lunes, 24 de octubre de 2016

EL PSOE ARROJA LA TOALLA

(Publicado en Revista Gurb el 23 de octubre de 2016)

El PSOE, tras 137 años de historia, ha puesto el cartel de "Se Traspasa" con su bochornosa decisión de entregarle el poder a Mariano Rajoy. Por 136 votos  a favor de la abstención (que daría la investidura al ahora presidente en funciones) y 96 en contra, se ha impuesto el sector conservador sobre el ala más progresista, partidaria del "no es no" al PP y de seguir con el bloqueo institucional hasta unas terceras elecciones. Con esta decisión histórica, las elites del PSOE se han impuesto a las bases, los neoliberales a los obreros, los instalados del IBEX 35 que ganan cientos de miles de euros al año a los militantes de base, muchos de los cuales no llegan a final de mes. Tras el triste y lamentable Comité Federal de esta mañana (uno más) solo cabe hacer tres consideraciones: que el socialismo auténtico ya no tiene nada que ver con ese partido; que Rajoy el indecente (el protector de años de gobierno marcados por escándalos como el de la trama Gurtel, la operación Púnica o las tarjetas black) volverá a la Moncloa sin asumir ni una sola responsabilidad por tantos desmanes; y que Podemos, a partir de ahora, tiene el camino libre y expedito para erigirse como gran y único referente de la izquierda en nuestro país. Pablo Iglesias ha hecho lo que tenía que hacer, lo que no han hecho los barones del PSOE: mantenerse firme en sus convicciones, no claudicar ante el chantaje de la derecha, decir “no es no” a Rajoy hasta el final. No era tan complicado, solo había que ser coherente con la filosofía de la izquierda, pero entre los socialistas hace ya tiempo que priman los intereses personales por encima del interés de la clase obrera. Iglesias, quizá en una valoración arriesgada pero no exenta de razón, ha asegurado que la decisión del Comité Federal del PSOE para abstenerse en la segunda votación de investidura constata "el fin del turnismo como sistema de partidos" y da paso a la "Gran Coalición que nos tendrá enfrente como alternativa". Ya ejerce de líder de la oposición.
En cualquier caso, a los felipistas y sus braceros susanistas, auténticos ganadores de la batalla de Ferraz, habría que decirles que la política no solo es cálculo premeditado, tacticismo para salvar la posición y pragmatismo a ultranza. También es lealtad y respeto a unos valores, a unos principios, a unas ideas. Iceta, que ha apostado por esa línea de pensamiento, sale reforzado del envite. Susana Díaz, al contrario, sale quemada. Las caretas se han caído por fin. Ya sabemos de qué pie cojea cada uno en esa bendita casa del pueblo. Pero lejos de terminar la agonía socialista, aún queda el último y más vergonzante acto de esta tragedia shakespeariana: ¿habrá abstención en bloque el día de la investidura de Rajoy, imponiéndose la más férrea de las dictaduras de partido, o permitirá el PSOE la libertad de voto entre sus diputados para que cada cual pueda expresarse libremente, como corresponde a un partido auténticamente democrático? ¿se levantarán de sus escaños los once congresistas que le hacen falta a Rajoy y se ausentarán en el último momento de la votación, con la excusa de ir al baño, permitiendo de esta manera que el gallego marcado por la corrupción sea coronado presidente? El esperpento socialista promete no tener final. No se vayan todavía, que aún hay más.

Viñeta: El Koko Parrilla

sábado, 22 de octubre de 2016

DYLAN

(Publicado en Newsweek en Español el 21 de octubre de 2016)


Total, que a Dylan le dan el Nobel y el dios de la contracultura jipi declina, da la espantada como Rajoy y sale corriendo like a rolling stone, sin que nadie sepa a estas horas por dónde anda el maestro. Los organizadores, que han desistido de localizarlo tras muchos telefonazos, dicen que ya llamará cuando quiera. Pero para mí que no llama. Estará perdido por ahí, cantando en alguna furgona repintada con flores de colores, recorriendo el desierto de Sonora y dándole al canuto. Bien por el tío Bob. Los grandes hombres son así y Dylan siempre ha sido un grande.
Aquel que se permite pasar de un Nobel es que ya es inmortal y está por encima del bien y del mal. El hombre que se hace el sueco ante la llamada de unos suecos es que es ya un espíritu libre, puro, un mito que ha entrado en la historia, con o sin Nobel bajo el brazo, y que se permite el lujo de hacerle la peineta al establishment de las letras. Un icono universal que va para carrozón octogenario ya no está para tonterías ni galas hipócritas en teatros dorados repletos de vejetes con esmoquin y señoras orondas forradas en abrigos de piel de foca. Vivimos tiempos cínicos en los que se confunde literatura con éxito, arte con dinero, cultura con mercado. Todo es menos, ya lo dijo Juan Ramón. Dylan se ha pasado media vida componiendo versos callejeros, denunciando las miserias del mundo y ejerciendo la necesaria y urgente protesta. Su trabajo ya está hecho, y muy bien hecho, diríamos, no necesita un trozo de papel enmarcado en pan de oro y otro fajo de billetes, entre otras cosas porque dinero no le hace falta. De ahí que Dylan sea coherente hasta el final y pase de unos abueletes millonarios, aburridos y ociosos que quieren parecer muy chics (y de paso hacer negocio editorial) dándole el Nobel a un neojipi greñudo y curtido por el güisqui que no se ducha.
Un premio, lejos de engrandecer, desgasta la pátina de honradez y autenticidad que debe tener todo escritor. Lo adocena, lo amansa y lo integra en el sistema, que es donde nunca debe caer un artista. Un premio inocula un chute de vanidad que puede dejar ciego al que lo recibe y para ciegos vanidosos ya tenemos a Borges. El cheque es otra cosa. El cheque vital da de comer y no está la vida para decir “no es no” a un plato de lentejas, que hacerse un Sánchez en estos tiempos que corren puede resultar muy peligroso. Por eso cuando a uno le dan un premio, aunque no sea el Nobel, pierde el traserillo por ir a recogerlo. Un par de meses más comiendo de caliente y a seguir tirando. Uno es que no es Bob Dylan ni sabe tocar la guitarra, oiga. No vamos a entrar aquí en si el roquero estadounidense merece el galardón o no, ni en los chistes malos que se han hecho estos días en la redes sociales pidiendo que le den el Nobel a Bisbal, Bustamante o Chenoa, como si fuera lo mismo un tipo que cambió el mundo a golpe de buena poesía que una criatura con ricitos haciendo piruetas, un guaperas que va de Tom Cruise hispánico o una vampi triunfita. Quienes se escandalizan de la decisión tomada por la Academia sueca alegan que nunca antes se había dado el premio a un músico, de ahí la blasfemia literaria. Pues ya tocaba. ¿Acaso no fue John Lennon el mejor entre todos los poetas? Además, los detractores de Dylan pierden de vista que el rock fue la expresión poética por excelencia del siglo XX, como el endecasílabo lo fue del Renacimiento y el rap lo está siendo del siglo XXI. La historia del Arte es la historia de una revolución, de una ruptura constante.
Los cantautores como Dylan han hecho de su guitarra comprometida y de su eco callejero y desgarrado un nuevo género literario y ojalá algún día le dieran el Nobel a Serrat, que es nuestro Dylan mediterráneo, o a Aute, que es nuestro Lou Reed castizo, y que estos días transita por las tinieblas hospitalarias del coma, un abrazo maestro. Aquí parece más meritorio y esnob darle el Nobel a un escritor serbo-bosnio desconocido que a un señor que lo estamos viendo todos los días en la tele, aunque se haya ganado la vitola de artista rebelde, comprometido y social. Un poeta del pentagrama que ha hecho soñar a varias generaciones con sus versos metafísicos sobre el amor y el desamor, la justicia y la injusticia, la riqueza y la pobreza, la guerra y la paz. El profeta que nos prometió el amor libre, la utopía que nunca llegó, la mujer emancipada, la dieta vegetariana, la paz en la tierra y el cielo de diamantes del LSD. Casi nada. Quienes menosprecian a Dylan solo por ser músico y por haber propalado la cultura llana, la cultura popular, practican una suerte de elitismo aristocrático y absurdo, que es lo que fue la literatura en tiempos felizmente superados. Dylan es un bardo del arte y la democracia, un juglar de la calle, un revolucionario de las letras y las melodías que paró Vietnam con su metralleta de cuerdas y sus santos bemoles. Tiene tanto derecho como cualquier otro a llevarse el diploma frío e inútil a su casa y colgarlo del retrete. A estas horas no sabemos si el tío Bob irá o no a recoger el Nobel. Tanto si va como si no va nada diremos en contra del judío genial con sombrero tejano. Se ha ganado el derecho a hacer lo que le plazca. Y el año que viene que se lo den a Springsteen. Otro obrero de la pluma.

Viñeta: Igepzio

viernes, 21 de octubre de 2016

CON HACHE DE HUMOR

 (Publicado en Revista Gurb el 21 de octubre de 2016)

Pese a que se ha convertido en nuestra primera showoman y en el rostro más popular de la televisión (algunos la comparan con la mismísima Ellen DeGeneres) por momentos Eva Hache (Segovia, 1971) sigue siendo como esa amiga del barrio simpática y enrollada con la que todos pasaríamos una noche de copas. Durante cuatro años ha presentado El Club de la Comedia, el programa de humor más visto de la pequeña pantalla y el que le ha dado el éxito y la fama profesional. Sus ojazos expresivos que lo dicen todo, su mímica gestual electrizante, su humor arriesgado e inteligente y su rompedor corte de pelo a lo garçon futurista han moldeado la fuerte personalidad de una actriz singular que, tal como le ocurriera a otras grandes damas de la escena como Lina Morgan o Rosa María Sardá, siempre acaba conectando con el público en corriente de alto voltaje. Ahora está de gira por España con la obra Los vecinos de arriba (Paterna 11 de noviembre, Alicante 18 y 19 y Castellón 2 de diciembre) una comedia dirigida por Cesc Gay que habla sobre los desamores y las insatisfacciones sexuales de dos parejas que conviven en un mismo edificio y que se plantean sus relaciones monótonas y aburridas. "Los personajes de la obra se ven envueltos en un tsunami de emociones y se debaten entre la envidia corrosiva y una lucecita de esperanza. ¿Hay solución? ¿Se darán al gel de placer? No sabemos", asegura. En el último año, sus fans han notado su ausencia en El Club de la Comedia después de que Eva Hache haya tenido que salir del programa por desavenencias con la dirección ("acepté un trabajo en la competencia y eso no les gustó") y quizá sea por eso que los índices de audiencia andan un tanto alicaídos desde entonces. A fin de cuentas Eva se escribe con hache mayúscula. Y no es tan fácil comerse una hache y reemplazarla por otra letra.

Entrevista completa en Revista Gurb

jueves, 20 de octubre de 2016

DONALD TRUMP O CÓMO LLEVAR UN PAYASO A LA CASA BLANCA

(Publicado en Revista Gurb el 20 de octubre de 2016)

La campaña para las presidenciales en Estados Unidos entra en su recta final. Los dos candidatos, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, han cumplido la serie de debates cara a cara con los que han intentado convencer al electorado estadounidense de que su programa de Gobierno es el mejor. La campaña ha sido la más extraña de los últimos tiempos, más propia de un espectáculo de Broadway o del circo Ringling que de unas elecciones, en buena medida por las ocurrencias, dislates y extravagancias del magnate Trump, cuyas intervenciones y declaraciones a menudo han rozado lo esperpéntico, cuando no lo grotesco. El mejor balance que podemos hacer hasta el momento es que, mientras el millonario neoyorquino montaba su show particular entre vodeviles, sesiones de insultos, escándalos sexuales y bromas chuscas, a los norteamericanos se les hurtaba el derecho a tener un debate político serio entre los dos candidatos, con confrontación de ideas y programas, en el que se aportaran soluciones para resolver los graves problemas por los que atraviesa el país. Sin embargo, Trump desde el primer minuto ha querido situar la batalla electoral en el terreno sucio, en el fango, con constantes descalificaciones hacia su contrincante y salidas de tono más propias de un vaquero de Texas sin formación ni estudios que de un aspirante a la Casa Blanca. Para la historia quedará su delirante propuesta de levantar un muro de nueve metros de alto a lo largo de la frontera con México para evitar que los inmigrantes entren en suelo norteamericano. Como también quedarán sus graves insultos al presidente Obama, al que ha comparado con los terroristas de ISIS, las humillaciones a la familia del marine musulmán caído en Irak, y las grabaciones en las que, en el peor tono machista que se recuerda a un político, considera a las mujeres como meros objetos sexuales para su uso y disfrute. Al hilo de estas cintas, han ido apareciendo testimonios de mujeres que en los últimos años han sido víctimas de los acosos de este sujeto que encarna lo peor del país y que pretende ser presidente de la mayor potencia mundial sin reunir las cualidades morales y políticas mínimas exigibles. Lo primero que se debería pedir a un candidato –al margen de un currículum universitario brillante del que Trump sin duda carece– es que al menos sea tolerante, educado y respetuoso con los principios y valores demócraticos. Nada de eso lo cumple el magnate de Queens, que por momentos parece más un enloquecido cowboy de rodeo, un embriagado de Casino malo de Las Vegas, una máquina de decir sandeces, que un gran hombre preparado para dirigir los designios del imperio.
A medida que avanzaba la campaña, la opinión pública estadounidense ha tenido acceso a más datos biográficos sobre este sujeto, datos que poco a poco han ido despojando de la máscara al candidato republicano, hasta hacerle quedar como lo que es en realidad: un hombre inculto y por momentos violento que representa lo peor del populismo de derechas y de la elite empresarial partidaria de una economía de mercado ultraliberal que condena a millones de norteamericanos a la desigualdad y a la injusticia social. El último disparate de Donald Trump se ha producido en el tercer debate cara a cara con Hillary Clinton, donde ha llegado a decir que no aceptará como legítima una victoria de su rival. Quizá a estas alturas de campaña el racista y paleto Trump aún no ha caído en la cuenta (tampoco sus asesores, pese a que los tiene por decenas) de que con cada una de sus incontinencias verbales, con cada nueva barbaridad que dice, pierde unos cuantos miles de votos entre los simpatizantes y senadores republicanos, que siempre han sido gentes de orden, elites salidas de Harvard que repudian a estos hombres hechos a sí mismos cuyo mayor mérito y talento es haber amasado mucho dinero. En este momento, las encuestas revelan que la candidata Clinton le saca entre 5 y 12 puntos de ventaja al magnate americano. "Miraré cuando llegue el momento si acepto o no la derrota", dijo Trump dejando estupefactos, una vez más, a millones de americanos que en ese momento se encontraban frente al televisor. Esta frase no va a ayudar a Donald Trump de ninguna de las maneras. Ningún candidato, en los 217 años de historia de los comicios a la Casa Blanca, había cuestionado la validez del proceso electoral estadounidense. Trump, que se ha mostrado a la defensiva al verse acorralado por los numerosos escándalos sexuales que le persiguen, necesitaba dar la vuelta a las encuestas poniendo toda la carne en el asador, tirando de su arsenal de agresividad dialéctica y de lo peor de la bilis que aún le queda dentro, que por lo visto todavía es mucha. Sin duda, el votante norteamericano, en su mayoría conservador, tiene a estas alturas de la campaña un perfil bastante aproximado de quién es Donald Trump. A muchos simpatizantes republicanos les repugnan sus actitudes xenófobas y machistas, como lo demuestra el hecho de que numerosos senadores del partido ya han declarado pública y abiertamente que no votarán por su candidato, un caso inédito en la historia de Estados Unidos.
El instinto básico de Trump, su forma de entender la política como guerra sucia, sus constantes bajadas al fango a la hora de debatir con su contrincante, hacen de él un aspirante de poco fiar. ¿Cómo encomendar el futuro del país a este experto en la payasada mediática? ¿Cómo dejar a semejante esperpento las políticas que deben sacar a EE.UU de la crisis económica, social y de liderazgo que vive el país? ¿Cómo permitir que el orden mundial, y lo que es aún peor, el maletín nuclear de la mayor potencia atómica del mundo, esté en manos de este vaquero sonado tan parecido a aquel otro de ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú que, sombrero en mano y cabalgando enloquecido sobre un misil a punto de estallar, estaba dispuesto a enviar al planeta Tierra al apocalipsis total?
Faltan 17 días para las elecciones presidenciales. Las encuestas dan ganadora a Clinton en un escenario en el que todavía hay un 14 por ciento de indecisos y un 9,2% de votantes que planean votar a otros candidatos. Si Trump sigue por el camino de la desmesura, la incontinencia, la actitud chulesca y despreciativa hacia las mujeres y las minorías raciales, sin duda no tendrá nada que hacer el día D. Pero cuidado, porque EE.UU es ahora mismo un país herido y deprimido con millones de americanos indignados que pueden caer en la tentación del voto de castigo, apostando por el payaso de turno. Un escenario trágico en el que nadie, ni siquiera los propios republicanos, quiere pensar.

Viñeta: El Koko Parrilla

martes, 18 de octubre de 2016

EL SILENCIO DE RAJOY


(Publicado en Revista Gurb el 13 de octubre de 2016)

Pasó el día de la Hispanidad con las dos Españas engrasando sus trabucos, mientras la cabra de la legión desfilaba por Madrid y el cabrón de Luis desfilaba por la Audiencia Nacional. A los vinos, en el Palacio Real, nuestro inefable presidente fue preguntado por los periodistas por el futuro de España y él se mostró cauto a la hora de valorar la decisión hamletiana que debe tomar el PSOE en los próximos días: ser o no ser, sí o no, Rajoy o no Rajoy, esa es la cuestión. Don Mariano fue discreto y no quiso largar ante los plumillas, alegando que lo mejor que puede hacer un presidente en este momento grave y trascendente para España es estarse callado. Y ahí sí, ahí la ha dado por fin el eminente canciller compostelano. Por una vez, y sin que sirva de precedente, estamos plenamente de acuerdo con el insigne gallego. Han tenido que pasar muchos años para que entendiera que lo que más le convenía al país era que él se estuviera calladito, punto en boca, chitón, y parece que al final, pese a las veces que se ha ido erráticamente de la lengua, pese a los charcos infinitos en los que se ha metido, lo ha terminado por comprender. Nunca es tarde.
Por Shakespeare sabemos que es mejor ser rey del silencio que esclavo de las palabras, aunque a veces el silencio sea peor que la mentira, como decía el maestro Unamuno. Rajoy ha entendido por fin la filosofía Wittgenstein, aquello de que sobre lo que no se sabe es mejor callar, y como don Mariano de política siempre ha sabido lo justo, las cuatro reglas que le enseñó en el pazo don Manueliño cuando se lo subía al regazo, pues ha terminado por asumir su condición de metepatas profesional. A fin de cuentas, para qué buscarse problemas largando ante los periodistas si él ya tiene lo que quería: el título de presidente en funciones para colgarlo en el salón junto al de registrador de la propiedad, sobre la chimenea, que hace bonito. Qué necesidad tiene él de meterse a opinar sobre el lío entre sanchistas y susanistas, sobre el cante de Correa, que tenía despacho en Génova, un piso más abajo que el suyo, o más arriba, quién sabe, o sobre las tarjetillas black que circulaban por Caja Madrid. Mutis total.
Han sido muchos años escuchando sus paridas y trabalenguas, aguantándole la manida retranca, soportándole el rollo (y los que nos quedan gracias a los liberales del PSOE travestidos de socialistas que se han empeñado en regalarle la investidura) pero ahora por fin, gracias a Dios, el presidente se ha dado cuenta de que cuando habla sube el pan. En política, como en la literatura y en la vida, lo mejor es callar, insinuar más que decir, hacer la pausa dramática infinita, el sonoro y cristalino silencio que lo dice todo. O sea: mantener el pico cerrado, sobre todo cuando uno es un bocachanclas y corre el riesgo de hablar y cagarla. Rajoy la ha cagado en numerosas ocasiones, ustedes ya saben. No vamos a extendernos aquí en las veces que el jefe se fue de la sinhueso con resultados ciertamente nefastos para el país: Luis sé fuerte, Carlos Fabra es un ciudadano ejemplar, Paco te quiero coño, Rita eres la mejor, y en ese plan. No, no seremos nosotros quienes le afeemos al manda gallego su lengua de trapo demasiado suelta y desmanganillada, su verbo ligero e imprudente, sus ocurrencias de alumna de colegio mayor un poco cabecita loca (cuando no de peregrino de romería con dos copas de más, viva el vino).
Quedémonos pues con que don Mariano, al fin, tras muchos años diciendo dislates y disparates, tras mucho tiempo practicando el surrealismo retórico y el humor del absurdo, dejando a Groucho Marx a la altura del betún, ha visto la luz, la belleza del silencio, aquellos versos universales de Neruda, el me gustas cuando callas porque estás como ausente. Pues así debería quedarse, autista, taciturno, callado como una tumba (por no decir como una puta, que es castellano antiguo pero no gusta a las feminazis) no solo durante estos días de oscuros presagios y cataclismos para España, sino por siempre jamás. Así tendría que permanecer Mariano Rajoy para alivio y descanso de muchos españoles: enmudecido y ausente en el sentido más nerudiano del término. Como el mudito de Blancanieves. Pero no hablemos ahora de gnomos, enanos y pitufos, que los carga el diablo de la financiación ilegal y luego viene esa fiscala tan valiente pidiendo cuentas. Hablemos del acierto y la lucidez de callarse a tiempo, de morderse la lengua en el momento justo, de no meterla hasta el cazo. Qué gran triunfo para un gobernante cuando comprende lo que es bueno para su país, qué victoria tan aplastante cuando un presidente controla y sabe lo que tiene que hacer: en este caso ser prudente, cerrar el pico y dejar de decir chorradas, idioteces y mamandurrias, como diría la dama de Génova, su archienemiga que se la tiene jurada. Rajoy al fin ha decidido callar. Será su más histórica decisión como estadista. Por fin lo ha captado: es lo mejor que puede hacer un bocazas. No meter la zarpa.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL FRANCO DEL PSOE


(Publicado en Revista Gurb el 6 de octubre de 2016)

Aquella mañana, Felipe González se despertó en la suite del yate, a mil kilómetros de distancia de España, oliendo el rastro de la sangre como la huele un tiburón. El cuerpo le pedía marcha, acción, morder cacho. Encendió uno de esos puros carísimos que le había regalado su buen amigo Slim, ojeó el periódico para ver cómo iban las acciones de Gas Natural, respiró hondo admirando el horizonte azul y las gaviotas peperas que volaban acechantes, y pensó en todo lo que había conseguido en la vida. Los años bravos en el despacho laboralista, la clandestinidad, las hostias con los de la Social, los camaradas coreando Isidoro, Isidoro, el grandioso Congreso de Suresnes, los diez millones de engañados, el poder y la gloria. Felipe se sintió orgulloso de su obra: el triste entierro de Marx, el giro oportuno a la derecha, el abrazo del pragmatismo en plan escuela americana. Vale, había tenido que dejarse unos cuantos cadáveres por el camino (más los fantasmas de la cal viva) un puñado de ideales socialistas y ochocientos mil puestos de trabajo que se esfumaron de súbito.
Tampoco quiso darle muchas vueltas a las reformas laborales que habían dejado en cueros al proletariado para darle gustito a la patronal: eso había sido cosa de sus chicos traviesos, Boyer y Solchaga, no iba a responsabilizarse él de todos los males de la humanidad. Un dios no es culpable de nada. Además, ¿qué importaba ya eso? Ahora estaba en la cima del mundo, como James Cagney en Al Rojo Vivo, codeándose con los del Ibex 35, con las elites de Harvard, con la jet. Hasta le llamaban de cuando en cuando para que hiciera el paripé como abogado defensor de los heroicos opositores venezolanos. Había dejado de ser un simple presidente de un simple partido en un simple país que a nadie le importaba. Era verdad que había sido un césar, un caudillo, el Franco de la izquierda. Pero ahora tenía poder, auténtico poder. Poder del bueno, pata negra de poder. Y eso le ponía cachondo. Ya no tenía que achantar ni doblegarse ante los padrinos de la Familia Santander, ni ante los generales golpistas, ni ante los plumillas de El Mundo, mayormente Pedro Jota, ese canalla periodístico que estaba todo el rato sacándole los filesas, la roldanesca, los gales y los fondos reservados. No. Ahora sí se podía decir que era el auténtico jefe, el puto amo. Con la imagen de estadista un poco por los suelos, un tanto ajada por las mentiras y un tanto mustia y chuchurría, pero poderoso de inversiones, fuerte de capitales riesgo, de acciones y de fortunas, que al final es lo que cuenta. No se puede tener dignidad y dinero al mismo tiempo; no se puede ser asquerosamente rico y tener ideología. Ya no era aquel Felipe de los principios, pero sí el Felipe de los finales: el yate y el jet privado. Todo de su colega Slim, todo prestado, nada suyo, pero como si lo seriese. El mejicano más rico del mundo le dejaba el barco los findes para darse unos garbeos por el Caribe, que últimamente andaba muy revuelto con tanta marejada de papeles panameños. El jet le iba de perlas cuando tenía que soltar una charla rápida sobre el futuro de la socialdemocracia en Madrid, London City o en la UGT de Asturias, donde aún le quedaba algún que otro amigo. Mucho mejor el jet privado de Slim que esa chatarra de Boeing del ejército español que le ponían cuando era presidente y que siempre andaba averiado. O el Mystère con el que el bueno y utópico de Alfonso se saltaba los semáforos de la M30. Cutreríos de obreros, como diría la Rita.
Él ya estaba en otro rollo, en otro nivel. Le ponía eso de llevar una doble vida: camisa guayabera para las fiestas tropicales en mansiones bananeras y americana con coderas de intelectual de la izquierda venido a menos para las charlas y conferencias en España. Ya no era como antes, cuando era capaz de dar el pego a diez millones de votantes, pero muchos todavía tragaban, mayormente los jornaleros de Susana, siempre fieles a la obra del padre como los adeptos del Palmar de Troya lo son a su Papa hereje, que ahora ha salido por piernas del Vaticano andaluz. Pobrecillos ingenuos.
Sin pensárselo más, cogió el teléfono, llamó a Pepa Bueno y le dijo que estaba dispuesto a rajar de Pedro, ese galán aficionado. Alguien como él, que había sido macho alfa y gitano racial, un morenazo que se las había llevado de calle con sus morritos carnosos, sus ojos zaínos y su piquito de oro, no podía tolerar que hubiera otro gallo más guapo en el corral. Ya se lo había advertido a Pedrito en muchas ocasiones: coquetear con el marxismo y con los podemitas bolivarianos puede ser peligroso y costarte caro, muy caro. Por consiguiente (qué gloriosa muletilla) así ha sido. No sería porque no se lo había avisado la tira de veces: en esta vida hay que ser más individualista que socialista. Tras soltar la bomba en la Ser, Felipe se sentó tan tranquilo en la cubierta de babor, dio una calada al cohiba bajo los charranes peperos que graznaban sobre su cabeza y pensó: a tomar por culo el partido.

Viñeta: El Koko Parrilla

viernes, 7 de octubre de 2016

EL PSOE SE SIGUE DESANGRANDO

 


(Publicado en Revista Gurb el 7 de octubre de 2016)

El PSOE sigue con su suicidio televisado, retransmitido y a plazos. Tras el esperpéntico espectáculo dado en el último comité federal, que terminó con la súbita liquidación del secretario general, Pedro Sánchez, el partido sigue sumido en la desorganización, la falta de liderazgo y la parálisis. Todo en el PSOE parece haberse convertido en algo dramático, cuando no en un sainete lleno de gestos esperpénticos, histriónicos, exagerados o ridículos, que van restando los últimos gramos de seriedad y credibilidad que le quedaban al partido de los 137 años de historia fundado por Pablo Iglesias. Los socialistas se levantan cada mañana preguntándose cuál va a ser el espectáculo de opereta del día, quizá una pelea en un plató de televisión entre un sanchista y un susanista, un cruce de descalificaciones entre compañeros de partido o una declaración absurda del último iluminado de la última baronía de España dispuesto a convertirse en el nuevo Felipe González del siglo XXI.
A estas horas ya puede decirse que la gestora que se ha montado, deprisa y corriendo, no convence a la mitad del partido, ya que no es más que un grupo de caras provisionales, hombres y mujeres de paja cuya única finalidad es tapar a la boca a los partidarios de Sánchez para que parezca que alguien manda en el PSOE. Esta especie de gallinero y falta de coherencia interna en la que se encuentra sumido el partido explicaría declaraciones como las realizadas en las últimas horas por el presidente de la gestora, Javier Fernández, quien sorprendentemente ha llegado a afirmar que "el PSOE se estaba podemizando", razón por la cual los críticos hostiles a Sánchez decidieron dar el definitivo golpe de mano. ¿No será al contrario, que el PSOE se está peperizando, señor Fernández? O las lágrimas de Susana Díaz, a quien de repente le han entrado las prisas por coser un costurón que ella misma ha abierto y que quizá ya no tenga remiendo posible, ni siquiera con la mejor máquina de coser Singer. O el gesto del diputado del PSOE por Madrid Eduardo Madina, quien tras participar en la conjura de los necios contra su secretario general ahora ha decidido renunciar a sentarse en el Congreso de los Diputados por delante de él, y le ha cedido su asiento, como tratando de dar una imagen de caballerosidad, fair play y respeto con el enemigo derrocado y vilipendiado. Por mucho que se esfuerce Madina en teatralizar gestos grandilocuentes, esa unidad ya no existe.
La cordura parece haberse perdido definitivamente en las filas socialistas y hasta Ximo Puig, un hombre habitualmente cartesiano y comedido en sus opiniones, acaba de decir algo tan pueril y fuera de lugar como que "si el PP piensa que tiene al PSOE arrodillado, se equivoca". Evidentemente que el PP tiene al PSOE, no ya de rodillas, sino boca abajo, maniatado, amordazado y a su merced. Jamás a lo largo de su historia se ha visto el PSOE tan humillado, tan vencido y tan debilitado por la derecha y eso ha sido gracias a los conspiradores del ala liberal que decidieron acabar de un plumazo con el rojo y bolivariano Sánchez, gracias a esos que se hacen llamar "los críticos" que no midieron bien las consecuencias que tendría su acción irreflexiva y fatal. Pero parece que en Ferraz, en los últimos días, se ha impuesto la estrategia del avestruz, mirar para otro lado, cerrar los ojos a la evidencia, apelar a las palabras vacías y huecas, recordar los viejos tiempos de esplendor en la hierba y esperar a que escampe la tormenta. Nada de eso evitará que las aguas del socialismo sigan revueltas, ya que los dos sectores enfrentados se han jurado odio eterno. Todos en el partido saben a estas alturas de la película que el daño al partido es irreparable y que la reconciliación entre ambos bandos, a corto y medio plazo, resultará imposible. El golpe de mano contra el líder nombrado por la militancia ha sido demasiado cruento, demasiado violento y humillante, y muchos simpatizantes y votantes se preguntan ahora si esa operación quirúrgica era realmente necesaria por el bien del PSOE o fue orquestada en realidad por el bien de algunos y de sus intereses personales.
Mientras las horas avanzan y cada vez queda menos tiempo para que se agote el plazo constitucional e ir a terceras elecciones, los dirigentes del partido guardan silencio sobre la estrategia que van a seguir en las próximas semanas. Como si el silencio no fuera, en esta situación crítica, tan letal como la cicuta. Unos barones apuestan abiertamente por la abstención para que Rajoy pueda gobernar de una vez, desbloqueando la situación en la que se encuentra el país desde hace casi un año, mientras el ala más progresista y leal a los fundamentos históricos del PSOE, representada por José Antonio Pérez Tapias, cree que el partido no encontrará una salida al callejón en el que se ha metido él solito mientras no mire hacia las fuerzas de izquierda, sobre todo a Podemos, y pacte con ellas una unidad de acción que siga diciéndole a Rajoy aquello de que "no es no". El dilema sigue abierto y la ejecución de Sánchez no ha servido para cerrar filas ni para pactar una línea única de actuación frente a la investidura de Rajoy, pese a que ya ha transcurrido casi una semana desde el dramático comité federal. Todo sigue en el aire, no hay un criterio único respecto a lo que se debe hacer, ni agilidad en la toma de decisiones, ni coincidencia en las medidas que se deben adoptar hoy mismo sin más dilaciones ni delaciones. No hay coherencia, ni cohesión, ni sensación, no ya de partido fuerte dispuesto a acceder al Gobierno, sino de partido preparado para llevar a cabo una mínima labor de oposición al PP. El PSOE, envuelto en una guerra absurda y kafkiana, una riña de patio de colegio entre niños malcriados de familias bien que no han sabido afrontar sus problemas, atajarlos y crecer con madurez, está ahora mismo tan paralizado como el propio país. Ha sido una guerra que no ha hecho sino desangrar al partido un poco más de lo que ya lo estaba. El PSOE ha claudicado de todo y ya solo espera el momento de que alguien le ponga el papel delante para firmar el armisticio total sin concesiones. Es cuestión de días que Rajoy anuncie que irá a terceras elecciones para lograr, esta vez sí, su ansiada mayoría que le permita gobernar. Ya no necesita al PSOE para nada y en los comicios del 18D le dará la puntilla histórica. Pero todavía hay barones nostálgicos que, en su delirio, dicen que el partido se levantará, cicatrizará sus heridas y volverá a ser fuerte, como antaño, como siempre. Vanas ensoñaciones. Aún no se han dado cuenta de dónde se han metido. Ellos y el partido.

Ilustración: L'Avi

LOS MONSTRUOS DE LA TRAMA GURTEL Y ALGUNOS SEÑORES 'BLACK'


(Publicado en Revista Gurb el 7 de octubre de 2016)

Los juicios contra los implicados en el caso Gurtel y el escándalo de las tarjetas black han puesto de manifiesto lo que ya sabíamos todos: que este país ha estado dirigido por la mafia durante demasiado tiempo. Pero lejos de admitir con valentía su culpabilidad, lejos de confesar que se equivocaron, que se perdieron por la senda del latrocinio y la corrupción, los encausados están manteniendo posiciones de defensa aún más bochornosas que los delitos que supuestamente cometieron, tratando de buscar vericuetos y rendijas legales para tumbar la causa que durante años han instruido los magistrados de la Audiencia Nacional. Ver al ex presidente del FMI y todopoderoso ministro de Aznar, Rodrigo Rato, sostener con insolencia, y hasta con chulería, que el dinero que se gastó en asuntos personales formaba parte de sus "gastos de representación", produce vergüenza ajena y sonrojo. Ver a Miguel Blesa, el banquero que se daba la gran vida a costa de los preferentistas y jubilados estafados, alegar con descaro que no tiene dinero para pagarse una asistenta que le limpie su chalé de 800 metros cuadrados, revuelve las tripas de cualquier persona honrada y decente. Los españoles jamás olvidarán a ese tipo execrable del pañuelo dandi anudado al cuello y pelo engominado que viajaba por todo el mundo matando elefantes, leones, osos e hipopótamos solo por puro placer y para completar su museo de horrores.
El juicio por las tarjetas black es el juicio a la cúpula financiera que ha llevado a este país a la bancarrota. En Estados Unidos ya pasaron por el exorcismo de hacer justicia contra todos aquellos que como el magnate Bernard Madoff condujeron al mundo al crack del 2008 mediante el lanzamiento de hipotecas basura y la especulación inmobiliaria y bursátil. El fraude alcanzó los 52.000 millones de dólares, lo que lo convirtió en la mayor estafa llevada a cabo por una sola persona. El 29 de junio de 2009 Madoff fue sentenciado a 150 años de prisión. Aquí, como Spain is different y su administración de Justicia lenta, escasa de recursos y a veces mediatizada políticamente aún más different, hemos tardado otros siete años en sentar en el banquillo a nuestros particulares Madoffs ibéricos. Pero al final, más tarde que pronto, más tortuosa que eficazmente, los jueces y fiscales han hablado y por la Audiencia Nacional empiezan a desfilar estos días los culpables de que España se viera abocada a la Gran Depresión del 2008, que tanto sufrimiento y daño ha ocasionado a millones de españoles. Han sido tantos los implicados en estos dos sumarios que cada mañana, a primera hora, se agolpaban ante el escáner de seguridad de la Audiencia, formando verdaderos atascos, como en los aeropuertos, ante los gritos e insultos de ciudadanos estafados.
Por su parte, tras las primeras sesiones de la vista oral, ha quedado claro que la estrategia de los inculpados en el macrojuicio por la Gurtel será hundir la instrucción por defectos formales. Pero no parece que las coartadas de los abogados vayan a persuadir al juez. Como tampoco convencerán, a buen seguro, las peticiones pueriles de los implicados en la trama corrupta para que se anule el juicio por los defectos de forma más inverosímiles. Los letrados de Alvaro Pérez ‘El Bigotes’, Francisco Correa, Pablo Crespo y otros pretenden convencer a los magistrados de la Audiencia Nacional de que las 17 horas de grabaciones de José Luis Peñas, el testigo protegido que destapó la red de tráfico de influencias y cobro de comisiones, no son válidas en un juicio penal, lo que invalidaría todas las actuaciones. Esa misma táctica la utilizaron hace ya algunos años los gerifaltes del PP valenciano para escaparse del Caso Naseiro. En aquella ocasión tuvieron suerte y lo lograron. Pero los tiempos ya no son los mismos, afortunadamente. Ahora existe abundante jurisprudencia del Tribunal Supremo que admite las grabaciones como prueba de cargo en juicio cuando las obtiene una persona que participa en una conversación directa, cara a cara, con otra. Otra cuestión es que sea un tercero quien intercepte un diálogo privado entre dos interlocutores, algo que sí está prohibido. Tampoco parece que la vía que pretenden abrir los abogados defensores para tumbar la causa porque el juez que la instruyó, Baltasar Garzón, entró en política de lado del PSOE, sea un argumento sostenible. Garzón nunca tuvo relación con los procesados, que es la causa principal de recusación, como ya han sentenciado los tribunales en los diferentes recursos de apelación que se han ido solventando uno tras otro, todos en contra de los sospechosos, durante estos años de instrucción.
No hay acusado que se siente en un banquillo que no haga cualquier cosa para exculparse, mentir, falsear pruebas, echar la culpa a otros, decir que todo es un montaje o una conspiración judeomasónica, y esa es la única y gran estrategia que los procesados intentarán colar para escapar a condenas que pueden llegar a ser históricas. Ninguno puede demostrar que es inocente porque todos participaron en esta gran conjura de necios que fueron los años locos de la burbuja inmobilaria en España. Por eso los vamos a seguir viendo desfilar, uno a uno, por la Audiencia Nacional. Todos con sus trajes impecables y sus cabellos de peluquería cara, todos con sus fachadas de hombres decentes, todos con sus máscaras caídas de grandes personajes de la vida pública. Y por supuesto todos con el miedo metido en el cuerpo, todos con la ansiedad que produce no saber cuántos años tendrán que pasar en la cárcel y hasta con el remordimiento de caer en la cuenta de que mientras el pueblo sufría y pasaba hambre, mientras la gente era desahuciada de sus casas y hasta se suicidaba por ello, mientras millones de familias se quedaban en el paro sin más cobertura que la beneficencia de Cáritas, ellos tiraban a la basura miles de millones de euros en regalos de lujo y coches de alta gama, en mariscadas y angulas, en los mejores vinos y en putas de lujo, en grandes mansiones y en yates infames donde tostaban sus traseros ridículos al sol. Podrán poner todas las excusas judiciales del mundo, podrán tirar de sarcasmo, ironía, insolencia y bravuconería durante sus declaraciones. Pero la verdad solo tiene un camino. La verdad es lo que es y sigue siendo verdad aunque se piense al revés, decía nuestro gran maestro Antonio Machado. En este caso la verdad negra, la verdad black. La cruda realidad de mirarse al espejo y ver cómo, de la noche a la mañana, uno se ha convertido en un monstruo feo y horrible: eso es lo que no pueden soportar. Pero para eso está la Justicia. Para reflejar sus rostros obscenos en el cristal purificante y enseñarles la diferencia entre el bien y el mal.

Ilustración: Jorge Alaminos

EL PEPITO GRILLO DE FERRAZ

(Publicado en Revista Gurb el 7 de octubre de 2016)

José Antonio Pérez Tapias (Sevilla, 1955) se ha convertido en la voz de la conciencia del PSOE en un momento en que el partido corre serio riesgo de escisión y de quedar reducido a un rol intrascendente en la vida política española. Tras el último esperpéntico comité federal, en el que el sector susanista dio un golpe de timón e hizo caer a Pedro Sánchez (una "rebelión conspirativa y antidemocrática apoyada desde fuera por sectores del mundo económico, financiero y por Europa", según Pérez Tapias) este filósofo experto en Teología ha asumido el papel de Pepito Grillo del PSOE y se ha atrevido a decir las verdades del barquero. Por encima de bandos y barones, de familias y camarillas enfrascadas en sus luchas internas, Pérez  Tapias ha decidido hablar y denunciar el daño que algunos están haciendo a un partido con 137 años de historia. "El PSOE no ha hecho una buena interpretación de lo que significa Podemos. Si el partido socialista se ha podemizado, como dice Javier Fernández, ¿dónde están los millones de votantes que se han ido a Podemos? La única salida que le queda al partido es mirar a la izquierda", asegura. Según Pérez Tapias, altavoz de la corriente de opinión Izquierda Socialista y canditado a la Secretaría General que finalmente ganó Sánchez en 2014, el debate en el PSOE debe ir más allá de las caras y los nombres y adentrarse en el terreno de las ideas, de los programas y de las propuestas concretas para volver a conectar con los votantes de izquierda. "Los que dicen que han terminado con Sánchez por el bien del partido se lo pueden ahorrar: la situación ahora es desastrosa", insiste. Para muchos en Ferraz, Pérez Tapias es el Anticristo, un rojo radical, un amigo de los podemitas y un peligro para el PSOE. Aunque quizá lo más probable es que solo sea un hombre de izquierdas.

Entrevista completa en Revista Gurb

lunes, 3 de octubre de 2016

ADIÓS SÁNCHEZ, BIENVENIDO RAJOY


  (Publicado en Revista Gurb el 2 de octubre de 2016)

Pedro Sánchez ya es historia del PSOE. Los últimos días que se han vivido en la sede de Ferraz quedarán como los más vergonzantes y bochornosos de un partido centenario cimentado en nobles principios como la democracia y la lucha por la justicia social. Tras el golpe dado por los 17 críticos y la dimisión forzada del secretario general, el partido sale roto, con heridas que probablemente tardarán años en cerrarse, si es que finalmente se cierran, por mucho que Susana Díaz quiera coser ahora, deprisa y corriendo, lo que ella misma ha descosido. La guerra fratricida entre compañeros de partido ha sido demasiado sangrienta y cruel como para que el PSOE vuelva a recuperar la unidad a corto o medio plazo. Lo primero que cabe decir es que nadie ha ganado esta batalla, sino que todos la han perdido. Bueno, no todos: con la caída de Sánchez cae la última esperanza que quedaba de un Gobierno de izquierdas, lo que sin duda habrá sido motivo de gran alegría para Mariano Rajoy. Quizá Podemos se beneficie con el trasvase de unos cuantos miles de votantes socialistas que atónitos y desencantados ante la cruenta refriega que se ha vivido en el partido en los últimos días decidirán probar suerte en el partido de Pablo Iglesias. Pero probablemente esa subida de la formación morada no será suficiente para desbancar a la derecha del poder.
Tras la dimisión de Sánchez, una gestora se hará cargo del partido, curiosamente una gestora similar a la que dirige el PP de Valencia desarbolado por los casos de corrupción. Los críticos, inspirados por Felipe González (que dio la orden de salida a la conspiración) y secundados por algunos barones, encabezados por Susana Díaz y Ximo Puig, deberán plantearse a partir de ahora si su histérico y descerebrado comportamiento de los últimos días merecía la pena. La cabeza de Sánchez ha costado un precio demasiado elevado: el partido demolido y reducido a la ruina más espantosa, el odio enquistado entre hermanos y familias socialistas, la salida más lógica y digna que le quedaba al partido (la de intentar un Gobierno de izquierdas que superara los años de corrupción, ignominia y recortes del PP) enterrada para siempre. Si lo que querían los díscolos era quitarse de en medio a Sánchez bastaba con que le hubieran presentado una lista alternativa en un Congreso extraordinario e intentar ganarle en buena lid. Hacerlo de manera sosegada, pacífica, civilizada. Pero, lejos de optar por la solución democrática establecida en los estatutos y procedimientos del partido, optaron por la vía cruenta, por dar rienda suelta a los más bajos instintos, por darle matarile, con escarnio y humillación pública, a su secretario general, valiéndose de las peores artes del matonismo callejero. La encerrona no solo tiene que ver con los malos resultados cosechados por el líder socialista en las dos últimas elecciones generales y en los comicios vascos y gallegos, sino que tiene que ver también con las venganzas personales, con las luchas internas de poder y sobre todo con la imposición de una forma de entender el PSOE basada en postulados conservadores en lo social y en lo económico, directrices muy alejadas de lo que fueron los orígenes del PSOE fundado en 1879 por Pablo Iglesias. Los barones hacía años que estaban deseando esto: dar un golpe de timón y cortarle el paso a cualquier socialista que como Sánchez tuviera juveniles pretensiones de iniciar una vuelta a los postulados de izquierdas, refundando el partido y superando el felipismo pragmático instaurado en Suresnes que terminó en la devaluación del socialismo, en la economía neoliberal más propia de la derecha, en Luis Roldán, Mariano Rubio, los fondos reservados y los GAL.
Con la liquidación de Sánchez han ganado los burócratas del partido, el ala conservadora, los tecnócratas, el poder del aparato, los instalados, los barones, los socialistas de sueldos imperiales colocados en el Ibex 35, el felipismo más rancio y trasnochado que debería estar ya felizmente superado. Lo de Felipe González merece un capítulo aparte en toda esta truculenta historia. Queda demostrado que la sombra de un presidente que hace años abandonó la senda del socialismo real, dedicándose a sus negocios, a sus amigos millonarios y a sus yates de lujo, sigue pesando demasiado en el partido. Tanto que es como ese espectro del padre severo que, una vez fallecido, sigue aterrorizando a los inquilinos de la casa. La demostración palpable de que lo que le convenía a la derecha española era la dimisión de Sánchez y su sustitución por una gestora sumisa (que sin duda permitirá con su abstención la investidura del presidente más infame de nuestra democracia, como es Mariano Rajoy) es que anoche, en el plató de la Sexta, los periodistas Francisco Marhuenda y Eduardo Inda se felicitaban y hacían bromas con el final trágico de Pedro Sánchez. Sin duda, ayer fue una jornada triunfal en Génova y no nos extrañaría nada que en el despacho de Rajoy se hubiera brindado con champán. Con la crisis abierta por los críticos susanistas, no solo hemos dejado de hablar del juicio por las tarjetas black y todos los demás procesos que se avecinan contra el Gobierno, sino que ahora el PP parece ser la única salida seria a los problemas de España.
"El PSOE está roto", dijo a última hora de la tarde de ayer José Antonio Pérez Tapias, un socialista de los de siempre que no solo quiere recuperar la dignidad dañada del PSOE, sino los valores tradicionales de la izquierda. Mientras tanto, a las puertas de Ferraz se congregaban unas decenas de militantes que al grito de "fascistas", "no es no" (en alusión a la férrea oposición que Sánchez le ha hecho a Rajoy) y "Susana felipista" mostraban su indignación, por momentos de una forma exagerada, contra los críticos que han protagonizado la usurpación del poder por la fuerza. Lo que le queda ahora al PSOE, pese a lo que digan los discursos de cara a la galería de los corifeos de Susana Díaz apelando a la unidad, parece más que evidente: un puño duro y fuerte y una rosa cada vez más disminuida, una dura travesía en el desierto, las consiguientes purgas internas que se avecinan, un nuevo descalabro electoral al estilo de los partidos socialdemócratas de otros países europeos, la desconexión entre los cuadros dirigentes y buena parte de las bases, que ya no se fían de nada ni de nadie, y una más que probable victoria electoral del PP que, ahora sí, podrá seguir en el poder durante otros veinte años más.

Ilustración: Artsenal

EL SUICIDIO DEL PSOE


(Publicado en Revista Gurb el 1 de octubre de 2016 y en Diario16)

El PSOE, o quizá habría que decir ya los pesoes, porque no solo hay uno, sino muchos, ha decidido suicidarse en la plaza pública en un caso inédito en la historia de España. Una buena mañana, 17 magnicidas que se hacen llamar críticos se levantan con ganas de marcha, esperan a Pedro César a la salida del Senado y lo acuchillan vilmente, sin compasión, con un odio y una furia revanchista que no hubieran mostrado contra su peor enemigo, ni siquiera contra Mariano Rajoy. Ha sido, además de una cosa de locos, además de una chaladura propia de una noche de resacón con tintorro malo, un golpe de Estado en toda regla, un tejerazo inútil, solo que en este caso no era Tejero el artífice sino un mando mucho más chusquero que el famoso picoleto de tricornio y bigote, Felipe González, al que todos daban por muerto y no estaba muerto, estaba de parranda, de yates y de puertas giratorias.
Al alba, con fuerte viento de Levante, Felipe dio el pistoletazo de salida a la asonada y le dijo a Pepa Bueno que se sentía engañado por Pedro Sánchez. Era la señal. Fue abrir la boca el Copito de Nieve del socialismo español, el padrino de la cosa, y los matones enfurecidos se echaron a la calle, en dirección a Ferraz, con espumarajos en la boca, odio en las venas y pistolas en la sobaquera, como en las peores películas de Tarantino. En este golpe, que como todo golpe tiene a idiotas que dan la cara y a cerebros listillos que instigan pero quedan en la sombra detrás de las cortinas, están implicados, ya lo hemos dicho muchas veces, los felipistas rancios de toda la vida, o sea los conservadores del PSOE, más los barones de las taifas, el ala neoliberal, los nostálgicos de Boyeres y Solchagas, el nuevo susanismo de subsidios y paletos, la socialdemocracia de pandereta, los ricos con carné de rojo, los falangistas travestidos de hombres de izquierda y los beatos de misa de doce. Esa casta a la que, con toda la razón del mundo, aunque a veces algo sobreactuado, se viene refiriendo Pablo Iglesias en sus platós, discursos y mítines. Esa gente que ha estado viviendo a la sombra del aparato, entre apolillados estatutos, burocracias estériles, comisiones de garantía, altos cargos paniaguados, sirvientes, pelotas, órganos de nosequé, lenguaje leguleyo y congresos ordinarios llenos de políticos poco extraordinarios. Un montón de tecnócratas con traje y corbata, al fin y al cabo, que durante tantos años han ido dirigiendo al partido hacia la más completa de las ruinas, mientras daban la espalda a la verdad bíblica del socialismo: los principios e ideales, la calle, la gente, los votantes, el pueblo en definitiva.
El colmo del chapucero tejerazo, el esperpento supino que ha dejado a toda España perpleja y sin aliento, ha sido ver cómo Verónica Pérez, una señora bajita y regordeta a la que nadie conocía hasta ese momento (y a los que algunos identifican como la chica de los cafés de la Sultana Díaz) usurpaba el partido al grito de "la única autoridad que existe en el PSOE soy yo, les guste o no". Fueron sus cinco minutos de gloria mediocre a costa de enterrar más de un siglo de historia, más de un siglo de lucha por los derechos de la clase obrera, de sangre, sudor, nobleza y utopías. Y llegados a este punto la pregunta es: ¿pero por qué? ¿Era necesario volarlo todo por los aires tras una noche loca de calenturas, aquelarres y borracheras políticas? ¿Por qué se suicida un partido después de siglo y medio de historia? Quizá por lo mismo que se suicida cualquier persona: por ambición frustrada, por celos, por despechos, por desamores y por delirios desesperados. "Cada suicidio es un sublime poema de melancolía", decía Balzac. Y de eso está muriendo el PSOE, de melancolías tristes, de melancolías pasadas y engañosas. Desde que Felipe, dios creador y dios destructor, levantó ese gran leviatán que se llama PSOE, todo han sido familias y batallas intestinas: marxistas contra socialdemócratas, guerristas contra renovadores, almunistas contra borrellistas, centralistas contra periféricos, catalanistas contra españolistas y en ese plan.
Pedro Sánchez no es culpable de nada porque el pecado original está en los genes fundacionales del PSOE: la traición a los valores de la izquierda por puro pragmatismo, por negocio y porque un señor sevillí con un piquito de oro (que no se oxida con la vejez) antepuso su futuro en el Ibex 35 al futuro de España. La reconversión industrial del felipismo, con hostias de por medio entre obreros y policías en astilleros y altos hornos, vino acompañada de otra reconversión mucho más dura: la de las ideas. Y de aquellos polvos estos lodos. No es que el PSOE se haya desconectado de la sociedad, como dicen algunos lamentándose, es que hace mucho tiempo que no hay ni cable, ni enchufe, ni corriente posible. En este PSOE para ricos no caben los parados de larga duración, ni los chabolistas, ni los jubilatas, ni los desahuciados de sus casas, ni los estafados de Blesa y Rato. Toda esa gente indignada ha tenido que salir por piernas de la casa del pueblo, que soltaba un claro hedor a estafa y mentira, para buscarse la vida en otro partido. Por eso surge Podemos, que está lleno de "hijos abandonados del PSOE", como muy bien ha dicho el señor Borrell. No, Pedro Sánchez no es culpable de los males históricos del PSOE. En esta misma columna le hemos atizado de lo lindo al secretario general porque siempre lo hemos visto como a un bonito maniquí de Corte Inglés con mucha percha y poco Marx. No es precisamente un rojo peligroso, ni un bolivariano podemita, como quieren hacerlo ver sus críticos golpistas. El hombre habrá cometido sus errores, como todo el mundo, pactar con Ciudadanos, huir de la izquierda real, decir sí cuando quería decir no y viceversa, jugar a la ambigüedad calculada, ganar tiempo, y dejarse amedrentar por los barones en la negociación con Podemos. Pero al final ha hecho lo que tenía que hacer por coherencia y principios políticos, ha hecho lo que pide a gritos la militancia, las bases, la gente: no abstenerse a la investidura de Rajoy, evitando que pueda seguir gobernando la camarilla corrupta; decir no a los clanes gurtelianos y púnicos que pudren el país hasta el tuétano; explicarle a don Mariano, principal resposansable de la parálisis del país por no haber dimitido por higiene democrática, que no significa no. Va a morir con las botas puestas, como los grandes, y eso es lo mejor que puede decir un político honrado. Pues muy bien por usted, señor Sánchez, solo por eso se ha ganado nuestros respetos. Y el de las gentes de izquierda. Ahora, marchita la rosa fresca, solo nos queda sentarnos y contemplar la horripilante función, la deflagración total del partido, la riña tumultuaria y el espectáculo tabernario. Cien años ha necesitado el PSOE para cimentarse y un solo día para desguazarse. Y ni siquiera han sabido hacerlo con elegancia. Malditos golpistas.

Ilustración: Igepzio