De la Thatcher podemos decir que diseñó una ideología para el mundo tan nociva como su peinado cardado. Desde aquello, cada vez que veo a una señora con cabellos lacados estilo novia de Frankenstein me cambio de acera. Ni Chucky, el muñeco diabólico, me produce tanto escalofrío como ella. Verla en televisión junto a Ronald Reagan, el cowboy hortera y chulo al que hoy algunos añoran y hasta ensalzan incompresiblemente, era como ver un mal episodio de Dallas a la hora de la siesta. Con la premier anglo en Downing Street el Estado de Bienestar se fue al carajo y de aquellos polvos estos lodos (y eso no lo digo por Bárcenas El Alpinista, que si no hablas de él en una columna es que parece que no estás al loro). Hoy más del 30 por ciento de la población de Reino Unido rechaza las políticas ultrasalvajes de la señora Margarita, lo cual demuestra que dejó una huella indeleble en su pueblo, pero para mal. En Glasgow, tras conocer la noticia de su muerte, muchos se han lanzado a la calle a brindar con champán y con razón. El mal gobernante alumbra monstruos entre sus súbditos y la dama del neoliberalismo a calzón quitado fue un azote para las clases bajas, para los mineros, para la sanidad pública y la educación. Se sumó al proyecto de la guerra de las galaxias, que estuvo en un tris de mandarnos a todos al cuerno, Han Solo y Chewbacca inclusive. Y la emprendió a tiros con un puñado de pobre soldados argentinos, contra la dulce Argentina, que vive para el tango y el fútbol, no para hacerle la guerra a la pérfida Albion. Su mandato fue una vuelta a la Revolución Industrial en su sentido más perverso, a las ciudades negras de carbón, a los suburbios llenos de alcohólicos y guerrilleros del IRA.
Lo único bueno que dejó la señora Thatcher fue un puñado de obras maestras del cine muy críticas con su ideología ultra (Trainspotting, Full Monty, etc). Hoy su legado de dinero sucio y cruel a costa del aplastamiento del ciudadano se deja sentir en todo el mundo, ha dejado impronta que se dice, y no hay más que echar un vistazo a los periódicos españoles. Urdangarín, Bárcenas, Diego Torres, Corina, Ana Mato, Cospedal, Glez Pons, Merkel son, sin duda, hijos del thatcherismo. Se puede decir que ha dejado una gran recua de malos imitadores a sus espaldas y eso lo estamos pagando ahora. Los pobres ingleses la sufrieron en vida y nosotros la estamos sufriendo en su muerte.
Que algunos quieran meterla en el Museo de Cera me parece bien, porque eso fue cuando vivía, una máscara de cera estirada, alcanforina, pétrea. José Luis Sampredro, nuestra voz, la voz del miserable, la voz del desahuciado, del inmigrante, del parado, del pueblo, en fin, pasará a la Historia por valores mucho más dignos y nobles que los que impulsó la repeinada señora de la sonrisa ladina y el bote de laca recia. Dios salve a la Reina, de acuerdo, pero a la Thatcher que le den.
Imagen: Caricaturas El Mundo
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