(Publicado en Revista Gurb el 7 de octubre de 2016)
Los juicios contra los implicados en el
caso Gurtel y el escándalo de las tarjetas black han puesto de
manifiesto lo que ya sabíamos todos: que este país ha estado dirigido
por la mafia durante demasiado tiempo. Pero lejos de admitir con
valentía su culpabilidad, lejos de confesar que se equivocaron, que se
perdieron por la senda del latrocinio y la corrupción, los encausados
están manteniendo posiciones de defensa aún más bochornosas que los
delitos que supuestamente cometieron, tratando de buscar vericuetos y
rendijas legales para tumbar la causa que durante años han instruido los
magistrados de la Audiencia Nacional. Ver al ex presidente del FMI y
todopoderoso ministro de Aznar, Rodrigo Rato, sostener con insolencia, y
hasta con chulería, que el dinero que se gastó en asuntos personales
formaba parte de sus "gastos de representación", produce vergüenza ajena
y sonrojo. Ver a Miguel Blesa, el banquero que se daba la gran vida a
costa de los preferentistas y jubilados estafados, alegar con descaro
que no tiene dinero para pagarse una asistenta que le limpie su chalé de
800 metros cuadrados, revuelve las tripas de cualquier persona honrada y
decente. Los españoles jamás olvidarán a ese tipo execrable del pañuelo
dandi anudado al cuello y pelo engominado que viajaba por todo el mundo
matando elefantes, leones, osos e hipopótamos solo por puro placer y
para completar su museo de horrores.
El juicio por las tarjetas black es el
juicio a la cúpula financiera que ha llevado a este país a la
bancarrota. En Estados Unidos ya pasaron por el exorcismo de hacer
justicia contra todos aquellos que como el magnate Bernard Madoff
condujeron al mundo al crack del 2008 mediante el lanzamiento de
hipotecas basura y la especulación inmobiliaria y bursátil. El fraude
alcanzó los 52.000 millones de dólares, lo que lo convirtió en la mayor
estafa llevada a cabo por una sola persona. El 29 de junio de 2009
Madoff fue sentenciado a 150 años de prisión. Aquí, como Spain is different y su administración de Justicia lenta, escasa de recursos y a veces mediatizada políticamente aún más different,
hemos tardado otros siete años en sentar en el banquillo a nuestros
particulares Madoffs ibéricos. Pero al final, más tarde que pronto, más
tortuosa que eficazmente, los jueces y fiscales han hablado y por la
Audiencia Nacional empiezan a desfilar estos días los culpables de que
España se viera abocada a la Gran Depresión del 2008, que tanto
sufrimiento y daño ha ocasionado a millones de españoles. Han sido
tantos los implicados en estos dos sumarios que cada mañana, a primera
hora, se agolpaban ante el escáner de seguridad de la Audiencia,
formando verdaderos atascos, como en los aeropuertos, ante los gritos e
insultos de ciudadanos estafados.
Por su parte, tras las primeras sesiones
de la vista oral, ha quedado claro que la estrategia de los inculpados
en el macrojuicio por la Gurtel será hundir la instrucción por defectos
formales. Pero no parece que las coartadas de los abogados vayan a
persuadir al juez. Como tampoco convencerán, a buen seguro, las
peticiones pueriles de los implicados en la trama corrupta para que se
anule el juicio por los defectos de forma más inverosímiles. Los
letrados de Alvaro Pérez ‘El Bigotes’, Francisco Correa, Pablo Crespo y
otros pretenden convencer a los magistrados de la Audiencia Nacional de
que las 17 horas de grabaciones de José Luis Peñas, el testigo protegido
que destapó la red de tráfico de influencias y cobro de comisiones, no
son válidas en un juicio penal, lo que invalidaría todas las
actuaciones. Esa misma táctica la utilizaron hace ya algunos años los
gerifaltes del PP valenciano para escaparse del Caso Naseiro. En aquella
ocasión tuvieron suerte y lo lograron. Pero los tiempos ya no son los
mismos, afortunadamente. Ahora existe abundante jurisprudencia del
Tribunal Supremo que admite las grabaciones como prueba de cargo en
juicio cuando las obtiene una persona que participa en una conversación
directa, cara a cara, con otra. Otra cuestión es que sea un tercero
quien intercepte un diálogo privado entre dos interlocutores, algo que
sí está prohibido. Tampoco parece que la vía que pretenden abrir los
abogados defensores para tumbar la causa porque el juez que la instruyó,
Baltasar Garzón, entró en política de lado del PSOE, sea un argumento
sostenible. Garzón nunca tuvo relación con los procesados, que es la
causa principal de recusación, como ya han sentenciado los tribunales en
los diferentes recursos de apelación que se han ido solventando uno
tras otro, todos en contra de los sospechosos, durante estos años de
instrucción.
No hay acusado que se siente en un
banquillo que no haga cualquier cosa para exculparse, mentir, falsear
pruebas, echar la culpa a otros, decir que todo es un montaje o una
conspiración judeomasónica, y esa es la única y gran estrategia que los
procesados intentarán colar para escapar a condenas que pueden llegar a
ser históricas. Ninguno puede demostrar que es inocente porque todos
participaron en esta gran conjura de necios que fueron los años locos de
la burbuja inmobilaria en España. Por eso los vamos a seguir viendo
desfilar, uno a uno, por la Audiencia Nacional. Todos con sus trajes
impecables y sus cabellos de peluquería cara, todos con sus fachadas de
hombres decentes, todos con sus máscaras caídas de grandes personajes de
la vida pública. Y por supuesto todos con el miedo metido en el cuerpo,
todos con la ansiedad que produce no saber cuántos años tendrán que
pasar en la cárcel y hasta con el remordimiento de caer en la cuenta de
que mientras el pueblo sufría y pasaba hambre, mientras la gente era
desahuciada de sus casas y hasta se suicidaba por ello, mientras
millones de familias se quedaban en el paro sin más cobertura que la
beneficencia de Cáritas, ellos tiraban a la basura miles de millones de
euros en regalos de lujo y coches de alta gama, en mariscadas y angulas,
en los mejores vinos y en putas de lujo, en grandes mansiones y en
yates infames donde tostaban sus traseros ridículos al sol. Podrán poner
todas las excusas judiciales del mundo, podrán tirar de sarcasmo,
ironía, insolencia y bravuconería durante sus declaraciones. Pero la
verdad solo tiene un camino. La verdad es lo que es y sigue siendo
verdad aunque se piense al revés, decía nuestro gran maestro Antonio
Machado. En este caso la verdad negra, la verdad black. La cruda
realidad de mirarse al espejo y ver cómo, de la noche a la mañana, uno
se ha convertido en un monstruo feo y horrible: eso es lo que no pueden
soportar. Pero para eso está la Justicia. Para reflejar sus rostros
obscenos en el cristal purificante y enseñarles la diferencia entre el
bien y el mal.
Ilustración: Jorge Alaminos
No hay comentarios:
Publicar un comentario