viernes, 24 de febrero de 2023

RAMÓN TAMAMES


(Publicado en Diario16 el 24 de febrero de 2023)

La moción Tamames está en marcha y, aunque no tiene ninguna posibilidad de prosperar, los diferentes grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados ya estudian la estrategia a seguir para hacer frente a la iniciativa trampa de Vox. Entre las fórmulas que barajan las diferentes fuerzas democráticas está no entrar a debatir con el candidato a la Presidencia para evitar darle más importancia al asunto.

No es mala idea que al viejo profesor le hagan el vacío en el hemiciclo, como aquellos escolares que ya no le hacían caso al maestro cuando empezaba a dar la turra con la tediosa lista de los Reyes Godos. Imagínense la escena: Tamames soltando una lección magistral sobre democracia, separación de poderes, las leyes de la oferta y la demanda y la economía rural en el Bajo Imperio Romano y Sánchez haciéndose las uñas, Echenique engrasando la silla de ruedas con Tres en Uno y Rufián, como buen perico, bebiéndose el Sport y partiéndose la caja con los últimos escándalos del Barçagate. “La extrema derecha no quiere construir, quiere hacer ruido, pero si viene, escucharemos su propuesta y le responderemos”, alega el líder de Esquerra.

Quien mejor ha explicado todo este circo es Ana Oramas, la representante de Coalición Canaria, para quien “alguien tendría que haberle dicho a Tamames que no pase a la historia por este bochorno”. En general, todas las fuerzas políticas se limitarán a ver, oír y callar (aunque solo sea por aquello de que a las personas mayores hay que respetarlas), mientras el erudito autor de Estructura económica de España –aquella obra indispensable por la que pasaron varias generaciones de estudiantes españoles–, representa el papel que el dramaturgo de este sainete, Santi Abascal, ha reservado para él.

El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia, decía George Bernard Shaw, y a Tamames sus señorías van a recibirlo con una buena dosis de silencio, silencio y pitos, como en los toros. Todo lo más le aplaudirán desde los escaños de Vox para que no se encuentre demasiado solo, aunque más de uno lo hará con desgana y a regañadientes, teniendo en cuenta el pasado comunista del eminente intelectual. En el PP tampoco lo recibirán con entusiasmo precisamente. Feijóo ya ha dicho que respeta a Tamames, pero rechaza el “show parlamentario” que se va a montar y aboga por la abstención de su partido, así que poco apoyo va a recibir el profesor de la bancada popular. El jefe de la oposición sabe perfectamente que el dardo de Abascal no va dirigido contra Sánchez, sino contra él, de ahí que haya definido la moción de censura como “un par de tardes con alguien que sabe que no va a ser presidente del Gobierno”.

Pero el tiempo avanza y el otoñal candidato dice sentirse en su salsa con este montaje. “Me rejuvenece, parece que me hubiese estado preparando toda la vida para esto”, asegura ilusionado el nonagenario economista, que está viviendo una segunda juventud política. Quizá sea solo eso lo que ha enganchado a Ramón Tamames, quizá sea eso lo que le ha llevado a dejarse seducir por Vox: la dulce sensación de sentirse joven otra vez. La excitación de volver a verse, si quiera por última vez, en el fragor de la batalla política, en la tensión del duelo retórico, en la ficción de que las manecillas del reloj empiezan a contar al revés hasta devolvernos de nuevo a aquella trepidante época de la Transición donde cada día se escribía una página gloriosa de la historia. El problema es que cuando el doctor suba al estrado no verá aquellas caras de antes, no estará Adolfo Suárez fumándose un cigarro, ni Felipe González con la chaqueta de pana con coderas, ni Fraga gritándole a todo el mundo, ni Carrillo para reprocharle que abandonase traidoramente el PCE. Por no haber no habrá ni picoletos disparando al techo como en un salón del Far West. Todo eso se ha acabado. Hoy ya no queda casi nadie de los de antes y los que hay han cambiado, que dirían los Celtas Cortos. El hemiciclo ha dejado de ser aquel efervescente foro ateniense que era para convertirse en un negociado aburrido, gris, funcionarial, donde se tramitan leyes con faltas de ortografía y ya no se venden cubatas baratos.

El auténtico problema es que Tamames, después de un siglo o más apartado de los ruedos políticos, va a sentirse como un hombre del diecinueve (vestido de frac, sombrero de copa, chaleco corto y zapatos de hebilla) en medio de una fiesta rave. O como un viajero de La máquina del tiempo (la gente está muy equivocada con esa novela de H.G.Wells, el tema no es la ciencia ficción, es la lucha de clases, algo que por lo visto Tamames olvidó hace mucho). O como un dinosaurio traído del pasado al presente, cual película de Spielberg, y más perdido que un pulpo en un garaje. Habrá que vigilar estrechamente a don Ramón, porque el shock espacio-temporal puede ser brutal. No es lo mismo subirse al atril y tener delante al reposado Leopoldo Calvo-Sotelo que a uno de Bildu. No es lo mismo dirigirse a un montón de diputados de la plácida UCD que a la insurrecta Míriam Nogueras, de Junts, que en cualquier momento te suelta un Ho tornarem a fer. Demasiadas emociones fuertes. De repente puede sentirse desubicado, teletransportado, fuera de lugar. Puede darle hasta un vahído, una indisposición, yo qué sé. Para empezar, don Ramón habla un castellano casi del Siglo de Oro. Florido y rico, sí, pero completamente fuera de época. Seguro que no se le va a entender. Ni los que están en la sala ni los españoles.  

Pero nada de eso parece preocuparle al rejuvenecido economista, que dice sentirse como un niño con zapatos nuevos. Para él esto es un como un gran premio a su carrerón, otra batallita para los nietos. Él mismo reconoce que tiene dudas razonables de que la moción de censura salga adelante, pero qué más da eso ya. Se lo va a pasar en grande a costa de la democracia, que permite este tipo de fricadas de barraca de feria y mucho más. Va a sentirse como una vieja gloria del fútbol español en una Liga árabe, solo que sin tanta pasta.

Dos tardes de moción de censura. Dos tardes en las que sus señorías podrían estar hablando y debatiendo sobre cómo solucionar los graves problemas de los españoles y no haciendo el tonto con semejante patochada. A él, que le quiten lo bailao.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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