domingo, 22 de enero de 2017

UN HOMBRE SOLO


 (Publicado en Revista Gurb el 20 de enero de 2017)

Un buen día cayó en la cuenta de que todo a su alrededor era una gran mentira, un inmenso cesto lleno de manzanas podridas, y decidió meterse una grabadora en el bolsillo para cazar a los corruptos. José Luis Peñas, el exconcejal de Majadahonda que desencadenó el terremoto en el Partido Popular al poner al descubierto la red mafiosa Gürtel, no se arrepiente de haber dado ese paso crucial en su vida. "Lo hice porque lo tenía que hacer y volvería a hacerlo", asegura. Sin embargo, nuestra frágil democracia parece que no perdona a aquellos que osan destapar el fango que corre por las alcantarillas del Estado y Peñas se sienta estos días en el banquillo de los acusados de la Audiencia Nacional, como uno más de los implicados en la trama Gürtel. La fiscal pide para él seis años y medio de cárcel. Ese es el precio por haber intentado ser honesto. Ese es el premio por haber tirado de la manta. "Supongo que es un aviso para navegantes, una forma de decirnos que quien denuncia a un partido como el PP la paga. Esto funciona así, pero estoy seguro de que al final voy a salir absuelto". Las grabaciones de Peñas han sacudido los cimientos del Estado español, han arruinado a grandes empresarios que medraban y amasaban fortunas corrompiendo a políticos a golpe de dádivas y sobornos y han puesto de manifiesto que nuestro sistema político estaba corroído de podredumbre. El arrojo de Peñas le ha salido bien caro, ya que desde entonces él y su familia sufren amenazas de muerte y lo que es mucho peor: ha sido condenado a la muerte civil, ya que ningún empresario está dispuesto a darle un trabajo. "Me considero un hombre honrado pero ahora la gente piensa que si he sido capaz de delatar al PP seré conflictivo". Hagamos un viaje al corazón de las tinieblas de la corrupción española de la mano del hombre que tuvo el valor de plantarle cara a Francisco Correa. O lo que es lo mismo: al señor Don Vito, el cabecilla de la mafia Gurtel.

Entrevista completa en Revista Gurb



BÁRCENAS



(Publicado en Diario 16 y en Revista Gurb el 20 de enero de 2017)

Bárcenas, el manso y aplacado Bárcenas que declara esta semana en la Audiencia Nacional, nada tiene que ver con aquel hombre sañudo y colérico que daba titulares a los periodistas con la precisión de un reloj suizo, nunca mejor dicho. Este no es nuestro Bárcenas, nos lo han cambiado. Qué lejos quedan ya aquellos días en los que Luis El Cabrón, o simplemente Luis, entraba y salía de su palacete madrileño, arrogante y ufano, fatuo y sonriente, con la seguridad que le daba la carpeta sobaquera llena de números delictivos y el hecho de saber que tenía cogidos por los cataplines a la plana mayor de Génova 13. Hoy todo eso ha cambiado, nada es lo mismo. Para él ha comenzado el juicio final y la realidad se impone en toda su crudeza. Ya no es hora de exclusivas, ni de jugar a los espías, ni de focos o platós, ni siquiera de peinetas chulescas en aeropuertos internacionales camino de algún paraíso fiscal, pista de esquí o ruta de evasión de capitales.
Ha llegado la hora en que la colonia de un hombre se la juega, como decía el viejo anuncio aquel (la colonia de Bárcenas es el pachuli barato de toda la vida), la hora de explicarse ante un par de fiscalas con los ovarios bien puestos y unos magistrados que no están para bromas ni para perder el tiempo. El banquillo de los acusados y la consiguiente sombra fría de la cárcel afloja muchos esfínteres, remueve muchas conciencias y agita muchos fantasmas y remordimientos, tantos que hasta el tipo más bravo y duro del módulo de preventivos se acaba derrumbando y se vuelve trémulo, taciturno, amnésico. La Audiencia Nacional es la mejor silla de pensar, allí todo hombre se replantea su futuro, y lo que ayer era la escandalosa Caja B del Partido Popular hoy es una simple "contabilidad no oficial", "extracontable", una calderilla que Génova 13 tenía ahí metida, guardada, para los gastos de luz, escalera y comunidad, o por si había que invitar a alguien a un piscolabis en el palco del Bernabéu y poco más. Lo que antes era una firma clara y diáfana del jefe, o sea Mariano, tras trincar el jugoso sobresueldo, hoy es solo un borrón de tinta, una cagarruta de pájaro, una tachadura difusa que no se sabe muy bien lo que es ni de dónde demonios ha salido. Las bravuconadas y alegrías se han terminado, el Leviatán del sistema se impone como un rodillo aplastante y el que se mete con la Famiglia lo paga bien caro, ya lo ha dicho José Luis Peñas, el exconcejal arrepentido que lo grabó todo y destapó la Gurtel mucho antes que Esperanza Aguirre. Peñas acabará pagando el pato, los platos rotos y hasta las costas del proceso. Y si no al tiempo. La democracia es así de injusta: castiga al honrado y premia al corrupto. Es la España que tenemos, la España de la posburbuja inmobiliaria, que ha aniquilado más almas que el hierro cuerpos, parafraseando a Scott Fitzgerald.
De modo que Bárcenas enmudece, Bárcenas calla y otorga, Bárcenas no tira de la manta porque esa manta maloliente, raída y piojosa es la que siempre lo ha tapado todo en nuestro país: la financiación ilegal del partido, las cuentas en Suiza, el cambalache de las puertas giratorias, los papeles de Panamá, las mentiras de la Justicia, los polvos bárbaros del Rey, las comisiones endulzadas con cocaína, los empresarios paganos que sostenían el régimen, el sistema entero, en fin. Si Bárcenas tira de esa frazada todo se va al garete −el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial−, y de Montesquieu no queda en este país ni los calzoncillos. No, ya no es momento de chulerías ni de echarse un farol al póquer con los agentes de la UCO. Ya no es momento de ir por la Castellana sacando pecho ni señalando con el dedo a los compañeros de partido que trincaban o dejaban de trincar. Ha llegado el juicio, la hora de la verdad, el cadalso donde una frase mal dicha, un error, un desbarre o desliz, cuesta cinco años y pico de cárcel. Poca broma. Toca tirar del manual urgente para reos en apuros: el no me consta, a mí no me mire, no me acuerdo, pregúntenle usted a Rajoy, a mí qué me cuenta, toda la culpa es del muerto, o sea Lapuerta, el abuelete senil que tiene un pie más allá que acá. Lo que antes eran unos sobres repletos de dinero negro hoy son unos aguinaldos navideños. Lo que antes eran unas evidentes cuentas del partido en cajas fuerte de Suiza hoy son unos ahorrillos que el pobre tesorero se ha sacado, con su innata habilidad para los negocios, vendiendo figuritas de escayola y cuadros del rastrillo, más algo de calzado deportivo, soja americana, arcilla y unas gafas de sol. Bárcenas es que es como un puesto ambulante con patas. Ser un emprendedor es lo que tiene, que empiezas de mantero y terminas en la lista Forbes.
El tiempo es el peor enemigo de la verdad, el tiempo lo erosiona todo, y los papeles de Bárcenas se han amarilleado y podrido con el tiempo, entre ríos de tinta, tertulias televisivas estériles y retrasos judiciales. A nadie le interesa ya este fulano patilludo con tupé de mafiosillo hortera, mentón prominente y abrigo casposo estilo Chesterfield. Nadie teme ya al amortizado dinosaurio salido del Pleistoceno. Hoy los tiempos han cambiado, todo es distinto, se impone ser práctico, sujetar la lengua, quedar bien con la Fiscalía, el buen rollito con los abogados del partido, un mal apaño mejor que un buen juicio, cerrar cuanto antes este episodio inoportuno y molesto y, si se puede, quitarse de encima unos cuantos años de cárcel, que no vienen mal si uno quiere salir del trullo antes de que el hombre llegue a Marte, allá por el 2030. Bárcenas lo tiene clarinete: pasar página, olvidarse de los papeles que solo traen quebraderos de cabeza, comerse el marrón, esconder la pasta que aún queda en el calcetín y salvar a la fiel esposa, la bella durmiente Rosalía que nada sabía. "Ella no estaba al tanto de mis negocios. Yo le firmaba la declaración de la renta haciendo un churro con su firma", ha dicho el tesorero. Pues eso. Todo un caballero que al final ha sido fuerte. Tal como le pedía el patrón.

Viñeta: El Koko Parrilla

REYES DESTRONADOS

(Publicado en Revista Gurb el 6 de enero de 2017)

Llegan sus majestades de Oriente, tan puntuales y cumplidores como siempre, solo que este año vienen algo más vilipendiados y maltrechos que de costumbre. Para visitar a los niños europeos (los que aún crean en ellos, porque muchos andan ya con el ligue de Facebook y pasan de estas cosas) sus majestades habrán tenido que sortear numerosas trampas y peligros, como el cerco genocida de Al-Asad, los bombazos de ISIS en Turquía, la cabalgata independentista de Puigdemont, la biuti facha de Madrid que controla el desfile para que Carmena no les cuele un rey mago republicano o uno gay, y en ese plan. Quiere decirse que vivimos en un mundo en el que nadie cree en nada ni respeta nada, ni siquiera el cuento maravilloso de los vejetes viajeros de Oriente que antaño simbolizaron la magia de los sueños y que hoy se instrumentaliza como reclamo de consumo fácil, tradición pisoteada y arma política arrojadiza. Cada cual manipula a sus sufridas majestades a su antojo, no ya para sacarles el consabido regalillo, que sería lo lógico, sino para utilizarlas en función de sus propios intereses. Hemos perdido la ilusión y la inocencia definitivamente y hoy en Barcelona no veremos desfilar a Melchor, Gaspar y Baltasar, sino a unos mossos d’esquadra entredudosos y travestidos de Reyes Magos repartiendo, a diestro y siniestro, esteladas y panfletos entre los niños inocentes de las Ramblas y Canaletas. La Navidad, en general, ha quedado para que la Pedroche dé la campanada en Sol con sus translúcidos vestidos de carne exótica, mientras los reyes de Oriente se han convertido en una troika bancaria que marca el día grande del consumismo navideño en el calendario de la pírrica economía española.
Los entrañables magos cada vez se parecen más a ese caduco tripartito parlamentario (PP/PSOE/Ciudadanos) en el que nadie cree y que ha desplegado un cordón sanitario alrededor de los bárbaros y contagiosos podemitas. A Rajoy se le ha puesto toda la cara de un Melchor acabado y decrépito, Rivera ejerce de heredero Gaspar que empieza a controlar al camello y Baltasar debe ser sin duda el enviado socialista que trabaja en negro, a la espera de que llegue el deseado mesías. Antes, cuando éramos niños, los Reyes Magos venían cargados de oro, incienso y mirra, aunque no supiéramos muy bien qué demonios era la mirra, pero nos tragábamos el cuento. Hoy sospechamos y nos tememos con razón que sus majestades de Oriente vienen cargados de tarjetas blacks, de comisiones ilegales y de cuentas en Suiza. La Iglesia, como no renueva ni moderniza su iconografía milenaria, ha visto cómo a los honrados monarcas de Oriente, a punto de la prejubilación, los adelantaban por la derecha los publicistas del Corte Inglés, Bill Gates con sus juguetitos electrónicos que agilipollan al personal y el americanizante y ario Papá Noel. El grueso barbudo lapón fabricado por la Coca Cola es en realidad un infiltrado del capitalismo salvaje, un agente de los Lehman Brothers, que no es un grupo musical, sino la multinacional para la que trabaja ese hombre orondo que al grito irritante de jou jou jou entra por la chimenea para colocarnos una subprime o una hipoteca basura que termina por arruinarnos irremisiblemente. Lo cual que al final medio país se queda a dos velas, sin calefacción y a la intemperie, o sea desahuciado. Papa Noel es racista como Donald Trump, por eso nunca llega a los niños de Alepo, mientras que los Reyes Magos eran más mediterráneos, más mestizos y sureños, más nuestros, y nos hermanaban con los pueblos de Oriente.
Todo ese espíritu se ha pervertido, todo se ha tornado mercantil, sórdido, vacío y oscuro. Nos ciegan los focos de neón de los centros comerciales, nadie cree en otra magia que no sea la magia de Irina Shayk saliendo en ropa interior de una caja con lazo rojo, la magia anestesiante del anuncio de colonia, la magia del dinero, y hasta los culebrones navideños de Harry Potter y marcianitos verdes de Star Wars se ruedan en serie, a granel, pervirtiendo la artesanía del cine solo para que cuatro fulanos de Hollywood puedan dar el pelotazo cinematográfico del siglo. Nosotros, de pequeños, éramos mucho más felices con los juguetes pobres de toda la vida, con aquellos Reyes Magos austeros, inocentes y atrasados, pero todavía auténticos. Peponas tuertas y lloronas, muñecos de cuerda barnizados con pintura mala, trenes eléctricos que siempre se atrancaban en medio de la vía, cándidos patinetes y rudimentarias cámaras de Cinexin que proyectaban en la pared desconchada del comedor, como sombras chinescas, dibujos en blanco y negro del Tío Gilito y el Pato Donald. Pruebe usted a regalarle a un niño de hoy en día una película muda que funciona al tran tran, a golpe de manivela. Se la tirará a la cara sin dudarlo. Todo lo que no sea la videoconsola tonta, el robot terrorífico, el dron ultrarrápido y el Iphone 6 será inmediatamente rechazado por barato y cutre. De ahí para arriba. Pero no nos pongamos apocalípticos. No todo está perdido. Al menos este año sus majestades han llegado a tiempo para atizarle con una buena bolsa de carbón a Federico Trillo, fatuo embajador en London, trilero con esmoquin que jugaba a la ruleta de la muerte con los aviones chatarra y nuestros bravos soldados. Los fantasmas valientes del Yak se han revuelto en sus tumbas y han regresado del Más Allá para montarle un consejo de guerra al señoritingo cartagenero. Los fantasmas siempre vuelven por Navidad, ya lo decía Dickens. Se lo tiene merecido el exministro. Por haber sido un niño malo.

Viñeta: El Koko Parrilla

LAS KELLYS


Dice Beatriz Gimeno, con muy buen tino, que "hacer feminismo es impugnar los privilegios masculinos, impugnar el sistema en su conjunto y, además, ocupar la mitad de todo". Mejor no se puede explicar. Hoy el feminismo es más necesario que nunca. Las "kellys", limpiadoras que han montado un sindicato para defenderse de un sistema que las humilla y las explota, lo saben bien. La "kelly" es la que limpia la habitación del hotel después de que se reúnan los del pelotazo urbanístico, la que barre la mugre de las cloacas del ministerio entre soborno y soborno, la que quita la basura que dejan las malas gentes que van apestando la Tierra, como diría Machado. La española sigue siendo una "kelly", el débil eslabón de una gran sección femenina de "kellys" anónimas aplastadas por ese ultracapitalismo hediondo que nos corroe. Más allá de sorayitas y koplowitzs, más allá de excepcionales triunfadoras, que las hay, España es un país de "kellys", de gobernantas, de mujeres bravas que curran de sol a sol por dos euros la habitación, de madres abnegadas que doblan el espinazo sin rechistar. Mujeres explotadas, sufridas, maltratadas. Por mucho que diga este Gobierno, por mucho que nos venga con la dichosa paridad (maldito palabro), no hemos salido de la cofia mal pagada, ni de la criada servil para atención del señorito, ni de aquello de "las que tenemos que servir", que diría Gracita Morales con su habitual desparpajo. A David Pérez, alcalde de Alcorcón, le da el telele cada vez que oye hablar de feminismo. Pues que se tome la pastillita. Lo de este señor sí que ha sido un alcorconazo y no la goleada del Madrid. Se ha pasado tres pueblos el corregidor, por no decir tres Alcorcones, al tildar a las feministas de "fracasadas, amargadas y rabiosas". Solo le ha faltado desenfundar el crucifijo y empezar una nueva caza de brujas, como hicieron con Rita Maestre, que acaba de ser absuelta de la protesta en la capilla, como no podía ser de otra manera, porque ella de bruja no tiene nada ni va por ahí quemando conventos como en el 36. Un alcalde de los de antes, o sea facha como Pérez, no viene sino a confirmarnos lo que muy bien está diciendo Gimeno: que pese a los avances, necesitamos más feminismo; que España sigue siendo machista; que está todo por hacer en esta guerra secular entre sexos. Aquí hay muchos señores Pérez que no saben demasiado de feminismo porque no han leído Madame Bovary, que fue la primera liberada de la historia. Estos leen el Cásate y sé sumisa y poco más. España es machista por educación, por religión y por historia y a los juzgados llegan 426 agresiones diarias de hombres que pegan a su santa. Con eso está todo dicho. Las mujeres han avanzado desde el 78, pero en el Tribunal Constitucional no llegan ni al 20% de las plazas. Algunas se han sentado en los consejos de administración, otras han entrado en la alta política, pero miles de ellas no salen de "kellys" porque al jefe de la Moncloa, que sigue siendo un señor que piensa en plan antiguo y lee mucho Marca, el feminismo se la trae al pairo. En ocasiones, alguna llega a ministra, como la pinturera Loli Cospedal, que queda muy mona y muy marcial pasando revistilla a la tropa. Solo que al final, como siempre, en el Ejército manda la testosterona, el alto mando macho, porque la guerra siempre ha sido cosa de hombres, como aquel anuncio de licor franquista. La ministra florero se exhibe mientras a la soldada rasa se la pasa el sargento chusquero por la piedra en medio del silencio nocturno y cómplice del cuartel, véase Zaida Cantera. Aquí le prestamos la cartera ministerial a una señora para que la lleve como un ramito de violetas y para que Europa vea que somos muy modernos y civilizados. Sin embargo, la estadística se impone: un 30% menos de sueldo que ellos, más paro, abuso, acoso y chantaje por ser madres. La brecha no es solo salarial, también es física por la mala vida que llevan. Y si no, que se lo pregunten a las "kellys".