martes, 26 de marzo de 2013

ADA


Ada Colau, la indómita y tenaz portavoz de la Plataforma Stop Desahucios, es uno de esos personajes admirables destinados a hacerse un hueco en el álbum de la Historia. Con poco más que un ordenador personal y un teléfono móvil ha conseguido movilizar a cientos de personas que han perdido o están a punto de perder sus casas en toda España. Ada es un hada que no viste modelitos caros como la jueza Alaya, ni va de peluquería pija, ni su retórica es trillada y vacía, como la de la mayoría de los políticos. Tras su aspecto despeinado de recia pionera del oeste que acaba de ordeñar una vaca hay una mujer inteligente, valiente, preparada, fuerte, comprometida, transparente. 
Sus intervenciones en televisión son como centellas fulgurantes en medio de la noche de la mentira. Cuando Colau habla, uno siente que no todo está perdido. Domina la jerga de la ley, habla con pasión y sin balbucear (no como De Cospedal) y desprende un fresco aire de pureza y bravura solo comparable a luchadores por la libertad como Indira Gandhi, Madre Teresa de Calcuta o Rigoberta Menchú. No se había visto un animal político similar desde que Delacroix pintó la libertad guiando al pueblo, desde que Agustina de Aragón la emprendió a gorrazos contra los gabachos, desde que la Pasionaria dijo aquello de que las mujeres son seres libres que tienen derecho a elegir su destino.          
Ada está resucitando la dignidad de la democracia, ella es la reencarnación de la política, una actividad noble cuyo fin primordial es ayudar a la gente, no trincar el dinero y cambiarlo de sitio, mayormente a Suiza.  
Mientras el Gobierno del PP abandonaba a su suerte a miles de desahuciados, mientras los banqueros desalmados empujaban al precipicio del suicidio a pensionistas y parados, ella chateaba desde casa con los revolucionarios dispuestos a seguirla.         
El PP ya le ha puesto el cartel de "wanted" porque sabe que es una líder carismática, magnética, peligrosa. La acusan de practicar la kale borroka, de apoyar a los etarras, de alentar la violencia por emplear el escrache contra González Pons. Pero no hay mayor violencia que la que practica un gobernante contra su propio pueblo. Violencia es arrebatar la casa a un viejo inválido. Violencia es dejar sin su hogar a un niño. Violencia es reubicar hipotecariamente a un enfermo debajo del puente. Rebelarse contra la injusticia social no es violencia, sino defensa propia, estado de necesidad, simple instinto de supervivencia. Si un pueblo tiene que salir a la calle a defender su casa frente a la opresión bancaria, si un país tiene que echarse a las barricadas para luchar por su derecho a vivir dignamente, si la gente tiene que plantar cara a los depredadores de sueños del Gobierno, eso es que estamos en una situación de emergencia nacional. Sin embargo, Rajoy y su gabinete parece que siguen viviendo en los mundos de Yupi. Han decidido seguir instalados en el cinismo, en la represión policial, en las excusas baratas. Este Gobierno vampiro que consiente la expropiación hipotecaria de almas ya no tiene crédito ni legitimidad para seguir gobernando porque ha hecho de la mentira, el pillaje a manos llenas y la estafa su triste ideario político. Al tratar de desacreditar a Colau desacreditan a toda la ciudadanía. Estos piratas caribeños del paraíso fiscal, estos bucaneros del bajel Bárcenas, aún no se han dado cuenta de que los parias trepan ya por la Bastilla. El hambre no conoce de dialécticas.   
Los miserables pronto plantarán la bandera de la justicia en medio del Congreso. Y ellos, necios, ciegos, inútiles, ni siquiera se habrán dado cuenta.  

lunes, 25 de marzo de 2013

EL COLCHÓN


Una empresa española ha tenido la feliz idea de patentar una caja fuerte que va adosada a los bajos del colchón de la cama. Lo cual que este crack mundial nos ha devuelto de lleno a los tiempos de la abuela de posguerra, cuando se guardaban las cuatro perrillas de la miseria debajo del jergón. Después de esto ya solo nos queda rescatar el trueque, o sea, te cambio el televisor de plasma por la cabra, que me falta leche.  
Este producto original de la caja fuerte colchonera nos parece una apuesta lógica y consecuente contra la ola de robismo que nos invade. A saber: Barcenitas, El Alpinista suizo; las preferentes indecentes; los ERES andaluces (ere que te quiero ere); los lobistas feroces (ahora se llama lobismo al mangoneo hispano/fenicio de toda la vida); el duque Empalmado de codicia; el corralito que está a la vuelta de la esquina tras el atraco chipriota. Aquí todo el mundo roba como puede, cuando puede y donde puede. Desde la Merkel hasta el más insignificante concejal de pueblo, pasando por el último mono del Bundesbank, parece que todos competían en el tonificante deporte de ver quién se lo llevaba rápido y entero. Lo último es el caso de los ERE. Empresarios, trabajadores, sindicatos, políticos, todos conchavados para comer del gazpacho de la estafa, todos practicando el atraco a la tres chapucero y grueso, todos viviendo de un socialismo falso y de boquilla. Con socialistas así dan ganas de pasarse al bando de los señoritos de Cayetano, esto va para Rubalcaba.
Veo a Julio Anguita en Salvados, el programa de Jordi Évole cada vez más necesario. El Califa, que aún desprende cierto aire de dignidad cartuja que a otros les falta, responde en mangas de camisa con la libertad que da saber que no le debes nada a nadie: "Esto no tiene solución. La única solución sería que la gente se movilizara, aunque sea en Cáritas", asegura. Es decir, que Anguita aún confía en la vieja fórmula de la revolución, esta vez pacífica, como motor del cambio social. No se engañe, señor Julio, que ya todo está perdido, que esto no lo arregla ni la momia embalsamada de Chávez, que la izquierda está fracturada, como dicen ahora los sesudos tertulianos que con la crisis proliferan como setas por los platós televisivos. La revolución se ha perdido ya, señor Califa, pero siempre nos quedará ese colchón con caja fuerte y combinación secreta incorporada. Ese colchón es el paraíso fiscal Lo Mónaco del españolito para sobrevivir en los años de crisis. Ese colchón es el plan de pensiones personal ante la quita de los bancos trincones. Ese colchón blindado blindará también los sueños del pobre ciudadano recortado que ya no tiene ni para soñar ni para caerse muerto, ahora que llega la Semana Santa, gran fiesta y festín español sobre la muerte. Metiendo la calderilla que nos queda en ese colchón de seguridad le decimos al banco, a la Merkel y al político corrupto: váyase usted al infierno, que yo ya me apaño con mi colchón de doble capa y mis ahorrillos de mierda de toda la vida.         
Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero (Voltaire). Pues aquí estamos viviendo una epidemia de virus Gollum (mi tesoooro), una peste de enfermos del dinero desbocado, prófugo, neurótico. La única forma de salir vivo de ésta es comprarse un colchón forrado de titanio para guardar las cuatro perrillas que aún no nos han robado y mandarlos a todos a tomar por retambufa. Ea.       

jueves, 21 de marzo de 2013

HUGO CHÁVEZ


Tras la muerte de Hugo Chávez, habría que hacerse una pregunta precisa y fundamental: ¿es mejor Sudamérica ahora, con el legado chavista? Y la respuesta debe ser necesariamente que no. Me explico. Es cierto que estamos ante un líder carismático que intentó acercarse a la miseria de un pueblo. Es cierto que repartió unas gotitas del petróleo venezolano entre los más oprimidos, lo cual siempre es de agradecer. Pero también es cierto que ha sembrado la semilla de la discordia entre el pueblo, que deja un país dividido en dos bandos irreconciliables y que el Ejército rige ahora los destinos de Venezuela. O sea: la misma leyenda negra que ha perseguido a Latinoamérica desde que un puñado de españoles se fueron de crucero caribeño hace quinientos años. 

Uno nota que escribe mejor cuanto más mala leche le corre por las venas. Pues eso es lo que hizo Hugo Chávez, escribir las páginas de la Historia solo para una mitad de acólitos, trazar los destinos del país con renglones de odio. Desde ese punto de vista no se diferenció mucho de los reyezuelos que han venido gobernando los trópicos americanos desde Juárez hasta Tierra de Fuego. 
El régimen chavista ha traído represión, control férreo de los medios de comunicación, sospechosas conexiones con el narcotráfico, inflación por las nubes, crecimiento económico estancado pese a ser un país riquísimo, asesinatos cotidianos en Caracas. La conclusión no debe ser que muchos pobres viven algo mejor ahora, sino que unos pocos ricos siguen llevándose crudo el dinero del crudo. Una auténtica revolución bolivariana no debería quedarse en unos cuantos mitines populacheros y folclóricos en la plaza roja, en unas canciones rancias sobre el Che Guevara y en unas consignas manidas antiyanquis. La auténtica revolución bolivariana está aún por hacerse en Latinoamérica y pasa necesariamente por instaurar verdaderas democracias en el continente, no chirigotas militares con aspecto de regímenes serios, como el castrismo cubano que aplasta la libertad.    
Tras su aspecto bonachón y parlachín, tras su fachada de militarote simpático y salvapatrias, tras su boina de paraca pasado de rosca y sus discursos televisivos plastas llenos de astracanadas, Hugo Chávez escondía la sombra de un líder absolutista con escasos ideales democráticos, por mucho que la palabra democracia esté cada vez más devaluada en la decadente y vieja Europa. Aquí, los políticos trincones como Bárcenas El Alpinista están haciendo que el pueblo pierda la fe en esa bella utopía que es la democracia. Aquí los pobres chipriotas abocados al corralito por los tiburones del Bundesbank están ya descreidos, incrédulos, impíos. Corre por el mundo el fantasma de un nuevo fascismo económico contra el que nada pudo o nada quiso hacer el afable Hugo Chávez. Ahora sus camaradas de batallitas embalsaman su cuerpo muerto como un Keops bolivariano, como queriendo atrapar y conservar lo único que queda ya de esa falsa revolución que se han inventado. Solo que las momias nunca vuelven.      
  

lunes, 11 de marzo de 2013

HA NACIDO UNA ESTRELLA


El problema de Cospedal es que ya no vemos a una secretaria general de partido superprofesional, a una mujer fuerte de brazo férreo, confiado, seguro. El problema es que ahora vemos, hablando por su boca, a Chiquito de la Calzada, a Mariano Ozores, a Cantinflas, a Pajares en sus mejores momentos tartajosos. 

Se viene diciendo que su intervención el día que trató de explicar los chanchullos de Bárcenas fue surrealista y lamentable. Y es verdad, pero lo fue solo políticamente, porque desde el punto de vista del humor, desde la perspectiva de la actriz cómica en ciernes, hemos ganado una superstar destinada a dar grandes momentos de gloria. Sin duda, ese día nació una estrella. 
Cospedal, el día que intentó farfullar una explicación seria y coherente sobre las andanzas delictivas de Luis El Cabrón, el día infausto que acabó diciendo que el tesorero ha disfrutado de un contrato "en diferido-simulado" y no sé cuántas monsergas más, abandonó la política coñazo y dio el salto al gran monólogo surrealista, un género nada fácil de dominar. 
Desde André Breton sabemos que el surrealismo entronca con el inconsciente humano y eso fue lo que hizo Cospedal aquel día, dar rienda suelta a sus remordimientos más secretos, soltar su inconsciente más oculto, liberar la región de su cerebro donde no se objetiva la realidad para hablar con lengua de trapo, como un bebé balbuceante y limpio de pecado. Con su brillante actuación, Cospedal se despojó de tensiones insanas y problemas, se liberó de su encorsetado estilo dama de hierro, de su look de peluquería cara, y se hizo niña otra vez, desnudando su alma, volviendo al parvulario, donde la vida es más sencilla y divertida, sin mentiras, ni sobres llenos de dinero, ni tesoreros mangarrufos que andan por ahí aireando papeles comprometedores. 
Por un momento, la mujer triunfadora del PP se tumbó en el diván freudiano del teatro sin saberlo, relajó su lengua e hizo una regresión a la niñez, donde el primer lenguaje es un juego desenfadado y sin control, sin la intromisión de la conciencia. La infancia rebelde y feliz es el paraíso edénico del ser humano y cuando llega el maestro represor con la primera lección (la ma con la no, mano; mi mamá me mima) ahí la cagamos, ya lo dijo Rousseau en El Emilio. 
Aquel día de la rueda de prensa ebria y disparatada, Cospedal se despojó de las órdenes rígidas del preceptor Rajoy, se quitó de encima traumas y delitos, se purificó de pecados y enredos, de mentiras y cintas de video. Fue una terapia pública y febril, a pecho descubierto, una sesión de hipnosis teatral y surrealista en la que, en lugar de echar espumarajos por la boca y dar convulsiones, se bañó en el Ganges de la prensa y afloró el cómico pueril que ella lleva dentro, el cómico asqueado de la vida al que ya solo le importa el humor. Y ese acto de purificación inconsciente, ese exorcismo del que salieron palabras inconexas, fue su forma directa y sincera de decirnos: ya no puedo con tanta neurosis, la mierda me llega hasta el cuello.    
Mucho se ha criticado la explicación esotérica de Cospedal sobre los supuestos robos de Bárcenas, pero uno cree que lo que pasó realmente fue un automatismo cerebral, un mecanismo de propia defensa, un resorte mediúmnico/espiritista pero sin espíritus, ya que el que afloró en último lugar fue el inconsciente plagado de secretos calientes y mal guardados. A Cospedal solo hay que pedirle una cosa: que deje fluir también su imaginación onírica si es que le toca declarar ante un juez. En diferido o simulado.      

Imagen: Paperblog

martes, 5 de marzo de 2013

BATMAN


La crisis está dejando tras de sí una estela de héroes anónimos y hasta de superhéroes, como ese señor disfrazado de Batman que ha entregado en una comisaría inglesa a un estafador buscado por la Justicia. Uno cree que el misterioso personaje, algo más fofo y bajito que el portentoso hombre-murciélago del cómic, quedará para siempre como un símbolo de los tiempos convulsos y extraños que vivimos. Ese Batman michelínico sin complejos que se ha atrevido a echarle el guante al delincuente de turno es la viva encarnación de un pueblo cabreado, enfurecido, hastiado; la imagen de una ciudadanía que ya no puede más y se echa a la calle contra los granujas, escamoteadores y bandoleros.  
En un mundo al revés en que la Policía arremete contra desahuciados, jubilados y manifestantes pacíficos; en un mundo pervertido en que los políticos se llevan el dinero de la caja fuerte metiéndoselo en los huevos, ya nos hacía falta un Batman callejero y justiciero, aunque sea improvisado y con el traje dos tallas más ancho. No sabemos si con un solo enmascarado de esta guisa sería suficiente para entrullar a tanto malhechor como anda suelto por el país. Probablemente habría que contratar a más de uno, en diferido o simuladamente, como diría De Cospedal. Pero seguro que Bárcenas no dormiría tan tranquilo sabiendo que un ciudadano descreído y encolerizado le sigue la pista en sus viajes fraudulentos a Suiza. Seguro que Ana Mato se lo pensaría dos veces a la hora de dilapidar un potosí en payasos de cumpleaños y fiestas versallescas. Y es más que seguro que Iñaki Mangarín reflexionaría muy mucho antes de distraer los fondos humanitarios de los niños con cáncer. Con un par de batmans honrados y trabajadores apostados en Zarzuela en turnos de 24 horas, la Casa Real no necesitaría de más escoltas, nos ahorraríamos un pastizamen en sueldos y evitaríamos corinas indeseables paseando por los jardines de palacio. Aquí, en España, más que la UDEV, la UDYCO, la Guardia Civil y el CNI se nos hace preciso y urgente un Batman en cada esquina, un ciudadano con antifaz y body paquetero dispuesto a dar a cada rufián su merecido. 
Bárcenas le hace la peineta indecente al pueblo porque la Justicia no funciona; Bárcenas se ríe del ciudadano porque el sistema está podrido; y la mujer de Bárcenas amasa 11 millones pese a que estaba en el paro. Pues todo eso se acabaría de un plumazo con un sencillo Batman en leotardos dando su merecido a los villanos del tebeo en que se ha convertido España. A ese inglés de incógnito que se ha puesto en plan Harry El Sucio le aplaudimos y animamos en su iniciativa policial. 
Un héroe anda suelto en la ciudad. Que tiemblen los inquilinos de Génova.