Una empresa española ha tenido la
feliz idea de patentar una caja fuerte que va adosada a los bajos del colchón
de la cama. Lo cual que este crack mundial nos ha devuelto de lleno a los
tiempos de la abuela de posguerra, cuando se guardaban las cuatro perrillas de
la miseria debajo del jergón. Después de esto ya solo nos queda rescatar el
trueque, o sea, te cambio el televisor de plasma por la cabra, que me falta
leche.
Este producto original de la caja fuerte colchonera nos
parece una apuesta lógica y consecuente contra la ola de robismo que nos
invade. A saber: Barcenitas, El Alpinista suizo; las preferentes
indecentes; los ERES andaluces (ere que te quiero ere); los lobistas feroces
(ahora se llama lobismo al mangoneo hispano/fenicio de toda la vida); el duque
Empalmado de codicia; el corralito que está a la vuelta de la esquina tras el
atraco chipriota. Aquí todo el mundo roba como puede, cuando puede y donde puede.
Desde la Merkel hasta el más insignificante concejal de pueblo, pasando por el último
mono del Bundesbank, parece que todos competían en el tonificante deporte de
ver quién se lo llevaba rápido y entero. Lo último es el caso de los ERE. Empresarios, trabajadores, sindicatos, políticos, todos conchavados para comer del gazpacho de la estafa, todos practicando el atraco a la tres chapucero y grueso, todos viviendo de un socialismo falso y de boquilla. Con socialistas así dan ganas de pasarse al bando de los señoritos de Cayetano, esto va para Rubalcaba.
Veo a Julio Anguita en Salvados, el programa de Jordi Évole cada vez
más necesario. El Califa, que aún desprende cierto aire de dignidad cartuja que
a otros les falta, responde en mangas de camisa con la libertad que da saber
que no le debes nada a nadie: "Esto no tiene solución. La única solución
sería que la gente se movilizara, aunque sea en Cáritas", asegura. Es
decir, que Anguita aún confía en la vieja fórmula de la revolución, esta vez pacífica, como motor del cambio social. No se engañe, señor Julio, que ya todo
está perdido, que esto no lo arregla ni la momia embalsamada de Chávez, que la izquierda
está fracturada, como dicen ahora los sesudos tertulianos que con la crisis
proliferan como setas por los platós televisivos. La revolución se ha perdido ya,
señor Califa, pero siempre nos quedará ese colchón con caja fuerte y combinación
secreta incorporada. Ese colchón es el paraíso fiscal Lo Mónaco del españolito para sobrevivir en los años de crisis. Ese colchón es el plan de pensiones personal ante la quita de
los bancos trincones. Ese colchón blindado blindará también los sueños del pobre ciudadano recortado que ya no tiene ni para soñar ni para caerse muerto, ahora que llega la
Semana Santa, gran fiesta y festín español sobre la muerte. Metiendo la calderilla que nos queda en ese colchón de seguridad le decimos al banco, a la Merkel y al político corrupto: váyase usted al infierno, que yo ya me apaño con mi colchón de doble capa y mis ahorrillos de mierda de toda la vida.
Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo
por dinero (Voltaire). Pues aquí estamos viviendo una epidemia de virus Gollum (mi tesoooro), una peste de enfermos del dinero desbocado, prófugo, neurótico. La única forma de salir vivo de ésta es comprarse un colchón forrado de titanio para guardar las cuatro perrillas que aún no nos han robado y mandarlos a todos a tomar por retambufa. Ea.
Después de lo de Chipre y antes de lo que vendrá aquí –ya lo veremos–, volvemos al colchón donde nuestros sabios abuelos guardaron las pocas perras que tenían, en vez de meterlas en las ventanillas de la usura. Gracias, Jose, por hacernos pensar con gracia.
ResponderEliminarEs cierto, al final los abuelos siempre tienen razón, ni bancos, ni ordenadores, ni prima de riesgo, ni leches... Un abrazo Leo
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ResponderEliminarTal como están las cosas, seguro...
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