domingo, 28 de abril de 2013

DALÍ

Acaba de inaugurar el Reina Sofía una muestra excelente sobre Salvador Dalí. La exposición no podía llegar en mejor momento, precisamente ahora que todo el país vive sumido en un increíble revival surrealista. Me explico. Cuando Cospedal dice que los votantes del PP prefieren dejar de comer antes que dejar de pagar la hipoteca, eso es surrealismo. Cuando Arias Cañete trata de convencernos de que cada día se ducha con agua fría para ahorrar energía, estamos otra vez ante el surrealismo, además de una vuelta a la España de posguerra. Y cuando la delegada del Gobierno en Cataluña asegura que es importante que haya ricos y pijos porque consumen mucho y así saldremos de la crisis que nos ahoga eso es, sin duda, surrealismo en estado puro. Queda claro que la influencia de Dalí en nuestros políticos ha sido enorme, aunque ni ellos mismos se den cuenta, y hoy por hoy todo es surrealismo, pesadilla, desvarío onírico. Los historiadores del arte dicen que en la posmodernidad el surrealismo ha muerto, pero eso no es cierto, porque está más vivo que nunca. Se cuenta que Dalí acudió a una entrevista televisiva con un rinoceronte a cuestas para sentarse encima de él. El Rey Juan Carlos no caza rinocerontes, pero sí elefantes, y por un elefante ha arruinado su reino, mi reino por un elefante. De una forma o de otra, la debacle actual de la Casa Real tiene mucho que ver con el surrealismo, ya que lo que no pudieron hacer los tanques conjurados y fieros del 23F (o sea, derribar la monarquía parlamentaria) lo ha hecho un simple jugador de balonmano con pinta de no haber roto un plato, y si eso no es surrealismo crudo que venga Dios y lo vea. 
Dalí se definía como un "anarco-monárquico", lo cual no deja de ser una parida del genial pintor catalán. No hay más que echar un vistazo a su biografía trufada de frikismo para concluir que se pasó la vida chungándose del mundo. Vivió en Francia a cuerpo de rey y cuando llegó la guerra huyó como una rata para ponerse a salvo, dicen quienes le conocieron. Antes que pintor, Dalí fue un fino humorista procaz y provocador que se quedaba con todos con sus bigotes retorcidos y afilados, lo mismo que Martínez Pujalte, que ahora se ha operado el mostacho para limarse un poco su arista facha (aunque ya no cuela).
Opino con Orwell que Dalí era tan buen artista como irritante ser humano. Los genios son aberraciones de la naturaleza, seres monstruosos incomprendidos, engendros únicos de una época concreta. Dalí fue el subconsciente del siglo XX y su chorreo de imaginación desbordante es el semen que fertiliza el todavía más convulso siglo XXI. Freud, Einstein y Dalí (mente, universo, arte) son la santísima trinidad que llegó para socavar los cimientos del pensamiento humano, unos cimientos que se habían mantenido firmes durante dos mil años. Después de ellos nada es lo mismo y solo queda el absurdo, el vacío, la nada. Nuestra existencia no es más que el producto del inconsciente reprimido; el mundo es tan mágico que un gato puede estar vivo y muerto a la vez; y el arte se convierte también en una broma pesada. Después de Dalí todo es surrealismo y nada más que surrealismo, la vida es sueño inconexo, un mundo de insectos gigantes que nos devoran cada día y de relojes que se derriten como el queso fundido, dejándonos sin ideologías, sin valores, sin el propio tiempo. Surrealismo es dar dinero a los bancos para que nos echen de nuestras casas, votar a políticos corruptos para que nos roben la cartera, sacrificar a seis millones de parados para salvar unas cuantas cifras macroeconómicas que solo entienden los economistas (ay, los economistas, otro día hablaremos de ellos). Dalí fue franquista y trotskista, ateo y católico, ácrata y monárquico, revolucionario y amante del dinero, loco y cuerdo a la vez. Surrealista y provocador, en fin, como cualquiera de los políticos que nos gobiernan.        

jueves, 25 de abril de 2013

LAS BESTIAS


Seis millones de parados. Seis millones doscientos dos mil setecientos, para ser exactos. No nos dejemos a ninguno en el tintero, que detrás de los fríos informes hay personas, personas con rostros, con sangre en las venas, con vida aún viviente. Floriano ha sido el muñeco de pim pam pum que el Gobierno ha sacado hoy al teatro de guiñoles para decir que la economía está dando sus frutos. Qué vergüenza, qué bochorno, qué sonrojo. Aquí los únicos frutos que da la economía son los sobres maduros que, como manzanas podridas, van cayendo de España a Suiza mayormente; los billetes de quinientos que germinan en lejanos paraísos fiscales; los sueldazos, comisiones y dietas que cultiva esta casta de politicastros camastrones que nos ha caído en desgracia. Seis millones, seis. Ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco, sino seis. Se dice pronto. Doce millones de manos nobles desahuciadas, doce millones de brazos fuertes triturados, doce millones de piernas inutilizadas. Seis millones de cerebros malgastados. Este Gobierno ha hecho del país un gran banco de órganos muertos e inservibles, un inmenso vertedero de cadáveres vivientes que a nadie importa ya, un Walking Dead laboral. Hitler hizo su genocidio de seis millones de judíos; este fascismo económico que nos asfixia ya tiene su propio holocausto humano. A Fátima Báñez no se le ocurre mejor idea para resolver el paro que encomendarse a la Virgen del Rocío (¿Dios, por qué los más inútiles siempre acaban en ese departamento?), Rajoy sigue mudo, sordo y ciego y el ministro Fernández (¡puag!) saca las lecheras a la calle. Eso es lo único que se le ocurre a este Gobierno de calvorotas ilustremente mediocres que nos malgobierna. Policía y caña al mono contra los miles de ciudadanos que se agolpan a las puertas del Congreso. Policía y verjas de hierro para contener al pueblo famélico que pide pan y justicia. Tratan al ciudadano como bestias salvajes, pero las bestias enjauladas en sus despachos dorados son ellos. Las bestias despiadadas que gobiernan con el zarpazo del recorte y sus decretazos crueles e injustos son ellos. Las bestias con piel de cordero, trajes hipócritas y dientes dientes que reducen al ser humano a la categoría de inframosca inmunda susceptible de ser aplastada son ellos. Posada, con una desfachatez que asusta, los sigue llamando antisistema, pero uno cree que esa gente que asedia el Parlamento (salvo algún macarra que se habrá colado, es cierto) no es más que el farallón de la miseria, la primera lava de un volcán de indigencia humana que ha explotado para arrasarlo todo. Se les puede poner la etiqueta que se quiera: antisistema, perroflautas, malhechores, marginales, barbudos, melenudos, piojosos, vagos, maleantes, yonquis o hippies de mierda. Es inútil. Por mucho adjetivo sociológico que se les quiera colgar la cruda realidad no se puede esconder, lo esencial seguirá estando ahí: la miseria, la desesperación, la falta de futuro. El gran Sábato ya nos avisó de que el mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria. Pues ningún ministro de este Gobierno ni de ninguno debería levantar la cabeza ni salir en los periódicos ni asistir a canapé ministerial alguno hasta que el último de esos parados tenga un empleo digno. La paradoja terrible es que el Congreso de los Diputados, la casa del pueblo, el santuario sagrado del ciudadano, se ha parapetado con policías como rocas y espigones para defenderse de sus legítimos propietarios. Ha sido un desahucio parlamentario en toda regla, un día negro, un día de infamia. Algunos se debieron sentir muy seguros y respetables detrás de los furgones blindados del 091. Pero recuerden una cosa sus señorías: también se sentía muy seguro el faraón cuando el ángel exterminador pasó rozando su cabeza.  

Imagen: república.com           

martes, 23 de abril de 2013

OLVIDO ENSEÑA EL HORMIGO


Anda media España escandalizada porque la ex concejal socialista Olvido Hormigos se ha destetado en el Interviú. A uno le llama poderosamente la atención que una señora que enseña el culo, las asentaderas, el nalgatorio o tafanario siga conmocionando, como en los mejores años del destape setentero, a este país reprimido e hipócrita. En Los Yébenes, donde estalló este drama lorquiano posmoderno, unos no ven mal que la chica haya decidido sacarle un puñado de parné a su cuerpo serrano, mientras que otras vecindonas enlutadas, más dadas al ludibrio público, la tildan directamente de guarra guarrísima. Eso sí, en el pueblo todos andan por la calle con la revista morbosa bajo el brazo, de cotilleo en cotilleo y de bar en bar, lo cual denota que en este país se follisca poco, se hace el amor los sábados por la noche, con la luz apagada (y gracias) y hay más hambre que en la cola del paro después de una reforma laboral de Rajoy.

Hay que recordar, por si queda alguien que no está al loro, que Olvido es esa mujer (casada para más morbo) que se autograbó haciéndose un dedo y que envió el porno casero, como ofrenda clandestina de amor, a su amante futbolista. Luego parece ser que el chorbo difundió la película por Internet, haciendo bueno el nocivo dicho hispano de que el triunfo no es zumbarse a la chai, sino contarlo al día siguiente a los amigotes de la oficina. Solo que ahora la oficina no es un lugar físico, sino virtual, global, y la película erótica de Olvido la ha visto hasta el último cabrero de Sierra Espuña. El juez ya ha sentenciado que no hay delito contra la intimidad en la difusión del vídeo, pero eso no es lo que nos ocupa aquí. Lo esencial, lo principal, lo sorprendente es que una España supuestamente liberada que toma la viagra, que vibra con consoladores talla XXL, que anuncia condones televisivos en horario infantil, que se anilla el pubis y que juega al balansé con sexyboys y escorts de silicona siga paralizándose porque una señora mueva su cucu para su enamorado o para una revista sensacionalista, me da igual. Lo fundamental es que la movida de Olvido importa más que la prima de riesgo, que los cinco millones de parados, que los bombazos de Boston, que los butroneos de Bárcenas, que el nuevo recortazo que prepara la Merkel, y en ese plan. Cuando la noticia fuerte de un magacín de tarde es que una buena moza, aunque sea sociata, enseña el muslamen (y lo otro) como hacían las grandes divas del destape español, es que no hemos salido aún de la Transición y la imagen perturbadora de Victoria Vera cabalgando a pelo sobre los rescoldos del franquismo está más viva que nunca en el inconsciente colectivo. Puede que la fotografía de Olvido en cueros no sea más que el fetiche erótico y goyesco que cada español salido lleva grabado en el seso y en el sexo por los siglos de los siglos; la obsesión reprimida y ancestral del íbero primitivo que babea secularmente, desde las Cuevas de Altamira, ante una jamona venusina; el trauma de cuarenta años de represión franquista que no logramos superar por mucha pornografía y mucho bragueteo Sálvame de Luxe que hayamos consumido en estas tres décadas de democracia blanda. El pecado nacional no es la envidia, es el oscuro objeto del deseo buñueliano que anida en la conciencia profunda del español, el impulso killer de torito bravo, que decía el Fary, el instinto semental que le empuja a montar a la hembra y a atravesarla ciega y homicidamente. Todo español lleva dentro un aldeano con boina y cara de sátiro a medio afeitar que sigue poniéndose ceguerón de vicio cuando ve a una mujer desnuda. Olvido, te lo llevas crudo enseñando el hormigo. Pues olé tus ovarios.                            
    

lunes, 22 de abril de 2013

EL HUNDIMIENTO DE TODO


Tenemos un presidente del Gobierno invisible y un líder de la oposición caduco y trasnochado, como diría aquel periodista deportivo bajito como una botella de butano. Tanto Rajoy como Rubalcaba vienen del pasado, son sombras platónicas del aznarismo y del felipismo, reminiscencias políticas de un tiempo, el del bipartidismo, que está sin duda agotado, finito, caput. Corren nuevos tiempos para Europa, el pueblo se moviliza en las calles para defender las conquistas sociales, las ideologías son reemplazadas por las plataformas ciudadanas y las instituciones están más agrietadas que la reputación de Urdangarín. Los partidos políticos se han convertido en el último refugio de maltrabajas y golfos tironeros, ya lo estamos viendo con el affaire Bárcenas y el saqueo de los ERE. Aquí todos cobraban en B (mayormente en sobres DIN A4, que cabe más parné) menos el currito proleta, al que cosían a impuestazos. Al sistema se le ha visto el triste embarnizado de corrupción después de tres décadas de democracia bancaria y ni el PP ni el PSOE, agotados en sí mismos, tienen fuelle ya para sacar el barco adelante. Rajoy se nos revela de cuando en cuando como una aparición mariana, fantasmal, ectoplasmática, y lo de plasmática lo digo por el televisor de plasma, que es donde al manda gallego le gusta dar sus ruedas de prensa sin prensa y sin preguntas. En los últimos meses, con tanto desgaste del poder y tanta manifa callejera, el presidente se ha volatilizado como Houdini, se ha disuelto, o mejor lo ha disuelto la cancillera Merkel, de la que ahora han salido unas fotos en topless de cuando era una joven y pálida raspilla y aún no le daba fuerte a la salchicha Frankfurt y a la buena birra. Ese desnudo en blanco y negro de frau Angela es un simbolismo perfecto de la Alemania que enseña las ubres teutonas pero que ya no da leche a los pobres países de la vía lenta (pigs en el lenguaje anglosajón). El Bundesbank ha recortado tanto el Estado de Bienestar que ya no nos queda ni Estado ni bienestar. Y mientras tanto, ¿dónde está el PSOE? ¿dónde está ese partido de los cien años de honradez obrera que debería dar batalla sin cuartel a la derecha? Enfrascado, una vez más, en el debate de la sucesión; sumido en el litigio de las primarias; extraviado en la discusión de las caras más que de las ideas. Ahora los socialistas están en que si Rubalcaba, que si Patxi, que si Madina, que si fulanito, que si menganito. Es el eterno concilio inacabado y dividido de la izquierda española desde que se fue el patriarca gitano. Los renovatas de diseño contra los carcas del socialismo. Discusiones bizantinas. Dialécticas absurdas. El PSOE se desangra en errores internos y ambiciones juveniles mientras el pueblo no llega a final, no ya de mes, sino de quincena. Los desahuciados hipotecarios arrojándose al vacío de la desesperanza mientras el socialismo se pierde en otro hipódromo de candidatos. Ahora preparan un paquete de propuestas para salir de la crisis social e institucional. Ahora. Reformas económicas y financieras, reforma del Senado, modelo federalista, ayudas sociales. ¿Y por qué no lo hicieron cuando gobernaban? El ciudadano, con razón, piensa que ya no cuela, que Rajoy huele al chapapote del Prestige y Rubalcaba a felipismo ochentero. El españolito siente hartazgo de tanto turno de partidos estéril y endogámico. La derecha nos arroja a los brazos del fascismo económico y la izquierda pierde su identidad. ¿Qué nos queda entonces? Ponernos la camiseta de Stop desahucios, echarnos a la calle airada y que sea lo que Dios y Rouco quieran. 

(Posdata: El Rey dice que vuelve para dar guerra. Éramos pocos y parió la abuela).  

Imagen: elaguijon.es                       

jueves, 18 de abril de 2013

HOMELAND

Nunca veo series. Las americanas suelen repetirse en temas y personajes y las españolas simplemente dan pena por poco realistas y poco creíbles. Sin embargo, tengo que confesar que una serie me ha atrapado últimamente. Por si usted no la ha visto, le cuento. Se trata de Homeland, la historia de Nicholas Brody (Damian Lewis) un marine estadounidense que ha permanecido secuestrado durante ocho años en lrak y que regresa a casa con el coco comido por los torturadores de Al Qaeda. Carrie Mathison (Claire Danes) es una agente de la CIA que ha llenado la casa de la familia Brody de microcámaras con el fin de espiarlo día y noche, ya que está convencida de que el soldado, llevado por un extraño síndrome de Estocolmo, prepara un gran atentado en suelo americano. Dicen que Obama está enganchado a la serie y no nos extraña. Viendo Homeland, el presidente de USA quizás se entere de cosas de las que no le informan sus fieles secretarios y asesores; quizás se dé cuenta de que la guerra sucia contra el terror es una guerra perdida de antemano; de que el sueño americano se ha convertido en una pesadilla real. Homeland destripa con la minuciosidad de un cirujano las ilegalidades y abusos cometidos por la CIA, el estado de alarma permanente de la sociedad americana, la paranoia colectiva que se ha apoderado de la gente que vive en yanquilandia. Sobrecoge ver la cara de morbo de la agente Mathison mientras contempla en un televisor conectado a una de sus cámaras ocultas cómo Brody convierte a su esposa en poco menos que una esclava sexual. Impresiona ver cómo ese marine trastornado por las torturas islamistas se levanta al alba, mientras su mujer y sus hijos duermen, para hincarse de rodillas y rezar el Corán, con un fervor enloquecido, en la oscuridad de su garaje. Estremece ver cómo los gerifaltes inhumanos de la CIA dejan abandonada a su suerte a una prostituta de lujo infiltrada en la célula terrorista, una chica manipulada con falsos ideales patrióticos que acaba siendo eliminada por los árabes. Y por debajo de todo ello, como un sustrato podrido, las cloacas malolientes del Estado, el drama personal de unos personajes que se odian a sí mismos, la soledad negra de una agente de la CIA en tratamiento psiquiátrico, la insatisfacción emocional de una esposa adúltera, el trauma de una generación de niños hambrientos de amor, la fabricación de un héroe tan falso como frágil, 
En Homeland está todo lo que está pasando en América y por ende en el mundo desde que comenzó el siglo XXI. El 11-S, la manipulación de la opinión pública, los recortes de las libertades en favor de una supuesta mayor seguridad, la guerra inútil de Irak, la muerte de civiles inocentes y soldados engañados, la espiral de barbarie, el terror global. En Homeland podemos encontrar una primera explicación, siquiera aproximada, a los últimos atentados de la maratón de Boston. La idea terrorífica de que un chiflado con una mochila bomba puede hacer el daño que quiera, donde quiera y cuando quiera. La idea de que por muchos agentes dobles, espías infiltrados, aparatitos digitales de última generación, armas ultrasofisticadas y millones de dólares que se destinen a la seguridad nacional será imposible acabar con zumbadillos dispuestos a matar y a dejarse matar como martirio de su dios. La idea, en fin, de que el mundo, tal como está concebido en la actualidad, camina hacia una senda cada vez más oscura, dramática, dolorosa. Irán, Irak, Afganistán, Corea, Palestina. Agujeros negros que pueden despertar un día como tormentas de odio para engullirnos a todos. La civilización humana dirigiéndose hacia el desastre y Cospedal soltando una parida tras otra. Un mundo extraño.   

Imagen: lafashionistv  

martes, 16 de abril de 2013

EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES


Ay pena, penita, pena. Veinticuatro meses de pena. La Panto sentenciá, condená, arrastrá. Dos años por blanqueo de capitales, dos años de trena por lavar billetes más blancos que Ariel. De novia de España a Blanqueanieves de Alhaurín de la Torre, aunque al final se vaya de rositas y no pruebe el hierro amargo de las rejas. No importa que se libre del trullo sórdido. Hoy ya tuvo su cárcel de vergüenza, su penitencia televisada por choricilla declarada. Para la Historia quedará su salida trágica y gloriosa del juzgado tras escuchar el veredicto, su paseíllo funesto hasta el coche de luto, su linchamiento público ante las cámaras del mundo. Perseguida por detractores y plañideras, zarandeada por fans, picoletos y paparazzi, devorada, en fin, por los mismos pantojistas que la encumbraron al Olimpo. Ni Billy Wilder hubiera imaginado un final mejor para este crepúsculo de dioses que es el caso Malaya. Ahora la Panto ya sabe quién es en realidad, "yo soy ésa", la Gloria Swanson decadente de Marbella, la diva del ladrillo que baja la escalinata del escarnio. Ha sido el final más glorioso para un bolero de peinetas y cuernos, de bragueteos y maletines codiciosos, de gitanas fugitivas y alcaldes engominados, paqueteros, trincones.  
Ay pena, penita, pena. Dos años de pena. Poco nos parece para tanto robo, para tanto escándalo, aunque es verdad que ayer se cayó un mito para siempre. La diva devorada por su público caníbal, el linchamiento, los abucheos, los tirones de pelo, el vahído, el desmayo. Despeinada, desgarrada, llorosa y desnuda de mentiras en la parte trasera del coche. Se ha librado de la cárcel pero ha terminado en bragas, consumida en la hoguera de las vanidades. Ha sido la inmolación de la reina ante su pueblo fiero, ibérico, bárbaro. Ha sido el martirio de la diosa ante los escrachistas fanáticos de la copla. ¿Dónde estaba tu Julián Muñoz Palomo? El palomo ya no vuela, ni largo ni cojo, ya duerme condenas en su celda de olvido. ¿Gitana, tú me quieres? Gitano, te quiero pero lejos. Julián e Isabel, Isabel y Julián. Amor inmobiliario bajo un sol sucio, follisqueo furtivo sobre un catre de sacas millonarias, borrachera de dinero negro y vino rociero. Son el Bonnie and Clyde de la última España violada, asaltada, saqueada. Juntitos los dos se han corrido corridas y fiestas, se han dado a la dulce luna andalusí entre copas y coplas. Ahora llega el momento de pagar con cárceles y multas. Para sí quisiera Bárcenas la pena suave que le ha caído a la tonadillera. Ya se conformaría Urdangarín con dos años a la sombra. ¿Dónde hay que firmar?, se preguntaría el Rey sobre su yerno.              
Ay pena, penita, pena. La Panto tenía que haberse retirado guapa y digna, a tiempo, como Marisol, que es nuestra Greta Garbo siempre bella y misteriosa. Pero no. Se dio al pelotazo malo, verbenero, cañí. Dicen que va a seguir cantando sus bolos viejos pese a la condena. Hay que pagar el millón de la sentencia y Cantora no da más fianza. Se pondrá el clavel, hará el quejío y dará la patada del desprecio para engatusar a algún alcalde virgen de delitos o a algún torero macho. Pero ni Paquirrín se cree ya sus falsos cuplés. Maldito parné.          

Imagen: Vizcarra

lunes, 15 de abril de 2013

EL ESCRACHE (SEGUNDA PARTE)

Imagínese el lector de este blog que en plena Revolución Francesa, cuando los desarrapados estaban trepando por la Bastilla, el primer ministro del Rey Luis saliera al balcón y dijera: "La violencia no está justificada, señores; hala, vuelvan ustedes a sus casas y sigan muriéndose de hambre". Pues eso es lo que nuestro Gobierno quiere que hagamos, que nos metamos en casa a ver el Sálvame de Luxe. Ya dijimos ayer que Rajoy, Cospedal y los otros borreguillos del gabinete se confunden al seguir insistiendo en que los escraches son kale borroka, algarada callejera inadmisible, nazismo, como ellos dicen. Pero es que el gran error de bulto está en que no quieren ver que esta movida es consecuencia de un proceso materialista histórico, y no nos pongamos demasiado marxistas que luego nos apuntan en la lista negra de prefusilados. El escrache, el descontento de la gente, las protestas cívicas que hasta ahora son pacíficas, no son más que la reacción lógica ante la acción de un Poder político oxidado, como diría aquella envidiosa presentadora de televisión. El escrache es el último recurso que le queda a un pueblo que grita de hambre pero no le escuchan, la última bala de una pistola que le han puesto en la sien para que siga jugando a la ruleta rusa de su futuro, la legítima defensa ante los vampiros merkelianos que vienen a chuparle las ilusiones de una vida justa, digna, mejor. Hasta a Montoro se le está poniendo ya una cara de Nosferatu que tira para atrás. El pueblo que pide pan y no se lo dan termina alimentándose de odio. 
No veo yo el nazismo y la violencia sangrienta de los escraches por ningún lado, sino más bien a un grupo de personas sin futuro, hundidas, hasta los huevos, ya lo avisó Leo Bassi. Se visten con disfraces variopintos, hacen sonar sus cacerolas indignadas y todo lo más sueltan un Rajoy cabrón trabaja de peón. No hay nada delictivo en ello, forma parte del derecho a la libertad de expresión legítima y constitucional. Si los políticos que nos gobiernan no quieren oír la verdad sobre las barbaridades que están haciendo, mejor que se vayan a sus casas y dejen su lugar al ciudadano, que ya está bien. 
Todas las encuestas hablan de un desmoronamiento del sistema. Organizaciones como las plataformas de afectados por las hipotecas, el 15M y Cáritas emergen y ganan terreno mientras que se hunden los partidos políticos, los sindicatos y la Monarquía. Ante esta tragedia solo caben dos opciones: o darle la voz al pueblo de una vez por todas o gobernar a golpe de antidisturbio, patadón al ciudadano y a otra cosa, o sea, como hace Pepe, ese central tuercebotas. Es fundamental reinventar la democracia, dejar que la voz fresca del ciudadano retumbe en las paredes rancias del Congreso. El nazismo al que se refiere Cospedal no está en la pobre gente aplastada por los recortes sino en los recortes mismos, en una política neoliberal antropófaga y ciega que trata a las personas como simples factores económicos. El nazismo es este régimen económico corrupto y totalitario que nos ha caído en desgracia. ¿Qué puede hacer un ciudadano al que despojan de su trabajo, de la sanidad, de la educación que tanta sangre sudor y lágrimas le ha costado conquistar? ¿Qué diferencia hay entre este capitalismo thatcheriano y el comunismo bolchevique? Ambos sistemas despojan al ser humano de su identidad, lo trituran y lo reducen a material tan desechable como esa carne de caballo clandestina que sirven en algunos restaurantes. Después del hundimiento del marxismo y el cristianismo asistimos al hundimiento de la tercera ideología que ha gobernado el mundo durante siglos: el capitalismo. Esto es una crisis económica, política y moral que exige cambios profundos y urgentes. El antiguo régimen se ha quedado viejo de vicios, de corrupción, de mentiras. Los aristócratas de la falsa democracia siguen brindando con champán versallesco mientras la gente se suicida porque le arrebatan la casa. Si no reaccionan irán a la guillotina, eso es seguro. Están tan ciegos, tan faltos de humanismo, que aún pondrán el cuello en la madera justa y se preguntarán: ¿pero qué hemos hecho mal? ¿por qué nos odian tanto?          

sábado, 13 de abril de 2013

EL ESCRACHE


Cospedal ha dicho, tal que hace una hora, que los escraches son puro nazismo. Lo ha soltado por su boquita de trapo en uno de esos foros decimonónicos con librerías apolilladas de fondo y un público aburrido como maniquíes bostezantes. Al menos esto se le ha entendido algo, no como aquel día infausto en que intentó explicar, sin suerte, lo del contrato simulado/diferido de Bárcenas. Pero Cospe, cuando se pone en plan intelectuala neocon, en plan Juana de Arco de la libertad, es que la pifia mucho. Se lo vamos a explicar despacito y con buena letra, a ver si lo capta. Nazismo, señora mía, es enviar a la Policía a casa de una enferma de alzheimer en silla de ruedas y sacarla a rastras para realojarla bajo el cielo raso. Nazismo es ese banco usurero que roba los ahorros de toda la vida a pobres trabajadores con derechos poco preferentes. Nazismo es, en suma, gobernar desde una atalaya de soberbia corrupta y en contra de la Justicia, de los derechos humanos más elementales, del pueblo famélico de hambre. Apela usted a la razón del voto cuando en democracia debe darse más importancia al voto de la razón. Perdone que le diga, pero confunde democracia con aritmética, legitimidad con legalidad, buen gobierno con despotismo. No nos extraña nada, por otra parte, si es capaz de aseverar sin pudor que Margaret Thatcher fue la figura más importante del siglo XX. Queda claro que usted es una thatcheriana de nuevo cuño impecablemente vestida por fuera pero desnuda de ideas nobles por dentro. Gobernar con mano de hierro es alimentar un odio de hierro.  

El problema, su problema, señora Cospedal, es que se ha metido tanto en el papel de ambiciosa delfina de Rajoy que ha terminado por creerse sus propias mentiras. Y no sé si se ha dado cuenta, señora Cospedal, de que estamos en medio de una revolución silenciosa o quizás no tan silenciosa. Se ha acabado el tiempo de la retórica vacía, hueca, tramposa. La gente que se concentra frente a la casa de un político trincón o cómplice del trincón, los escrachistas, no se echan a la calle para debatir amablemente en inútiles tertulias políticas, como suele hacer usted los sábados por la mañana tras pasar por la pelu. La gente se moviliza porque le va la vida en ello, porque le roban la casa y los derechos sociales, porque ya no tiene pan para sus hijos. La gente pelea en cada esquina, en cada plaza, en cada pueblo, porque no tiene nada que perder. Contra la miseria no valen las palabras, ni discursos sesudos, ni falsas lecciones de democracia de gente que nunca ha creído en ella. Contra la miseria solo caben medidas urgentes, como las que ha tomado la Junta de Andalucía: expropiar los pisos vacíos a los bancos. Qué bien suena esa bella melodía. ¿Por qué no hace suya la partitura, señora Cospedal? Sería una forma de calmar a los escrachistas, tan feroces y tan nazis. Si no quiere un grupo de cobradores del frac apostado en la puerta de su casa y dispuesto a cobrarse en justicia lo que moralmente les corresponde póngase a trabajar de una vez, haga algo de verdad para evitar que los desahuciados sigan arrojándose por las ventanas, déjese de divagar sobre ridículas teorías del nazismo que dan ganas de reír por no llorar y gánese honradamente el sueldo que le pagamos todos los españoles. Por una vez gobierne con el corazón y no con el manual maquiavélico que le han enseñado los malos asesores de Génova. Créame, sí se puede. 

Imagen: lavanguardia.com             

miércoles, 10 de abril de 2013

CORAZÓN DE HIERRO


"Privaticemos el funeral de Thatcher, ella lo habría querido", ha dicho el gran director Ken Loach. No se me ocurre mejor manera de resumir lo que fue la política nefasta de la mal llamada dama de hierro, porque en realidad lo único que tenía de hierro era el corazón. Ella y José Luis Sampredro se han ido casi al mismo tiempo, qué ironías del destino. José Luis, nuestro José Luis, quiso mantener su funeral en la intimidad, lejos de las pomposas exequias con honores militares que quieren montarle a la momia cursi y remilgada. Qué dos vidas paralelas tan distintas hubiera escrito Plutarco, qué dos ejemplos tan diversos de lo que es una biografía al servicio del dinero y otra al servicio del humanismo y la justicia social.  
De la Thatcher podemos decir que diseñó una ideología para el mundo tan nociva como su peinado cardado. Desde aquello, cada vez que veo a una señora con cabellos lacados estilo novia de Frankenstein me cambio de acera. Ni Chucky, el muñeco diabólico, me produce tanto escalofrío como ella. Verla en televisión junto a Ronald Reagan, el cowboy hortera y chulo al que hoy algunos añoran y hasta ensalzan incompresiblemente, era como ver un mal episodio de Dallas a la hora de la siesta. Con la premier anglo en Downing Street el Estado de Bienestar se fue al carajo y de aquellos polvos estos lodos (y eso no lo digo por Bárcenas El Alpinista, que si no hablas de él en una columna es que parece que no estás al loro). Hoy más del 30 por ciento de la población de Reino Unido rechaza las políticas ultrasalvajes de la señora Margarita, lo cual demuestra que dejó una huella indeleble en su pueblo, pero para mal. En Glasgow, tras conocer la noticia de su muerte, muchos se han lanzado a la calle a brindar con champán y con razón. El mal gobernante alumbra monstruos entre sus súbditos y la dama del neoliberalismo a calzón quitado fue un azote para las clases bajas, para los mineros, para la sanidad pública y la educación. Se sumó al proyecto de la guerra de las galaxias, que estuvo en un tris de mandarnos a todos al cuerno, Han Solo y Chewbacca inclusive. Y la emprendió a tiros con un puñado de pobre soldados argentinos, contra la dulce Argentina, que vive para el tango y el fútbol, no para hacerle la guerra a la pérfida Albion. Su mandato fue una vuelta a la Revolución Industrial en su sentido más perverso, a las ciudades negras de carbón, a los suburbios llenos de alcohólicos y guerrilleros del IRA.
Lo único bueno que dejó la señora Thatcher fue un puñado de obras maestras del cine muy críticas con su ideología ultra (Trainspotting, Full Monty, etc). Hoy su legado de dinero sucio y cruel a costa del aplastamiento del ciudadano se deja sentir en todo el mundo, ha dejado impronta que se dice, y no hay más que echar un vistazo a los periódicos españoles. Urdangarín, Bárcenas, Diego Torres, Corina, Ana Mato, Cospedal, Glez Pons, Merkel son, sin duda, hijos del thatcherismo. Se puede decir que ha dejado una gran recua de malos imitadores a sus espaldas y eso lo estamos pagando ahora. Los pobres ingleses la sufrieron en vida y nosotros la estamos sufriendo en su muerte.  
Que algunos quieran meterla en el Museo de Cera me parece bien, porque eso fue cuando vivía, una máscara de cera estirada, alcanforina, pétrea. José Luis Sampredro, nuestra voz, la voz del miserable, la voz del desahuciado, del inmigrante, del parado, del pueblo, en fin, pasará a la Historia por valores mucho más dignos y nobles que los que impulsó la repeinada señora de la sonrisa ladina y el bote de laca recia. Dios salve a la Reina, de acuerdo, pero a la Thatcher que le den.  

Imagen: Caricaturas El Mundo  

martes, 9 de abril de 2013

EL DUQUE SE VA A CATAR


Al duque de Palma el Rey le ha buscado un exilio dorado o negro (según se mire) en Catar. Dicen que se va a dedicar al balonmano, de donde no debió haber salido nunca. Pobres cataríes, no saben lo que se les viene encima. Las diez plagas de Egipto serán una brisa marina al lado del huracán de codicia y escándalo que persigue a don Iñaki. Que se anden con cuidado los jeques del petróleo, que el duque juega de vicio y tiene un giro de muñeca hábil, rápido, visto y no visto, un giro de muñeca de tahúr avezado, jugador y trilero. El duque es como un maestro de esgrima infalible y donde pone el ojo pone un pedazo de fundación deportiva que deja sin un duro a un país. Ya me imagino yo el desierto de Catar sembrado de fundaciones benéficas con ánimo de lucro, fundaciones como pozos de petróleo. No va a quedar un solo oasis sano en el desierto cuando llegue el duque. Don Iñaki, si le dejan campo abierto, te revende un desierto a comisión en bolsitas de arena fina; Don Iñaki, lejos de la censura coñazo de su suegro el Rey, se pone a su nombre unos pozos de petróleo en un plis plas; un Iñaki a sus anchas libre de jueces y fiscales y haciendo negocio fuerte en Oriente Medio monta unos campeonatos de esquí sobre dunas, expropia para su bolsillo el Mar Rojo, pone en venta las palmeras del Valle de los Reyes, las pirámides cairotas, el Monte de Sinaí. El duque de Palma, cuando se pone, se pone las botas, no deja reino con corona, y se lleva para su casa de Pedralbes hasta los tapices de palacio. Las princesas cataríes, por su parte, que vayan metiendo las bragas repletas de petrodólares en el Catarí Bank, porque llega al Golfo el golfo más rápido, el duque empitonado, que viene a ser lo mismo que em-pal-ma-do, y estamos en horario infantil. Urdangarín arrambla con todo, es el duque de Catar que viene a catar, el caballero más turbante, el ladrón de Bagdad. Que tiemblen las huríes, jamelgas, danzarinas del bajo vientre, ciclistas en bolas y corinas rubiazas de aquellas tierras arábigas y tórridas, porque don Iñaki siempre está abierto a las relaciones internacionales, de forma altruista, claro. Don Iñaki intriga muy palaciegamente y eso los jeques, como son medio lelos y están ciegos de dinero negro, aún no lo saben. Un duque español arribista y ambicioso suelto por ahí, por el desierto, es un peligro público para un Estado y te hunde una monarquía saudí, te monta una guerra en seis días, te arrastra a una guerra santa, le birla por piezas las ojivas nucleares a Al Qaeda o te jode el frágil equilibrio en Oriente Medio. Uno cree que los cataríes se lo deberían pensar dos veces antes de dejar entrar en el país a don Iñaki, porque luego entronca con alguna princesa cursi y pasa lo que pasa.

Tiene bemoles que después de siglos de conquistas, de guerras y tejerazos, después de tomos sangrientos de Historia, los borbones vayan a claudicar por un yerno, un simple yerno, un marido de la hijísima, un quinqui de sangre azul, un manos que sabía pillar, un piernas que sale por patas y se pone de cero a cien en un segundo cuando escapa de los paparazzi por las calles de Washington. El Rey le ha buscado un exilio con poca grandeza, como le corresponde. Pero cuidado, señores moritos, que va para allá un manos.      .             

jueves, 4 de abril de 2013

LA PRINCESA PRO-METIDA


Una princesa inclinando la cabeza ante un juez de pueblo. Es el final de la Monarquía, el final del cuento de hadas en que ha vivido España durante treinta años.
Nos arrebatan los derechos laborales, nos arrebatan la democracia, nos arrebatan los cuatro ahorrillos miserables de las preferentes. Y ahora nos furtan la inocencia del cuento. 
El Lecturas y el ABC nos habían vendido que la familia real era un Camelot idílico y apacible donde todos pasaban por muy cristianos, abnegados, honrados. Juan Carlos era nuestro Rey Arturo y hasta teníamos un escudero psicoanalista, Woody Allen, un americano en la corte de los Príncipes de Asturias. La Reina Sofía hacía el papel de esposa fiel, educada, callada. Ni pinchaba ni cortaba, ni tanto montaba ni montaba tanto. 
Creíamos que todos eran felices y comían perdices pero esto era más bien el putiferio de los Tudor. Una infanta arrastrada por los suelos purulentos de los juzgados; un duque de Palma enfermo de dinero y priapismo; amantes entrañables durmiendo en la Corte; y un heredero al trono abucheado en la calle. El ser humano vive de pan, vino y cuentos y España es un cuento malo que se acaba. 
Pero no nos pongamos republicanotes ahora, que tampoco toca. Es momento de llorar por la muerte del cuento, por el final del final feliz, por la defunción del beso de la bella con cruzado mágico de Plaitex que convierte en príncipe al sapo repugnante. Aquí, en España, con tanta corrupción, son los sapos imputados los que besan princesas y las convierten en codiciosas madrastras. Cualquier día buscamos abogado a la Cenicienta, le retiramos el pasaporte a Blancanieves, entrullamos a la Bella Durmiente. Como en el chiste: ¿A dónde vas Caperucita?, preguntaba el lobo feroz. Al río a lavarme el chichi. Pues lo mismo: ¿A dónde vas princesa? Al juzgado a cantar por soleares. Joé, cómo ha cambiado el cuento.        
Iñaki firmaba sus chanchullos como el duque em-palma-do; Cristina era la princesa 
pro-metida. Metida en el ajo hasta el cuello, metida en la pomada real hasta las trancas. Han hecho bueno a Marichalar, aquel Rain Man autista que no se metía con nadie y que era el único sano en Palacio. 
La monarquía se tambalea porque una princesa mordió la manzana envenenada, una manzana podrida que no fue sacada a tiempo del cesto. Ay, Cristina, Cristina ¿por qué mordiste la manzana? Has sido una Blancanieves que no supiste decirle Noos a tu chorbo azul. Ahora es demasiado tarde princesa, búscate otro perro que te ladre, princesa. Este cuento ya no termina con el beso de rigor bajo el confeti plateado y las espadas en alto de los húsares mariconetis enfundados en leotardos. Este cuento tiene el mismo final negro e hispánico que se ha repetido a lo largo de la Historia: unos borbones de última generación demoliendo los muros de la patria mía. Después de 30 años de cosas bien hechas, después de tres décadas de buena arquitectura juancarlista, el Reino se nos va a la mierda. Será que vuelve nuestra leyenda negra por violar y masacrar inditos americanos.     
Qué annus horribilis, señor Rey. Todo empezó a ir mal desde la cacería africana con la rubia mogambo. Nunca se debe matar elefantes sagrados, porque luego pasa lo que pasa y le llegan a uno, de golpe y porrazo, todas las maldiciones chamánicas de la selva. Mi cuento favorito es Tarzán, ese héroe que se exilió de la sociedad con una mona y terminaron dándole unas medallas olímpicas. A Iñaki no le bastaba con sus medallas deportivas. Pícaro, canalla, bribonazo. Tenía que mancillar a una princesa, tenía que saquear un Reino, tenía que vender a un pueblo. Y de paso dejarnos sin cuento.         

lunes, 1 de abril de 2013

EL AMIGO CONTRABANDISTA


Un alpinista que sacaba a pastorear los maletines por los alpes suizos; un consorte de infanta que se quedaba el pesetamen de los contribuyentes; una ministra que se gastaba el parné del pueblo en confetis de cumpleaños; un concejal amiguito de la mafia rusa; y ahora el presidente de Galicia que se tostaba el culo en el yate de un traficante de coca. Quién da más. Más madera, esto es la guerra. Alberto Núñez Feijóo se defiende alegando que ese episodio oscuro de su vida fue un error de juventud, la locurilla de un adolescente de treinta y cuatro años. Está claro que los chicos del PP, como van a colegios de pago y de curas, maduran tarde y mal, llegan con retraso a las cosas de la vida, al primer whisky, al primer filete con la novia en los reservados, a la primera rayita confusa. 
No nos vale su perdón en un caso tan grave y delictivo, señor Feijóo. Porque su amigo no fue pillado con un inocente porrito de marihuana para una noche de flipe veraniego. Le recuerdo que la pasma arrestó al señor Dorado cuando timoneaba un barco lleno de nieve blanca, cuando viraba un bajel pirata con un klimanjaro de falopa preparado para arruinar a la juventud gallega. Fue la Operación Nécora, allá por los noventa ¿Lo recuerda, señor Feijóo? Aquella aventura de juventud no solo debería ser suficiente para que dejara de ser presidente de Galicia hoy mismo, debería ser suficiente para meterse en casa, debajo de la cama si es posible, y no salir de allí en una buena temporada. Hágalo por vergüenza torera, please. 
Nuestros políticos se están superando día a día en este flim de suspense, espías y contrabandistas. Uno ya no sabe con qué sobresalto se levantará al día siguiente. ¿Qué será mañana? ¿Un diputado asesino en serie? ¿Un senador violador multirreincidente? ¿Un tesorero del PP que llevaba las cuentas en B del Tercer Reich? Ahora el Gobierno se ha puesto muy serio con el tema del escrache, esa reacción popular y lógica de gente desesperada a la que están echando de sus casas por no poder pagar la hipoteca. Glez. Pons ha comparado esta actividad con la kale borroka y Rajoy pretende castigarla con la cárcel. Mano dura al obreraje, caña al mono, que es de goma, o sea. El escrache no es más que la revolución en ciernes de toda la vida. Ciudadanos que persiguen por las calles a los gobernantes corruptos que les han estafado, que les han robado, que les han arrebatado sus vidas, sus ahorros, sus sueños. ¿Qué esperaba el Gobierno? ¿Que el pueblo hiciera palmas con las orejas ante los recortes inhumanos, la corrupción a manos llenas, la reforma laboral injusta, el paro, la pobreza, la miseria? No vamos a justificar aquí el escrache como forma de hacer política. Solo decimos que es la consecuencia lógica, hegeliana, dialéctica en este momento histórico convulso que vivimos. No se puede responder al grito ahogado del pueblo oprimido y hambriento con lecheras cargadas de antidisturbios, con cárceles llenas de presos políticos, con códigos penales hipócritas. Eso ya lo hizo el último zar de Rusia y la cosa terminó en una sangría roja y en una película coñazo de la que todo el mundo habla y que nadie ve ya: el Acorazado Potemkin, o sea.
Hemos entrado en una fase de aceleración peligrosa de la Historia que no sabemos adónde conduce. El Rey liado con una corista, pillado in fraganti con cuentas sospechosas; la Merkel relajando sus lorzas en un balneario italiano; el duque de Palma a un paso del trullo. Los cimientos de Génova tambaleándose por las bombas de Bárcenas. Ya no nos sorprende nada de estos boys descarados. Ni siquiera que se vayan de coca por el Egeo gallego.  

Imagen eldiario.es