(Publicado en Revista Gurb el 1 de junio de 2018)
Mariano ultima las maletas mientras
alguien en Moncloa da una orden taxativa: "esta tarde tienen que estar
vacíos los despachos". Dicen que el expresidente ha organizado un
pequeño piscolabis para los trabajadores del palacio. Todo un detalle.
Ya lo estamos viendo, ellas con discreta cofia y ellos con el traje de
mayordomo, impecablemente uniformados y alineados, cuadrándose ante el
jefe, mientras Mariano desliza una lágrima de cocodrilo y estrecha sus
manos y les dice aquello de "gracias porque sois muy españolesh". Por la
mañana sus últimas palabras en el Congreso fueron: "Ha sido un honor
dejar una España mejor de la que encontré". No se lo cree ni harto de
vino, viva el ídem. A España la dejan más esquilmada que nunca por las
rapiñas de la mafia y los palanqueros, eso seguro.
Después del banquete olímpico de
despedida de casi ocho horas en el restaurante Arahy poco más le quedaba
ya por hacer al premier cesado, salvo fumarse un puro y pasarle la
factura de la comilona al ministro Montoro para que la costeen los
sufridos españolitos. Así es Mariano el ultraliberal, él se va fresco
como una lechuga, marcándose un histórico simpa político y judicial, y
nos deja todo el mondongo, como decía El Bigotes, uno de sus bedeles del
sindicato del crimen. El mondongo es la cuenta infinita de la
corrupción del PP, la dolorosa, una notita de nada. Aquí, de una forma u
otra, siempre pagan la fiesta los mismos, o sea los curritos. Lo que no
sabemos es lo que ha pasado con el bolso de Soraya, que ocupó el escaño
de Rajoy en su ausencia, mientras el líder popular consumaba la última
cena y Sánchez, desde el atril de las Cortes, le daba el finiquito y no
precisamente en diferido al registrador de la propiedad. Ese bolso es la
metáfora perfecta de una época oscura que toca a su fin. El bolso de la
vicepresidenta simboliza la saca maldita, la taleguilla prohibida, la
faltriquera vedada a los ojos de los españoles que le ha costado un
Gobierno al PP. En ese bolso puede haber de todo, desde una sentencia
inoportuna de la Audiencia Nacional hasta un papelillo de Bárcenas
pasando por un lápiz de labios o la combinación secreta de la caja B.
A última hora de la tarde se desataba
por todo Madrid el rumor de que Rajoy aún no había presentado
oficialmente su dimisión, de tal forma que Sánchez no podía jurar su
cargo ante el rey, consumándose así la última jugarreta del gallego
superviviente. Estaba claro que no eran más que bulos de la derechona,
como cuando palmó Franco y los falangistas aún tenían fe en que
resucitara al tercer día, ya lo escribió Vizcaíno Casas. El infundio se
disipó pronto, mayormente cuando Zarzuela comunicó que Felipe VI ya
había firmado el nombramiento del nuevo presidente, pero el episodio
vino a demostrar que el pueblo no termina de creerse que se haya librado
por completo del páter vampiro. ¿Y si se presenta a unas nuevas
elecciones? ¿Y si se va al exilio como Puigdemont para dirigir España a
través de Skype? Con Rajoy nunca se sabe. Nada puede acabar con él y
además han sido demasiados años de servidumbre del amo, de posesión de
los súbditos, de sometimiento al cacique y síndrome de Estocolmo. Como
para fiarse. No olvidemos que cuando gobierna la derecha España siempre
acaba convirtiéndose en un cortijo y los españoles dejan de ser
ciudadanos para transformarse en lacayos, sumisos, esclavos.
En los próximos días comprobaremos si
hemos pasado de verdad de un Gobierno zombi a un Gobierno Frankenstein,
como auguran los sesudos tertulianos de la Sexta. De cualquier forma el
país seguirá instalado en una película de terror con los tiburones de
los mercados planeando un nuevo crack económico, el polvorín catalán a
punto de estallar, los juicios por corrupción en todo lo suyo y la
gobernabilidad del país en entredicho. Ya tenemos un presidente limpio y
decente (además de guapo) que es de lo que se trataba. Otra cosa es que
los separatistas, Ciudadanos, la oposición pepera enrabietada ávida de
venganza, los bancos, la patronal, la COPE, la Iglesia, un Podemos
siempre acechante y los barones susanistas de su partido le dejen hacer
algo. No nos gustaría estar en el pellejo de Sánchez el virginal, el
tierno, el pacificador. Si no se anda listo se lo meriendan en un cuarto
de hora y vamos a nuevas elecciones, que es lo que quiere Rivera.
Estuvo muy flojo en la moción de censura el caudillo naranja que solo ve
españoles. Pero eso ya no importa demasiado. El mensaje del "España se
rompe" empieza a carburar de nuevo, Sánchez es un traidor a la patria y
un amigo de ETA y la peste roja rebrota con virulencia. La parroquia ya
está entregada a la enésima cruzada. En cuatro días, a poco que Carlos
Herrera y Losantos se lo propongan, nos colocan a Rajoy otra vez en la
Moncloa. Así que a aprovechar estos dos años de rojerío y libertinaje. Y
que nos quiten lo bailao.
*****
La moción de censura ha sido una jornada histórica. Gracias a todos aquellos que la hicieron
posible: gracias a los policías y guardias civiles que cumplieron con su
deber pese al bajo salario y las presiones, a los funcionarios y
funcionarias que se jugaron sus carreras para que se supiera la verdad, a
los testigos protegidos que pusieron en riesgo sus vidas, a los jueces y
juezas íntegros, a los fiscales y fiscalas valientes que no se dejaron
chantajear, a los periodistas que hicieron su trabajo
cuando quisieron comprarlos o borrarlos del mapa, a los concejales y
concejalas que levantaron la voz, a los políticos que se enfrentaron a
sus jefes (que alguno habrá) a tantos ciudadanos y ciudadanas anónimos
que denunciaron la corrupción cuando lo fácil y cómodo era mirar para
otro lado y en general a todos aquellos que un día pensaron que no todo
vale, que no es justo hacer dinero a cualquier precio y que la decencia y
la honradez siguen siendo valores éticos fundamentales en cualquier
sociedad democrática. Gracias a todos ellos por demostrarnos que no todo
está perdido.
Ilustración: Adrián Palmas
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