Cospedal ha dicho, tal que hace una hora, que los escraches son puro nazismo. Lo ha soltado por su boquita de trapo en uno de esos foros decimonónicos con librerías apolilladas de fondo y un público aburrido como maniquíes bostezantes. Al menos esto se le ha entendido algo, no como aquel día infausto en que intentó explicar, sin suerte, lo del contrato simulado/diferido de Bárcenas. Pero Cospe, cuando se pone en plan intelectuala neocon, en plan Juana de Arco de la libertad, es que la pifia mucho. Se lo vamos a explicar despacito y con buena letra, a ver si lo capta. Nazismo, señora mía, es enviar a la Policía a casa de una enferma de alzheimer en silla de ruedas y sacarla a rastras para realojarla bajo el cielo raso. Nazismo es ese banco usurero que roba los ahorros de toda la vida a pobres trabajadores con derechos poco preferentes. Nazismo es, en suma, gobernar desde una atalaya de soberbia corrupta y en contra de la Justicia, de los derechos humanos más elementales, del pueblo famélico de hambre. Apela usted a la razón del voto cuando en democracia debe darse más importancia al voto de la razón. Perdone que le diga, pero confunde democracia con aritmética, legitimidad con legalidad, buen gobierno con despotismo. No nos extraña nada, por otra parte, si es capaz de aseverar sin pudor que Margaret Thatcher fue la figura más importante del siglo XX. Queda claro que usted es una thatcheriana de nuevo cuño impecablemente vestida por fuera pero desnuda de ideas nobles por dentro. Gobernar con mano de hierro es alimentar un odio de hierro.
El problema, su problema, señora Cospedal, es que se ha metido tanto en el papel de ambiciosa delfina de Rajoy que ha terminado por creerse sus propias mentiras. Y no sé si se ha dado cuenta, señora Cospedal, de que estamos en medio de una revolución silenciosa o quizás no tan silenciosa. Se ha acabado el tiempo de la retórica vacía, hueca, tramposa. La gente que se concentra frente a la casa de un político trincón o cómplice del trincón, los escrachistas, no se echan a la calle para debatir amablemente en inútiles tertulias políticas, como suele hacer usted los sábados por la mañana tras pasar por la pelu. La gente se moviliza porque le va la vida en ello, porque le roban la casa y los derechos sociales, porque ya no tiene pan para sus hijos. La gente pelea en cada esquina, en cada plaza, en cada pueblo, porque no tiene nada que perder. Contra la miseria no valen las palabras, ni discursos sesudos, ni falsas lecciones de democracia de gente que nunca ha creído en ella. Contra la miseria solo caben medidas urgentes, como las que ha tomado la Junta de Andalucía: expropiar los pisos vacíos a los bancos. Qué bien suena esa bella melodía. ¿Por qué no hace suya la partitura, señora Cospedal? Sería una forma de calmar a los escrachistas, tan feroces y tan nazis. Si no quiere un grupo de cobradores del frac apostado en la puerta de su casa y dispuesto a cobrarse en justicia lo que moralmente les corresponde póngase a trabajar de una vez, haga algo de verdad para evitar que los desahuciados sigan arrojándose por las ventanas, déjese de divagar sobre ridículas teorías del nazismo que dan ganas de reír por no llorar y gánese honradamente el sueldo que le pagamos todos los españoles. Por una vez gobierne con el corazón y no con el manual maquiavélico que le han enseñado los malos asesores de Génova. Créame, sí se puede.
Imagen: lavanguardia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario