitosamente por sus malas dotes de actriz. Por eso, porque ningún político que sea mal actor debería dedicarse a esto, debe dejarlo ya, presentar su dimisión e irse a su casa con sus titulaciones de mercadillo colgadas de la pared. Seguir revolcándose en el lodo, seguir defendiendo lo imposible y seguir poniéndose en evidencia, ya no solo produce indignación y rabia en la ciudadanía, sino una imagen de esperpento y ridículo patetismo, un espectáculo dramático, decadente y de vergüenza ajena como pocas veces se había visto en la política española. Lo cual ya es decir.

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La Conferencia de Rectores que acaba de informar sobre la investigación interna de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (URJC) por el supuesto amaño del máster de Cristina Cifuentes pone de manfiesto varias cosas: primera, que los señores rectores no han investigado nada y más bien se han limitado a hacer el paripé delante de la prensa para que parezca que se está tratando de llegar hasta el fondo de un hecho tan grave y lamentable cuando no parece que se hayan esforzado demasiado en la investigación. Si la Fiscalía ha entrado ya en el asunto por delitos como la falsificación de firmas, los señores rectores deberían haber sido mucho más contundentes y duros a la hora de condenar la farsa de Cifuentes. En segundo lugar detectamos que entre los directivos de nuestras universidades existe un extraño corporativismo que les lleva a taparse entre ellos cuando deberían ser valientes, afrontar la realidad y asumir la gravedad extrema de lo que ha sucedido. Pero lo peor de todo ha sido ese alegato final tratando de quedar estupendos y acusando a algunos políticos y medios de comunicación de "irresponsabilidad" por haber denunciado los hechos. Es decir, matar al mensajero, la estrategia que suele emplear el PP en estos casos. Una comparecencia, en fin, que no viene sino a añadir más vergüenza e ignominia a un asunto que, a medida que vamos conociendo más datos, huele peor. Los rectores podrían haber hecho pedagogía en la mañana de hoy pero han optado por hacer política basura. Lamentable.

Viñeta: L'Avi

DE OPEN ARMS, EL FRAUDE DE LOS ERE Y LA TIBIA POSICIÓN DE CIUDADANOS



(Publicado en Revista Gurb el 20 de abril de 2018)

Un juez italiano, sin duda con buen juicio, ha ordenado liberar el barco de Proactiva Open Arms, la única ONG española que rescata inmigrantes en el Mediterráneo. Los activistas estaban acusados de graves delitos, como favorecer "la inmigración clandestina" y "asociación criminal", un auténtico disparate humano y jurídico. Finalmente se ha hecho justicia y los héroes de Open Arms podrán volver al mar para seguir salvando a miles de personas que de otra manera morirían ahogadas, de frío o de sed. Mientras la Europa rica y opulenta se desentiende de este holocausto terrible, al menos nos queda esta flotilla irreductible de barbudos y recios ángeles de la guarda, este puñado de pescadores de seres humanos desahuciados en medio de un mar desértico condenado al olvido y la desolación. Con su ejemplo formidable y titánico, los buenos marinos de Open Arms mantienen viva la llama de la esperanza de un mundo mejor. En medio del fragor de las bombas absurdas del loco Trump que arrasan Siria, el faro incansable de Open Arms sigue titilando en medio de la noche. No todo está perdido.

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Se esfumaron 741 millones de euros, se pagaron juergas con cocaína, se compraron coches de lujo, se levantaron grandes fortunas y se malgastó dinero público como "para asar una vaca", según explicó al juez la madre de uno de los acusados. Hasta una monjita de clausura trincaba religiosamente del fondo de reptiles. Pero aquí no pasa nada, aquí nadie sabe nada. Hoy un diario nacional publica que el expresidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, concedió un ERE de 3,6 millones a la familia del empresario que le prestaba su chalé de vacaciones en la playa onubense de La Antilla. Por supuesto, ni él ni su compadre Griñán se enteraban del inmenso cortijo cordobés que se había montado en la Consejería de Trabajo. El dinero fraudulento corría por los pasillos como la manzanilla en la Feria de Abril, pero por lo visto nadie en la Junta de Andalucía era responsable de nada. Todos veían, firmaban y callaban, todos muditos y exprimiendo la teta del Estado que ya no daba para más. La corrupción del PSOE ha sido tan grave o más que la del PP y flaco favor le haríamos a la democracia española disculpándola, tomándola como simple picaresca andaluza o justificando a unos autores que no por simpáticos, alegres, supuestos chicos de izquierdas y buenos contadores de chistes son menos peligrosos que los Bárcenas, los Rato, los Granados y los González. Caiga todo el peso de la ley sobre estos bandoleros de Sierra Morena que nos estaban limpiando los cuartos entre romerías, capeas, chirigotas, fandanguillos y vivas a la Macarena.

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Ciudadanos llegó supuestamente para regenerar la vida política española, las instituciones, la ética y mil cosas más. Sin embargo, cada vez que un caso de corrupción salpica las páginas de los periódicos, la reacción del partido de Rivera oscila entre lo tibio y lo ambiguo, incumpliendo su programa electoral con los hechos. La dureza y contundencia con la que se iban a emplear los señores de la "naranja mecánica" suele quedar en la práctica en algo mucho más tolerante y finalmente se acaba imponiendo la táctica, el oportunismo y los intereses de partido por encima del interés general, es decir, los mismos vicios de la vieja política de siempre que ellos venían a eliminar. Lo estamos viendo estos días con el caso del máster de Cristina Cifuentes, a la que los "naranjitos" han dado un supuesto ultimátum de tres semanas para que presente su dimisión. ¿Tres semanas? En ese tiempo tan generoso a la presidenta de Madrid le da para sacarse un par de másteres de los suyos con la gorra. Por otra parte, el anuncio de Rivera de que se sumará a la moción de censura junto a PSOE y Podemos para derrocar a Cifuentes en la Asamblea de Madrid tampoco se ha concretado, de modo que la medida, de momento, no deja de ser otro brindis al sol. Si C’s fuera realmente ese partido que viene a limpiar nuestra democracia, y no una especie de muleta más o menos incómoda de los populares, Cifuentes ya sería historia. Pero a esta hora la dama de las basuras académicas sigue aferrada al poder, en buena parte gracias a Ciudadanos. Ese detergente tantas veces anunciado cuyo supuesto poder desinfectante, a la hora de la verdad, empieza a diluirse antes de que haya empezado la colada.

Viñeta: Iñaki y Frenchy / El Koko Parrilla / Ben

SIRIA, UN ATAQUE TAN ABSURDO COMO EL HOMBRE QUE LO ORDENÓ



(Publicado en Revista Gurb el 20 de abril de 2018)

El ataque lanzado por Estados Unidos, Reino Unido y Francia contra posiciones de Bachar al Asad como represalia por el supuesto ataque químico del Gobierno sirio contra la población civil abre un peligroso escenario en el ya convulso tablero de Oriente Medio. Con su decisión Trump, un líder inmaduro, paleto y enloquecido para quien la guerra es un juego frívolo de tuits y misiles "nuevos, bonitos e inteligentes", pone la estabilidad mundial en la cuerda floja. En las próximas horas sabremos cómo reaccionan la Rusia de Putin, China y los países de la zona (sobre todo Israel, Irán y Egipto, polvorines que pueden estallar en cualquier momento). Mientras tanto, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, sentencia que hemos vuelto a la Guerra Fría, con todo lo que ello significa. Sin embargo, una vuelta a 1945 se antoja imposible, ya que el mundo de hoy nada tiene que ver con el de entonces. No existen dos bloques antagónicos bien definidos por las ideologías comunista y capitalista, el fundamentalismo islámico se ha extendido por Oriente Medio, alterando la Historia, y lo que Guterres define como guerra fría no es más que la guerra de todos contra todos en un inmenso gallinero mundial que puede terminar yéndose de las manos a las principales potencias del planeta. "El terrorismo yihadista, las inmigraciones descontroladas, el ascenso de las ideologías extremas, los brotes de nacionalismo étnico y la crisis de las democracias liberales suscitan mayores riesgos de inestabilidad" de los que existían en los viejos años del Telón de Acero, según asegura hoy el analista Lluís Bassets. Aquella guerra ordenada entre americanos y soviéticos, bajo la amenaza organizada del pánico a un desastre nuclear, hoy sería una cosa mucho más terrible y cruenta.

Viñeta: Becs

LA DIMISIÓN DE CIFUENTES, LAS CREMAS ANTIEDAD Y LAS CLOACAS DEL ESTADO


(Publicado en Revista Gurb el 25 de abril de 2018)

Alfred Hitchcock firmó Marnie, la ladrona, aquella película inolvidable sobre una rubia cleptómana que no podía reprimir su impulso freudiano de trincar. Por lo visto Cifuentes, una Tippi Hedren castiza, hubiera dado el perfil perfecto para que el gran maestro del cine de suspense rodara con ella otra obra maestra. Cuenta Inda en su periódico digital (o lo que sea ese medio que dirige) que la presidenta madrileña fue pillada in fraganti practicando el hurtillo fugaz en una tienda de Eroski de Puente de Vallekas, que es el territorio comanche donde se mueven habitualmente los raterillos de la ciudad. Una dependienta sorprendió a la máster cum laude del engaño cuando trataba de apoderarse de dos botes de crema antiedad de la marca Olay y dio el aviso a los vigilantes. "Una señora con zapatos de Prada está robando en la perfumería". Los guardias se acercaron a ella y le dijeron aquello de "acompáñeme, por favor", que es lo que suele decirle el agente de la ley al ladrón para mostrarle el camino sombrío de la trena.  Todo ello quedó grabado en un escabroso vídeo que, según dicen, se han encargado de airear las cloacas del Estado más de siete años después. Ya se habla de vendetta política, de ajuste de cuentas entre clanes del PP, del GAL madrileño y hasta del comisario Villarejo. Aquí, cuando hay un asunto turbio, le endosan el muerto a Villarejo, que está en la cárcel, y a otra cosa.
Sea como fuere, Cifuentes se está superando a sí misma en su supuesta carrera delictiva. Primero amaño de titulaciones académicas y hasta falsificación de documentos; después un frenesí de hurtos compulsivos. Si no la paran a tiempo cualquier día le encuentran un fiambre de Eroski en el maletero. Y eso que parecía una niña bien que no había roto un plato en su vida.
Poco a poco vamos recomponiendo el puzle personal de una presidenta que, ya lo hemos dicho aquí otras veces, solo trataba de construirse un personaje: el de joven y brillante universitaria con un currículum prefabricado para codearse con los de Harvard. Y es en ese juego de imposturas, en ese placer peligroso, donde entraban las poderosas cremas antiedad. Los potingues antiarruga, en el modus operandi de la líder del PP, cumplían una función primordial: la de reconstruir la máscara, el antifaz, la careta. Con un buen maquillaje Olay que tapara cualquier rugosidad de incompetencia académica y política, cualquier lunar de deshonra, ineptitud y falta de preparación, la falsa dama dorada ya podía lanzarse a las cancillerías de todo el mundo envuelta en un aroma caro de sofisticación que solo escondía una increíble e inmensa mentira. Igualito que la doble vida de la Marnie de Hitchcock, aquella rubia (esta sí maravillosa) que también llevaba el robo en la sangre.
Al final, como no podía ser de otra manera, Cifu ha tenido que presentar su dimisión, aunque alegando en su defensa una excusa de lo más grosera y peregrina: que "se llevó por error, de manera involuntaria", los dos botes de ungüentos de belleza. Cómo cayeron los frascos en su bolso es algo que tendrá que investigar Íker Jiménez. Lo cual que la lideresa, en su afán por tirar de la manta y destapar la corrupción en su partido, se ha descubierto a sí misma cometiendo un nuevo delito hasta hoy inédito en el Código Penal: el robo involuntario. Así las cosas, irse a su casa era lo mejor que podía hacer, dadas las circunstancias. No es plato de buen gusto que la mafia te plante una cabeza de caballo encima de la cama –como ha dicho Pablo Echenique–, en plan El Padrino. Al menos esta vez la presidenta ha tenido la decencia de no echarle la culpa de sus mentiras y cintas de vídeo a la "izquierda radical". Porque detrás de esto no hay más radicales que los de la mafia genovesa, que no pasan ni media cuando un miembro del clan se desmanda sacando los pies del tiesto, o como mucho los "radicales libres", siempre tan molestos y empeñados en hacerla a una algo más vieja. Quién sabe. O como dirían en la Famiglia del PP: chi lo sa.

Viñeta: El Koko Parrilla

LA MANADA, UNA SENTENCIA RETRÓGRADA Y UN MAL PRECEDENTE


(Publicado en Revista Gurb el 27 de abril de 2018)

Nueve años de cárcel para La Manada. Solo nueve años por abusos para cinco bestias que se pusieron de acuerdo en un chat con el fin de salir "de caza" –como ellos mismos decían en su argot troglodita–, planeando llevar herramientas sexuales, "reinoles tiraditas de precio" y hasta burundanga "para las violaciones". El Prenda y su recua, su grupo salvaje, grabó semejante brutalidad en varios vídeos (hoy en día el tonto siempre deja la película de su estulticia como sello para la posteridad) y ni siquiera el propio tribunal se atrevió a reproducir las imágenes en público, durante el juicio, por demasiado "escabrosas". La sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Navarra parece pronunciada hace cincuenta años, cuando las mujeres eran juguetes en manos de los hombres y podían incluso ser violadas por sus maridos si así les placía a ellos. ¿Qué tenía que hacer esa pobre muchacha que fue arrinconada en un portal, resistirse hasta la muerte para demostrar que no hubo consentimiento? El fallo, nunca mejor dicho, viene a decir que amenazar a una joven, meterla en un portal a la fuerza y contra su voluntad, penetrarla anal, vaginal y bucalmente y vejarla hasta reducirla a la categoría de trapo usado es un simple abuso. Los toritos bravos y embolados de Sanfermines ya tienen carta blanca para volver a la caza atávica de la mujer en las próximas fiestas pamplonicas. No extraña que los ciudadanos indignados hayan rodeado los juzgados pidiendo la justicia que no ha tenido la víctima. Cinco desalmados lanzándose como hienas contra alguien indefenso no es un simple abuso, es una violación en toda regla, y que los magistrados no lo hayan considerado así no tiene nada que ver con el Código Penal, ni con los atenuantes o eximentes, sino con sus prejuicios machistas y sus ideas retrógradas acerca de las mujeres. Ahora ya solo falta que al guardia civil y al militar, dos de los implicados, los condecoren con la medalla al valor. Y que les canten aquello de "soy el novio de la muerte".

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Dice la sentencia que la joven sintió un "intenso agobio y desasosiego que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad". Es decir, que la víctima, al verse sola, en un oscuro portal, y rodeada de cinco matones corpulentos que babeaban por tener sexo con ella en grupo, ya supuso en cierta manera una situación amenazante para la muchacha. Sin embargo, paradójicamente, los magistrados del tribunal no aprecian el requisito de la intimidación (tampoco violencia), básico para poder condenar por agresión sexual o violación. Ese es el meollo de la cuestión. Si los propios jueces constatan un intenso agobio y desasosiego en la víctima que la llevan al extremo de someterse por miedo, ¿por qué entonces no condenan por agresión, imponiendo la pena más dura contra un grupo de cabestros dispuestos a saciar su hambre de sexo a toda costa? Pues casi cuatrocientas páginas de sentencia, cuatrocientos folios de circunloquios y análisis de juristas que se supone experimentados, no han servido para llegar a la conclusión a la que llega cualquier persona decente y con sentido común: que aquello fue una salvajada repugnante, una vejación de un ser humano que exigía un reproche jurídico contundente y la más severa de las condenas. A menos que esos magistrados piensen, en su fuero interno, que aquello no fue en realidad una violación en toda regla, sino como dice uno de ellos (el del voto particularísimo): "un ambiente de jolgorio y regocijo". A su señoría solo le ha faltado decir aquello tan macho y franquista de "ella se lo ha buscado, por ir provocando por ahí".

Viñeta: José Luis Castro Lombilla

DIOS Y WILLY



(Publicado en Revista Gurb el 20 de abril de 2018)

No vamos a ser nosotros quienes defiendan aquí a Willy Toledo, un hombre excesivo por momentos desenfrenado e irreflexivo con una especial habilidad para meterse en charcos extraños. Pero que la Justicia lo haya citado a declarar por "cagarse en Dios y en la Virgen María", como cuenta hoy toda la press, es la noticia más descabelladamente surrealista y absurda que se ha producido en este bendito país en los últimos años.
Creíamos haber visto de todo: autos de fe sacramentales contra artistas segundones que jugaban a Andy Warhol con la imagen de Cristo; tuiteros condenados a la perpetua por bromear con Carrero Blanco; pobres titiriteros perseguidos como si fueran peligrosos terroristas de ISIS; y hasta raperos sometidos a estrecha vigilancia por unos estribillos baratos. Pero esto, lo de procesar a alguien por echarle un truño al Altísimo –cuando eso es algo que ha hecho el español de toda la vida–, ya parece algo excesivo, desproporcionado, salido de madre.
Toledo, quien soltó en su muro de Facebook que le “sobra mierda para cagarse en el dogma de la Santidad” (algo tan escatológico y cochino solo puede recibir un chorreón de lejía, pero nunca una querella por lo penal) ha anunciado que no acudirá a su cita con semejante "farsa judicial" y quizá esa haya sido la afirmación más sensata y coherente que ha salido de su boca en mucho tiempo. Así que ya vemos al pobre Willy con el petate a la espalda y desfilando camino del exilio de Bruselas o de Berlín o de la sucia Suiza, que es donde al final vamos a terminar todos los que nos dedicamos a este ruinoso negocio de criticar y satirizar lo que nos parece mal. De modo que huye Willy, pírate, hazte un Puigdemont, ábrete en plan Anna Gabriel, date puerta, pon pies en polvorosa, y que esta sagrada neoinquisición de nuevo cuño, este revival nacionalcatolicista que nos ha vuelto a caer en desgracia, cuando ya lo dábamos por exitosamente superado, no pueda atraparte. Lárgate, corre, corre, corre, que te van a echar el guante, como decían los de Leño (¡ah los ochenta, qué tiempo tan feliz y tan lleno de dulce libertinaje!).
Si la religión es el opio del pueblo, como decía don Carlos, algunos jueces llevan un chute de más. No hay sido Willy el que la ha cagado esta vez, sino sus señorías. Quizá sea la ola de conservadurismo que nos invade y se extiende incontrolable por toda Europa, como advierte Manuel Valls. Quizá sea que cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable, como dice Voltaire. Pero ya no cabe duda: España ha entrado en una fase de neurosis aguda que va a necesitar de muchos psiquiatras políticos para sacarla del diván. Si la Justicia quiere procesar a alguien como Willy por echarse unos juramentos y rilarse y excrementarse en la divinidad (con mal gusto, no vamos a negarlo), tendremos que empezar a acostumbrarnos a ver redadas de la UCO en bares y estadios de fútbol, en mercados y verbenas, donde el español se caga en Dios no solo por mala educación, sino por norma, por costumbre y por añeja tradición patria. Un español que no le ha plantado un pino al Todopoderoso al menos una vez en la vida no es un español, y con esta manía persecutoria que les ha entrado a algunos magistrados de llevar al estrado a todo el personal que no sea un mojigato o un afín al Gobierno popular van a terminar hasta con la blasfemia y el insulto. Que es tanto como querer terminar con el mismísimo Quevedo. Y por ahí no.

Viñeta: El Koko Parrilla

EL DOCTOR DEL BALONCESTO

(Publicado en Revista Gurb el 20 de abril de 2018)

Varias generaciones aprendieron lo que era el baloncesto viéndolo jugar en aquella televisión en blanco y negro con interferencias. Su inteligencia y su visión de juego quirúrgica, su forma elegante de botar el balón, su manera imperial de dirigir al equipo, casi como un director de orquesta, hicieron de Juan Antonio Corbalán (Madrid, 1954) un jugador de leyenda. Hoy el doctor Corbalán dirige una consulta de medicina deportiva en un ultramoderno hospital, donde ayuda a superar sus lesiones no solo a los profesionales de elite sino a los aficionados de todos los deportes. Sin duda fue uno de aquellos pioneros que llevaron el baloncesto español desde la intrascendencia de los años setenta hasta la plata olímpica de Los Ángeles en el 84, aquel partido mítico contra los americanos de Michael Jordan que nunca podremos olvidar. "Soy muy desmitificador de las situaciones, cuando he jugado un partido no le he pedido autógrafos a nadie, y tampoco suelo ver vídeos de mis partidos. Me regalaron uno de cuando ganamos a los norteamericanos en el Mundial de Colombia y ni siquiera sé dónde está", asegura sin la menor nostalgia del pasado. Si hoy existen los Gasol, Navarro, Reyes, Rudy y Ricky es gracias a la generación gloriosa de Corbalán, a los Solozábal, Llorente, Margall, Epi, Iturriaga, Beirán, Jiménez, Arcega, Fernando Martín, Fernando Romay y Juan Domingo De la Cruz, nombres legendarios del deporte que un día liberaron a los españoles del complejo de "bajitos de Europa" y les dieron por fin el fuego de la victoria.

Entrevista completa en Revista Gurb

viernes, 4 de mayo de 2018

DIMENTIR


(Publicado en Revista Gurb el 4 de mayo de 2018)

Lo que ha hecho Cristina Cifuentes, renunciar al cargo de presidenta de la Comunidad de Madrid pero seguir aferrada al escaño, como una lapa, y a la poltrona del partido regional, no es dimitir, en todo caso sería "dimentir" (que no es lo mismo) es decir, seguir mintiendo, estirar la mentira todo lo que se pueda, mientras quede un mínimo hálito de vida. Cifuentes no solo ha inventado un nuevo delito, el robo involuntario, que es cuando los botes de cosmética vuelan solos por el supermercado hasta meterse en el bolso de una, sino un nuevo verbo, "dimentir", que es lo que hacen los deshonrados del PP cuando los pillan en un escándalo, renuncio o pollo, o sea lo que hizo Aguirre en su día y Rita y tantos otros.
"Dimentir" es irse a medias, un gatillazo de dimisión, me voy pero me quedo, ya me voy yendo, volando voy, volando vengo, y por el camino yo me entretengo. Para "dimentir" no sirve cualquiera, es necesario tener un rostro de amianto y anchas las espaldas, tan anchas como para cargar un saco lleno de cemento o de másteres falsos. Esto que hace esta señora, lo de "dimentir", no deja de ser una burla al ciudadano, otra más, un echarle un poco de cremita robada al asunto para maquillarlo un tanto y así seguir tirando lo que se pueda, que entre jijí jajá y comisiones de investigación que no sirven para nada y mociones de censura que se anuncian y no arrancan y fiscales que en palacio van despacio, una se sigue levantando nueve mil euros y pico de vellón al mes, que es lo que mola.
Mientras Rajoy mira para otro lado y se hace el sueco con el escándalo, mientras Maíllo suelta peroratas tediosas sobre la grandeza del PP y se prepara una gestora que nunca llega y Catalá se hace la picha un lío con el juez de La Manada, la señora Cifuentes conjuga como nadie el verbo "dimentir", que en definitiva consiste en seguir montándoselo a tope como presidenta del partido, como diputada o camarera de la cafetería de la Asamblea regional, si hace falta, que el caso es seguir agarrándose a la teta pública del Estado y chupando de nuestros impuestos.
Para "dimentir" hay que tener mucho talento y morro, sabérselo hacer, un pasito al lado y otro "palante", ande yo caliente ríase la gente, y el tiempo va pasando lenta, despaciosamente, y al final, pese a la tormenta política, todo se va olvidando y una sigue estando ahí, cifrando, trilando, haciendo caja, A o B, que es de lo que se trata. Qué más da la magnitud del escándalo, qué importa el follón mundial que se ha montado en la URJC y que a una le cuelguen para siempre el sambenito de impostora, fullera y cleptómana. Aquí a lo que vamos es al lío, al tema, a seguir llevándoselo crudo y a "dimentir" a braga quitada para mantenerse en política un día más. Que eso siempre cotiza y luego sube mucho la pensión. Y que se jodan los jubilatas.

Viñeta: Igepzio