En un mundo al revés en que la Policía arremete contra desahuciados, jubilados y manifestantes pacíficos; en un mundo pervertido en que los políticos se llevan el dinero de la caja fuerte metiéndoselo en los huevos, ya nos hacía falta un Batman callejero y justiciero, aunque sea improvisado y con el traje dos tallas más ancho. No sabemos si con un solo enmascarado de esta guisa sería suficiente para entrullar a tanto malhechor como anda suelto por el país. Probablemente habría que contratar a más de uno, en diferido o simuladamente, como diría De Cospedal. Pero seguro que Bárcenas no dormiría tan tranquilo sabiendo que un ciudadano descreído y encolerizado le sigue la pista en sus viajes fraudulentos a Suiza. Seguro que Ana Mato se lo pensaría dos veces a la hora de dilapidar un potosí en payasos de cumpleaños y fiestas versallescas. Y es más que seguro que Iñaki Mangarín reflexionaría muy mucho antes de distraer los fondos humanitarios de los niños con cáncer. Con un par de batmans honrados y trabajadores apostados en Zarzuela en turnos de 24 horas, la Casa Real no necesitaría de más escoltas, nos ahorraríamos un pastizamen en sueldos y evitaríamos corinas indeseables paseando por los jardines de palacio. Aquí, en España, más que la UDEV, la UDYCO, la Guardia Civil y el CNI se nos hace preciso y urgente un Batman en cada esquina, un ciudadano con antifaz y body paquetero dispuesto a dar a cada rufián su merecido.
Bárcenas le hace la peineta indecente al pueblo porque la Justicia no funciona; Bárcenas se ríe del ciudadano porque el sistema está podrido; y la mujer de Bárcenas amasa 11 millones pese a que estaba en el paro. Pues todo eso se acabaría de un plumazo con un sencillo Batman en leotardos dando su merecido a los villanos del tebeo en que se ha convertido España. A ese inglés de incógnito que se ha puesto en plan Harry El Sucio le aplaudimos y animamos en su iniciativa policial.
Un héroe anda suelto en la ciudad. Que tiemblen los inquilinos de Génova.
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