viernes, 24 de febrero de 2023

EL SHOW DE VOX

(Publicado en Diario16 el 24 de febrero de 2023)

En España cualquiera puede llegar a presidente del Gobierno. Y no hablamos ya de la inteligencia, la preparación, las cualidades como líder o la formación académica que requiere el puesto. Ni siquiera de si ha escrito tal o cual libro de éxito o sale todos los días en el programa de Ferreras. No. Nos estamos refiriendo a que técnica, constitucionalmente, jurídicamente, no es ni siquiera un requisito imprescindible estar metido en política para terminar en la Moncloa. Es decir, que mañana mismo a Santi Abascal se le ocurre proponer a su cuñado, a su cocinero o chófer (estos de las élites van todos con chef y conductor), o a un amigo de confianza que no tiene ni pajolera idea de nada, y a triunfar.

En efecto, la Ley 50/1997, de 27 de noviembre, que regula el funcionamiento del Ejecutivo, establece en su artículo 11 que “para ser miembro del Gobierno se requiere ser español, mayor de edad, disfrutar de los derechos de sufragio activo y pasivo, así como no estar inhabilitado para ejercer empleo o cargo público por sentencia judicial firme”. Punto pelota. O sea que basta con que no seas extranjero, ni un niño de teta o adolescente o un preso para que te nombren primer ministro. No se exige haber concurrido a unas elecciones con un programa electoral para proponer soluciones a los problemas de tus paisanos; ni pertenecer a un partido político con posibilidades de tocar poder; ni acumular una experiencia mínima en tareas de gobernanza. Nada. Si el candidato ha sido presidente de su comunidad de vecinos alguna vez al menos sería un punto a tener en cuenta, un algo, pero ni eso. La ley es absolutamente laxa a la hora de permitir que un peatonal, un hijo de vecino, uno cualquiera que pasaba por allí, termine dirigiendo los destinos de la nación. Qué menos que exigir que el candidato sea diputado en ejercicio con su credencial en el bolsillo tras ser elegido por el pueblo. Eso podría evitar que un trámite parlamentario tan solemne y trascendental como es una moción de censura, el intento de tumbar un Gobierno legítimamente salido de las urnas, se termine convirtiendo en un espectáculo o show propagandístico, algo en lo que coinciden todas sus señorías salvo las del partido de la extrema derecha que promocionan esta chirigota.

Llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿podría proponer Vox a un mono como candidato a la Presidencia del Gobierno para derrocar a Sánchez, terminar de convertir el Parlamento en una barraca infecta y cargarse la democracia desde dentro? Obviamente, estamos exagerando, pero la hipérbole no deja de albergar cierta enseñanza. La ley no dice expresamente que el aspirante tenga que ser una persona. El Legislador tendría que haber empezado por ahí para ir acotando supuestos, porque luego llegan los ultras, aprovechan cualquier rendija o resquicio legal y nos dinamitan el sistema (ya lo están haciendo con la ley del “solo sí es sí”). Así que siempre que sea un macaco español (los de Gibraltar estarían excluidos por ingleses), en principio no habría problema para sentarlo en un escaño. Seguro que en la formación verde ya están dándole vueltas a la idea. Si un paleto que no sabe hacer la o con un canuto como Donald Trump llegó a lo más alto de la democracia más consolidada, a la cúspide de la nación más poderosa del planeta, qué no podrá ocurrir aquí, en un país pequeño con un Estado de derecho inmaduro que falla más que una escopeta de feria.

Obviamente, no estamos sugiriendo aquí que Ramón Tamames no esté preparado para ser nombrado presidente del Gobierno. Dios nos libre. Nos encontramos, sin duda, ante un economista de gran prestigio, una mente brillante que en su tiempo fue todo un referente de la intelectualidad española, eso que llaman un líder de opinión. Otra cosa es la edad. El hombre lleva años apartado del gimnasio de la política y por lógica y por biología debe haber perdido el músculo (ya veremos si se encuentra en forma el día que Vox lo lance al ruedo para defender la moción de censura contra Sánchez). Lo que decimos, lo que estamos tratando de decir, digo, es que el sistema debería contar con algún tipo de filtro o control para evitar que esto de las mociones de censura pase del cachondeo al descontrol absoluto. O se regula el tema o terminaremos viendo cómo al primero que pasa por la carrera de San Jerónimo, con un palillo en la boca y mirando los recoletos jardines, lo enganchan, le dan una corbata y un micrófono, lo llevan en volandas a las Cortes y lo suben a la tribuna de oradores para dirigir los designios del pueblo español. Nos encaminamos peligrosamente hacia ese modelo libertario que termina convirtiendo la democracia en un juego peligroso. En Sudamérica, por influencia de los Estados Unidos, la tradición permite que cualquiera sea nombrado presidente o incluso jefe del Estado. Milicos golpistas, guerrilleros, narcos, esclavistas del latifundio, caciques de la caña de azúcar, galanes de culebrón, comerciantes de aguacates, embaucadores, novelistas, cualquiera con un poco de suerte y sabiendo estar en el momento oportuno llega al palacio colonial de turno. Nosotros vamos por esa misma senda del modelo yanqui pasado por el filtro latino.

La segunda moción de censura de Vox es una maniobra para degradar aún más las instituciones democráticas. No por la categoría del personaje (el profesor Tamames de hace veinte años podría haber sido un presidente que no hubiese desentonado al lado de otros que han pasado por Moncloa), sino porque huele a gamberrismo político, a fricada y a broma de mal gusto. Abascal le ha cogido el gustillo a esto de presentar mociones de censura para deslegitimar a la izquierda y ya las propone como churros y con cualquier actor que se preste. Hoy es, tristemente, el catedrático Tamames, contra el que no tenemos nada que objetar, pero mañana puede ser cualquiera, un jugador de fútbol, un torero, un boxeador o una cupletista. Un poquito de seriedad no vendría mal para empezar a regenerar nuestra maltrecha democracia.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

RAMÓN TAMAMES


(Publicado en Diario16 el 24 de febrero de 2023)

La moción Tamames está en marcha y, aunque no tiene ninguna posibilidad de prosperar, los diferentes grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados ya estudian la estrategia a seguir para hacer frente a la iniciativa trampa de Vox. Entre las fórmulas que barajan las diferentes fuerzas democráticas está no entrar a debatir con el candidato a la Presidencia para evitar darle más importancia al asunto.

No es mala idea que al viejo profesor le hagan el vacío en el hemiciclo, como aquellos escolares que ya no le hacían caso al maestro cuando empezaba a dar la turra con la tediosa lista de los Reyes Godos. Imagínense la escena: Tamames soltando una lección magistral sobre democracia, separación de poderes, las leyes de la oferta y la demanda y la economía rural en el Bajo Imperio Romano y Sánchez haciéndose las uñas, Echenique engrasando la silla de ruedas con Tres en Uno y Rufián, como buen perico, bebiéndose el Sport y partiéndose la caja con los últimos escándalos del Barçagate. “La extrema derecha no quiere construir, quiere hacer ruido, pero si viene, escucharemos su propuesta y le responderemos”, alega el líder de Esquerra.

Quien mejor ha explicado todo este circo es Ana Oramas, la representante de Coalición Canaria, para quien “alguien tendría que haberle dicho a Tamames que no pase a la historia por este bochorno”. En general, todas las fuerzas políticas se limitarán a ver, oír y callar (aunque solo sea por aquello de que a las personas mayores hay que respetarlas), mientras el erudito autor de Estructura económica de España –aquella obra indispensable por la que pasaron varias generaciones de estudiantes españoles–, representa el papel que el dramaturgo de este sainete, Santi Abascal, ha reservado para él.

El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia, decía George Bernard Shaw, y a Tamames sus señorías van a recibirlo con una buena dosis de silencio, silencio y pitos, como en los toros. Todo lo más le aplaudirán desde los escaños de Vox para que no se encuentre demasiado solo, aunque más de uno lo hará con desgana y a regañadientes, teniendo en cuenta el pasado comunista del eminente intelectual. En el PP tampoco lo recibirán con entusiasmo precisamente. Feijóo ya ha dicho que respeta a Tamames, pero rechaza el “show parlamentario” que se va a montar y aboga por la abstención de su partido, así que poco apoyo va a recibir el profesor de la bancada popular. El jefe de la oposición sabe perfectamente que el dardo de Abascal no va dirigido contra Sánchez, sino contra él, de ahí que haya definido la moción de censura como “un par de tardes con alguien que sabe que no va a ser presidente del Gobierno”.

Pero el tiempo avanza y el otoñal candidato dice sentirse en su salsa con este montaje. “Me rejuvenece, parece que me hubiese estado preparando toda la vida para esto”, asegura ilusionado el nonagenario economista, que está viviendo una segunda juventud política. Quizá sea solo eso lo que ha enganchado a Ramón Tamames, quizá sea eso lo que le ha llevado a dejarse seducir por Vox: la dulce sensación de sentirse joven otra vez. La excitación de volver a verse, si quiera por última vez, en el fragor de la batalla política, en la tensión del duelo retórico, en la ficción de que las manecillas del reloj empiezan a contar al revés hasta devolvernos de nuevo a aquella trepidante época de la Transición donde cada día se escribía una página gloriosa de la historia. El problema es que cuando el doctor suba al estrado no verá aquellas caras de antes, no estará Adolfo Suárez fumándose un cigarro, ni Felipe González con la chaqueta de pana con coderas, ni Fraga gritándole a todo el mundo, ni Carrillo para reprocharle que abandonase traidoramente el PCE. Por no haber no habrá ni picoletos disparando al techo como en un salón del Far West. Todo eso se ha acabado. Hoy ya no queda casi nadie de los de antes y los que hay han cambiado, que dirían los Celtas Cortos. El hemiciclo ha dejado de ser aquel efervescente foro ateniense que era para convertirse en un negociado aburrido, gris, funcionarial, donde se tramitan leyes con faltas de ortografía y ya no se venden cubatas baratos.

El auténtico problema es que Tamames, después de un siglo o más apartado de los ruedos políticos, va a sentirse como un hombre del diecinueve (vestido de frac, sombrero de copa, chaleco corto y zapatos de hebilla) en medio de una fiesta rave. O como un viajero de La máquina del tiempo (la gente está muy equivocada con esa novela de H.G.Wells, el tema no es la ciencia ficción, es la lucha de clases, algo que por lo visto Tamames olvidó hace mucho). O como un dinosaurio traído del pasado al presente, cual película de Spielberg, y más perdido que un pulpo en un garaje. Habrá que vigilar estrechamente a don Ramón, porque el shock espacio-temporal puede ser brutal. No es lo mismo subirse al atril y tener delante al reposado Leopoldo Calvo-Sotelo que a uno de Bildu. No es lo mismo dirigirse a un montón de diputados de la plácida UCD que a la insurrecta Míriam Nogueras, de Junts, que en cualquier momento te suelta un Ho tornarem a fer. Demasiadas emociones fuertes. De repente puede sentirse desubicado, teletransportado, fuera de lugar. Puede darle hasta un vahído, una indisposición, yo qué sé. Para empezar, don Ramón habla un castellano casi del Siglo de Oro. Florido y rico, sí, pero completamente fuera de época. Seguro que no se le va a entender. Ni los que están en la sala ni los españoles.  

Pero nada de eso parece preocuparle al rejuvenecido economista, que dice sentirse como un niño con zapatos nuevos. Para él esto es un como un gran premio a su carrerón, otra batallita para los nietos. Él mismo reconoce que tiene dudas razonables de que la moción de censura salga adelante, pero qué más da eso ya. Se lo va a pasar en grande a costa de la democracia, que permite este tipo de fricadas de barraca de feria y mucho más. Va a sentirse como una vieja gloria del fútbol español en una Liga árabe, solo que sin tanta pasta.

Dos tardes de moción de censura. Dos tardes en las que sus señorías podrían estar hablando y debatiendo sobre cómo solucionar los graves problemas de los españoles y no haciendo el tonto con semejante patochada. A él, que le quiten lo bailao.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

UN AÑO DE GUERRA


(Publicado en Diario16 el 23 de febrero de 2023)

Un año ya de la devastadora guerra en Ucrania que ha puesto al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial. Las cifras oficiales son sobrecogedoras: cien mil soldados ucranianos caídos en el frente de combate y otros tantos rusos; más de treinta mil civiles muertos; quince mil niños secuestrados o deportados; ocho millones de refugiados y desplazados por toda Europa en la mayor diáspora desde la Segunda Guerra Mundial; y 65.000 crímenes contra la humanidad (bombardeos indiscriminados, fosas comunes y cámaras de tortura) que están siendo investigados por la comunidad internacional. Ese rastro de tragedia, odio y sangre es el que deja el delirio imperialista y fanático de Vladímir Vladímirovich Putin.

Hasta que los soldados de Moscú entraron en Ucrania, aquel era un país en el que se vivía relativamente bien, con sus problemas, como en todas partes, pero estable. Hoy es un infierno de bombas, ruina y desolación. Los que se han marchado de sus casas, tras un año de invasión, empiezan a pensar que ya no podrán regresar jamás. Los que han decidido quedarse, conviven cada día con el eco aterrador de las alarmas antiaéreas, la carestía y el miedo a que un misil caiga sobre ellos en cualquier momento. Los ucranianos han demostrado ser un pueblo bravo, resistente, heroico. Cuando comenzó la ocupación nadie daba nada por ellos. El mundo creyó que Kiev caería en cuestión de días, todo lo más semanas. La superioridad militar del gigante ruso era tan abrumadora que la mayoría de los analistas bélicos anticiparon el éxito de la operación planeada por el Kremlin, una guerra relámpago calcada a la que Hitler llevó a cabo en Polonia en 1939.

Hoy la ambición enloquecida de un sátrapa fuera de sus cabales no ha logrado sus propósitos políticos y militares. Los ucranianos resisten gracias a la ayuda militar de los países de la OTAN y el conflicto parece enquistarse en dos frentes atrincherados que rememoran aquella encarnizada contienda de desgaste ocurrida entre 1914 y 1918 durante la Primera Guerra Mundial. Nadie avanza, cada palmo de terreno cuesta decenas de vidas humanas. Los rusos se han hecho fuertes en las regiones separatistas del Este, en el Donbás, y siguen controlando Crimea. Por su parte, los ucranianos mantienen el control sobre el resto del territorio del país (un rosario de ciudades destruidas y abandonadas) y han logrado algunos avances importantes, como la recuperación de la ciudad de Jersón, una victoria simbólica que ha levantado la moral del pueblo machacado y oprimido por las bombas cotidianas de Putin.

“Rusia ha fracasado al subestimar la capacidad de defensa de las fuerzas armadas ucranianas y el valor que le añaden las armas occidentales para conducir con éxito una operación a gran escala”, asegura Félix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano. O dicho con otras palabras: el dictador ruso ya ha perdido una guerra que inició para conquistar un país en una noche y que le ha costado la vida de miles de soldados, enormes pérdidas económicas a causa del gasto bélico y las sanciones económicas de Occidente y un cierto recelo de la ciudadanía, que ve cómo la guerra se alarga y el país se encuentra al borde de la bancarrota. No existen encuestas fiables sobre la popularidad de Putin (estamos ante un autócrata que controla con mano de hierro los medios de comunicación), así que resulta imposible saber en qué medida la opinión pública rusa sigue apoyando a su líder en su aventura imposible.

A día de hoy, lo único cierto es que la guerra va a prolongarse en el tiempo, tal como se desprende del patriotero discurso de Putin ante la Duma. Joe Biden asegura que la OTAN va a defender cada palmo de tierra ucraniano, aunque esa actitud intervencionista puede cambiar con las elecciones que se celebrarán en Estados Unidos el próximo año. La opinión pública norteamericana empieza a sentir cierto hastío por una guerra que ya afecta al ciudadano en su bolsillo. Una hipotética victoria del Trump de turno podría dar un giro copernicano a la situación. Si Ucrania resiste es gracias al apoyo de la Casa Blanca y de Bruselas. La Unión Europea y Estados Unidos acaban de anunciar un plan de 100.000 millones de euros en ayuda financiera, militar y asistencia humanitaria para el país invadido. Pero el presidente ucraniano Zelenski sabe que el tiempo juega en su contra. Si los Leopard y los cazas F-16 no llegan ya, la derrota puede estar más cerca que nunca. Que España done cinco tanques obsoletos y reparados deprisa y corriendo demuestra que Occidente quiere ayudar a Ucrania, pero al mismo tiempo siente pánico a la reacción de Putin, que ya ha dado órdenes de realizar maniobras nucleares y de movilizar a sus submarinos atómicos en el Ártico. La OTAN se encuentra ante una tesitura crucial: si pierde esta guerra, el prestigio y la propia utilidad de la organización atlantista quedará en entredicho. Mientras tanto, la crisis energética mundial originada por el cierre del grifo del gas ruso apremia. Todos pierden con esta conflagración, no solo los oligarcas de Moscú, también las grandes multinacionales de Wall Street, pero nadie está dispuesto a ceder. La imagen de esos dos gorilas que se observan dándose puñetazos en el pecho, evitando atacarse, resume como ninguna otra la actual situación.    

Ucrania es una herida abierta para la humanidad que nos devuelve a los peores tiempos de la Guerra Fría. Los dos bloques que reconfiguran el nuevo orden mundial están perfectamente alineados: Occidente junto a la víctima ocupada y aniquilada; los países iliberales, autocráticos, fundamentalistas o antidemocráticos como China, Irán, Pakistán o la India al lado de Rusia. Y todo ello con el retorno al pánico nuclear como telón de fondo. Las televisiones, conscientes de que el miedo da audiencia, emiten constantes reportajes sobre el arsenal atómico de uno y otro adversario. Nos están preparando para la extinción final.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL RETORNO DE CASADO

(Publicado en Diario16 el 23 de febrero de 2023)

Pablo Casado quiere volver a la primera línea de la política. Ayer, Núñez Feijóo comía con el defenestrado exlíder popular, aunque apenas ha trascendido nada de esa reunión privada. No obstante, llama la atención que el encuentro se haya producido al cumplirse justo un año de la cruenta operación con la que los barones (más bien los duros del sector ayusista) descabalgaron al que entonces era máximo dirigente del Partido Popular. Un aniversario fatal que Casado lleva apuntado en su libreta negra con la esperanza de poder ajustar cuentas algún día.  

A falta de datos concretos, podemos especular con lo que han hablado uno y otro. Por descontado, uno de los temas principales para la sobremesa y los cafés habrá sido, sin duda, Isabel Díaz Ayuso. Si ambos tienen algo en común, para bien o para mal, es la diva de Chamberí. La presidenta madrileña le hizo la gaita a Casado y se la está haciendo ahora a Feijóo al querer puentearlo para postularse como futura lideresa nacional y disputarle el poder a Pedro Sánchez. Ahí tiene mucho que contarle el más joven al más veterano. Tanto como para escribir una novela. “No te fíes de ella, Alberto, lleva el demonio dentro, te lo digo de buena tinta”, le habrá dicho, quizá, el palentino al vigente presidente. “No te preocupes, Pablo, la tengo controlada, o eso creo”, habrá respondido el orensano algo dubitativo.

Cabe pensar que a lo largo de la conversación, discreta, cordial y apartada en un rincón del restaurante, en algún momento habrá salido a relucir el nombre de Begoña Villacís, que hace solo unos días pedía su ingreso en el PP cuando Ayuso le dio con la puerta en las narices con un “o ella o yo” o un “por encima de mi cadáver”. “Ya ves cómo se las gasta, Pablo, hay que andarse con mucho cuidado con esta mujer”, habrá dicho Feijóo. “Qué me vas a contar a mí…”, habrá suspirado un resignado Pablo. El boicot a Villacís es un aviso a todo aquel que quiera entrar por la puerta de atrás para hacerle la competencia a la jefa del ejecutivo regional madrileño.

Es lógico pensar que Ayuso habrá ocupado la mayor parte de la comida entre ambos personajes trascendentales en la historia contemporánea de la derecha española. Mientras el relevado y el relevo hablaban de las encuestas, de las expectativas de voto para los próximos comicios, del fuerte empuje de Vox (que no se desinfla) y de la preocupación comprensible por los últimos juicios por casos de corrupción del PP como la trama Gürtel, un incendio inagotable que no para de lanzar llamaradas, la presencia fantasmagórica de Ayuso habrá planeado sobre los dos comensales durante las dos horas y pico de almuerzo. ¿Qué hacemos con ella?, se habrán preguntando encogiéndose de hombros mientras daban buena cuenta de la lubina o el entrecot (un suponer, el menú también se ha mantenido en secreto, como el contenido de la importante conversación). Entre plato y plato, Pablo Casado le habrá dicho a su interlocutor que estuvo muy bien en su última comparecencia en el Senado, donde Feijóo, tras afearle la ley trans al Gobierno, exigió a Sánchez que “deje ya de molestar a la gente de bien” y que “deje ya de meterse en las vidas de los demás”. En ese punto, Casado le habrá dado unas palmaditas en la espalda al jefe acompañadas de un “has estado genial, Alberto, ni yo en mis mejores tiempos trumpistas lo hubiese dicho mejor”.

Acto seguido, el depuesto dirigente popular habrá transmitido al actual patrón su amargo descontento por cómo le está tratando la directiva del partido, que ha querido borrarlo del mapa de un plumazo, como si no existiera, y hasta ha descolgado sus fotos de las paredes de Génova en una cruel damnatio memoriae. Casado y su entorno han filtrado que él no se merece ese trato vejatorio, ese olvido que es poco menos que una cadena perpetua, ya que a fin de cuentas, cuando denunció el nepotismo de Ayuso con el caso mascarillas en aquel histórico programa de Carlos Herrera –donde dijo aquello de que “la cuestión es si cuando morían 700 personas al día se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros”– solo estaba pensando en lo mejor para el PP. Casado cree que no se merece la violenta vendetta que ha sufrido y ahora quiere una compensación, un algo, que se repare el daño a su imagen y si puede ser que se le permita dejarse ver de nuevo por algún acto del partido. A fin de cuentas, no es mucho pedir.

Sin embargo, fuentes del PP niegan que durante la comida se haya debatido nada que tenga que ver con el aniversario del sangriento golpe ayusista y aseguran que ambos han hablado de cosas triviales y personales, de la familia, del tiempo, de cosas así, no de la posibilidad de que el cesado Casado vuelva a la primera línea de la política con algún carguete ahora que las próximas elecciones se avecinan. Si al moderado Borja Sémper se le ha rescatado del olvido dándole un buen puesto, si hasta un excomunista como Ramón Tamames tiene cabida en Vox, ¿cómo no se le va a perdonar a él aquel día nefasto en que se le fue la cabeza apenas un minuto para denunciar en la radio la corrupción interna del PP?

No sabemos si Pablo Casado entra en la polémica categoría de “gente de bien” que baraja Feijóo. El caso es que todo apunta a que al actual dirigente popular no le interesa que su predecesor vuelva a pulular por los pasillos y despachos de Génova, ya que eso avivaría la llama de la discordia, las rencillas y la división. El PP salió partido en dos de aquel trance ocurrido hace ahora un año y el gallego, un hombre conservador que jamás arriesga nada, no quiere sustos a pocos meses para las elecciones. De hecho, la dirección popular ya ha filtrado que por el momento no rehabilitará al decapitado, que sigue paseándose por los pasillos de la sede, pidiendo clemencia y con su cabeza bajo el brazo, como el gran Macbeth de la política española.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL FANÁTICO RELIGIOSO

(Publicado en Diario16 el 22 de febrero de 2023)

El último discurso sobre el estado de la nación de Vladímir Putin ante la Duma nos deja no solo el retrato de un hombre embriagado de poder absoluto, sino también la imagen más clara y diáfana del fanático religioso, del meapilas, del gazmoño que se escuda en la Iglesia ortodoxa para lanzar su vómito antisistema contra Occidente. Ya sabíamos que se creía el nuevo zar de todas las Rusias; ahora también sabemos que se cree el mismísimo Dios.

Pueden ir tomando buena nota todos aquellos ingenuos nostálgicos de los viejos tiempos de la Unión Soviética que en algún momento creyeron ver en Putin la viva reencarnación de Lenin. Escuchándolo hablar ya no queda ninguna duda de que en lo ideológico está más cerca de los postulados de la extrema derecha internacional que del comunismo clásico. ¿Acaso no fue Marx quien dijo aquello de que la religión es el opio del pueblo? Pues este personaje va de grifa ortodoxa hasta las cejas. Si pasamos por alto la parte política y militar de su intervención –sus ataques a los aliados de la OTAN, su descaro a la hora de pasar de puntillas por las últimas novedades sobre la invasión de Ucrania (no pudo dar cuenta de ningún gran éxito militar, tiene todos los frentes estancados) y su verborrea imperialista rusa–, lo que nos queda es el discurso hipócrita de un puritano homófobo que va predicando virtudes cuando él, en la intimidad, seguramente se da a todos los vicios como el gran multimillonario que es. Típico de dictador fascista.

Ver a ese señor acusando a Occidente de corromper a la juventud y a la familia tradicional, de practicar la pedofilia como “estilo de vida” y de fomentar la homosexualidad provoca el mayor de los sonrojos por lo que tiene de burdo intento de manipulación de la realidad de su país. Por lo visto en Rusia no hay mafiosos traficantes ni muchachos drogadictos (pasa por alto que hace unos años el propio Kremlin tuvo que legalizar la metadona para frenar la epidemia de toxicómanos con sida enganchados a la heroína afgana); tampoco hay gais o bisexuales (en realidad claro que existen, y muchos, lo que pasa es que están metidos en el armario para que no los envíen a Siberia); y en cuanto a eso de que en la Iglesia rusa no rige la pederastia habría que verlo: ningún juez o fiscal en su sano juicio se atrevería a abrir una investigación en las sacristías del patriarca Cirilo, uno de los pilares fundamentales en los que se asienta la nacionalortodoxia putinesca. El líder ruso incluso se permite tirar de pasajes de la Biblia y de las escrituras sagradas para arremeter contra la supuesta “decadencia de Occidente”, que le molesta mucho pese a que aquí no hay más decadente que él, que se comporta como un sátrapa de la Antigüedad, un tirano que envía a una guerra absurda a su pueblo, un carnicero que bombardea edificios civiles, guarderías y hospitales allá donde puede. Mucho alegato religioso sobre la catástrofe moral que se avecina, pero a la hora de la verdad misilazo indiscriminado al canto, fosa común rebosante de inocentes, secuestro de niños ucranianos huérfanos y paredón, tal cual hacían los grandes genocidas del siglo XX. No se puede ser más criminal. Este tipo se merece un consejo de guerra o un Núremberg en toda regla que a buen seguro no tendrá porque como buen matón atómico se guarda el as de bastos nuclear debajo de la manga, donde también esconde los millones de rublos que le inyectan sus oligarcas, esos mismos a los que ha pedido que se controlen un poco a la hora de posar obscenamente en el lujoso yate mientras los jóvenes rusos sacrifican su sangre sin ningún motivo ni causa que lo justifique.

Todo el sermón mojigato que el exespía del KGB ha escupido ante los legisladores de la Duma nos sonó como algo muy próximo y cercano a los españoles, ya que estuvimos escuchando esas mismas palabras durante cuarenta años de represión franquista. Pero también porque el fascismo retorna con fuerza y cada día tenemos que tragarnos unas cuantas homilías de los nuevos monaguillos ultras que andan por ahí coaccionando a la mujer para que no aborte, acosando menas y metiéndose en nuestras alcobas para ver si tenemos el crucifijo debidamente colgado en la pared o somos poliamorosos, binarios o múltiples sexuales. “Me gustaría decirlo: que miren los escritos científicos, en todos ponen que una familia tradicional es una unión entre un hombre y una mujer. Pero incluso estos textos santos los ponen en duda”, sentenció, al tiempo que criticó a los teólogos occidentales que entienden a Dios como un ser “neutro”, esto es, asexuado (para él debe ser sin duda un macho alfa que cual cosaco cabalga a pecho descubierto sobre un brioso corcel). Con semejantes mitos delirantes en la cabeza, no sorprende que su referente ideológico sea Piotr Stolypin, un siniestro tipo que fue ministro del Interior del zar Nicolás II y que pasó a la historia por someter al pueblo a sangre y fuego. Revelador. Cualquiera que sepa algo de historia de Rusia ha oído hablar de las “corbatas de Stolypin”, que sirvieron para ahorcar a más de mil bolcheviques, socialistas y anarquistas. Normal que el personaje sufriera hasta diez atentados en vida. Al undécimo, un revolucionario se lo quitó de en medio de dos tiros en el pecho.

Más allá del truco manido de fabricar un enemigo común donde no lo hay (la OTAN nunca tuvo ninguna intención de atacar Rusia, uno de los mantras favoritos con los que el líder ruso pretende motivar el espíritu nacionalista de sus ciudadanos), el Putin que más miedo da es el Putin ultrarreligioso que sermonea a sus diputados mientras el pope Cirilo, en primera fila y ataviado con el lujoso oropel bizantino, sonríe mefistofélicamente con las manos entrelazadas sobre el barrigón. No había más que echar un vistazo a los cientos de asistentes que le escuchaban y aplaudían con fervor, como un solo hombre, para entender que aquí no hay más nazi que él. El auditorio era un auténtico funeral: unos bostezaban y echaban una cabezadita ante el tostón que les caía encima; otros se agazapaban en la silla y clavaban los ojos en el suelo o el techo con auténtico terror, no fuese que el amado líder cruzara una mirada felina con ellos. Ya se sabe que en una dictadura lo mejor es pasar desapercibido. O sea que el loco no se fije en uno para poder vivir un poco más.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LOS HOMBRES DE NEGRO

(Publicado en Diario16 el 22 de febrero de 2023)

Vuelven los “hombres de negro” para inspeccionar si en España se están gastando correctamente los 140.000 millones en fondos europeos de recuperación Next Generation. Bruselas quiere saber a qué se destina cada céntimo y qué mecanismos de control se han puesto en marcha para atajar el fraude (que con tanta pasta circulando alegremente de acá para allá seguro que lo habrá). Hasta ahí nada que objetar. La corrupción hay que controlarla siempre en origen, es decir, con prevención y fiscalización para que aquellos que tengan la tentación de meter la mano en el cazo al final no se atrevan y desistan. Audítese lo que haya que auditar, mírese lo que haya que mirar y denúnciese lo que haya que denunciar.

Sin embargo, hay cosas extrañas en esa comisión que llega de la Europa opulenta para ponerle la lupa a los libros de contabilidad de esos morenos fenicios del sur siempre proclives a la comisión bajo manga, al dinero fácil y al pelotazo rápido. La primera es el propio perfil de la mujer elegida como presidenta para encabezar la delegación, una tal Monika Hohlmeier salpicada por escándalos de corrupción, acusaciones de compra de votos, amenazas a compañeros de partido y atropello con fuga, según El Plural. Con ese currículum, lo único que se puede decir es que los fondos europeos estarían más seguros en manos de Al Capone. Y la segunda cuestión rara o chocante es que entre los inspectores que acompañan a la chairwoman se encuentra, tachán tachán, el dirigente voxista Jorge Buxadé, que se apunta a un bombardeo y que, por lo visto, se ha colado en la misión a última hora.

Que haya políticos en lugar de árbitros independientes en una comisión fiscalizadora ya da que pensar que esto es una broma, pero si encima colocan entre los inspectores a un hombre de Vox apaga y vámonos. Mucho cordón sanitario a los ultras y a la hora de la verdad ponen a los lobos a cuidar de las gallinas. Ya sabemos que la extrema derecha está en democracia para reventar el sistema desde dentro, así que no esperemos un dictamen imparcial y fiable de esta visita intempestiva. Más bien deberíamos estar preparados para un aluvión de bulos convenientemente difundidos a través de las redes sociales por el ejército de bots de Santi Abascal. Seguro que el bueno de Buxadé ya tiene un plan para sacar tajada política de esto. Va a levantar acta de chiringuitos socialcomunistas en todas partes. Va a ver graves discriminaciones contra el lobby taurino y de la caza, así como ayudas intolerables para los menas, en cada papel que refleje las inversiones proyectadas por el Estado. Ya ha empezado a poner en marcha la máquina del fango: “Destinan fondos europeos para invertir en centros de ‘refugiados’. La transformación de la economía española que quieren los progres”, escribe en un tuit. Y este es el juez independiente que debe auditar los dineros. Surrealista.

De momento, el Gobierno asegura que “se muestra muy seguro de su gestión”, así que no tiene miedo de que le pillen en nada raro. “Ya hemos mandado mucha información. Es normal que se revise a España, porque tenemos una inversión importante y somos los primeros, básicamente como conejillos de indias”, dice Nadia Calviño. No debería estar tan tranquila la señora vicepresidenta. Más que nada porque un infiltrado de la extrema derecha en algo tan sensible como una comisión europea es como para echarse a temblar (los ultras son por definición euroescépticos, autárquicos, no creen en Europa y están en el Europarlamento para montar follón, enredar, recuperar la soberanía española y volver a la peseta en cuanto se pueda). Y luego porque el único objetivo de Vox es cargarse a Sánchez a toda costa, sea como sea y con cualquier excusa. Un pastel de ayudas europeas tan suculento puede ser el argumento perfecto para montar el pollo, acusar a los socialistas de manirrotos, especuladores y trincones y cuestionar las instituciones democráticas. Así que aquí va a haber lío y bronca seguro.

El grupo de supervisores europeos tiene previsto reunirse con los agraciados que van a recibir el maná de Bruselas, desde consejeros de los gobiernos autonómicos hasta sindicatos y empresarios, pasando por banqueros, organizaciones industriales sectoriales, asociaciones de autónomos, consultorías y representantes del sector automoción, transportistas y camioneros, además de una selección de periodistas (dicen que de investigación) que habitualmente cubren información económica. En principio, no consta que vaya a haber reuniones con las kellys, ni con los médicos y enfermeras que estos días pelean en la calle contra las privatizaciones de Ayuso, ni con ecologistas, oenegés de inmigrantes, parados, jóvenes sin futuro, asociaciones de vecinos, colectivos de discapacitados, investigadores, científicos o gentes de la cultura, así que tenemos que concluir que, desgraciadamente, todo apunta a que esto de los fondos europeos va a terminar en un ellos se lo guisan y ellos se lo comen. La cosa va a decidirse en las altas esferas, entre políticos y empresarios de postín, como siempre, no entre la ciudadanía de a pie que peor lo ha pasado en esta crisis y que tendría todo el derecho del mundo a que le llegara algún chorreo de ese manguerazo presupuestario europeo.

Los “hombres de negro” (llamémoslos así por comodidad y gancho periodístico, ya sabemos que también hay mujeres en el séquito) van a relacionarse con las élites mientras que el pueblo llano se enterará por la prensa, una vez más, de lo que se cueza por allí arriba (y quizá ni eso). Mucho nos tememos que esta visita incómoda de los enviados de Bruselas va a servir para que Buxadé –un hombre de luto más que un hombre de negro por lo funesto que puede llegar a ser para nuestra democracia–, monte alguna movida. Si Calviño dice que lo tiene todo controlado y que no van a pillar al Gobierno en nada irregular será así. Pero que no le dé la espalda a ese agente doble verde que no va a acudir a las reuniones para velar por que el dinero público llegue a quienes lo necesitan de verdad sino para fabricar alguno de esos montajes y falsos escándalos a los que, lamentablemente, Vox nos tiene tan acostumbrados. 

Viñeta: Iñaki y Frenchy

SÁNCHEZ Y LA CHAPUZA NACIONAL

(Publicado en Diario16 el 21 de febrero de 2023)

El Gobierno aprueba hoy el decreto que mejora las becas estudiantiles para el próximo curso. Más de 2.500 millones de euros de los que se beneficiarán un millón de alumnos, lo cual no está nada mal. Toda inversión educativa debe ser bien recibida (y más tras el descosido que Rajoy le hizo al sistema educativo con sus recortes en tiempos de crisis), de modo que aquí Sánchez se apunta un tanto. El presidente necesita sacarse conejos de la chistera para volver a enganchar a los españoles en vista de que el Gobierno no atraviesa precisamente por sus mejores momentos. La sombra de la chapuza se cierne sobre la coalición. Chapuza en la redacción de la ley del “solo sí es sí”, que iba para gran conquista social de la democracia y ha quedado oscurecida por el escándalo de los beneficios penitenciarios a violadores y pederastas. Chapuza en el asunto de los trenes del Cantábrico que no caben por los túneles (un inmenso escándalo de incompetencia funcionarial y ministerial que ya ha costado la cabeza de dos altos cargos). Y chapuza en la Ley de la Infancia (en un párrafo se explica que la prescripción de los delitos contra los menores empezará a contar cuando la víctima cumpla los 18 años y a renglón seguido se dice que a partir de los 35). ¿Cuál será el siguiente despropósito?

La democracia empieza por una impecable ortografía. Tanta errata en los textos, tanto fallo en las matemáticas ministeriales, nos lleva a preguntarnos qué clase de expertos juristas están redactando nuestras leyes y qué tipo de ingenieros de caminos están diseñando los proyectos más ambiciosos para nuestras infraestructuras, como esa flotilla de trenes de Cercanías que quedan atascados en cuanto pasan por las galerías y pasajes de las cordilleras cantábricas para berrinche de Miguel Ángel Revilla. Un buen Gobierno necesita de políticos inteligentes, valientes, honestos y comprometidos con la sociedad a la que sirven. Pero también debe nutrirse de buenos profesionales en lo suyo. No basta una ministra lanzada dispuesta a revolucionar España con su feminismo combativo e irrenunciable si después sus ideas no saben plasmarse, con buena letra y redacción impecable, en una ley sólida y sin rendijas por las que puedan escaparse los depredadores sexuales justamente encarcelados. La teoría sin práctica no sirve de nada y viceversa. De ahí la importancia de elegir a buenos ministros y de acompañarlos de funcionarios competentes.  

El Gobierno de Rajoy cayó por la corrupción. Sería triste que este Consejo de Ministros, que ha tratado de avanzar con éxito en las reformas sociales, laborales y económicas que necesita el país, fuese derrocado por el peor de los vicios de la política: la incompetencia. Esperemos que aquella coalición fundada por Pedro y Pablo en la era final del bipartidismo no pase a la historia con más pena que gloria, por no saber leer y escribir, por no saber sumar, restar, multiplicar y dividir, o sea las cuatro reglas que siempre se han enseñado en las escuelas y que ahora, por influjo de las nuevas teorías psicopedagógicas, de la inteligencia artificial que atonta la inteligencia humana y otras moderneces han sido aparcadas por antiguas. Es el desierto que avanza, ya lo dijo Nietzsche.

Este país necesita gobiernos con buenos juristas e ingenieros, con preparados médicos que sepan luchar contra las pandemias y diplomáticos que impidan la Tercera Guerra Mundial (Borrell, con su ardor guerrero y sus ganas de meter cazas y tanques en Ucrania, no estaría entre los elegidos). Sobran asesores desfaenados y ociosos y faltan profesionales currantes de verdad; sobran amanuenses y notarios ministeriales que hacen solo lo que les ordena el jefe de turno y faltan mentes brillantes, ingeniosas, talentosas, así que no estaría de más que Sánchez guardara un pico de esas becas estudiantiles tan necesarias y legítimas y las dedicara a reciclar a sus equipos ministeriales con unos cuantos cursillos y másteres en ciencias y letras elementales.

Hace tiempo que nuestro sistema educativo hace aguas por todas partes. Rajoy, con sus recortes criminales, colgó el certificado de defunción en la puerta de nuestra escuela pública al igual que Ayuso firma hoy el epitafio de nuestra Sanidad pública, hasta hace poco orgullo patrio. A pocos meses para las elecciones, mientras el barco gubernamental hace aguas por unos marineros entusiastas pero inexpertos, a Sánchez le han entrado las prisas y se ha propuesto vender ilusión, futuro, más izquierda y políticas para la gente. Se trata de ofrecer buenas gangas de última hora, ofertas a precio de saldo, y ya solo falta que el premier socialista nos venga con el cheque de doscientos euros para ir haciendo boca antes de la gran fiesta de la democracia. En ese escenario se enmarcan medidas vendidas a bombo y platillo como la nueva subida del salario mínimo interprofesional (80 euros más que no sacarán a ninguna familia de la pobreza), el enésimo intento del ministro Planas por controlar la inflación en los supermercados (inútil, los piratas de la alimentación tienen la sartén por el mango y le atracan a uno a punta de pistola cada vez que va a comprar un bistec o una rodaja de merluza) y este nuevo plan de becas para los estudiantes, que sin duda hay que alabar por lo que tiene de intento de acabar con la desigualdad en institutos y universidades y de equiparación de oportunidades entre hijos de ricos e hijos de pobres, pero que se antoja un mero parche a la maltrecha situación de la Educación pública española. Al igual que la Sanidad, nuestro sistema educativo reclama más, mucha más inversión en PIB. Menos misiles y más lápices. 

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LOS TRENES ERRÓNEOS

(Publicado en Diario16 el 21 de febrero de 2023)

De un tiempo a esta parte, sobre todo tras la llegada de la posmodernidad, se ha instalado una forma de trabajar calamitosa, desmañada, inepta. Todo se hace deprisa y corriendo, de mala gana, sin un mínimo de profesionalidad. Ya no hay zapateros como los de antes, ni fontaneros, ni electricistas. Se impone el trabajo mal hecho. Cuando un país diseña trenes más grandes que los túneles por los que han de circular es que algo no funciona bien. ¿Qué ha ocurrido? ¿Desidia funcionarial, incompetencia, demasiada burocracia, un mal endémico español que no se logra extirpar desde los tiempos del Vuelva usted mañana de Larra? Probablemente una mezcla de todo ello y de algunas cosas más.

Miguel Ángel Revilla dice que tal “chapuza” no la había visto “en 40 años” en política mientras que el presidente asturiano, Adrián Barbón, reconoce el “cabreo” de sus paisanos ante lo kafkiano de la situación. De momento, el Gobierno ha tomado cartas en el asunto (Sánchez dice que se ha “dejado la piel” para solucionar el problema y “depurar responsabilidades”) y ya se han producido las primeras dimisiones higiénicas: el presidente de Renfe, Isaías Táboas, y la secretaria de Estado de Transportes, Isabel Pardo de Vera, han sido los primeros en caer. Pero seguro que habrá más cabezas cortadas en los próximos días para compensar tamaño desaguisado. Cabezas que no saben sumar dos más dos. Cabezas que no son capaces de manejar un compás y un cartabón ni de hacer pasar un tren por un túnel. Ingenieros peleados con las matemáticas más elementales. No estaría de más que alguien de arriba, en el ministerio o por ahí, se planteara también volverse para su pueblo. Y si es en tren mucho mejor. Para que sepa cómo están las infraestructuras en algunas regiones de este país. Por si no lo sabe la ministra Raquel Sánchez, en Extremadura los ferrocarriles siguen funcionando al tran tran, como aquellos trenes de la bruja de las ferias de nuestra infancia. Exasperantemente lentos, acumulando retrasos infinitos. Poniendo a prueba la teoría de la relatividad de Einstein (por aquellas latitudes el tiempo y el espacio funcionan de otra manera al resto del mundo civilizado, se dilatan y se agrandan de manera que los viajeros nunca llegan a sus destinos). ¿Y qué me dicen ustedes del AVE a Murcia? Tardó décadas en llegar (hasta hace no tanto las traviesas de madera eran del siglo XIX). De las líneas ferroviarias del norte qué más podemos decir: hace tiempo que están abandonadas mientras asturianos y cántabros han demostrado una paciencia budista pese a que veían cómo las inversiones y presupuestos siempre volaban a las grandes ciudades y a los nacionalismos periféricos. Y ahora esta broma de que los trenes no caben por los túneles. Ha vuelto la España del burrotaxi, de Mortadelo y Filemón, o mejor, de Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio.

Medir algo no es cosa menor, como diría Rajoy. Hay que tener un buen metro, vista agudizada, pulso y habilidad para calcular. Hay que poner un mínimo de cariño y atención porque, si no se hace bien, luego el armario no entra en el ascensor, que es lo que les ha ocurrido a los técnicos de Renfe o quizá de ADIF, quién sabe, hay tantos organismos dispersos que uno ya no sabe quién es quién ni a qué se dedica cada cual. Cabe preguntarse qué hacían los equipos técnicos encargados de realizar las mediciones cuando iban al norte a ejecutar el proyecto. Es verdad que aquellas tierras tienen algo especial y todo el que para por allí acaba seducido por el festín visual, por las altas montañas, los verdes prados que siempre huelen a hierba fresca, los acantilados bravíos y espumosos, la sidra, la fabada, las anchoas, el cocido montañés y el arroz con leche. Es difícil sustraerse a placeres tan suculentos. Pero entre plato y plato siempre debe haber tiempo para hacer una medición al milímetro, exacta, cuadrada. Qué menos. Pues no.  

El Estado se ha diversificado tanto, se ha troceado tanto en entes privados y públicos, gestores, contratas, subcontratas, delegaciones autonómicas, departamentos, filiales y consorcios, todo ese formidable laberinto administrativo, que aquí ya nadie sabe quién es competente para cada cosa y qué se lleva entre manos. El Leviatán estatal se ha convertido en un monstruo tan gigantesco e intrincado que cuando llega la hora de la verdad, la hora de enviar a un topógrafo competente capaz de echar una simple suma para que un tren encaje por un túnel, no hay manera, oyes. Lo malo es que si esto ha pasado con un ferrocarril de vía estrecha o cercanías qué no estará pasando en otras infraestructuras más complejas. ¿Estarán bien puestas las señales de tráfico en nuestras carreteras y autopistas? ¿Tendrán el ancho suficiente las pistas de aterrizaje de nuestros aeropuertos? ¿Y el material radiográfico sanitario con el que teóricamente tienen que tratar nuestras enfermedades más graves? ¿Será de calidad o de todo a cien como aquellas mascarillas de papel que compraron durante la pandemia y con las que algunos hicieron el negocio del siglo? Ya sospechamos de todo y con razón. Nos tememos lo peor.

Ahora, para tratar de tapar el desastre, el Estado asegura que compensará el retraso en la llegada de los nuevos convoyes, máquinas y vagones, con la gratuidad de los Cercanías para el pueblo. Esto es todavía más indignante. El transporte público debería ser gratis en todo el país y siempre. No nos vale que a alguien se le haya ocurrido comprar el lógico enfado de asturianos y cántabros, por miedo al descalabro en las elecciones que están a la vuelta de la esquina, con unos bonos temporales para los que antes no había dinero y ahora sí. Ya está bien de engaños.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LO DE OLONA

(Publicado en Diario16 el 20 de febrero de 2023)

La entrevista entre Macarena Olona y Jordi Évole rozó el interrogatorio en tercer grado, como no podía ser de otra manera tratándose de la que hasta hace poco era una de las piezas claves de la nueva extrema derecha española. El espectador pudo ver a la Macarena más contradictoria, esa que es capaz de lamentar el nivel de crispación al que ha llegado la política nacional cuando ella, estando en la cresta de la ola, fue una crispadora profesional que contribuyó a aumentar los decibelios del ruido, como cuando llamó “fea” a Yolanda Díaz desde la tribuna de oradores de las Cortes o cuando acusó a Irene Montero de haber llegado a ministra por sus relaciones afectivas con Pablo Iglesias. A día de hoy todavía no sabemos si se fue de la política a causa de una enfermedad o porque algunos en el partido quisieron apagar su voz. Tampoco anoche nos lo dejó claro.

A tenor de sus tuits de los últimos tiempos, en los que ha jugado a feminista, antirracista y defensora de los derechos de los homosexuales, parecía que la mujer se había rehabilitado tras su traumático paso por la secta verde. Lamentablemente, de sus confesiones con Évole no se deduce que esté totalmente curada del mal, ya que le siguen aflorando los tics ultras. Macarena, por mucho que diga, sigue jugando al doble discurso, el democrático y el nostálgico, y en una misma frase es capaz de mostrarse abiertamente en contra de la ley de memoria histórica y al mismo tiempo defender que quienes quieran recuperar los restos de sus seres queridos de las cunetas y fosas comunes puedan hacerlo. Es capaz de decir que no se arrepiente de haber usado las vomitivas citas de Primo de Rivera en sus discursos parlamentarios y reconocer sin pudor que el alzamiento de Franco fue un golpe de Estado, no una cruzada de liberación nacional contra los rojos como parecía sostener hasta ahora. Y es capaz de seguir manteniendo que la izquierda de hoy quiere ganar lo que perdió en el campo de batalla durante la Guerra Civil y al mismo tiempo escandalizarse de que en el partido de Santiago Abascal haya más nazis que en American History X. Así no nos extraña que, en un momento de la entrevista, el pobre Jordi se llevara las manos a la cabeza y se quejara con desesperación de que con tanta incoherencia le iba a “petar” la cabeza.

Ya empezó rarita la velada cuando la exdiputada soltó, así, para ir haciendo boca, que Julio Anguita fue uno de sus grandes referentes políticos. ¿Estaba de coña o qué? Se pasa media vida fustigando a los rojos bolcheviques y ahora nos sale con esas. Con Olona uno no sabe a qué atenerse. Puede ser al mismo tiempo feminista y símbolo de la familia tradicional; de derechas y progre; defensora de los derechos civiles de las minorías y azote de los manteros que llegan a España para reconquistar Al Andalus. Como está pensando en fundar un nuevo partido de derechas de amplio espectro que no excluya a la mitad de los españoles (Évole se ha jugado una cena con ella a que al final se presentará a las elecciones abanderando un nuevo proyecto) se aferra a un discurso quedabien que guste a todo el mundo. Atrás quedan los años en que era la musa dura, la gran inquisidora de la izquierda, la Maca de los franquistas posmodernos.

Pero más allá de que las incongruencias, paradojas y tomaduras de pelo de la exvoxista terminaran haciendo bostezar al espectador, que ya no sabe qué creerse de ella, su entrevista nos deja algunas cosas que sí nos interesan y mucho. La financiación de Vox, por ejemplo. Olona, que vivió desde dentro los cuentos y las cuentas del partido, se preguntó qué han sido de los 4,4 millones de euros en subvenciones que fueron a parar a Disenso, la fundación think tank o laboratorio de ideas del partido ultra. Ahí estuvo fina la ex Juana de Arco del facherío patrio, sobre todo cuando reclamó a los dirigentes voxistas que hagan un ejercicio de transparencia rellenando el modelo 347 de la Agencia Tributaria, tal como exige Hacienda. Como también se puso caliente la noche cuando esbozó un retrato poco agraciado del máximo dirigente de Vox. “Santi es una buena persona, pero tiene sus limitaciones”, dijo. Como buenos españoles que somos, sabemos que cuando se apela a la bonhomía de alguien es que acto seguido se le va a poner a caldo. Y efectivamente, la entrevistada llegó a sugerir que su exjefe no es completamente libre en sus actos, ya que las decisiones no siempre se adoptan en Vox, sino que se toman por gente ajena que no forma parte del organigrama y que tiene “un poder decisorio importante”. En cualquier país serio, mañana mismo un juez abriría una investigación por menos de eso.

Macarena Olona advirtió que es poco inteligente atacar a quien tiene los “planos del edificio”, o sea ella. De esta manera, dejó caer que si la siguen acosando en las redes sociales tirará de la manta. Fue un mensaje directo para cierta cuenta tuitera que, desde que dejó Vox, la lleva por el camino de la amargura con insultos y amenazas. Por lo visto ha puesto la cosa en manos de los tribunales, aunque no quiso dar más datos alegando que todo está sub júdice.

El caso es que a la nueva Macarena, a la Macarena superdemócrata de pedigrí, esa que ha debido darse un golpe en la cabeza contra la mesita de noche que la ha hecho ver la luz y salir del oscuro inframundo fascista, ahora le producen asco y vómito las apologías del totalitarismo que ella aceptaba sin rubor, como consignas de partido, cuando estaba en Vox. También reconoció que en el proyecto verde coexisten dos almas, los falangistas y los liberales, aunque eso ya lo sabíamos. Ahí no dio ninguna exclusiva. Más interesante era confirmar si detrás de Vox está El Yunque, la organización paramilitar secreta de extrema derecha de origen mexicano cuyo propósito es defender la religión católica, luchar contra las fuerzas de Satanás e instaurar el reino de Cristo en la tierra. Federico Jiménez Losantos ya ha apuntado en esa dirección en alguna que otra ocasión. La musa ultra dijo que de eso no sabía nada.

La noche no dio para mucho más (supimos que se documenta en Wikipedia, que no sabe definir el concepto “ilegítimo” pese a ser abogada del Estado y que anda pez en memoria histórica ). Le arreó fuerte a Ortega Smith (“nunca me ha venido de frente”) y a Gallardo Frings, a quien, como a otros líderes regionales, lo definió como un intervenido, o sea que no es autónomo ni pinta nada y hace lo que le dice Santi en Madrid. La entrevista nos deja un momento sublime, cuando la díscola voxista aseguró: “Necesitan destruirme. Si alguien en Vox tiene la impresión de que no se puede salir del partido del macho alfa sin pedir permiso ni autorización, conmigo se ha equivocado profundamente, se ha equivocado de cojones”. ¿Pero qué lenguaje tabernario es ese para una señorona de derechas? Debe creerse sin duda que aún está en las Cortes.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL GOBIERNO SE ROMPE

(Publicado en Diario16 el 18 de febrero de 2023)

En Moncloa circula el rumor de que Unidas Podemos está deseando romper el Gobierno de coalición por puro cálculo electoral. Los morados están convencidos de que podría interesarles un adelanto de las elecciones aprovechando que sus bases están movilizadas tras la subida del salario mínimo interprofesional y la reciente aprobación de reformas que ellos mismos se atribuyen como la ley del “solo sí es sí”, la ley trans, la ley del aborto y la ley de protección animal, entre otras.

Quizá, a fin de cuentas, lo que está ocurriendo sea que en el partido fundado por Pablo Iglesias se está viviendo una especie de espejismo preelectoral, un fenómeno que ha llevado a alguna que otra fuerza política a estrellarse antes de tiempo. Ya ocurrió con los de Ciudadanos cuando, en su día, se vieron poseídos por esa misma fiebre que hace perder el control de la realidad y que les llevó a calcular mal, a interpretar erróneamente la situación y a creerse que eran imprescindibles para formar un Gobierno en España. Todo el mundo sabe cómo acabaron.

Irene Montero (ella y no Yolanda Díaz es la legítima guardiana y heredera de los valores y principios podemitas tras la deserción del macho alfa fundador) cree que podría ser el momento oportuno para romper con Sánchez, pero no hay nada lógico o empírico que avale esa intuición. Es cierto que su reforma para incluir el consentimiento de la víctima de una agresión sexual en el Código Penal ha sido una conquista social histórica del feminismo que ella representa. No obstante, la llamada ley del “solo sí es sí” ha venido rodeada del escándalo de las excarcelaciones de presos que se han visto beneficiados por las reducciones de condena. Ya van por cuatrocientos y pico y subiendo, de modo que ese factor tampoco es garantía suficiente para convencer al electorado. Por otra parte, aunque la ley trans otorgará a Unidas Podemos un puñado de votos (las personas discriminadas que por fin se beneficiarán de una protección jurídica que hasta el momento le negaba el Estado), es evidente que ese granerillo no les dará para lograr una mayoría. Como tampoco será algo que decante la balanza hacia la izquierda real la aprobación de la ley de protección animal. Perros y gatos los hay de derechas y de izquierdas, según sea la intención de voto de su dueño, y conviene no olvidar que Podemos se ha echado encima a los cazadores, un lobby potente que va a votar en comandita a Vox. Claro que la aportación de Podemos a la mejora de las condiciones laborales y sociales de la clase trabajadora ha sido decisiva. Pero ese tanto, por mucho que pretendan anotárselo Echenique y los suyos, no les pertenece solo a ellos. El PSOE por supuesto, más Esquerra, Más Madrid, Compromís, Bildu y otros partidos nacionalistas periféricos son tan acreedores del trabajo bien hecho como ellos, así que harían mal en colgarse esa medalla. Si el Gobierno de coalición ha sido un éxito en líneas generales ello se debe al esfuerzo de todos y a la geometría variable en un contexto de preocupante avance de la extrema derecha. Y eso lo percibe el votante.

Entonces, ¿qué les induce a pensar que están en buena disposición para liquidar ya el Gobierno de coalición y jugársela a todo o nada? ¿Piensan captar el voto pacifista que está en contra del envío de armas a Ucrania y del seguidismo de España respecto a Estados Unidos desde que Putin ordenó su terrorífica invasión? Tampoco parece que ese elemento de la ecuación vaya a ser decisivo. El “no a la guerra” durante la invasión yanqui de Irak aglutinó a toda la izquierda de este país mientras que la inmensa mayoría de la opinión pública de hoy apoya las medidas adoptadas por Sánchez en el marco de la OTAN. Así que por ahí tampoco están leyendo bien la coyuntura.

Mucho nos tememos que los asesores de Podemos no han tenido en cuenta que en las próximas elecciones la clave no será qué partido se lleve finalmente la victoria, sino qué bloque (derechas o izquierdas) se lleva el gato el agua. Un PSOE fuerte y arrollador no tendrá nada que hacer si Unidas Podemos se hunde. De la misma manera que un PP ganador no podrá formar gobierno si Vox no revalida al menos su actual número de escaños y diputados. Esto va de cuatro partidos, no de uno o de dos, así que la balanza se decantará hacia donde digan las matemáticas. Y hasta donde se sabe, el partido de Iglesias no anda demasiado boyante en las encuestas. Ayer mismo, el Barómetro de Opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) volvía a dar al PSOE una ventaja de 2,3 puntos sobre el Partido Popular, pero con malas noticias para el Gobierno de coalición, ya que los morados pierden fuelle preocupantemente al pasar del 14,2 por ciento de votos en enero al 12,7 en febrero. Si después de conocerse este dato las alarmas no han saltado ya en las asambleas de barrio es que viven en una realidad paralela.

Por si fuera poco, está por ver qué efecto puede tener el nacimiento de Sumar, el proyecto transversal de Yolanda Díaz para aunar esfuerzos a la izquierda del PSOE. La ministra de Trabajo y vicepresidenta tiene gancho y tirón, carisma, y aunque su candidatura es a día de hoy una auténtica incógnita cabe pensar que de alguna manera restará caudal electoral a los de Podemos. Lo lógico es que, a pocos meses para las elecciones generales, todos en el partido de Iglesias estuviesen pidiendo a gritos concurrir en coalición o confluencia con Díaz. Pero no. El orgullo les ciega, el orgullo y la fantasía utópica, y ya han dicho que no quieren saber nada de la plataforma yolandista. Están convencidos de que siguen siendo esa fuerza política fresca y vigorosa que salió del 15M capaz de certificar 75 escaños o más. Delirante colocón juvenil. En ese contexto, no extraña que un político maduro, veterano y de vuelta de todo como el peneuvista Aitor Esteban se pregunte: “¿No estará forzando Podemos la tensión con el Gobierno socialista para que se adelanten elecciones?” Según Esteban, Yolanda Díaz se está “poniendo de perfil”, de modo que adelantar los comicios sería “una barbaridad”, entre otras razones porque no permitiría al votante diferenciar entre las diferentes ofertas. Harían bien los muchachos podemitas en escuchar la voz de la experiencia.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL RIDÍCULO DEL TÍO SAM

(Publicado en Diario16 el 17 de febrero de 2023)

El incidente de los globos aerostáticos está adquiriendo tintes surrealistas. Por lo visto el artefacto que el Pentágono detectó sobrevolando el cielo norteamericano el pasado 4 de febrero tenía toda la pinta de ser un instrumento-espía lanzado por el régimen de Pekín, pero los que se fueron avistando en los días sucesivos no parece. Nadie a esta hora en Washington sabe qué demonios eran esos extraños aparatos que fisgonean a los estadounidenses desde su estratosfera. Se ha especulado con hipótesis variopintas, desde que se trate de medidores atmosféricos de otro país arrastrados por el viento hasta dispositivos de grandes empresas multinacionales con fines comerciales de todo tipo. Incluso ha habido algún que otro generalote que llegó a especular, sin duda en un alarde disparatado y quién sabe si con dos güisquis de más, con la posibilidad de que fueran máquinas extraterrestres, una teoría enloquecida que fue desmentida de inmediato por la Casa Blanca. Las conspiraciones sobre marcianos y hombrecillos verdes para manipular e infundir miedo en la población funcionaban bien durante la Guerra Fría entre USA y la URSS, cuando el público era más ingenuo y desinformado, pero hoy a la ciudadanía ya no se le toma el pelo con cuatro cómics propagandísticos sobre ovnis.

Así las cosas, el asunto de los globos sigue siendo un misterio. Descartada la conjetura de que nos encontramos ante una invasión alienígena (hasta donde sabemos no han aparecido platillos volantes sobre nuestras ciudades para colonizarnos y chuparnos la sangre como en La guerra de los mundos de H.G.Wells), cabría plantearse otras suposiciones, como que todo ha sido un tremendo fallo en cadena, una chapuza no solo de los servicios de inteligencia, sino también de las fuerzas armadas, que tienen su parte de responsabilidad, ya que se apresuraron a lanzar sus misiles contra los artilugios sin saber qué eran en realidad. Los cazas norteamericanos primero disparan y después preguntan (tal como se hacía hace dos siglos en el Far West) y ese es el riesgo que corremos los españoles manteniendo bases norteamericanas en suelo español. Cualquier día los radares de Morón y Rota captan el chupinazo de San Fermín, saltan las alarmas nucleares y nos mandan a sus tomahawks para freírnos como pollos del Kentucky Fried Chicken. Los marines son un peligro. Aquel viejo eslogan pacifista, Yankees go home, sigue vigente, y hoy más que nunca desde que Pedro Sánchez decidió regalar nuestros Leopard averiados a Zelenski y Putin nos apunta directamente con sus ojivas nucleares de Kaliningrado. Si España está en la OTAN, si cumplimos fielmente con nuestros compromisos como un socio más de la Alianza Atlántica, ¿a santo de qué sigue ondeando la bandera de las barras y estrellas en algunas localidades de nuestro territorio nacional? No tiene sentido.

Pero no nos desviemos del tema. Si unos simples globos inofensivos han sido confundidos por peligrosos y sofisticados mecanismos aéreos de espionaje es que algo no funciona bien en la CIA. Al igual que nosotros no tenemos la mejor Sanidad pública del mundo, tal como nos habían vendido, ellos no tienen a los mejores espías ni la tecnología de vanguardia que nos enseñan en las malas películas de acción de domingo tarde. Las americanadas propagandísticas de Hollywood sobre el ejército más potente y poderoso de la Tierra han quedado en evidencia, como demuestra el hecho de que, aunque han enviado a la Sexta Flota a recuperar los trozos del sospechoso globo abatido sobre el mar, todavía siguen sin saber qué diantres es. ¿Acaso no hay técnicos competentes en la NASA capaces de analizar los restos hallados del artefacto? ¿Tan difícil es saber si ese chisme en un objeto fabricado para el espionaje o un globo de feria para niños? ¿A nadie se le ha ocurrido que quizá baste con mirar en la parte trasera del mecanismo para averiguar si llevaba la consabida etiqueta Made in China que resolvería por fin el misterio? En pleno siglo XXI, cuando ya tienen naves de ciencia ficción planeando sobre los valles arenosos de Marte y robots sirviendo hamburguesas en los bares de Texas, resulta que los yanquis se ven incapaces de determinar si los chinos les han puesto un catalejo aéreo encima de sus cabezas. Miles de millones de dólares invertidos, presupuestos astronómicos despilfarrados en armamento, cientos de miles de soldados y funcionarios al servicio de la Defensa Nacional y resulta que todo el sistema colapsa por un alegre globito que se pasea como levitando entre Montana y Canadá.

No cabe ninguna duda: estamos otra vez ante la gran estafa americana y ya tardan los hermanos Cohen en hacer una parodia sobre la chapuza, como aquella magnífica Quemar después de leer. El ridículo de Washington ante el mundo entero está siendo imperial y quizá por eso el presidente Biden ha decidido dar un paso adelante para tratar de arreglar lo que ya no tiene arreglo (el prestigio y el orgullo yanqui por los suelos). En las últimas horas, el líder demócrata ha anunciado que se verá las caras con su homólogo, Xi Jinping, para hablar sobre el misterio de los globos espía. ¿Qué le va a decir, que ha estado a punto de desencadenar la Tercera Guerra Mundial porque sus muchachos bombardearon una cometa blanca zarandeada por el viento? Y encima el abuelete somnoliento va y dice que no le va a pedir disculpas a los chinos por haberlos acusado sin pruebas. Mítico. Lo que daría uno por estar en esa reunión en la cumbre. 

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL BARÇAGATE

(Publicado en Dairio16 el 17 de febrero de 2023)

El árbitro ha pasado de ser aquel discreto hombre funcionarial, calvo y con barriga a un atlético protagonista del gran espectáculo del fútbol. Durante más de un siglo, el colegiado se vistió de luto. ¿Por quién? Por él mismo, decía Eduardo Galeano. Cuanto más lo odiaban los hinchas, más lo necesitaban como pararrayos sobre el que recaía la ira, la frustración y la rabia del pueblo. Hoy, los árbitros vuelven a estar bajo sospecha como cuando José María García los denigraba como “bultos sospechosos”. Tebas, el rey Midas del fútbol español, se ha inhibido vergonzosamente en el Barçagate. El presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) tuvo ayer la oportunidad de anunciar la apertura de una investigación sobre los casi 7 millones que el FC Barcelona supuestamente ha abonado al vicepresidente del Comité de Árbitros, José María Enríquez Negreira, para que garantizara la limpieza y la imparcialidad de la Primera División.

¿Más de mil millones de las antiguas pesetas a cambio de unos simples informes verbales? Suena mal. Y pese a todo, Tebas descarta cualquier tipo de sanción “deportiva” para el club catalán porque todo ha prescrito. Al hombre que dirige los destinos de la competición habría que recordarle que la vergüenza no prescribe nunca. Una vez más, nos encontramos ante un federativo al que se le llena la boca de buenas palabras pero que, a la hora de la verdad, cuando se descubre un pastel monumental que destroza la imagen de nuestro deporte rey más allá de nuestras fronteras, escurre el bulto, se encoge de hombros y se aferra a la manida coartada de la prescripción para inhibirse. No es de recibo.

Tebas sabe muy bien que el Barça y el Real Madrid son las dos franquicias que sostienen el fútbol español. Sin culés ni merengues la Liga Profesional española no es nada. El público asiático, el árabe, el americano y africano es fan de uno de esos dos equipos. Unos se enfundan la camiseta blanca, otros la blaugrana, y esa rivalidad planetaria, cósmica, universal, es la que lleva a millones de espectadores a seguir los clásicos de cada temporada en las diferentes plataformas televisivas de pago. Puede haber algún camboyano o vietnamita por ahí que sea del Getafe o del Cádiz, pero es raro. Las dos Españas futbolísticas, el bipartidismo balompédico ibérico que se exporta mejor que el jamón pata negra, los vinos de Rioja o la paella, han resultado ser un negocio redondo para Tebas, que no quiere cargarse la gallina de los huevos de oro. Esa es la auténtica razón, y no la prescripción, que le lleva a hacer la vista gorda con el caso Negreira.

En los últimos años el Barça ha acumulado expedientes equis más que turbios: el episodio de las cuentas falsas en redes sociales, el fichaje de Neymar, las deudas de Messi con Hacienda, la contratación de jugadores menores de edad, el fair play financiero, la bancarrota durante la pandemia, los asuntos de Piqué con la Supercopa y en ese plan. Hace tiempo que Can Barça, más que un club, es una prodigiosa fábrica capaz de producir thrillers, novela negra e historias policíacas. Por haber ha habido hasta la condena de un inocente, el presidente Rosell, que se convirtió en protagonista de una triste película carcelaria al más puro estilo de Falso culpable, el clásico de Hitchcock.

Tebas lleva el apellido de aquella ciudad de la Antigüedad bañada en oro junto al Nilo. Hoy, en su Luxor futbolístico medran muchos que se lo llevan haciendo el egipcio, o sea una mano delante y otra detrás. Y todo prescribe con demasiada facilidad, sin que se indague en nada. Ha mercantilizado el fútbol hasta el punto de que los alevines de la cantera firman precontratos millonarios con los grandes equipos antes de que sus madres les retiren el chupete. Ha encarnado el éxito deportivo y financiero de nuestra Liga centenaria, el gran salto adelante hacia la superprofesionalización, y sabe que todo eso se ha forjado gracias al gran negocio de la televisión mundial, que paga miles de millones de dólares por retransmitir hasta en el Congo Belga nuestra deportiva guerra civil futbolística: el centralismo frente a la periferia, la república contra la monarquía, el Barça-Madrid. Toda esa formidable pirámide tebana de dinero, todo ese chiringuito egipcíaco acumulado en las últimas décadas, puede venirse abajo ahora, como un castillo de naipes, si Fiscalía demuestra que hubo tongo culé con los árbitros. Por eso le tiemblan las piernas al presidente. Por eso no quiere ni oír hablar de sanciones drásticas como descender a los blaugranas a Segunda División o más abajo aún de ese infierno. El final del FC Barcelona sería el final de nuestra exitosa competición. Una Liga dictatorial con el Real Madrid como amo y señor reviviendo el franquismo futbolístico sería el desastre definitivo para la marca LFP, que rinde más PIB que el más boyante de los sectores industriales de este país.

De momento, el escándalo deja seriamente tocado el sistema. No hay un solo periódico internacional que no se haga eco del Barçagate. El portugués A Bola habla ya de “posible caso de corrupción” dentro del conjunto catalán. El prestigioso francés L’Equipe recuerda que la institución culé ha confirmado los pagos. El tabloide británico Daily Mail escribe que es un momento “desastroso” para un club al que han mirado con lupa en los últimos años. Y La Gazzeta italiana se sorprende de que una entidad como la barcelonista haya sido capaz de pagar una millonada a todo un vicepresidente de los árbitros. El daño es irreparable. Tiembla la NBA ibérica con la que soñó Tebas mientras Florentino ya piensa en pasar de pantalla, dar por superada la LFP e ir a por todas con su juguete nuevo: la Superliga europea. Esto del fútbol se ha convertido en una cruenta batalla financiera entre multinacionales. “Si no hay acuerdo, saldrán todas las irregularidades”, amenazó Negreira a Bartomeu como queriendo tirar de la manta. A fuerza de pelotazos han terminado por corromper el deporte. Antes teníamos el fútbol para evadirnos de las trapacerías de los políticos. Ya hasta eso nos han quitado.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

FEIJÓO Y EL ABORTO

(Publicado en Diario16 el 16 de febrero de 2023)

Feijóo se ha vuelto a enredar con el asunto del aborto. Suele ocurrir cuando eres el líder de un partido que vive con un pie en el siglo XIX y otro en el siglo XXI. “El aborto es exclusivamente el derecho que tiene una mujer de acuerdo con la ley de su país y fuera de esa ley no puede producirse”, afirmó ayer. Toma sentencia a la gallega, toma ejercicio de malabarismo político. Digo mucho pero no digo nada. Me mojo, pero escurro el bulto. Estoy con las mujeres y al mismo tiempo con la Iglesia preconciliar, con la extrema derecha de Abascal, con Gallardo Frings y sus latidos fetales y con los anacrónicos y ultrarreaccionarios movimientos provida.

Pero vamos a ver, señor Feijóo, alma de cántaro, hombre de Dios, si el aborto es un derecho es un derecho con todas las de la ley, una conquista histórica de la mujer legalmente reconocida y avalada por el Tribunal Constitucional, que hace solo unos días ha dado luz verde a la ley de plazos de Zapatero 13 años después de que el Partido Popular la recurriera. Debería aclararse de una vez el líder de la derecha española porque ha entrado en una fase de nebulosa indefinición ideológica que terminará por confundir a los españoles, mayormente los que le votan. Y eso no es bueno para el negocio. Si está con la actual ley de plazos, tal como asegura, que deje de dar la matraca con un tema en el que, visto lo visto, no se siente cómodo. Y si está por ponerle el fonendoscopio a las mujeres, para atormentarlas, chantajearlas y disuadirlas de que ejerzan su derecho a la interrupción del embarazo, siguiendo la ideología medievalista de Vox, que lo diga y deje de marear la perdiz. Pero basta ya de circunloquios. Basta ya de retóricas y balbuceos incoherentes. Al final, con tanta contradicción, va a terminar dándole la razón a Abascal con eso de que el PP es la derechita cobarde. Échele valor a la cosa, hombre. Sea valiente. Posiciónese sin ambages al lado del derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo, como hace cualquier demócrata sensato, y rompa ya con postulados clericales más propios del Concilio de Trento que de una sociedad moderna y avanzada como es la España de hoy.

Dice el dirigente popular que el aborto es un derecho, pero no un derecho fundamental. Ahí se evidencia que no está puesto en los convenios internacionales. Nosotros se lo explicamos. Una reciente resolución del Parlamento Europeo (dictada en plena ofensiva antiabortista Trump en Estados Unidos y aprobada por una mayoría de 324 votos a favor, 155 en contra y 38 abstenciones) ha instado al Consejo de Europa a incluir el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE introduciendo una modificación del artículo 7 para dejar claro que “toda persona tiene derecho a un aborto seguro y legal”. Y por si fuera poco, el Comité de Derechos Humanos de la ONU ya ha dejado claro que la falta de disponibilidad de información y servicios de salud reproductiva, incluido el aborto, menoscaba el derecho de las mujeres a no ser discriminadas (por pura lógica, cualquier discriminación atenta contra los derechos humanos más básicos y elementales). O sea, que hasta en eso se ha quedado antiguo y desfasado el señor Feijóo. “No lee y no tiene a nadie que le lea. Debe leer más”, le aconseja el siempre fino analista Javier Aroca.

Si tenemos en cuenta que los convenios internacionales suscritos por España poseen rango de ley interna, el Gobierno PP-Vox de Castilla y León se estaría situando no solo contra la legislación vigente respaldada por el Tribunal Constitucional, sino contra la legalidad internacional, cuando baraja la posibilidad de incluir protocolos antiabortistas en la Sanidad pública.

Está claro que el error de Feijóo ha sido acatar públicamente la sentencia del Alto Tribunal que autoriza la ley de plazos. El líder popular dijo que aceptaba el fallo, que era tanto como tragar con la normativa socialista, y al minuto salieron los puritanos del ejército de salvación nacionalcatolicista para ponerlo contra la espada y la pared. Cada vez que Núñez Feijóo saca a pasear su lado más moderado y conciliador los poderes fácticos le dan un garrotazo como a ese frágil guiñol al que otros le mueven los hilos por ahí arriba. Los poderes fácticos que le hacen temblar las piernas al dirigente popular cada vez que se pone en plan demócrata no son otros que las asociaciones provida, los obispos ultras y sobre todo Vox, que no pierde la oportunidad de erosionar al PP para robarle votos por la derecha. Las contradicciones de Feijóo solo se explican por la extorsión ideológica a la que es sometido cada día por el flanco ultraderechista y sus gacetilleros mediáticos. Hasta Borja Sémper, el supuesto progre Sémper elegido por el jefe para darle una pincelada moderada a la campaña electoral, sale escaldado de esta batalla del aborto, ya que queda como una voz que predica en el desierto frente a los duros, que a fin de cuentas son los que mandan en el partido.

La indefinición en política es letal. El votante no soporta los bandazos, síntoma de debilidad. Hasta Ayuso ha sido más clara y contundente que el jefe en este asunto al pedir que las embarazadas de 16 y 17 años tengan derecho a abortar sin el consentimiento de sus progenitores. A Feijóo le llueven palos por todas partes, de fuera y dentro. Este no llega a las elecciones.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LOS GRAFITEROS


(Publicado en Diario16 el 16 de febrero de 2023)

La Policía le ha declarado la guerra a los grafiteros. El lunes, los agentes desarticularon una banda cuyos integrantes viajaban a España haciéndose pasar por turistas, aunque sus intenciones eran muy diferentes. Por la mañana se tostaban al sol en la playa; por la noche se enfundaban los pasamontañas, se armaban con sus espráis y hala, a darle colorido, hasta convertirlos en cómics con ruedas, a los trenes de Cercanías de Madrid, Barcelona, Burgos, León y Baleares. Al menos veintidós vándalos (estos eran vándalos, de artistas no tenían nada) han sido detenidos por ocasionar destrozos valorados en más 400.000 euros, dinero que, no lo olvidemos, sale de nuestros impuestos, de nuestros bolsillos. Ya era hora de que cayera todo el peso de la ley sobre estos pintores de brocha gorda, rapsodas del aerosol y rapaces desfaenados sin oficio ni beneficio que se pasan el día ensuciándolo todo.

Por desgracia, pseudografiteros los hubo siempre, de hecho, causaban estragos en la Antigua Roma. Ya entonces se mostraban como lo que eran: tontos empeñados en pasar a la posteridad con sus absurdas grafías. Consignas políticas, insultos, declaraciones de amor, procacidades, chistes sexuales, caricaturas y dibujos de todo tipo han aparecido en los lugares más inesperados, como en las catacumbas o en las paredes de las casas enterradas bajo la ceniza volcánica de Pompeya. Los antiguos romanos eran unos enfermos del grafiti y no perdían la oportunidad de dibujar un pene o unos testículos peludos allá por donde pasaban, desde las Galias a Judea. Lamentablemente, de Roma no solo hemos heredado el Derecho Civil y los acueductos, también ese extraño vicio por embetunar o manchar la pared de un lugar público.

Pero, más allá de la historia antigua, estamos ante un fenómeno típicamente contemporáneo y norteamericano. A finales de los setenta se produjo una explosión de grafiteros con aquella célebre hornada de Broadway –Part 1, Chain 3, Kool 131, Padre, ADrock, Fed 2, Tean, Joseph, Kade–, y el fenómeno se extendió por todo el planeta ramificándose en múltiples corrientes y estilos. Hoy no hay más que darse una vuelta por cualquier ciudad española para comprobar que el grafiterismo, como movimiento artístico, es una cosa, y el gamberrismo lumpen y delincuencial otra muy distinta. El grafitero con talento sabe dónde volcar su mundo interior, mayormente en paredes abandonadas, donde incluso se agradece admirar un mural reivindicativo, social, abstracto o de motivos fantásticos o alegóricos. El bruto incívico, el bestia sin ninguna sensibilidad, sin ningún respeto por el patrimonio y sin ningún don ni ingenio alguno para el arte, vuelca su delirio antisistema, su ira enfermiza, su desestructuración como individuo, en cualquier parte, en monumentos de valor histórico y puentes medievales, en catedrales e iglesias góticas, en fachadas de edificios oficiales y privados, donde residen honrados ciudadanos que pagan sus impuestos y que se ven condenados a vivir en una especie de degenerado barrio del Bronx. A este, a este es al que hay que trincar para que caiga sobre él todo el peso de la ley en forma de multazo, penas de cárcel o trabajos en beneficio de la sociedad para que vaya aprendiendo que en el mundo no vive él solo para hacer su santa voluntad. 

El problema de los grafiteros es que todos se creen Banksy cuando, en realidad, genios de verdad hay muy pocos. Es como el fútbol, muchos se ven a sí mismos como Leo Messi cuando no saben darle una patada ni a una lata. Pues lo mismo pero con un espray en la mano. La mayoría son hordas de bárbaros de la decadente posmodernidad, ejércitos de la mala educación y del mal gusto, malos Nerones que se creen artistas por dejar su firma en forma de letras de cristal de color fucsia o amarillo chillón. A veces, la obra no cuenta con un mínimo de color, cogen un rotulador, pintan el clásico “Manolín quiere a Pili” o el “Yo estuve aquí”, en tipografía gigante, y a echar a correr. Estos, los más tarugos, ni siquiera tienen imaginación para intentar algo bueno y revolucionario. Lo hacen solo por fastidiar, por hacer daño. ¿Son enfermos sin posibilidad alguna de curación? ¿Inadaptados? ¿Rencorosos contra un poder político que los margina? De todo hay, desde el condenado al gueto del extrarradio que odia al sistema hasta el niño de papá que no superó la fase anal y lo hace por puro divertimento, por simple placer, porque siempre se lo consintieron todo y porque le da la gana. Debajo de la manida y sempiterna sudadera negra con capucha que todos llevan para ocultarse el rostro como los nuevos bandoleros y salteadores de caminos del siglo XXI puede haber tipos diferentes, pero una misma obsesión: dejar el mobiliario urbano hecho una porquería.

La sociedad ha terminado por integrar a los buenos grafiteros que hacen carrera, dinero y exposiciones permanentes en el Reina Sofía. Guste o no, son los nuevos representantes del arte contemporáneo, los hijos del hip hop y de la sociedad de consumo, los violadores del verso, los legítimos herederos de un mundo nuevo convulso, irracional y sin sentido. Ya dijo Naguib Mahfuz que el arte debe ser gusto, diversión y alucinación y en eso está la muchachada del espray.

Ahora que la Policía ha emprendido una penúltima cruzada para erradicar el grafiterismo como expresión del vandalismo, hemos de concluir con resignación que cualquier plan para acabar con el macarra del pulverizador está abocado al fracaso. En su día, la Autoridad Metropolitana del Transporte de Nueva York lo intentó todo, como instalar vallas más altas en las cocheras del Metro, recubrir los vagones con pintura resistente y redoblar la vigilancia. No sirvió de nada. La lucha contra el gamberro es una batalla perdida de antemano.

Viñeta: Iñaki y Frenchy